Relato divergente. La vieja monja singalesa

¡Uy, pero qué cámara fotográfica más moderna tienes! Lo que no entiendo es por qué la usas para retratar a una vieja monja singalesa como yo. ¡Ja! ¿No te parece que hay cosas más bonitas en Sri Lanka? ¿No ves que incluso lo es este perrito tonto que me acompaña a todos lados? Los turistas estáis un poco locos con esta manía de andar por ahí fotografiando esto y aquello, como si de esa manera os lo pudieseis llevar todo a vuestro país.

No creas que no sé de lo que hablo, pues de joven también fui aficionada a la fotografía; pero no lo hacía al tuntún, sino artísticamente, en blanco y negro y cuidando de la luz y el granulado. ¡Qué lejos queda todo aquello!

Relato divergente. La vieja monja singalesa
La vieja monja singalesa

Yo era una de las chicas más guapas de Galle, y mi padre tenía que alejar a los chicos que rondaban nuestra casa como moscas alrededor de un pastel.

¡Ja, qué cara has puesto! ¿Por qué será que a los jóvenes os cuesta aceptar que los viejos también fuimos jóvenes?

Pues sí, amiguito mío, yo fui una beldad que habría podido escoger entre muchos pretendientes de buena familia y mejor futuro, pero me enamoré de un tamil más negro que el carbón. Aunque se trataba del típico jovenzuelo sin oficio ni beneficio, el muy cabroncete tocaba la guitarra y cantaba de maravilla. Y me sedujo de buenas a primeras. Sabiendo que mi acomodada familia jamás le aceptaría, pues incluso me prohibieron que hablase con él, me dejé guiar por los malos consejos de la pasión y le propuse que nos fugásemos.

De haber sido menos cándida, habría adivinado que mi Romeo no me quería de la misma manera que yo a él y sólo sentía interés por mi atractivo cuerpo. En fin, que estaba simplemente encoñado y lo último en que pensaba era en formar una familia y pasar el resto de la vida conmigo.

De todos modos, se avino a mis deseos y una noche partimos en autobús hacia el norte de la isla, de donde él procedía y donde la mayoría de la población era tamil e hindú. Mis conocimientos acerca de aquellos indios eran nulos, pero creía que aceptarían encantados entre ellos a una bonita joven singalesa. No podría haber estado más equivocada, y en cuanto llegamos allí sentí sobre mi piel lo que es el maldito racismo.

Los familiares de mi amante me trataron como si fuese una leprosa y, a pesar de estar evidentemente agotada tras el largo trayecto en autobús, no me permitieron tan siquiera cruzar el umbral de su casa. Ellos pertenecían a una casta alta y jamás darían el visto bueno a nuestras relaciones.

Empeorando las cosas, cuando tratamos de hospedarnos en una pensión, sucedió algo parecido porque el propietario, que por supuesto era tamil, se negó a alquilar una habitación a una pareja mixta como la nuestra. Entonces mi amante acudió a un amigo suyo que tenía un chamizo miserable, y terminamos instalándonos allí. Dijo que sólo sería temporalmente mientras hallaba un sitio mejor, y luego me dejó a solas, excusándose en unas inevitables obligaciones familiares.

Como habrás podido deducir al contarte cómo me fugué, yo era muy cabezota, y al comparar aquella pocilga con la lujosa casa de mis padres, empecé a desengañarme. Aunque quizás fuese más apropiado decir que comencé a ver las cosas de otra manera.

Y lo mismo me sucedió respecto a mi novio, pues, al no tenerlo delante seduciéndome con su sonrisa y su labia, fui cogiéndole una ojeriza que aumentó paulatinamente con el transcurso de las muchas horas que tardó en regresar.

Me dije de pronto que aquel papanatas se había ido a paliquear con su racista mamacita cuando yo más necesitaba de su compañía. Y lo había hecho, a pesar de saber que estaba agotada, hambrienta y sucia. Mi amor se transformó en odio en un santiamén y decidí que hasta aquí habíamos llegado.

Calculé que me quedaba suficiente dinero en el monedero para regresar a Galle y me largué con viento fresco. ¡Ja, mi novio volvió en el momento en que yo salía por la puerta! ¡Qué cara puso! Quiso convencerme de que me quedase y que todo iría a mejor, pero no le creí y le mandé a paseo.

Un rato más tarde partía en un autobús que iba a Matara. Debido al cansancio, me quedé inmediatamente dormida. ¡Ja, no sospechaba que mi equipaje había aumentado ligeramente, pues estaba embarazada!

Si crees que me hundí, que la puritana sociedad de hace sesenta años me repudió y terminé haciendo la calle en el Barrio Rojo de Colombo, te equivocas totalmente. El Cosmos se había confabulado para echarme una mano y todo mejoró en cuanto descendí del autobús en Matara.

Umm, qué tarde se ha hecho. Tengo que regresar cuanto antes al monasterio si no quiero que la superiora me dé una reprimenda. Anda, acompáñame, y por el camino te contaré cómo empezó mi cuento de hadas.

Estaba en la estación de autobuses devanándome los sesos para hallar la manera de llegar a Galle, pues en mi monedero había un absoluto vacío, cuando se me acercó una mujer muy elegante y me preguntó si me gustaría trabajar como modelo, que entonces se llamaba hacer de maniquí. Mi aspecto no podría ser más deplorable y creí que me tomaba el pelo. Pero ella insistió diciendo que dirigía una renombrada empresa de cosméticos y buscaba una cara como la mía para la próxima campaña publicitaria. Acepté, claro que acepté, y unas pocas semanas después ya me había convertido en una celebridad.

Pero todo esto sucedió antes de que conociese al hombre que se convertiría en mi marido y que yo pariese las cuatro hijas que me dieron una buena colección de nietos. Y, claro, también fue mucho antes de que enviudase y me convirtiese en monja.

¡Ah, ya hemos llegado! Umm, espero que no te hayas creído esta sarta de patrañas que te he contado, pues me lo he ido inventado todo sobre la marcha. ¡Ja, cómo iba a ser yo una modelo con esta cara de mona y la piel de color canela, ¿verdad?! Sin embargo, siempre he sido, y sigo siendo, una escritora muy imaginativa.

Hala, turista occidental, que te lo pases muy bien por este encantador país llamado Sri Lanka. Y procura mirar más y fotografiar menos.

RELATO DIVERGENTE, de Nando Baba
RELATO DIVERGENTE*, de Nando Baba

*Relato divergente es una sección de relatos ficticios en los que Nando Baba escribe inspirado por nuestras fotografías de viaje.

1400 933 Nando Baba

Nando Baba

Escritor y viajero. No te pierdas las crónicas cósmicas de Nando Baba.

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