La crónica cósmica. Frío psicosomático

ENTRE MOSQUITOS – Konark, Odisha, India. Desde que me trasladé a Asia a mediados de 2022 he estado conviviendo con los mosquitos. En realidad ya fue así antes de iniciar este periplo, pues el último lugar de Europa en que residí aquel verano fue la casa del amigo occitano, al sur de Francia, cuyo denso jardín era un criadero de mosquitos.

Sin embargo, los más agresivos son los del Sudeste Asiático, sobre todo los de Malasia, que al atardecer se ponen como locos.

Quizás parezca un anuncio publicitario si comento que sobrevivo perfectamente a los mosquitos sin sufrir ninguna picadura gracias a la crema repelente Odomos, que se halla habitualmente en mi equipaje. Se trata de un producto indio cuya composición incluye aloe vera, y está recomendado para bebés porque no es dañino para la piel, como otros repelentes.

A pesar de mantener esta constante relación con los mosquitos, siempre me ha asombrado la cantidad de ellos que proliferan en Konark, y en cuanto me alojé en la pensión Labaya Lodge, donde prima la limpieza y un servicio impecable, instalé enseguida mi vieja mosquitera rectangular, comprada en Java varias décadas antes, bajo la que descanso como un angelito mientras me rio de los malditos insectos que tratan inútilmente de llegar hasta mí.

Pero los mosquitos no son los únicos bichos que pululan por los alrededores porque, gracias a la sana naturaleza de Konark, los hay de todo tipo por doquier.

Un ejemplo del trato que los hindúes guardan con la fauna se da frente a la puerta de mi habitación, donde una familia de palomas mantiene, desde que yo pueda recordar, sus nidos bajo el alero del porche, cubriendo continuamente el inmaculado mármol blanco del piso con sus excrementos.

Al contrario de lo que ocurriría en muchas culturas, aquí no se le ocurre a nadie expulsar a las palomas, a las que tanto gusta tener pollitos, como los que estaban empollando cuando llegué a principios de diciembre, y ahora ya han empezado a volar por su cuenta.

Un trato similar se da con uno de los toros más espectaculares de Konark, una auténtica belleza del color de la miel que aparece de mañanita en el quiosco en que tomo el chai, donde le sirven una buena pitanza.

La imagen de la pensión Labanya Lodge no sería completa si no explicase que en su amplio jardín, con más de cincuenta árboles que no son precisamente pequeños, viven docenas de ágiles ardillas y unos halcones que fracasan tratando de cazarlas.

Completando la fauna también hay algunas serpientes, pequeñas como la que ahora se ha instalado en mi baño, y un martín pescador, que de noche se lanza contra los insectos que se meten en el porche atraídos por la luz.

Ya que he mencionado mi actual domicilio valdrá la pena añadir que las dimensiones de mi habitación son diminutas, pues mide dos metros y medio de ancho por tres y medio de largo, con la puerta y un ventanuco mirando al este para recibir el sol naciente, y otro ventanuco que da a occidente.

Cuando estuve aquí con mi mujer escogimos una de las espaciosas habitaciones dobles, pero en plan solanas siempre opto por esta miniatura porque, aparte de ser la más barata y parecer la celda de un monje, es de mi gusto y armoniza con mi simple sistema de vida, en el que está incluido el silencio; desde que llegué aquí hace siete semanas mis relaciones sociales han sido prácticamente nulas y al final de cada día sólo habré pronunciado las palabras namasté, buenos días y buenas noches.

PASO A PASO – Desde Krabi a Bangkok. Otoño de 1987. Continúa de la crónica anterior. Los holandeses Hans, Ulmo y yo nos disponíamos a tomar un autocar nocturno que nos llevaría a la capital del país, mientras que Robert se dirigiría al sur de camino a Malasia.

El tímido británico maltés se despidió de nosotros al estilo oriental: “Muchas gracias por unos días que han resultado tan divertidos como emocionantes. Ha sido un placer conocer a unos majaras como vosotros”.

En el autocar, como vecino de asiento, tuve a un curioso charlatán occidental, cercano a los sesenta años y aspecto de haber pasado muchos de ellos en Oriente, quien me contó: “Yo tengo la nacionalidad francesa, pero mi padre era un compositor húngaro y mi madre una princesa libanesa. En cuanto a mi profesión, debo confesar que es la más absurda de cuantas se hayan inventado, pues me dedico a esculpir sobre hielo y mis creaciones tienen una vida efímera si no se conservan en un congelador”.

Traté de cortar su palique comentado que quizás debería hacer sus esculturas en una zona polar, como Laponia; pero no debió escucharme pues siguió contándome su vida: “Cuando era joven estaba convencido de que el ácido lisérgico podría salvar a la humanidad e iba por la calle regalándoselo a cuantos quisieran tomarlo. Terminé con esta doctrina cuando un par de devotas mías, convencidas de poder volar, saltaron cogidas de la mano desde un tejado. Después pasé bastante tiempo en Grecia acompañando a los Pink Floyd. También he escrito varios libros que por el momento no preveo publicar”.

Continuará.

MIRA LO QUE PIENSO

  • La mayoría de libros sagrados antiguos me parecen primitivos y machistas, y me niego a mantener el menor trato con los obtusos que defienden esas ideas.
  • Entre las diferentes razones por las que me encandila la existencia de internet figura la de poder resucitar en cualquier momento a los grandes humoristas, como hice ayer con Pepe Rubianes para alegrarme tras ver una deprimente película sobre los nazis franceses. ¿Nazi es sinónimo de bruto, cobarde, sanguinario, cruel e idiota?
  • El instinto de supervivencia ¿nos aconseja esconder debilidades como el llanto, el temor y el desconocimiento?
  • Frío psicosomático: la otra tarde estuve leyendo una novela en la que se describe maravillosamente el frío que sufrían unas personas durante una tormenta de nieve; al salir de mi habitación para ir a cenar tuve la sensación de hallarme a varios grados bajo cero.

Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.

La crónica cósmica, de Nando Baba
La crónica cósmica, de Nando Baba
1400 933 Nando Baba

Nando Baba

Escritor y viajero. No te pierdas las crónicas cósmicas de Nando Baba.

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