La crónica cósmica. Yo no viajo para estar entre paisanos

A pesar de ser incapaz de mentir, al escribir estas crónicas me gusta engañaros un poco, igual que hacía Hitchcock en sus películas para darles más marcha como si le pusiera una pizca de especias. Claro que a veces también se cuela accidentalmente algún error, como sucedió en la última crónica al deciros que en la fiesta de los disfraces terroríficos la amiga maña iba vestida de bruja maléfica, pues, como pudisteis comprobar en la foto, personificaba a la perfección a una monja asesina. Umm, ya me estoy yendo por las ramas.

He mencionado el tema de las mentiras porque había pensado escribir esta crónica como si todavía estuviese en Kapas, cuando en realidad, “sé sincera, sinceridad”, me hallo en medio de una densa jungla y a muchos kilómetros de esa isla malaya de mis amores. El problema emocional que tengo en estos casos es que desearía centrarme en el presente, pero de hacerlo así me dejaría en el tintero una buena colección de anécdotas isleñas que, por lo menos en mi opinión, no tienen desperdicio. Aunque también querría que vuestra opinión me importase un bledo, os confesaré que no puedo evitar tenerla un poco en cuenta: “¡Mentiroso!”.

LA ISLA Y LOS ISLEÑOS

Hay un dato acerca de nuestra popular águila que no sabía, otro que sí sé y un tercero que sabré posteriormente. No sabía que no había sido liberada por el propietario del resort en que servía de atracción turística, sino que lo hizo un amante de los animales. Quiero aclarar que el adjetivo “animalistas” me suena fatal como todos los “istas”. Seguimos: esta semana el águila fue apresada de nuevo y por el momento malvive encadenada. O sea que su presente es triste. Pero no así el futuro, porque cuando partí de la isla ya se estaba organizando un comando que planeaba liberarla. Seguiremos informando.

En Kapas hay cuatro mynas (pájaros asiáticos de la familia de los estorninos) que se hallan en una situación parecida a la del águila, pues están prisioneros desde que, según dicen (aunque no me lo creo) fueron “salvados” cuando se cayeron del nido de pequeñitos; pero en este caso, les abren todos los días la puerta de la jaula para que revoloteen por los alrededores, y su juego predilecto es posársete en la cabeza como hizo el águila con la amiga maña.

La fauna de la isla incluye lagartos monitor, serpientes pitón, águilas de dos razas distintas y, según me contaron, algunos macacos de cola larga que todavía no he visto. Pero las que se llevan el récord en cuanto a su número son unas ratas de campo que se meten en las cabañas, y aunque aparentemente no tengas nada comestible, se comen las velas y las pastillas de jabón, que es imprescindible meter en recipientes metálicos, pues los de plástico, ni, ni, ni, ni.

Una prueba de mi atracción por cualquier animal: al ver un ratón haciendo travesuras entre mis pies dejé de prestar atención a la carrera de F1 que retransmitían en la tele del amigo holandés. Otra: Al ver de reojo y en la penumbra nocturna a un par de niños que trepaban a gatas por unas empinadas escaleras, creí que eran monos.

El noventa por ciento de los turistas que han venido este verano a esta isla eran españoles y, la mayoría, de Barcelona. A pesar de que son amables y encantadores, yo no viajo para estar entre paisanos, y me he prometido que la próxima vez que regrese será durante los monzones, cuando no hay ni dios.

Al escuchar cómo hablan inglés muchos de estos españoles, pensé en Roberto Benigni en la película Bajo el Peso de la Ley (Down by Law). O cómo lo definió el norteamericano David refiriéndose a mí: “You have a very strong accent”. ¡Ja! Otro que también hablaba así, pero con el dulce acento argentino, era un trotamundos de Buenos Aires que se pagaba la vida cantando maravillosamente acompañándose de su guitarra, quien pasó unos días en la isla antes de continuar con su periplo mundial.

Durante mis viajes por diferentes países en los que predominaba la religión musulmana (Turquía, Siria, Jordania, Palestina, Egipto, Sudán, Marruecos, Senegal, Gambia, Bangladesh, Malasia e Indonesia), nunca me habían expulsado de una mezquita. Pero siempre hay una primera vez. Me sucedió así en la pequeña mezquita de Kapas, en la que generalmente no hay nadie y donde en los últimos años me sentaba bajo sus ventiladores para aprovechar la buena conexión de su wifi, cuando apareció una musulmana justiciera de mediana edad que me preguntó en un perfecto inglés si yo era musulmán: “¡A la calle, infiel!”.

Esta última semana en Pulau Kapas fue una maravilla: las playas se vaciaron, y el tiempo tomó un aspecto monzónico que, con cuatro tormentas acompañadas de ventolera, despejó del cielo la humareda de Sumatra permitiéndonos tener buenas vistas y las debidas puestas de sol. A la acuarela de esta isla que os he ido pintando, sólo le falta un trazo: en ella sientes continuamente un confort anímico que curaría a un depresivo crónico. Con ello, claro, te duele partir; y con más razón cuando un grupo de encantadores amigos te despiden desde la playa. ¡Hasta la próxima!

CHINADAS

La basura sintética de la China alcanzó en el año 2017 un millón seiscientas mil toneladas de plástico. En el 2018 las aumentaron hasta superar los dos millones de toneladas. Me pregunto si las mandarán a países africanos como hacen los europeos enviándolas a algunos sitios de Asia. Supongo que la basura sintética que arrastran los ríos como el Mekong debe terminar encallada en las presas, en vez de ir a parar al mar.

El 20% de la China es desértica. Desde el año 1950 esa desertización ha aumentado 385.000 millas cuadradas, o sea unas dimensiones como Francia y Alemania juntas. El Desierto de Gobi es el que más crece de la Tierra, y en su avance se pierden anualmente 2.250 millas cuadradas de praderas.

Supersticiones chinas. Los peores números son el 4 y, por supuesto, el 44. En los rascacielos chinos no existen pisos con estos números, que de otro modo no se venderían; pero han solucionado ese inconveniente inventándose el piso 3’5 y el 43’5. ¡Esos chinos están locos!

En la ciudad china de Harbin se celebró el festival anual en el que más de diez mil artistas esculpieron figuras de hielo, que se licuaron rápidamente debido a la ola de calor.

ESTO ES ASIA

La policía de Sumatra arrestó a más de trescientos campesinos por provocar incendios forestales; al ser interrogados confesaron que estaban a sueldo de una compañía dedicada a la producción de aceite de palma.

Un niño de tres años ha sido última víctima de la guerra contra las drogas que lleva a cabo el desquiciado presidente filipino señor Duterte.

El gobierno tailandés ha legalizado el uso de las hojas del árbol kraton, de las que se extrae un narcótico estimulante y analgésico. ¿Será parecido al llamado “jungle liquor” malayo, que coloca de manera muy simpática y peculiar? Umm, aunque no tenga relación con lo anterior, los tailandeses también han legalizado las bodas del mismo sexo.

La organización Green Climate Fund donó a la ciudad de Karachi doscientos autobuses experimentales que, en vez de gasolina, funcionan con excrementos de vaca. ¿Se podrían usar de igual manera los excrementos de los seres humanos, de los que vamos tan sobrados?

MIRA LO QUE PIENSO

  • ¿No debería considerarse como una blasfemia que un imbécil decida y dictamine lo que es blasfemo?
  • Para comprobar hasta dónde alcanzan tus necesidades, debilidades y adicciones deberías pasar veinticuatro horas bebiendo sólo agua, sin comer, sin teléfono, sin ordenador ni tele, sin fumar, si eres fumador, y además hacerlo inesperadamente.
  • ¿Qué cosas habrías hecho de forma distinta si hubieses sido libre (o sea sin que te hubiesen lavado el coco desde pequeño)?
  • ¿Me acusan de ser infantil debido a mis gustos, o porque hago lo que me gusta sin prestar atención a la opinión social?

Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.

La crónica cósmica, de Nando Baba
La crónica cósmica, de Nando Baba
1400 933 Nando Baba

Nando Baba

Escritor y viajero. No te pierdas las crónicas cósmicas de Nando Baba.

Artículos por : Nando Baba

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