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Los ‘olvidados de tailandia’, ciudadanos sin ciudadanía y escasos de derechos

Los multicines tailandeses suelen ser muy previsibles. Lo normal es que la película de marras sea la enésima cinta de superhéroes y que las azafatas vayan vestidas de Capitana Marvel. Hasta es normal que las cocacolas las sirvan en vasos coronados con figuras de Spiderman o de cualquier otro fulano enfundado en trajes de licra. Lo muy comercial, vamos. Pero este fin de semana no hay nada de eso en las salas. Porque estos días se estrena en la gran pantalla la representación de una historia que puso el corazón de todo siamés en un puño. Y, qué diablos, casi acongojó al mundo entero.

The Cave se llama el film y está basado en la mediatizada historia real de esa docena de niños futbolistas que se vieron atrapados en una cueva al norte del país por culpa de una inundación. Una noticia que impactó al mundo entero ya que fue de esas que superan a la ficción, una trama muy humana que se coló en las portadas de todos los noticiarios de Oriente a Occidente. Normal, ya que la gesta fue asombrosa: los niños lograron sobrevivir encerrados en la cueva y se tuvo que organizar un rescate a contrarreloj con buzos profesionales llegados de todo el mundo.

Si bien tuvo que lamentarse la pérdida de un buzo en la operación, la historia tuvo un final feliz para los jóvenes futbolistas. Ahora, algo más de un año después, son estrellas en su país y han firmado abultados contratos que les prohíben hablar en prensa de lo vivido porque -poderoso es Don Dinero- solo pueden hacerlo con aquellos que les pagan, lo que hace que uno se replantee si realmente les mereció la pena venderse de tal manera.

Profesor tailandés
Un profesor de inglés en el norte de Tailandia anima a sus alumnos a estudiar con el rescate de la cueva.

Pero más allá de la noticia amable y de la gesta humana del rescate, lo que también fue para celebrar en relación al hito fue que a Tailandia le sacudieron las partes bajas y salió a la luz uno de sus más sucios trapos. Tres de los niños atrapados y su entrenador eran ciudadanos sin ciudadanía, una anomalía legal que deja abandonados a casi medio millón de personas en el país, casi sin derechos y sin poder ser siquiera ciudadanos de segunda. Ni de tercera ni de ninguna otra escala.

Estas personas sin nacionalidad no pueden votar, pero eso casi es lo de menos en un país en el que lo de las urnas es algo complejo. Peor es que no se les permite moverse a otra provincia ni mucho menos salir del país, como tampoco se les deja coger aviones, trenes o autobuses de manera legal. Pueden acceder a una educación escolar mínima, pero son ninguneados por los profesores y ridiculizados por otros menores.

Nada más salir los chavales atrapados en la cueva, a aquellos sin ciudadanía se les concedió el pasaporte tailandés casi de manera instantánea.

«A ver si me voy a tener que meter en una cueva inundada para que me den la nacionalidad», ironizó algún afectado. Pero la realidad es que, gracias al rescate, al Reino de Siam le han entrado las prisas por arreglar semejante desaguisado. No será fácil, ya que según la agencia de refugiados de las Naciones Unidas hay más de 487.000 afectados en Tailandia, de los cuales una tercera parte son menores.

Nacidos en tierra de nadie y sin nadie en esta tierra

mujeres Akha Tailandia
Un grupo de mujeres de la tribu Akha, en el norte de Tailandia.

He conocido a muchos de los que yo denomino los olvidados de Tailandia. Pero eso no es difícil. Incluso muchos turistas se topan con algunos en un par de semanas paseando por el país, sobre todo si van al norte. Otra cosa es que los puedan identificar.

Recuerdo mucho a Tablod, un tipo que trabajaba en un bar de copas en el extrarradio de Bangkok. Había nacido en una tribu muy al norte de Tailandia, sin documentos ni idioma oficial, y a sus veintitantos hablaba el tailandés de aquella manera porque no era su lengua materna. Servía copas en un tugurio infecto de la capital ya que no podía hacer otra cosa.

Cuando nació Tablod ya quedaban pocos habitantes en su tribu, y sus padres murieron cuando él era un adolescente. Desde entonces, trató de seguir en la misma zona selvática, pero pronto tuvo que ir a la ciudad. Allí, la vida fue muy difícil y al final una mujer que le doblaba la edad se enamoró de él y se lo llevó a Bangkok.

Por supuesto, nunca pudieron casarse aunque siguieron juntos. Peor aún, Tablod era un ilegal fuera de su ciudad norteña, y en la capital del país se jugaba que lo metieran en la cárcel. Por eso servía copas en lo más turbio de la noche bangkokiana, donde lo menos ilegal era su estado.

Arrozales norte Tailandia
Unos arrozales al norte de Tailandia, cerca de Chiang Rai, donde habitan muchos de los ‘olvidados’ de Tailandia.

Es más fácil toparse con estos ciudadanos sin ciudadanía en las zonas del norte cercanas a Birmania. Muchos de los guías de viaje que se dedican a los paseos en lo profundo de la selva son siameses sin papeles y precisamente demasiados de los poblados que habitaban se han comercializado para convertirlos en atracciones turísticas.

Pero, ¿cuál es el origen de los ciudadanos sin ciudadanía de Tailandia? Básicamente, podríamos decir que su origen es debido a unas fronteras difusas con los países vecinos en una zona selvática, junto a la cabezonería siamesa de no proteger a ningún refugiado.

Nacidos en Tailandia pero sin nacionalidad

Mujer norte de Tailandia

Tailandia es un país con problemas nacionales al norte y al sur del país, pero prefiere obviarlos para que parezca que no se sepa, como el niño que oculta a sus padres el examen que ha suspendido. Y si en la frontera con Malasia los problemas son de terrorismo y choque de religiones, en el norte el conflicto gira en torno a refugiados sin identidad.

Como si aquello no fuera consigo, el Gobierno siamés no firmó la Convención sobre Refugiados de 1951 que se puso en marcha en el seno de Naciones Unidas, por lo que no tiene obligación alguna de acoger a nadie de un país complejo. Es por eso que cuando las comunidades Uighur que huyen de la opresión llegan a las costas siamesas se enfrentan a que los echen de ahí a tiros o a que los envíen de regreso a sus captores y a un castigo seguro. Igualmente, haber nacido -previamente- en territorio nacional no aseguraba la nacionalidad si ninguno de los padres del nacido ya la tenía.

No gustan los refugiados en Tailandia. Y sin embargo, la vida podía llegar a ser tan difícil en la fuertemente militarizada nación de Birmania que muchas personas huían del país ahora renombrado como Myanmar para probar suerte en el Reino de Siam. La transformación de fronteras y las zonas selváticas comunes también favoreció para que muchos birmanos aparecieran en las junglas tailandesas.

mujer cose tailandia
Una de las actividades más comunes de los ciudadanos del norte de Tailandia es la textil.

Los olvidados de Tailandia ya no son aquellos hombres y mujeres que huyeron de Birmania y se establecieron en la zona selvática siamesa. La mayoría son los hijos de aquellas personas. Otros muchos son simplemente los últimos habitantes de las comunidades tribales que nunca tuvieron documentos porque su vida estaba entre la vegetación y nunca supieron lo que era una alcaldía ni mucho menos un censo.

En las últimas décadas, Tailandia asumió que había un problema y no quiso poner remedio. Sin saber qué hacer con todas esas personas que habían nacido en el país pero no tenían nacionalidad, el Gobierno decidió tirar por la tangente y oficializar lo de ser ciudadano sin ciudadanía. Puso un parche, vamos.

Una normativa para esos ciudadanos olvidados

niños Tailandia
La educación mínima está garantizada para los olvidados. Pero con reservas.

Los olvidados son, según Tailandia, un problema del que se ha de encargar la alcaldía local a la que le toca. Es por eso que, en lugar de ofrecer opciones para regularizar sus situaciones, optaron por dar unos derechos muy mínimos.

Todos aquellos nacidos en el país pero que no tengan nacionalidad pueden acceder a un mínimo de opciones en el marco de la sanidad gratuita. Y pueden estudiar al menos hasta la secundaria sin coste alguno. Eso sí, se les pone un apellido común que señala a los niños como gente sin papeles.

Eso es como cuando en España, tras la reconquista, a los moriscos los obligaban a ponerse apellidos como Tocino para hacer ver que se les daba opciones, pero sin que se les dejase de señalar de manera negativa.

Lo peor de los ciudadanos sin estado es que su futuro es muy limitado. No pueden abandonar la provincia donde residen, les está totalmente prohibido.

Foto: Sasin Tipchai.

Les es imposible moverse a otro lugar, y donde viven son señalados como ciudadanos menores. ¿Y qué opciones hay de lograr la nacionalidad? Según el Gobierno militar que se hizo con el poder hace ya más de cinco años, en 2024 debería haberse erradicado esta lacra. Pero lo cierto es que se lo ponen casi imposible a los olvidados.

En 2016 se modificaron las leyes para que los nacidos en Tailandia pudieran convertirse en ciudadanos nacionalizados. A algunos se les pide una carrera universitaria, ninguna actividad penal conocida y rendir pleitesía al Rey siamés. Otros simplemente deben presentar documentos que acrediten su nacimiento. Pero, en la mayoría de los casos, el papeleo es tan difícil que resulta imposible.

Por eso, no sería descabellado lo de optar por encerrarse en una cueva inundada y que los medios se hagan eco de ello. Antes de que se hicieran famosos los Wild Boars -así se llamaba el equipo de fútbol infantil- por quedarse atrapados, no podían competir en ligas importantes al contar en sus filas con ciudadanos sin ciudadanía, que no podían salir mucho más allá de su barrio.

Todo ello no se trata en la película de The Cave, ya que se ha tratado de obviar dicha situación para que no empañara semejante gesta humana. Y aun así, es una gran noticia que ahora los olvidados de Tailandia estén cada día menos en el olvido gracias a los niños futbolistas. El camino para que el casi medio millón de ciudadanos sin ciudadanía pueda acceder a la nacionalidad, no obstante. no será fácil.

A contrapelo, por Luis Garrido-Julve
A contrapelo, por Luis Garrido-Julve
1400 933 Luis Garrido-Julve

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