La crónica cósmica. ¡Mirad, un rinoceronte!

Los seres humanos terráqueos (no así los marcianitos como yo) sois famosos en el resto de este universo (no sé en los otros) por haber inventado dos cosas insólitas (e inimaginables para los demás seres vivos): la tortura y la hipocresía. Dos aberraciones que van de la mano con la forma que tratáis a los animales. Entre los sinónimos de esclavitud están la sumisión, la opresión y la tiranía. Y en los de esclavo tenemos cautivo, prisionero o vejado. A pesar de que os horrorizáis cuando alguien hace esas crueldades a un ser humano (“¡Los trataban como animales!”), permaneceréis impasibles si las víctimas son unos animales, a los que denominaréis simplemente ganado, o diréis que son animales domésticos.

Los animales de compañía tienen generalmente más suerte, pero, de todos modos, pocas veces se les da la oportunidad de saborear algo tan esencial como es la libertad de movimientos: “Che, voy a dar una vuelta y no sé cuándo regresaré”. Al ver que os comportáis así sin plantearos el miedo, el dolor y la pena que sufren, he llegado a la conclusión de que sois insensibles, primitivos y, además, un poco imbéciles porque a la larga os perjudicará. ¡Toma ya con la puta humanidad!

Esta reflexión apareció ayer entre mis cejas cuando visité con el amigo valenciano la finca que la ONG “Stand Up 4 Elephants” tiene a las afueras de Sauraha, junto al Parque Nacional de Chitwán del Nepal. Allí, entre arrozales y plantaciones de mostaza, cuatro personas compasivas y encantadoras cuidan amorosamente de una elefanta llamada Iba, que las pasó canutas hasta que ellos la rescataron.

Michael es un trotamundos canadiense de cincuenta años cuya vida dio un giro el día en que vino a Sauraha, pues se enamoró de este gran jardín y también de Floriane, una francesa que había trabajado en un zoológico de su país. Floriane le mostró los sufrimientos que padecían los elefantes domésticos cuando eran usados para pasear a los turistas, llevando sentado en el cogote a un sádico cornaca que les aporrea la cabeza con una barra metálica. Ambos decidieron hacer algo al respecto, y con la ayuda de una mujer belga llamada Annik y de mi joven amigo local Vicky, crearon su propia ONG. A Vicky le conocí cuando era un crío de diez años; ahora, ya con veinte, se ha convertido en un joven emprendedor.

Antes de seguir adelante os aclararé que los propietarios de elefantes domésticos del Nepal (la gran mayoría son de Sauraha) forman un poderoso gremio secreto que no aceptará fácilmente que alguien, sobre todo si es extranjero, se entrometa en sus asuntos. En realidad, todas las ONG que tratan de echar una mano a este país se encuentran con los mismos problemas, porque la corrupción galopa y corta el viento por doquier.

Los primeros pasos de Michael y sus compañeros fue conseguir que les permitiesen medicar a los elefantes que sufrían infecciones o enfermedades. Más tarde empezaron a promocionarse e inventaron la “Elephant Happy Hour”, actividad en la que los turistas responsables, en vez de deslomar a los elefantes con su peso, contratan sus servicios durante una hora en la que les permiten pastar libremente sin recibir palos ni órdenes.

Tras conseguir aportaciones económicas (entre otros donantes está la “Brigitte Bardot Fundation”), se centraron en comprar y liberar a uno de esos pobres elefantes, cuyo precio oscila entre los treinta y los setenta mil euros.

Cuando alcanzan una edad avanzada y ya no sirven para el negocio turístico, los venden a algún templo de la India para que sirvan de decoración. También tienen un gran valor económico después de morir, pues puede llegarse a pagar hasta veinte mil euros por sus cadáveres, de los que se aprovechará cada hueso, cada diente y cada centímetro de su piel. Fue entonces cuando “Stand Up 4 Elephants” descubrió la existencia del gremio de propietarios de elefantes, que les puso toda clase de impedimentos, incluso para adquirir una elefanta como Iba, a la que obligaban a pasear turistas, a pesar de tener una terrible infección en su pata izquierda delantera.

Michael y compañía estuvieron negociando durante un sinfín de meses hasta que consiguieron convertirse en los nuevos propietarios de la pobre Iba. En ese tiempo la infección de su pata había empeorado y tardó muchas horas en recorrer a cámara lenta los seis kilómetros que hay entre Sauraha y la finca en que reside actualmente.

Los elefantes acostumbran a vivir hasta los setenta años. Por lo general, mueren de hambre al perder los dientes y no poder masticar. Durante la vida renuevan la dentadura cinco veces. Iba tiene treinta y cinco años, y ahora, mientras contempla asombrada cómo la medican, alimentan y miman, supongo que debe sentirse igual que si hubiese llegado al Cielo después haber estado en el Infierno. De todos modos, debido a sus condiciones físicas todavía permanece continuamente de pie porque si se acostase (que es su forma natural de dormir) sería incapaz de levantarse y fallecería rápidamente.

Esta información acerca de la buena obra que realizan Floriane, Michael, Annik, Vicky y los voluntarios temporales que les ayudan, no estaría completa si olvidase mencionaros que Iba, a base de recibir palos desde que fuese separada de su madre a temprana edad, se convirtió en una guerrera de mucho cuidado y mató a tres de los cornacas que la martirizaban. Vosotros, héroes de sofá, ¿os atreveríais a cuidar de ella?

Si os interesa podéis contactar con “Stand Up 4 Elephants” en: www.su4e.org

¿Seguimos con la fauna?

Una tórtola que picoteaba junto a mis pies en el jardín de esta pensión, se apresuró a buscar refugio en las ramas de un tamarindo al ver un águila que volaba por encima nuestro. Este año ha aumentado espectacularmente el número de águilas que hay en Sauraha. Son de distintas razas, y una tarde llegué a contar unas veinte que planeaban juntas como lo hacen habitualmente los buitres. Ayer me lo pasé en grande viendo una de buen tamaño que hacía auténticos equilibrios agarrándose cabeza abajo del alero de un edificio para picotear los restos de una colmena silvestre. Un espectáculo circense que también interesó a cuatro hermanas suyas que la observaban de cerca.

Anoche, mientras el amigo valenciano y yo cenábamos en el restaurante “Friend’s Café”, el camarero nos advirtió: “¡Mirad, un rinoceronte!”. Efectivamente, un impresionante rinoceronte avanzaba tranquilamente por el centro del bazar como lo haría alguien que mirase los escaparates (podéis ver el vídeo completo en el destacado RINO de nuestra cuenta de instagram @conmochilagram). La gente se apartaba a su paso y los vehículos iban pacientemente tras él, siguiendo su pausado ritmo como si se tratase de un atasco de tráfico. Al final, el rinoceronte desapareció en la pradera que hay a las afueras, donde, poco después, un motorista se pegó la gran hostia al chocar con un jabalí.

¡Esto es Sauraha, pueblo en el que el sonido ambiental corre a cargo de las aves, como los pavos reales con su canto parecido a un claxon, o el barullo de los hornbill, el parloteo de los miná y el graznido de los cuervos!

¿No os parece que meter un animal salvaje en una población, un zoológico o un circo, es parecido a soltar a un hombre de ciudad en medio de una jungla tropical?

Concluiré el tema de los rinocerontes diciendo que, en Chitwán, hay actualmente una sobrepoblación de ellos. La causa son las migraciones que hubo en los últimos años desde otros parques nacionales, provocadas por los fuertes monzones. Creo haberos explicado ya que se han censado a 605 de ellos. Lógicamente, este hecho también ha comportado que mueran muchos rinocerontes más de muerte natural: diez en los anteriores seis meses, y una hembra hace tres días.

Se calcula que en todo el mundo quedan unos diez mil pandas rojos, mil de los cuales se hallan en el Nepal. Varios pueblos del distrito de Rolpa se esfuerzan ahora en conservar la biodiversidad, para cuidar de los que habitan en sus bosques. ¡Bien!

MIRA LO QUE PIENSO

  • Acabo de recordar un viejo dicho hindú que afirmaba: Si no haces lo que crees, acabarás creyendo lo que hagas.
  • Me ha gustado mucho la serie española de bajo presupuesto “Malviviendo”, y me reí a gusto cuando uno de sus descontrolados protagonistas soltó una absurda perorata contra los mormones, pero confundiéndose y pronunciando erróneamente Borbones.
  • Rústico: que se adapta al entorno. Las cabras son rústicas.
  • Un maestro escolar ha de ser buen orador.

Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.

La crónica cósmica, de Nando Baba
La crónica cósmica, de Nando Baba
1400 933 Nando Baba

Nando Baba

Escritor y viajero. No te pierdas las crónicas cósmicas de Nando Baba.

Artículos por : Nando Baba
2 comentarios
  • No puedo estar más de acuerdo marcianito, los terrícolas no sentimos respeto hacia el resto de la naturaleza, nos creemos algo aparte y por supuesto superiores.
    Cómo tampoco obviamente sentimos respeto hacia nosotros mismos, torturamos y drogamos animales para luego comernos sus deprimidas y psicoticas carnes, medicamos masivamente peces encerrados en piscinas «naturales, tratamos de perfeccionar la naturaleza, según nuestro nulo entendimiento creando frutas y verduras exactamente iguales entre sí a las que no se acerque un solo insecto con todos los avances que nuestros laboratorios son capaces de producir creando un amago insípido de vegetal.
    Toda ésta deformación traumatizada de la naturaleza nos la metemos en el cuerpo para reconstruirnos con ella como si la cosa no fuera con nosotros.
    A nuestras queridas mascotas las encerramos en pisos para compartir con ellas nuestras paranoias les damos esa comida seca sin vida, encerramos peces en minúsculas peceras, metemos pájaros entre rejas… y nos creemos empaticos y solidarios.
    Hemos capado a las plantas para que sus semillas sean estériles anulando su misión.
    Definitivamente nos hemos especializado en autodestrucción llevándonos todo por delante.

    • Mi querida e indómita amiga, definitivamente tú y yo pertenecemos a la misma tribu, cuyos miembros provienen de diferentes razas, culturas, naciones, creencias y, quizás, también de diferentes especies.

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