La crónica cósmica. Nunca he estado en un lugar tan rocoso

Descienden las temperaturas otoñales y las hojas de algunas matas y árboles pasan del color verde al rojo de un día para otro. Las chimeneas de las casas empiezan a humear. Abro el equipo de invierno que forma parte de mi equipaje: el saco de dormir, la kurta y los pantalones de abrigo, la mantita nepalesa que hace las veces de chal, y la camiseta y los calzoncillos largos de Cachemira. Aquí en Le Teil a principios de octubre ya buscaba el sol, mientras que en la nepalesa Sauraha lo hacía en enero, y en el Sudeste Asiático, nunca. Pregunto al amigo occitano si el termómetro baja de cero en invierno y me responde con un ambiguo “a veces”. Su novia empieza a encender la estufa de leña por las tardes demostrando la habilidad que adquiriese de joven al hacerlo diariamente en la casa de Normandía.

Cada mañana permanezco en la cama unos minutos más para hacer mi paseíto con los primeros rayos del sol. Pero el muy gandul se retrasa más y más cada día y hoy, para verle sacar su cabezota tras los Alpes, he tenido que trepar hasta la Place Henri Mirabel que se halla por encima de la iglesia de Saint-Étienne de Melás del Siglo VI, desde donde tengo unas preciosas vistas.

Los habitantes de las cuatro antiguas casas de ese vecindario pueblerino deben alucinar al ver que saludo primero al árbol que hay en el centro de la plaza, un plátano, y después al sol naciente. Desde allí desciendo por una solitaria carreterita cubierta por el ramaje de grandes robles. Me gusta la tranquilidad de esa zona, que me evita pasar frente a la escuela cruzándome con docenas de mamás y papás que acompañan a sus hijos, y decido que será el recorrido que haré a partir de ahora. Desde esas alturas también compruebo que Le Teil (¡la France!) está rodeado de bosques, jardines y campos de cultivo por todos lados, que a veces he recorrido a pie o en automóvil al ir a visitar a algún amigo de los alrededores.

Menos bonitas son las grúas y los andamios que han aparecido por doquier durante el último mes, pues parece que todo el mundo haya decidido reparar al mismo tiempo las casas que sufrieron daños en el terremoto del año 2019: me rio al ver el polvoriento cartel que desde hace dos años cuelga frente a la iglesia de Saint-Étienne (edificio que también cuenta con tiene su pertinente grúa), donde consta que las reparaciones se llevarán a cabo durante los próximos tres meses. Valga aclarar que el gobierno se encarga de sufragar los gastos de esas restauraciones porque las compañías de seguros, al no responsabilizarse de los desastres naturales, se lavan sistemáticamente las manos. Un perito tasó los pocos daños que había sufrido la casa del amigo occitano y le entregó la cantidad adecuada, dejando que fuese él quien decidiese cómo gastarla.

OTRA EXCURSIÓN – Cada dos semanas viene una ambulancia a recoger al amigo occitano y lo traslada a un hospital de Marsella, donde pasa un par de días mientras le hacen un chequeo general. Su novia aprovecha esas ocasiones para pasearme en su coche por las comarcas de los alrededores. En la última ocasión, tras ascender un rato, recorrimos cuarenta y cinco kilómetros por una carretera que nos ofrecía los espectaculares paisajes del Ardéche. Es una zona que atrae a muchos turistas alemanes, belgas y, sobre todo, holandeses, que al provenir de un país más llano que la palma de la mano valoran esta montañosa región.

Durante todo el itinerario primó el color verde de los bosques y los cultivos, entre los que de vez en cuando aparecían pequeñas poblaciones cuyas casas estaban edificadas con mampostería. Nada extraño si os digo que nunca he estado en un lugar tan rocoso. Nos cruzamos varias veces con la antigua línea ferroviaria, que ahora está abandonada, y vimos algunas de sus estaciones, que actualmente representan una singular atracción turística. Por cierto, qué prácticas son las carreteras francesas de tres carriles que se van alternando en uno y otro sentido, sobre todo en las cuestas, y propician una circulación más rápida. Pasamos por la histórica ciudad romana de Alba la Romaine, y por la “Reserva Natural de las Gorges de l’Ardèche”, por las que hace años descendí un par de veces en kayak. Nuestro destino era el pueblo de Labeaume, que se halla en las gorjas del río Beaume, y algunas de sus casas de mampostería se levantan encima de auténticas columnas de roca. Al llegar allí, y cuando nos adentrábamos en unos bosques tras cruzar el río por un puente, encontramos algunos de los carteles que ponen los cazadores advirtiendo que en aquella zona estarían pegando tiros a diestro y siniestro, y tuvimos que alterar los planes que había hecho mi guía.

Dando media vuelta, ascendimos por los callejones de aquella empinada población y nos dirigimos a la “Necrópolis de Ranc de Figère”, en la que hay más de doscientos dólmenes que, en algunos casos, solamente conseguimos hallar usando el G.P.S. El cambio de recorrido me pareció de maravilla porque estuvimos andando todo el santo día por unos senderos absolutamente solitarios sin encontrar a nadie, y lo hicimos viendo paisajes espectaculares en las elevaciones y oliendo continuamente los delicados perfumes de distintas flores. Para que no faltase nada, mi precavida guía había llevado agua y unos buenos bocadillos. Por mi parte, yo traía un poco de maría. Al regresar a casa con el ocaso, la perra Chana opinó, igual que nosotros, que había sido un día perfecto.

DELICATESSENS – Como todos sabéis, los franceses son muy sibaritas en el tema del paladar y es rara la ocasión en que no me den a probar alguna delicia desconocida. Un ejemplo fue el “paté de foi” (que no foi gras) casero, con malvasía, que la novia del amigo occitano trajo de Normandía, o el helado de regaliz que nos regaló un vecino. También me pareció muy sabrosa la ensalada de Montpelier. Y el ron de Martinica, el de Madagascar y sobre todo el de Isla Reunión de la marca “Riviera du Mat”, que está endulzado con piña y sólo tiene 35%: otro vicio del que es fácil convertirse en adicto. Pero si hay dos productos locales que me vuelven loco, éstos son la crema de castañas y el “nougat” de Montélimar, que es una especie de turrón que lleva almendras, piñones y miel.

Siguiendo con la manduca, yo creía que los tiburones y las rayas estaban protegidos, y me sorprendió que nos sirviesen ambos pescados en un restaurante que sirve la comida a domicilio. Como ya os mencioné en otra crónica, los franceses que no están vacunados contra el COVID, por ejemplo, la novia del amigo occitano, tienen prohibida la entrada en los centros públicos. Como sería de esperar en este país amante de las revoluciones, la gente organiza diariamente manifestaciones oponiéndose a tal medida.

ASÍ ESTÁ EL PATIO… EN FRANCIA – Al hablarles a mis anfitriones acerca de la vergonzosa violencia de género que sufren las mujeres españolas, me replicaron que ésta también se da en un país tan supuestamente civilizado como Francia: al macho humano se le han cruzado los cables, ¿verdad?

Por si os sorprendí al deciros que una de las rutas del “Camino de Santiago” pasaba por Le Teil, ahora os aclararé que también hay una en el Lago Constanza, cuyas orillas dan a la Selva Negra alemana y a Suiza y Austria.

Después de comprobar que la policía de tráfico no hacía pruebas de alcoholemia a las conductoras musulmanas al dar por sentado que jamás beberían alcohol, ahora son muchas las mujeres francesas que se cubren el pelo y la cara como una de ellas. Salam Aleikum.

Lo que no me gusta de Francia es el precio del tabaco, pues cuesta el doble que al sur de los Pirineos. Otra cosa fea tiene que ver con las leyes contra las drogas, que son extremadamente represivas e incluso está prohibido hablar contra ellas. Algo así hacía la organización médica Tecnoplus, cuyos doctores organizaban charlas para informar con el fin de prevenir, y tuvieron que cerrar sus centros al no permitírseles mencionar tal tema. Igual sucede con las setas mágicas a pesar de que, pongamos por caso, los británicos las cultivan tranquilamente y viajan llevando un paquete de ellas en el equipaje. Alcanzando ya un nivel ridículo, en Francia no está permitido tan siquiera vestir una camiseta en la que esté estampada la hoja de la marihuana, y unos gendarmes de París pretendían que una amiga mía austríaca se quitase la que llevaba: la chica les replicó que le encantaría hacer topless por la calle cumpliendo con una orden gubernamental.

MIRA LO QUE MIRO. Me felicito de que lleguen hasta Le Teil las emisiones de “Filmin” (una empresa barcelonesa menos comercial y más cinéfila que “Netflix”) en la que todas las tardes hallo alguna buena película con la que ponerme a gusto. Estos días le estoy dedicando mi atención a la selección titulada “Vidas de Escritores”, y ayer alimenté mi memoria viendo “Memorias de África” (Out of Africa), basada en la vida de la escritora danesa Karen Blixen, que a principios del Siglo XX se vio obligada a publicar sus libros con el seudónimo masculino de Isak Dinesen. Caso parecido al de la escritora francesa Marie de Heredia, también conocida por su apellido de casada Marie de Regnier, que publicó sus escritos con el seudónimo de Gérard d’Houville; en ella está basada la película “Curiosa”. Otra película de una autora que primero se vio obligada a publicar sin que constase su nombre es la dedicada a Mary Shelley, que escribió “Frankenstein” a la corta edad de dieciocho años. Y más películas de escritores: “Stefan Zweig: adiós a Europa”, en la que el autor menciona una novela suya que leí recientemente, “El jugador de ajedrez”. Una película ambientada en el París de 1964, que me gustó mucho gracias a la magistral actuación de Geoffrey Rush interpretando al pintor Alberto Giacometti, fue “Final Portrait: el arte de la amistad”, en la que el escritor de turno, James Lord, se limita a posar como modelo del pintor, quien dice: “Pienso diariamente en el suicidio; pero no es que crea que la vida sea mala, sino que la muerte ha de ser una experiencia fascinante”.

MIRA LO QUE PIENSO

  • Qué desagradable ha de resultar ser un peón del tablero de ajedrez sabiendo que quien mueve las fichas es un imbécil de cuidado, ¿verdad? “Maldita sea, hoy he perdido diez mil hombres”, exclamó el general sulfurado, “tendré que pedir refuerzos”.
  • Dejé de competir con el mundo y con los demás, y luego conmigo, al comprobar que la victoria no me satisfacía.
  • “Lo que posees acabará poseyéndote”, de “El club de la lucha”.
  • Quien dice las verdades pierde las amistades… superficiales.
  • La felicidad es hacer lo que te gusta, cómo te gusta y cuándo te gusta, sin rutina ni exceso.
  • Castigar a diez culpables no justifica hacerlo con un solo inocente.

Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.

La crónica cósmica, de Nando Baba
La crónica cósmica, de Nando Baba

1400 933 Nando Baba

Nando Baba

Escritor y viajero. No te pierdas las crónicas cósmicas de Nando Baba.

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