El siguiente pueblo en el que decidimos hacer una parada en nuestra ruta hacia el norte de Tailandia fue Phitsanulok, que no era un sitio que nos atrajese en demasía, pero puesto que nos venía de paso y no teníamos prisa pensamos, ¿porqué no? Así hacíamos otro descanso en nuestra larga travesía.
Elegido ya el siguiente destino nos quedaba desayunar y largarnos y para ello fuimos a la terracita de la Noom guesthouse. Estando allí pasaron un par de tailandeses con un camión cisterna que se dedicaban a rellenar de agua unos enormes recipientes que había en la calle. Nos vieron y empezaron a hacer chorradas, con tan mala suerte que pisaron con el camión la manguera que llevaban en la parte trasera de éste, lo que hizo que se desenganchara de la cuba y empezara a salir agua a todo tren. A los 5 minutos, y unos cientos de litros desperdigados por la calle más tarde, lograron volver a enganchar la manguera y todo quedó en unas risas por parte de todos.
Tras cinco horas y media de tren, acompañados de persistentes vendedores que pensaban que estábamos continuamente hambrientos e insistían en que compráramos comida y bebida constantemente, llegamos a Phitsanulok.
Ya era bastante tarde, así que tras dejar todo en Lithai guesthouse, un hotel bastante más confortable que cualquier otro de los que habíamos estado, fuimos a dar un paseo por esta ciudad. Había un par de templos para visitar y antes de que oscureciese nos dió tiempo de visitar el Wat Ratchaburana, cercano al río y junto al Wat Phra Si Ratana Mahathat, al que finalmente no accedimos porque nos quedamos a oscuras. Llegamos justo en el momento de una celebración, algo que parecía una misa, así que intentando pasar desapercibidos rodeamos la zona donde se reunían los creyentes y fuimos a ver la gran barca de madera del rey Rama V, el árbol sagrado y el gong, las tres objetos que caracterizan dicho templo.
Un paseo por el río, donde pudimos ver a gente haciendo deporte y bonitas plantas, nos llevó más tarde hasta un mercado nocturno en el que tras algunas compras, no del todo necesarias, nos sentamos a cenar en uno de las mesas que hay junto al río. Para finalizar la noche cambiamos de lugar para tomarnos una cerveza en una zona parecida a un bar de copas al aire libre, cercana a los restaurantes.
El día siguiente preferimos salir en bus puesto que solamente faltaba poco más de una hora para llegar hasta Sukhothai, ciudad en la que podríamos visitar las famosas ruinas, patrimonio mundial y razón por la que tantos turistas paran en él. Esta vez preferimos quedarnos en una guesthouse algo diferente, no tan confortable pero más alegre, Ban Thai guesthouse, con habitaciones de madera que parecían cabañas y rodeadas por un bonito jardín.
El calor hacía acto de presencia, así que después de la ducha de rigor salimos a tomarnos una cervecita y planear la visita a los templos de Sukhothai. El estómago ya nos pedía algo más que cerveza, y tras comer en el enorme restaurante chino Chula, más parecido a un garaje para aparcar camiones, alquilamos una moto y salimos a ver los templos.
Los templos están divididos en cinco zonas y teniendo toda la tarde para verlos no nos hizo falta correr. Los primeros que vimos fueron los exentos de pago, a los que se llega antes si se accede desde la nueva Sukhothai. Ante la cantidad de templos que había es normal que una no recuerde ni los nombres ni casi lo que vio en cada uno de ellos, pero un montón de imágenes se amontonan en mi cabeza cuando miro las fotos.
Pasamos un buen rato paseando por ellos y yendo en moto de uno a otro hasta que finalmente llegamos a la zona central, compramos el ticket necesario para acceder a esta zona y seguimos con la visita. Decenas de templos en ruinas, que de las pocas cosas que habían conservado era su encanto, nos esperaban al atardecer haciendo que las vistas y las fotos que sacábamos fuesen espectaculares. Apenas quedaban turistas a aquellas horas y la visita se convirtió en un largo y agradable paseo que nos llevó de un lugar a otro sin prisas y sin agobios. Aquel montón de piedras con siglos de historia a sus espaldas nos entretuvieron casi 2 horas.
Finalmente celebramos el fin de nuestro reportaje de fotos y vídeo con un refrescante batido en una heladería cercana. Definitivamente los templos de Sukhothai nos habían dejado un muy buen sabor de boca.
Aquella tarde, volviendo a la guesthouse nos reencontramos con un amigo. Tras devolver la moto y llegando al jardín apareció tras una esquina un hombre cuya silueta y forma de caminar tan peculiar nos resultaba familiar. ¡Se trataba de Lars!. Tal y como había predicho el alemán, nos reencotrábamos en el camino, y fruto de su extremada extroversión un par de horas mas tarde estábamos cenando en el Chopper Bar en una mesa con él, Nico el francés y un par de alemanes.
Hablando de viajes, de formas de vida y entre cervezas y risas terminamos nuestra estancia en esta ciudad al que había merecido la pena venir. Chiang Mai nos esperaba al día siguiente como siguiente destino.
Hola chicos, mañana vamos hacia Sukothai. Recordáis el nombre del hostel q mencionais con foto? Parece muy interesante ;). Soys unos cracks. Os leo mucho y me encantais!! Hacéis muy buen trabajo :*.