La crónica cósmica. Los trópicos crean adicción

YO NO VIAJO, TÚ NO VIAJAS, PERO ELLOS SÍ QUE VIAJAN – Uno de estos es Luís Garrido-Julve, el colaborador de Conmochila que reside habitualmente en Bangkok y vino a visitar a su familia en el Prat del Llobregat, pero también se pasó por Xàbia a saludar a los amigos valencianos: “Póngame una cerveza Turia, por favor”. El otro es el marido de Ranjana, la nepalesa de Sauraha que cuida de mi estómago cuando vivo en su casa. Él, que es paisano mío, se ha dejado caer por nuestro pueblo dejándola a ella en el Nepal a pesar de las ganas que tiene de viajar un poco, pues no ha salido nunca de su país.

Yo sigo sin moverme de Le Teil (¡La France!) si no es para ir hasta la vecina Montélimar para conseguir unas botellas de mi ron predilecto, “Havana Club” (de siete años, oiga). Y ya que no os puedo contar aventuras ni hablaros de mis inexistentes viajes, hoy he decidido hacerlo literariamente copiando unos párrafos de “Sin asunto”, la novela que acabé de releer ayer en la que aparecen varios personajes centrales: Santi, el barcelonés odiador; Quinta, el hacker madrileño, y su encantadora novia Lidia; la colombiana Peke, que practica la telepatía y la telekinesis; Pol, el psicólogo andorrano; Marta, la dulce joven que se encuentra metida en la trama sin haberlo pretendido; y, para terminar, Elena, la trotamundos valenciana de Algemesí, que escribe un blog llamado “Elena a toda vela” y que, casi al final de la novela, les cuenta a sus amigos:

“Os puedo asegurar que los trópicos crean adicción por diferentes razones”.

“¿Como cuáles?”, quiso saber Marta.

“La riqueza de la naturaleza, con sus densos árboles, sus variados e insólitos frutos, las flores y los perfumes de los jardines, la ligereza de las prendas que vistes o la limpieza de éstas y de tu cuerpo, pues tomas diariamente un sinfín de duchas. Pero lo más determinante es lo que denomino la holgazanería tropical, que es parecida a un manto de tranquilidad que planea sobre la gente obligándoles a mantener la calma. Imaginad lo que es vivir en una cabaña de bambú bajo la que llegan las olas del mar, imaginad lo que es dormir desnuda y protegida por una mosquitera escuchando el ronroneo del ventilador, imaginad lo que es saltar de la cama a medianoche y lanzarte al mar desde el porche, imaginad lo que es nadar de madrugada entre una familia de delfines, imaginad lo que es bucear en el colorido ecosistema creado por un arrecife de coral y hacerlo entre cientos de peces de todos los colores mientras sigues a varias tortugas marinas de gran tamaño, imaginad lo que es estar rodeada por una tribu de monos larguiruchos que tienen el pelo blanco y te permiten jugar con sus crías, imaginad a una de éstas chupándote el dedo índice como si fuese el pezón de su madre o abriéndote la mano en que escondes un anacardo, imaginad una nube de mariposas revoloteando por encima de ti y a algunas de ellas posándose sobre tu frente para chupar la preciada sal del sudor, imaginad lo que es tener junto a ti al cachorro de un animal tan esquivo como lo es el leopardo, o a una manada de gacelas que huyen de ti saltando ágilmente una charca, imaginad lo que es acariciar a un pequeño rinoceronte o a un elefante de pocas semanas que acude cuando lo llamas, imaginad lo que es pasear junto a una serpiente pitón que sigue el mismo camino que tú y no te teme porque tiene poderes telepáticos y conoce tus buenas intenciones”.

“Recuerdo haber leído en tu blog”, le dijo Pol a Elena, “que por lo general la gente organiza un viaje teniendo una información muy limitada acerca de su destino, como lo pueden ser las imágenes de unas simples fotos que al final representarán solamente un pequeño tanto por ciento de lo que hallarán; y tendrías que hablarles a Lidia y a Marta acerca los peligros y las molestias que forman parte de la vida diaria en esos lugares supuestamente maravillosos”.

“Tienes razón, mi querido psicólogo, pues, debido a este desconocimiento que mencionas, los turistas, que son los animales más tontos de la Tierra, olvidan que en esos paraísos viven un sinfín de bichos. Recuerdo un atardecer en un sitio de Sudán en el que estaba sentada en una duna del desierto de Nubia contemplando la puesta de sol tras el Nilo; durante todo el día había tenido que lidiar con miles de molestas mosquitas y esperaba ansiosamente que desapareciesen de escena con la llegada de la noche; pero entonces, en cuanto se escondió el sol, me quedé atónita al ver como se levantaba del río una auténtica nube de mosquitos. En aquel sitio, que se hallaba en el fin del mundo, solamente había cuatro campesinos que, para evitar que los mosquitos los masacrasen mientras dormían, me guiaron tierra adentro alejándonos del Nilo hasta un sitio en que el viento que venía del desierto los mantenía un poco a raya. De todos modos, estuve oyendo toda la noche el bullicio que armaban los mosquitos luchando contra el viento, y los que conseguían llegar hasta mí se agarraban a la tela del saco de dormir. He mencionado a los mosquitos por ser los insectos que conoce todo el mundo, pero también os podría hablar de ciertos parásitos que esperan agazapados en la arena de algunas playas malayas y, además de introducirse en la planta de tus pies cuando andas descalzo, luego ascenderán por tus venas hasta llegar al corazón y causarte la muerte. A un amigo mío le sucedió algo parecido en una playa de Ecuador, pero, a pesar de que el bicho que se le coló en el pie no pasaba de ser un puntito negro, tardó años en lograr librarse de él”.

“Maldita sea, creo que he cambiado de opinión y me quedaré en Lavapiés”, bromeó Lidia.

“En la Amazonia hay más bichos peligrosos que en cualquier otro sitio”, continuó contando Elena. “Igual que con los mosquitos, todos habréis oído hablar de las pirañas a pesar de que, en realidad, no son tan peligrosas como se dice, pues solamente te atacarán si sangras o si ha descendido el nivel del río y están muy hambrientas porque se han quedado aisladas en una charca. Hay unos pececitos diminutos que también tienen una dentadura que te cagas; éstos son realmente temibles porque se vuelven locos con la orina y se meterán por tu vagina o tratarán de hacerlo por la polla si tienes la mala idea de mear dentro del río. Hay asimismo docenas de peces que te pueden matar con una descarga eléctrica, o unas hormigas que te mandarán al hospital con tan solo una de sus picaduras; y eso sin mencionar a unas guerreras temibles como las hormigas rojas que pueden devorarlo todo a su paso, o las sanguijuelas que te persiguen por la jungla orientándose con las vibraciones de tus pasos sobre el suelo”.

“¡Ja, chica, si montases una agencia de viajes y dieses esa información a tus posibles clientes, seguro que te arruinarías!”, le espetó Santi a Elena antes de que ella terminase explicando:

“Pero, de todos modos, y como podéis ver, yo estoy aquí sana y salva y sin que por el camino me haya ocurrido nada que fuese realmente grave”.

“Creo que en eso ha influido el hecho de que seas una auténtica trotamundos nata”, opinó Pol, “pues, que yo sepa, ni tan siquiera has sufrido alguna enfermedad peliaguda como la malaria ni te has hallado envuelta en uno de esos accidentes de tráfico o ferroviarios tan frecuentes en los países tercermundistas que acostumbran a tener los turistas”.

“En eso tienes toda la razón”, aprobó Elena. “Podría comparar mi forma de viajar con un oficio en el que, aparte de tener una vocación y predisposición innatas, he ido desarrollando paulatinamente unas imprescindibles habilidades con las que han colaborado mi sistema inmunológico al acostumbrarse a distintas bacterias, y también el instinto de supervivencia que me advirtiese de posibles peligros, como una vez en que se me erizó el vello sin razón aparente y al volverme vi un leopardo que me seguía con las peores intenciones”.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. Si queréis leer “Sin Asunto”, pasad por la librería más cercana y encargadlo. ¡Ja, como ya podéis suponer, es broma, porque, por el momento, yo soy el único que lee mis “maravillosas” creaciones literarias! Por cierto, que en la novela “Viudas” que estoy escribiendo (voy por la página cuarenta y ocho), ha aparecido en escena la novena viuda (al final serán doce), quien, como todas las demás, es una guerrera de cuidado que amargará al misógino que hasta ahora ha sido el personaje central.

Hablando de lectura, anteayer hice algo insólito al dejar una novela a la mitad y tirarla a la papelera porque me resultaba insoportable; y no solamente por ser terriblemente aburrida, sino, sobre todo, porque los tres personajes repetían una docena de veces en cada página, “lo siento, lo siento, lo siento”, barbaridad que intercalaban con citas bíblicas. Esa novela, que por cierto está muy bien escrita, se titula “En casa”, y la autora es Marilynne Robinson. En el platillo contrario de las balanzas colocaría a la escritora Belinda Bauer, que me puso a mil con la novela de intriga “Morir no es tan fácil”, y ahora me lo estoy pasando igual de bien con su otra creación titulada “Blacklands”. Quienes no leen habitualmente se están perdiendo una de las mejores cosas que nos aporta la vida.

MIRA LO QUE PIENSO

  • Al contrario de lo que crees, tus ascos, manías y antipatías en plan “mira que fino soy”, te degradan.
  • Los que forman parte de un rebaño no consiguen tener una opinión personal hasta saber cuál es la de los demás.
  • Un consejo del extranjero perenne: si al hablar en inglés (o cualquier otro idioma que no sea el propio) no sabes una palabra determinada, es mejor decirla en tu idioma y dejar que el otro te pregunte en caso de no saberla, aunque muchas veces sí la reconocerán o deducirán.
  • Dos visiones opuestas de la misma situación: la del despreocupado y la del paranoico.
  • Cuando falleció hace unos pocos días el actor Jean-Paul Belmondo y, casualmente, el amigo de Tenerife me mandó una foto de nuestro difunto amigo Enrique Días de Betancour y Díaz de Aguilar, el avispado amigo occitano se fijó en que ambos tenían un gran parecido físico.
  • “¿Cuándo comeremos el pan de hoy?”. “Mañana”.

Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.

La crónica cósmica, de Nando Baba
La crónica cósmica, de Nando Baba

1400 933 Nando Baba

Nando Baba

Escritor y viajero. No te pierdas las crónicas cósmicas de Nando Baba.

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