La crónica cósmica. Se le declara amnésico, senil y caduco

Anoche, cuando estaba soñando con los temas que iba a tocar en esta crónica, me despertó el perro Mic ladrándole a una familia de jabalíes que pasaba ante esta finca, y me desesperé al ver como se desvanecían de mi memoria los interesantes párrafos que ya había escrito mentalmente. De todos modos, yo volví a lo mío y, tras dormirme de nuevo, logré reemprender el mismo sueño; pero entonces me despertó el hermano viento, siempre tan juguetón, abriendo la puerta de mi cabaña y mis ideas literarias salieron volando definitivamente al no haber tenido tiempo de guardarlas en una nube.

Lo de mi memoria, o, mejor dicho, la falta de ella, ya empezaría a ser preocupante de no ser porque me empeño en ser despreocupado. Hará cosa de unos diez años estuve varios meses en la preciosa e histórica población marroquí de Chefchauen y, aunque que recuerdo perfectamente la vivienda de unos amigos en la que me hospedé, de las calles de la medina, del bazar e incluso de las comidas típicas, anteayer me quedé atónito cuando unos familiares míos comentaron que habían pasado unos días allí conmigo, pues no los recordaba en absoluto. Para convencerme, tuvieron que enseñarme unas fotos en las que estábamos juntos. Era como una prueba policial con la que se demostrase mi culpabilidad: “Se le declara amnésico, senil y caduco”.

La crónica cósmica. Se le declara amnésico, senil y caduco

Como dice un buen amigo mío, “son cosas de la edad”; pero la cuestión es que, a pesar de que todo el mundo se mostrará comprensivo si a un viejo le fallan las rodillas, la vista o el grifo de vejiga, lo de la mente permanentemente demente ya será otro cantar, “se le va la cabeza”; y al juntarse con ello mis limitadas facultades para enfrentarme al mundo “modelno”, en el que, al contrario que en la jungla, cada día me siento más perdido, desde aquí deseo hacer patente mi agradecimiento a los buenos samaritanos que cuidan de mí, a quienes no voy a nombrar para evitar que se pongan tonticos (como diría la amiga mañica) o malos rollos si olvido a alguno: ¡Gracias, chicos, sois la hostia!

Donde las dan las toman, y a veces también les he mostrado mi agradecimiento a algunos de esos amigos corriendo con el rol de masovero al cuidar de sus casas, los huertos y los animales de compañía, como lo hice en Tailandia, Malasia, los Pirineos y Occitania. Era una especie de juego en el que todos ganábamos porque se trataba invariablemente de unos buenos sitios en los que me gustó permanecer algún tiempo a solas saboreando sus positivas energías.

Hace un par de semanas lo hice así con la finca de unos amigos que se fueron de vacaciones a Navarra y Euskadi. En esta ocasión tuve que lidiar con dos gatos muy especiales llamados Noa y Jerry que habían terminado viviendo allí tras morir la mujer que los había mantenido permanentemente encerrados en un piso de la ciudad. Aparte de que los amplios jardines de la finca ya les debían de parecer una auténtica selva, desconfiaban de todo el mundo y me costó ganarme su confianza. En la casa también había el perro que mencioné en otra crónica diciendo que se llamaba Xut y que cumplía años el mismo día que yo (“¡Ah, ¿tú también eres un géminis?!”). A éste le conocía de sobra, y cuando íbamos de paseo por el bosque tenía que ralentizar mi paso adaptándome al suyo porque, como todos los perros de edad avanzada (en su caso doce años) se entretenía olisqueando aquí y allá como si leyese el periódico de la naturaleza (“Vaya, por aquí pasó un zorro”). Su lentitud se transformó inmediatamente la mañana en que encontramos a una chica que paseaba una perrita joven y de buen ver, pues entonces él trotó ágilmente tras ellas recuperando su figura juvenil: valga aclarar que no estaba castrado y lucía unos buenos atributos que la perrita también supo apreciar.

El buen rollo que yo tenía con Xut no fue óbice para que el perro permaneciese todo el santo día sentado frente a la puerta de entrada de la casa esperando que regresara su amo.

Volví a pasar unos días en la aislada finca de un amigo mío, que se halla en la Garrotxa, en la provincia de Girona y cercana a los Pirineos, donde la sabrosa y fresca agua llega desde un arroyo, la electricidad la dan unas placas fotovoltaicas y no hay cobertura telefónica ni conexión a internet. ¡Qué agradable resulta estar desconectado del resto del mundo! Aquel sitio es una auténtica burbuja verde en la que la especial energía de la naturaleza es realmente patente, donde el silencio de la mañana es roto por el agradable barullo de mil insectos, el canto de docenas de pájaros o el berrido de los ciervos. Mi anfitrión, que ha residido en esa finca durante los últimos veinte años, me ofreció un concierto de guitarra nocturno a la luz de una vela: mejor imposible. Al hacer el recorrido hasta esa parte de Cataluña comprobé que el catalanismo es muy evidente en todas las poblaciones de Girona, ya sea por las banderas independentistas o por los carteles en que consta: Municipio de la República Catalana.

FAUNÓPOLIS

Unos amigos hicieron un picnic en un bosque cercano a mi pueblo y tuvieron que salir por piernas al aparecer una numerosa familia de jabalíes que se zampó sus vituallas. Ese incidente me recordó a otro parecido que ocurrió al norte de Bangladesh un día en fui invitado a un banquete y, cuando estábamos comiendo sentados tranquilamente sobre la hierba, llegó una jauría de perros salvajes atraídos por el aroma de la comida. Estaban tan hambrientos que cuando los amenazaron con unos palos continuaron acercándose lloriqueando y tuvimos que largarnos para evitar males mayores.

El gobierno de España ha aceptado al fin cumplir con las ordenanzas de la Comisión Europea prohibiendo la caza de las tórtolas en todo el territorio nacional, donde se calcula que hasta ahora mataban anualmente más de ochocientos mil de esos dulces pajaritos. ¡Bien!

En el vecindario que resido actualmente, a las afueras de mi pueblo, vivió hace años un hombre (antiguo conductor de ferrocarriles que había empezado su carrera con los que usaban todavía carbón) que plantó una docena de árboles frutales de distintos tipos en terreno público; aunque él ya murió hace tiempo, hay cientos de pájaros, sobre todo palomas torcaces, que lo deben de recordar con cariño al comer esos frutos.
“Cat Hotel”: los amantes de los animales de mi pueblo han instalado unos contenedores (como los que se usan para reciclar las botellas de cristal) en los que, tras practicarles una abertura inferior para que los mininos puedan entrar, les ponen comida y agua. De todos modos, ese servicio de restaurante tiene un poco de trampa, pues también sirve para apresarlos con el fin de castrarlos o esterilizarlos antes de devolverles la libertad: “Se come bien, pero luego noté un extraño vacío en…”, le dijo un gato a otro.

En mi actual domicilio salvé, en el mismo día, a un par de serpientes con las que los gatos Gris y Sushi ya estaban jugando con las peores intenciones. Lógicamente, esos lindos gatitos no se meten con la mamá puercoespín y su hijito cuando vienen todas las noches a cenar el rancho, precisamente gatuno, que les ponemos en un plato (a las urracas también les gusta). Por cierto, a los papanatas que esparcen productos químicos en sus huertos para acabar con los caracoles y las babosas, les recomendaría que adoptasen un puercoespín, pues estos simpáticos y sedentarios mamíferos se alimentan de ellos.

Una noticia curiosa. En los meses de mayo y junio hay muchas gaviotas que anidan en los cementerios de Barcelona cercanos al mar y, debido a que todos los años en esa época atacan a los visitantes tratando de alejarlos, la gente que tiene que ir allí lo hace protegiéndose con un paraguas.

EN LA TABERNA GALÁCTICA

Os juro que aquella noche mi viejo cuerpo me suplicaba que tomase el camino de la cama cuanto antes; pero al pasar frente al aparcamiento de mi antro preferido y ver una motocicleta KTM todoterreno con matricula de Texas, supe que no sería así. Me costó un poco localizar al Llanero Solitario porque la casa se hallaba a tope. Era un tipo atlético, de mediana edad, que llevaba el pelo muy corto y tenía cara de inteligente. No tuve la menor dificultad en que soltase la lengua. Me contó que había nacido en la República Checa, pero de pequeño había emigrado con sus padres a Hudson. Después añadió: “Al enfrentarme a la crisis de los cuarenta decidí hacer realidad mi sueño dorado, monté en mi amada motocicleta y me despedí de mis amigos sin decirles cuándo volvería. Descendí por Méjico y Centroamérica, durante un año recorrí países sudamericanos y, al llegar a Buenos Aires, metí la moto en un avión y me fui a Madrid. Desde allí viajé por toda Europa de arriba abajo y de este a oeste. A continuación, fui a Turquía, Armenia, Irán, Pakistán y la India antes de ir al Nepal. Hasta ahora han transcurrido dos años y medio. Después iré a Myanmar, Tailandia, Laos, Camboya, Malasia, Indonesia y Australia, desde donde volaré hacia Los Ángeles para regresar a casa”.

El barullo que había en la Taberna Galáctica no evitó que se oyese perfectamente el inconfundible ruido de unos motores que llegaba desde fuera, y exclamé: “¡Son varias motocicletas Enfield Bullet!”. Al poco entraron cinco europeos, jóvenes y melenudos, a los que me apresuré a entrevistar. Eran londinenses y habían sido amigos desde pequeños. “Siempre hablábamos de ir a la India y nunca terminábamos de decidirnos”, me contaron quitándose la palabra entre ellos. “En unas ocasiones creíamos que no teníamos suficiente dinero, y en otras había alguno de nosotros que estaba liado con algo”. “Un día se nos ocurrió dejarlo literalmente en manos de la suerte y empezamos a comprar un décimo de lotería todas las semanas”. “¡Ja, transcurrió el tiempo, y nada de nada!”. “Una vez salió premiado el número que teníamos, pero nos tocó una miseria que despilfarramos en una sola noche de juerga”. “Hace seis meses tuvimos más suerte y cobramos un buen montón de libras que nos permitió incluso comprar en Delhi las cinco motocicletas con las que hemos estado recorriendo la India y el Nepal”.

Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.

La crónica cósmica, de Nando Baba
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Nando Baba

Escritor y viajero. No te pierdas las crónicas cósmicas de Nando Baba.

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