Historias de Isaan, el noreste salvaje de Tailandia

Unos tipejos de no muy anchas miras en Bangkok me dijeron que a las gentes de Isaan el aliento les huele a guindilla. Y que si por algún casual me las veía compartiendo alcoba con alguien de la provincia más grande -y también más pobre de Tailandia- mejor que me diera una buena ducha antes y después, que las bacterias de Isaan están más dopadas que un ciclista en la etapa reina del tour de Francia. Como si el agua hiciera milagros y todo lo curara.

Les hice el mismo caso a aquellos desalmados que a los chinos que dicen que los occidentales desprendemos un desagradable olor porque no bebemos agua ardiendo. Ante semejantes sandeces mejor pasar olímpicamente. O simplemente reír por no llorar, como cuando al ministro de Salud siamés le dio por decir que los europeos no nos duchamos y por eso contraemos enfermedades.

Isaan noreste Tailandia
Una casa en una aldea de Kampuwaphi, en Isaan.

Por supuesto, tras cada comentario faltón siempre se esconde un punto feo de envidia o incluso algo del racismo más ignorante. Y en la poco turística región del noreste tailandés, la conocida como Isaan, si algo sobra son tópicos sobre su curiosa manera de ser y de vivir.

En mi primera noche en Isaan, hace ya más de una década, no me enteré de si le olía a picante la boca al grupo de colegas que me llevó a cenar. Seguramente que no, porque el alcohol todo lo mata y, tras pedir ensaladas de papaya con gambas crudas, llegó un tipo con una botella de ron local y se puso a servir vasos para amenizar platos con tragos. «¿No sería mejor hacer unas birras durante la cena?», pregunté ignorantemente. Me miraron como a un bicho raro.

som tam Isaan gambas
Ensalada de papaya y pescado fermentado con gambas crudas.

Así que me las vi engulliendo algo de aquel ron aguado cuando miraba las gambas crudas de la ensalada. Flotaban brillantes y grisáceas en una mezcla de guindillas y salsa de anchoa fermentada, pero había ido a aprender y me decidí a llevármelas a la boca. La sorpresa fue que me gustaron tanto que casi me las acabé yo solo, y cuando estaba aburrido de tanto crustáceo hice una pregunta innecesaria. 

—Imagino que se congelan antes de cocinarlas, ¿verdad?
—Pues no lo sé —contestó la amiga que me había llevado allí—, ¿para qué quieres saberlo?
—Por las bacterias y eso. 

La muchacha rio y llamó al camarero, un veinteañero que lucía un bigotillo con pelo solo por los extremos y con el centro del labio superior rasurado, a lo Cantinflas. El tipo, muy orgulloso, contestó a mi pregunta diciendo que no podían ser más frescas, y señaló una pecera llena de bichos vivos. «Cuando nos piden una ración las sacamos de ahí y las preparamos, casi están vivas cuando te las llevas a la boca».  

Empecé a imaginar unos dolores estomacales que luego nunca llegarían y en las historias del anisakis, desinformado como estaba al no saber que lo de congelar el atún o el salmón nada tiene que ver con las gambas. Así que me serví más ron por si aquello me desinfectaba.

Aún no habíamos acabado la cena y el alguien propuso que nos moviéramos a la discoteca. No me dejaron pagar ni un plato y entonces entendí lo del ron: no solo costaba mucho menos que la cerveza, sino que se llevaron la botella gratis a una discoteca donde solo compraron sodas para mezclar, como el que en España se va al bar con un bocadillo en la mochila y, además de pedir solo un café, pregunta si le pueden dejar un cuchillo y un plato para gozarse el bocata hecho en casa.

 

Tawandaeng Khon Kaen
Tawandaeng es una cadena de discotecas en Isaan decoradas con curiosos cuadros de líderes comunistas.

En la discoteca se conocían todos como si aquello fueran las fiestas patronales de un pueblo. Iba y venía gente a saludar, a brindar y a tocar, porque la gente en Isaan se manosea mucho más que en Bangkok. La amiga que me invitó a esa curiosa noche, pese a haberla conocido recientemente, empezó a presentarme a hermanos y hermanas como si yo fuera el rey del mambo. Me pareció curioso que para ella todo el mundo que pasaba por allí era un pariente.

—Pero, ¿es ella tu hermana de verdad? —pregunté ante la enésima presentación.
—Es mi hermana, ¿por qué quieres saber más?
—No, nada, solo por saber si habéis vivido juntas.
—Más o menos. 
—Imagino que no me dirás si con los mismos padres.
—¿Acaso eso importa?

Al final apareció un tipo que seguramente sí fuera un allegado de sangre, ya que en lugar de presentármelo como su hermano me comentó que era su primo. Cerraron el garito y aquel familiar, con el mismo bigotillo de dos islas de pelo en cada extremo del labio superior, nos invitó a todos a subir a su camioneta para ir a un lugar a seguir la fiesta. Éramos tantos que algunos nos tuvimos que acomodar en la zona de carga, alguno incluso trataba de bailar.

Country Club, en Ubon Ratchathani. La música en directo es lo común en Isaan.

Acabamos en un lugar al aire libre en mitad de la nada, construido con palos de bambú y mesas destartaladas, pero coronado con un enorme neón y unos altavoces enormes. Había más comida y sobre todo bebida. Y cuando nos cansamos mi amiga me llevó a dormir a casa de una de sus hermanas a las que no se parecía en nada. La vida en Isaan puede ser difícil, pero tiene su belleza también. Incluso cuando te levantas en una aldea y los buenos días te los da en la calle un búfalo de agua.

Si ladran también cabalgan… a lomos de un búfalo

Empecé a interesarme por la poco popular región de Isaan cuando, en mis primeros días en Bangkok, me di cuenta de cómo se hablaba de sus gentes en la capital. Conocí en la gran urbe a muchas personas que eran originarias de las remotas aldeas de esa parte del país, y casi siempre me parecieron encantadoras.

Bufalo Isaan
Alrededores rurales del secarral de Isaan en Udon Thani.

Sin embargo, no pocos desalmados echaban pestes de los ciudadanos del noreste. Y demasiados occidentales que no hablaban ni una frase de tailandés los tachaban de ignorantes o de gandules, además de avariciosos. Luego me di cuenta de que aquello tenía truco, ya que normalmente eran hombres que llevaban más de cinco décadas en este mundo y trataban de buscar el amor en jóvenes veinteañeras procedentes del noreste pobre que buscaban oficios al calor de la noche y de los neones rojos.

Aquellos feísimos comentarios basados en un puñado de experiencias sin importancia empañan el comportamiento de la mayoría, pero ya sabemos cómo es el populismo y la desinformación: solo los necios juzgan a una persona únicamente por sus orígenes. Pero, claro, no podemos obviar que cuando se habla mucho de un lugar es porque genera algo en los corazones de la gran masa de gente.

Lotería mujer Ubon Ratchathani
Una vendedora de lotería en una calle de Ubon Ratchathani.

Porque solo los más fascinantes lugares de un país suman una buena cantidad de tópicos. Y quizás por eso casi nadie tenga ni idea de cómo son los daneses, pero hasta en los más remotos países de Asia el personal es capaz de articular un par de bromas cuando digo de donde vengo. Paella, siesta, toros y Messi, muchísimo Messi. Sí, muchos por aquí aún no se han enterado de que el astro argentino no es barcelonés. 

Topicazos, cómo no. Tailandia como país también reúne una buena cantidad de ellos, algunos buenos y otros malos. Pero si hay un sitio entre los siameses que suma la mayor parte del folklore de todo el país ese es Isaan. Ese territorio tan desconocido para los touroperadores, pero que es la región más grande de todo el país y donde nació un tercio de todos los tailandeses. Ubicada al noreste, los extranjeros mayoritariamente la obvian y rumorean sin conocerla que es un lugar feo y sin gracia. Pero quizás sea el sitio más particular en todo el reino siamés.

monjes Isaan Nong Khai
Monjes jóvenes en Nong Khai. Ponerse la túnica es una forma de salir de la pobreza.

De las gentes del noreste, donde se ubica Isaan, ya hemos dicho que se habla mucho en Bangkok. Y es normal, porque la mayoría de trabajadores poco cualificados que hay en la capital -sin contar los inmigrantes de otros países- vienen de allí. Con sus costumbres y sus diferencias, que son notables. Su forma de ver la vida y su pasión. Y demasiados extranjeros confunden a veces las formas de ver la vida de quienes vienen de Isaan con las de Tailandia en general. No en vano los del noreste son más propensos a juntarse con occidentales y eso genera confusión.

Muchas veces a los de Isaan se les mira con recelo e incluso existe cierto racismo hacia ellos. Ante todo, porque son mucho más pobres en general. Pero también porque hablan otro idioma y tienen una forma de ver la vida más variopinta. Incluso más auténtica según se mire, aunque igualmente con mayores riesgos. Pero sin duda muy fascinante, y por eso quería hacer unos párrafos como homenaje a una parte del mundo que llevo en mi corazón.

Con menos dinero pero disfrutando más

Mucha gente acusa de ignorantes a las gentes de Isaan. Eso es una ordinariez, pero cabe decir que la educación gratuita en la región pobre de Tailandia es bastante peor que en muchos otros lugares. Y la religión junto a las supersticiones pesan mucho más en este lugar del reino, donde los chamanes y los monjes son venerados. En parte todo esto es debido al interés de muchos políticos sin escrúpulos que quieren manipular a la región más poblada y pobre del país para ganar sus votos. La compra de papeletas ha sido siempre algo muy común por allí.

Isaan es mayoritariamente pobre porque es un enorme secarral donde el cultivo es muy difícil y el calor inhumano buena parte del año. Con una tierra poco fértil y la lejanía del progreso, el noreste se convirtió en una región diferente, donde además se habla un dialecto de la lengua de Laos. Es un logro que gran parte del folklore siamés se originara aquí, pero tiene su motivo.

Isaan bufalos
Alrededores de Kamphuwaphi, durante la campaña electoral de este 2023.

Eso es porque los agricultores de Isaan dedicaron más tiempo que nadie a crear canciones que relataran sus formas de vida y porque, al estar la mayor parte del tiempo sin trabajar, tenían que enfocarse en otros asuntos. Sí, las gentes del noreste son muy trabajadoras cuando van a Bangkok, pero en su lugar de origen es muy común conformarse con poco y vivir la vida. No es que sean gandules, es que se la gozan con muy poco.

En parte tiene su lógica: la economía de la suficiencia que predicaba la monarquía en el siglo pasado se basaba en ser feliz con lo que tengas, sea una miseria o miles de fortunas. Una doctrina engañosa para decirle a los pobres que se matan a trabajar que tenían que ser tan felices como los ricos de cuna que nunca dieron un palo al agua, pero que fusionada con el budismo hizo que Isaan tuviera su particular manera de ser.

Conductor Tuk Tuk Isaan Khon Kaen
Un conductor de tuk tuk descansa en una calle de Khon Kaen.

La pobreza en Isaan es notoria, pero mientras en sitios como Siberia provoca desolación y muerte, en el noreste siamés no es así. Porque hace calor todo el año y la tierra, si bien poco fértil, algo ofrece a diario. Los isaaneros no tienen por qué preocuparse del frío, ya que nunca lo van a notar. Y siempre habrá algún pescado que sacar de un río o algo que caiga de un árbol.

Hacer dinero en la zona rural de Isaan es difícil. Pero vivir día a día sin ningún lujo es también posible. Además, el budismo dice que nos reencarnaremos y que, si esta vida no es la mejor, el más allá nos podrá premiar en la siguiente existencia con riquezas. Y en los pueblos de esta zona son muy creyentes.

‘Ying Lao Khao’, o cómo el hombre de Isaan es feliz con poco

Tailandia es un país terriblemente machista, como gran parte de Asia, y sin duda Isaan es el ejemplo perfecto de ello. En los campos del noreste se ve a innumerables mujeres trabajando, también en los locales de las aldeas. Ellas son mucho más trabajadoras que ellos, que en muchos casos pueden refugiarse en sus vicios. Las leyes les arropan y, culturalmente, ha sido siempre así. Por fortuna esto está cambiando.

Granjera Isaan
Una granjera cuida a unas vacas en los alrededores de Nong Khai.

El asunto de los embarazos es peliagudo, porque en una tierra donde la gente se aburre mucho y hay poco por hacer al final unos y otros acaban dale que te pego. Y tener hijos a tempranas edades es habitual. Lo peor es que está todo montado para que la mujer se haga cargo, y muchos hombres salen por peteneras y se escaquean. Buena parte de la prostitución para extranjeros en las zonas turísticas de Tailandia se nutre de mujeres de Isaan que, habitualmente, han de dejar a sus hijos en el pueblo con los abuelos para irse a ganar unos billetes a las capitales.

La vida, para muchos hombres del noreste, ha sido siempre dura a la vez que sencilla. Y es que uno de los mayores éxitos de Tailandia como país fue lograr que los pequeños placeres del día a día fueran asequibles y casi garantizados. Por muy poco dinero que tenga un hombre en el noreste siempre podrá acceder a lo que algunos llaman ying, khao, lao. O traducido al español: mujeres, arroz y alcohol.

Mural rural Isaan
Mural en una calle de Khon Kaen.

Siempre me recordó eso a una vieja película de piratas que veía con mi padre en la que el capitán de las tibias y la calavera llegaba resacoso al barco diciendo que era feliz tras otra noche de vino, mujeres, atracones y canciones. El asunto es que en las remotas aldeas de Isaan no hay nada, pero alcohol siempre sobra. Cuando recorres los pueblos ves montañas de cajas de cerveza y licores, es quizás lo único llamativo. Aldous Huxley seguramente llamaría a eso soma.

Lo de preocuparse por comer es más o menos secundario, ya que los alimentos son baratos y fáciles de consumir. Quizás el problema gastronómico mayor es curiosamente el sobrepeso, ya que el aterrizaje de los precocinados de las tiendas de conveniencia 7 Eleven en muchas áreas rurales hizo que se ganaran muchos kilos a base de azúcares y grasas malas pero baratas.

Búfalo Isaan
Los búfalos son la estampa habitual de la parte rural de Isaan.

Cuando uno tiene el estómago lleno con poco y el alcohol jamás falta, en lugares donde a veces no hay de nada, es normal que el personal busque entretenimiento compartiendo alcoba. Quizás lo del ying, khao, lao sea muy machista al usar el diminutivo de mujer (puying) cuando el sexo es algo de todos. El problema es el embarazo, del que hay unos que se desentienden con bastante facilidad.

La fascinante felicidad de Isaan

Una vez me dijo un vecino nacido en Bangkok que yo le recordaba a sus compatriotas de Isaan. Aquel tipo iba siempre enfundado en un traje perfecto y conducía un cochazo que para pagarlo se forzaba a currar una docena de horas al día. Y siempre se sorprendía cuando le confesaba que me había quedado sin blanca por culpa de lo mal que va siempre el periodismo y mi manía en seguir ganándome el arroz con las letras.

Solíamos vernos mi profesional compa siamés y yo cuando él acababa su sesión de gimnasio, a las diez de la noche por culpa de aquello de trabajar hasta las tantas. Yo llevaba todo el día ocioso pero sin un duro. «Tengo diez dólares para pasar un par de días hasta que me paguen un artículo, ¿compramos unas cervezas?», le dije en alguna ocasión. Él me recriminaba que me gustaba vivir demasiado en el filo y yo le decía que algo muy bello de Tailandia es que mucha gente, cuando se ve en una postura similar, aparca los problemas y espera a ver por dónde sale el sol al siguiente día.

Un local de comidas y cervezas de Isaan.

«Eso que dices no es algo de los tailandeses aquí en Bangkok, eso me recuerda más a la gente en Isaan», solía comentarme aquel amigo a quien ya hace demasiados años que le perdí la pista. Y seguramente tenía razón, aunque yo diría que es algo habitual entre la gente sin muchos recursos que vive el día a día fuera de la capital. Jamás olvidaré a aquellas personas que en las inundaciones de 2011 perdieron sus casas y eran felices al ver a sus hijos jugar en el agua de unas ciudades inundadas que les habían dejado sin nada. Si eso no es entereza, que venga Buda y lo vea.

Esta manera de vivir despreocupadamente de buena parte del noreste pobre de Tailandia, que no es así en toda la región -hay ciudades muy prósperas y barrios lujosos también en Isaan-, tiene puntos negativos sin duda. La gente es fácilmente manipulable por quienes mandan y se usa la religión para aplacar al sentido crítico. Y la excesiva despreocupación provoca desgracias, como aquellos que se emborrachan y cogen la moto sin casco porque, si algo sale mal, siempre se podrán reencarnar. Tailandia, desgraciadamente, sigue siendo un país en el que los ricos siguen llevándoselo casi todo y donde los pobres lo tienen difícil para mejorar económicamente.

tractor Isaan
Un granjero en la zona de Kamphuwaphi.

Y sin embargo yo me quedo con la otra visión. Me encantará ver cómo Isaan se sigue desarrollando, algo que en esta docena de años en Tailandia he podido ver de primera mano: cada vez hay mejor educación en el noreste y muchos ciudadanos de la zona se enorgullecen de que ya no les manipulan como antes. Mientras, su forma de entender el mundo como un lugar de paso que hay que disfrutar sigue encandilándome.

Quizás no tenga ningún parentesco de sangre con Isaan, ni siquiera una relación sentimental profunda con nadie del lugar. Pero para mí también son mis hermanos y hermanas. Y por eso cada año voy a visitar la zona menos popular de Tailandia, aunque tenga que escuchar a tantísima gente en mi Bangkok preguntarse por qué me gusta ir allí. Esos mismos que, por supuesto, nunca fueron a maravillarse con el bello secarral de Isaan.

A contrapelo, por Luis Garrido-Julve
1400 933 Luis Garrido-Julve
2 comentarios
  • No tiene que ir hasta issan , Los issanciudadanos esta todos y todas viviendo en la cercana provincia de chonbury :)

  • Que buen artículo. Yo viví 5 años en Nongbualampú, cuando tenía 33 años y tengo un montón de historias, buenas y malas. Hecho mucho de menos mi vida allí, ahora estamos de vuelta por Madrid. Por cierto, creo que conoces mucho a mi amigo Jesús Trapero, que vive en Taiwan! El mundo es un pañuelo.

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