La crónica cósmica ¿Seré capaz de bajarme un poco más los pantalones?

¡Eh, tú; sí, tú, cándido lector que pretendes adentrarte valerosamente en estas líneas, te aconsejo que lo dejes, o, mejor dicho, te indulto de tener que hacerlo! Tómatelo como si te concediese una de aquellas bulas que conseguías del párroco (previo pago, por supuesto) para poder comer carne (en vez de langosta…) los viernes de Cuaresma. Por si te estás preguntando la razón de mi advertencia, te lo aclaré diciendo que a esta crónica le quedaría de maravilla el título que un disco de los años sesenta llamado “Las Elucubraciones de Antoine”, aunque en este caso debería cambiar el nombre de aquel simpático cantante francés por el mío, y podría terminar siendo un galimatías comecocos de mucho cuidado que alterase el debido (y débil…) funcionamiento de tus neuronas.

Al haber sido capaz de digerir otras crónicas, quizás te estarás diciendo, “Hombre, no será para tanto”; pobre inocente, crees haberlo visto todo, y no sospechas que los resultados anteriores fueron prácticamente accidentales; mientras que, como deberías empezar a intuir ahora al ver que ya vamos por la línea veintiuno sin haber aportado en realidad nada que se pueda considerar inteligente, en esta ocasión lo haré con premeditación y alevosía. ¿Por qué? Umm, esta mañana desperté con una pregunta atravesada entre las cejas: “¿Seré capaz de bajarme un poco más los pantalones llenando tres páginas con las ideas, pensamientos y demás paridas filosóficas que escupe mi mente?”.

Tal como hago habitualmente ante ese tipo de cuestiones, decidí salir de dudas, “Vamos a probarlo”. Pero entonces me plateé la remota posibilidad de que el resultado fuese legible, y mi corazoncito (pues también tengo uno) me aconsejó, “Escríbela, pero no la envíes, pues sería como si gozases con el sufrimiento de los demás”. No obstante, al saber que el puto corazoncito es un sensiblero faltado de sicología, al fin decidí olvidarme de sus recomendaciones y mandar la crónica al hiperespacio internauta dando por sentado que algún masoquista vicioso la echarías en falta. Concluyendo, que a pesar de ser un malvado, no soy un traidor (y quien avisa…, tal y cual).

  • Érase un tipo que al abrir el buzón y encontrarlo invariablemente vacío no podía dejar de alegrase y entristecerse porque no recibía malas noticias pero tampoco de las buenas.
  • Y entonces Eva, malaconsejada por la pérfida serpiente, le propuso a Adán, “¿Echamos un polvo?”. No te rías, porque esto forma parte de las creencias de la Iglesia Ortodoxa, y lo del “Árbol del Bien y del Mal”, que además daba sabrosas manzanas (para la sed), es una (¿otra?) patraña.
  • “Lo siento, pero tendrá que volver mañana porque a su currículo le falta el diploma de “La Escuela de Guardar las Apariencias”.
  • Pasaban gran parte de su tiempo tratando de esconder sus vergüenzas paliqueando acerca de las de los demás, o sea que eran unas personas normales.
  • Al ser capaz de aprender solamente en limitadas ocasiones y especiales circunstancias, se dedicó a buscar desesperadamente nuevas lecciones, y consiguió atiborrar su ataúd con muchas de ellas. Las personas se diferencian entre las que, ya sea por curiosidad o interés, quieren aprender durante toda la vida (cómo el asamés Gora), y los que no
  • Era extremadamente feliz porque sentía la alegría de ser él mismo.
  • Cuando me crucé con aquel tipo en una taberna marsellesa, pensé que tenía la cara de un pirata, aunque también hubiese podido correr con el rol de un cosaco como Taras Bulba; su voz sonaba ronca y grave mientras me aseguraba entre sorbo y sorbo de “pastís”, “Rockefeller y Rothschild financiaron a Lenin, caballero que en Suiza residía en hoteles de cinco estrellas y cuando se dirigió a Moscú lo hizo en un compartimento de primera clase acompañado por uno de sus efebos, pues le gustaban los chicos, igual que a Trotski, y también, sorprendentemente, que al barbudo de Tolstoi, quien logró el milagro de hacer un montón de críos con su mujer a pesar de que ella era más bollera que Greta Garbo. Por si tienes alguna duda, te aclararé que esta información es completamente cierta porque el bueno de Lev no se avergonzó de detallar tales gustos sexuales en sus diarios”.
  • Hay días en que termino agotado al seguir compulsivamente el ritmo que me marcan las musas, pero también hay otros en que debo ralentizar mi paso (el taca, taca, taca del tecleo) para esperarlas.
  • Debido precisamente a su extremada belleza, no le gustó saber que, según mi opinión, su atractivo estaba en armonía con su imbecilidad.
  • Mucha gente escoge la comida, la música, la lectura o las películas sabiendo realmente lo que quiere, pero en cambio no lo hace así al escoger a su pareja.
  • A pesar de que pasaron a la historia por la destrucción que dejaron y la sangre que derramaron, fueron recordados sobre todo por su imbecilidad.
  • De pequeño ya sospeché que yo era imbécil, pero, claro, debido a la inseguridad inherente de esa edad, no se lo iba a confesar al montón de imbéciles que tenía alrededor; mientras que ahora sí puedo hacerlo, pues, aunque los imbéciles continúen estando ahí, mi inseguridad ya no es la misma.
  • Se vino abajo cuando le dije que sus críticas me entraban por aquí y me salían por allí (asimismo abajo), exactamente igual que todas y cada una de sus opiniones.
  • Le despreciaban precisamente porque era indiferente a su desprecio.
  • Creer que alguien se mofa de ti es una arrogancia, ya que nadie te hace el mínimo caso ni reconoce tu presencia
  • Al imaginativo y buen escritor escocés Iain Banks se le ocurrió la forma ideal para que un chico enamoradizo se pudiese quitar de la cabeza a la chica que le estuviese volviendo loco (puedo confirmar que es muy efectiva), y la puso en boca de uno de los personajes femeninos de la novela “The Crow Road”: “Imagínatela sentada en el baño sufriendo una disentería y soltando pestilentes pedos; ninguna sobrevive a la prueba”.
  • “Siento comunicarle que está usted completamente equivocado, porque ser admirado no significa que sea admirable”.
  • Cualquier ser vivo que alcance la perfección deberá ser autosuficiente, mientras que la tecnología le resultará imprescindible a una sociedad que peque de decadente.
  • A Confucio se le olvidó mencionar que un buen ron sustituye al mejor colchón.
  • Desde que aquel kamikaze alemán decidió pasar a engrosar el vademecum de los imbéciles con su nombre, ahora observo desconfiadamente a los conductores de los autobuses en que viajo preguntándome si les dará por lanzarnos a todos por un precipicio.
  • Y entonces los líderes apelaron a lo más bajo de sus seguidores aconsejándoles apuñalar por la espalda, y pintaron sus templos y palacios con sangre.
  • El próximo Gates inventará un ordenador híbrido del que formaremos parte llevando un chip bajo la piel del cogote y nos permitirá ver las imágenes en nuestra mente, “Abre los ojos, abre los ojos…”
  • “Por favor, ¿podrían aclararme ustedes si se considera un sacrilegio quemar cualquier papel impreso o sólo uno determinado, y si lo es cuando lo hago yo y no ustedes? Aprovecharé tan oportuna situación para preguntarles asimismo si se me podría considerar un sacrílego por usar la palabra sacrilegio”. “¡Pelotón, apunten, fuego!”
  • El hombre se equivoca al creer que todo depende de la fuerza física, y la mujer al dar por sentado que el hombre es tan fuerte como ella.
  • Hay países cuyo sistema económico me recuerda a unas inmensas tuberías industriales oxidadas y goteantes.
  • Un empresario de Pekín al que encontré paseando por la jungla y me preguntó acerca de mi vida, tras charlar un rato me dijo, “A pesar de que no posees prácticamente nada, tu calidad de vida supera a la mía, ya que puedes darte el gusto de llevar unas prendas y unas sandalias sanas y confortables, y residir en un sitio sobrado de agua y aire limpios”.
  • Yo creía haber visto de todo hasta que conocí a un francés que viajaba llevando un acordeón en su equipaje.
  • Sabiendo que había llegado al final de sus días, ordenó que en la lápida de su tumba constase: “Aquí descansan los huesos de un papanatas manazas patoso corto de picha y estrecho de pecho que se felicitaba y emocionaba por haber tenido la suerte de sacarle tanto provecho a su vida”.
  • Aunque a la mayoría de la minoría (selecta, eso sí…) que lee estas crónicas (espero que por gusto y no por obligación, pues hacerlo así sería una equivocación) no se le ocurra hacer un puto comentario (algo comprensible), por otro lado me sorprende que no necesite preguntar de vez en cuando algo al respecto.
  • Admiro la bondad inteligente, pero no la estúpida, y tampoco la inteligencia malvada.
  • La amnesia o el “no me acuerdo” es como un conducto de la memoria que lleva a la nada, a ninguna parte, y cuando me hallo en él no reconocería a mí tía (me pasó en el entierro de mi madre), y de noche, a oscuras en la cama y con los ojos cerrados, no sé dónde estoy. La mente es como un archivador que generalmente organizamos (o no) a nuestro gusto, pero en mi caso, y si deseo pongamos por caso encontrar la palabra “jauría” en mi anárquica memoria, debo buscar en la sección cinematográfica hasta dar con la ficha dedicada a la película “La Jauría Humana”.
  • A pesar de cuánto cuesta descubrir hasta qué punto nos han comido el coco, todavía es más difícil aceptarlo.
  • Dijo, “No quiero volver a verte”, y se quedó ciego.

Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.

La crónica cósmica, de Nando Baba
La crónica cósmica, de Nando Baba
1010 673 Nando Baba

Nando Baba

Escritor y viajero. No te pierdas las crónicas cósmicas de Nando Baba.

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