La crónica cósmica. Un superhéroe, un top model o el padrino de su barrio

¡CARAY, CÓMO PASA EL TIEMPO! – Ya ha transcurrido un año desde que fui de Sauraha a Katmandú y volé hasta Valencia, donde pasé cinco meses en casa de los amigos valencianos. A éstos cinco meses les siguieron los tres que permanecí en mi pueblo, y ahora se han cumplido los cuatro que he estado viviendo con el amigo occitano y su novia en esta región francesa del Ardéche – Actualmente, la gente de este pueblo llamado Le Teil ya ha empezado a saludarme como a un vecino más cuando me cruzo con algunos de ellos durante mis paseos matinales: “Bonjour”.

El que me saluda silenciosamente con su mirada es un gato que me observa desde una ventana de la solitaria casa de Mèlas en que vive.

En esa antigua aldea, que se halla por encima del pueblo, saludo al sol naciente y, cuando hace un día claro como hoy, también saludo a los picos nevados de los Alpes. La transparencia del espacio ha provocado que esta mañana las temperaturas descendiesen por primera vez unos grados bajo cero (¿Llegaré a añorar los treinta grados constantes de la población tailandesa de Kanchanaburi?). De todos modos, esto no es óbice para que siga calzando unas sandalias (en realidad no he usado otro tipo de calzado desde que partí de la Selva Negra alemana hace más diez años), aunque mañana ya me pondré unos guantes porque, al contrario que mis resistentes pies, los dedos de las manos hace días que se quejan. Ya que menciono el calzado de las sandalias, os aconsejo que no la caguéis como hice yo comprando unas de la marca “Eleven”, pues, a pesar de ser idénticas a las “Birskenstok” alemanas, se empezaron a caer en pedazos a los cuatro días.

Afortunadamente, la casa del amigo occitano tiene una buena calefacción central a gas y en su interior puedo seguir vistiendo como en verano con la camisa kurta y los holgados panalones nepaleses. Los amigos que viven en la aldea de Eyzahut – que se halla a una hora de aquí (en automóvil) y se encuentra a ochocientos metros de altitud, nos mandaron ayer unas fotos para que viésemos que ya habían caído las primeras nevadas del año. Estos fríos me han recordado a los de la Selva Negra porque también aquí los ratones y las musarañas han buscado refugio dentro de casa y hemos tenido que instalar ratoneras: el primer día cazamos tres que, tras cruzar el puente peatonal del arroyo Frayol que queda a menos de cien metros de aquí, liberé en la orilla contraria; en Alemania podía llegar a hacer esto una docena de veces cada día, descendiendo un centenar de metros por el camino que nacía enfrente de la casa y, debido a tan elevado número, me preguntaba riendo si los “malditos roedores” regresaban allí antes que yo.

Este arroyo llamado Frayol nace en las montañas que se hallan solamente a diez kilómetros de Le Teil y desemboca enseguida en el gran río Ródano, a las afueras de este mismo pueblo. A pesar de que durante el verano a veces llega a secarse, en alguna ocasión en que cayeron lluvias torrenciales se desbordó e inundó todo este vecindario: de ahí que los jardines que dan a la calle estén amurallados y el amigo occitano tenga, además, unas planchas para colocar frente a las puertas cuando se da ese caso. El pasado verano, el Frayol no llegó a secarse gracias a las providenciales lluvias que alegraron a los peces y a los pájaros que iban a por ellos.

Aquellos días, antes de hacer mi recorrido matinal junto a su cauce hasta Mèlas, ya oí desde esta casa el sonido distinto de la corriente. Esto me recordó la vez en que pasé los monzones en el Valle del Kangra, al norte de la India y en el estado de Himachal Pradesh, donde mi mujer y yo habíamos alquilado una aislada casita en medio de unos arrozales; como tantas otras viviendas indias, no tenía cuarto de baño y nos íbamos a bañar en un río cercano. El día que empezaron los monzones, el mismo río se convirtió en un peligroso monstruo, pues el nivel de su cauce ascendió más de dos metros cubriendo completamente una gran roca que había en el centro y arrasando con cuanto hallaba a su paso. Al dirigirnos de mañanita hacia allí, antes de verlo ya nos acojonó el atronador ruido que hacía.

Una peculiaridad de los ríos, aparte del especial frío que hace junto a ellos, es la niebla que los cubre de madrugada en inverno; así sucede aquí con el Ródano, cuya niebla llega a Le Teil como sucedía en la nepalesa Sauraha con la niebla del río Rapti, que solamente desaparecía a media mañana. Por el contrario, los amigos que viven en la aldea de Eyzahut que os mencionaba antes y se halla a más altitud, se encuentran por encima de la niebla como ocurría en mi la aldea de la Selva Negra gracias a estar a setecientos cincuenta metros de altitud, donde veíamos el sol todos los días, mientras en el valle que teníamos por debajo pasaban todo el invierno sin recibir uno solo de sus rayos

FAUNÓPOLIS – Debido a mi compulsivo interés por todo lo relacionado con la naturaleza y los animales, puedo alucinar contemplando simplemente una lagartija, o la araña que este verano se había instalado junto a la nevera y engordó de pronto espectacularmente una noche que cazó una pequeña mariposa nocturna. Siguiendo con la fauna, en mis paseos matinales paso ante el jardín de una casa en el que hay un gran mastín del Pirineo (al que en Francia llaman mastín de montaña), de pelo blanco, que siempre se apresura a acercarse a la verja para que le rasque un poco su aparatosa cabezota.

En las Colinas Kumaon al norte de la India había unas desvergonzadas moscas pardas, grandotas, solitarias y peludas, que, cuando yo estaba sentado en el bosque contemplando la increíble variedad de pájaros que habitaba en aquella zona, se posaban a mi lado y me tocaban con una de sus velludas patas (que parecían llevar calcetines) como si dijesen, aquí estoy, y esperaban que yo hiciese igual entrando en contacto físico con ellas.

En el BOE (Boletín Oficial del Estado) del pasado 21 de septiembre se declaró al lobo ibérico como especie protegida y desde entonces está prohibido cazarlo: ¡bien!

Nunca te acostarás sin aprender algo más: ¿conocíais la existencia del Síndrome de Noé con que se define a los majaras que, por lo menos supuestamente, aman mucho a los animales y acaban teniendo demasiados de ellos como para poder cuidarlos debidamente?

¿Existen animales subnormales que, pongamos por caso, no sepan tan siquiera limpiarse el culo, como sucede entre algunos seres humanos?

La alegría que siento al vivir en la casa del amigo occitano se debe también a mi relación con Chana, la inteligente perra mestiza que se comunica perfectamente conmigo usando la mímica. Por ejemplo, cuando atrae mi atención pegándome un empujón con el morro y luego me señala con éste la puerta del jardín porque desea salir a dar una vuelta. O cuando, usando también morro, llama desde afuera porque quiere entrar. Cuando llega la hora de la comida me pegará un morrazo mirándome fijamente o señalará hacia el armario en que guardamos el rancho. Lo más enternecedor es la alegría que muestra los días que viene la hijastra del amigo occitano, chica veinteañera que estudia y reside en Marsella y solamente aparece por aquí muy de vez en cuando.

¡Cuánto me gusta el sonido del pájaro carpintero, toc toc, y su peculiar forma de volar!

EN LA TABERNA GALÁCTICA – El primer personaje que aceptó hablar para mi micrófono era un italiano cincuentón con una espectacular melena cana y rizada que le cubría toda la espalda: “Yo uso el lúpulo para elaborar cerveza, pero también relleno mi almohada con esa planta y, así, duermo como un angelito. En la casa que vivía en la india había una habitación amarilla que estaba siempre llena de insectos, y otra azul en la que jamás se metían. Otra cosa que he comprobado repetidamente, y que te aconsejo, es que lleves siempre encima una piedra de malaquita, pues ese mineral ahuyenta a los policías; cuando viajas, y sobre todo si transportas algo ilegal, es imprescindible meter una en el equipaje”.

La siguiente en contarme cosas interesantes fue una mujer francesa que no me habló de sí misma, sino de un amigo suyo de sesenta y dos años: “Durante gran parte de su vida estuvo pintando cuadros abstractos que vendía a precios exorbitantes a coleccionistas ricos de todo el mundo; pero con el transcurso de los años, éstos fueron falleciendo uno tras otro hasta que se le terminó el negocio. De todos modos, se gana bien la vida gracias a una plantación de pimienta que tiene en Costa Rica, pues conoce a los cocineros de los mejores restaurantes del mundo, ya sea de París, Roma o Nueva York, y éstos se la compran. Además, filma vídeos con ellos de los happenings que organiza en la calle frente a sus restaurantes; también filmó y dirigió una película titulada “El mono rojo”. Antes vivió mucho tiempo en Tailandia, donde comía diariamente setas mágicas; y actualmente lleva siempre un buen pedo sin necesidad de tomar nada. ¡ja!”.

A continuación, acerqué el micrófono a un hombre que rondaría los sesenta años. Tenía el pelo blanco y largo, la cara chupada, y se limitó a contar campechanamente: “Me harté de la gran ciudad y ahora vivo en una aldea a la que se llega ascendiendo por una pista forestal y se halla a quince kilómetros del pueblo más cercano; solamente somos tres habitantes y mi pequeña casa de cuarenta metros cuadrados es del Siglo XIII”. 

Al fijarme que a su lado estaba sentada una mujer que dormía plácidamente a pesar del barullo general de la taberna, él comentó que sufría narcolepsia y podría quedarse sobada en cualquier lugar y momento.

De pronto se me puso delante un tipo que llevaba un pedo impresionante y, tras decir que era paquistaní, me contó desternillándose: “Un primo mío se hace pajas todos los días pensando en el tobillo de su vecina que le vio un día accidentalmente cuando ella subía las escaleras. ¡Ja!”.

Quitándole el sitio al paquistaní, ahora habló un inglés que iba igual de borracho, y dijo: “Cuando le pregunté a un sobrino mío qué deseaba ser de mayor, respondió que no estaba seguro si querría ser un superhéroe, un top model o el padrino de su barrio”.

Regresé a la calle riendo y sintiéndome muy satisfecho de tan productiva noche.

Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.

La crónica cósmica, de Nando Baba
La crónica cósmica, de Nando Baba
1400 933 Nando Baba

Nando Baba

Escritor y viajero. No te pierdas las crónicas cósmicas de Nando Baba.

Artículos por : Nando Baba
1 comentario
  • El amigo occitano me ha corregido acerca del nombre del mastín de los Pirineos, pues en realidad ese perro se llama «monte de los Pirineos», como también está el «pastor de los Pirineos». También me ha contado que en los Pirineos hay un convento de monjas en el que tienen una veintena de de «montes» a los que esquilan periódicamente y su pelo es suave y caro como cachemir. ¡Toma ya!

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