La crónica cósmica. Llegué a la conclusión de que…

DONDE REINA EL LEOPARDO – Kumaon, Uttarakhand, India. Decidí pasar los monzones en estas colinas porque ya lo había hecho anteriormente en un par de ocasiones y sabía que no me iba a faltar nada de lo necesario. ¿Algunos ejemplos?

Una casa en buenas condiciones que, aislada en medio del campo, no sufrirá inundaciones ni las avalanchas que ocurren diariamente en el resto del estado; valga mencionar que hasta ahora los monzones de este año han provocado en toda la India la muerte de más de dos mil personas.

Una luminosa habitación de veinte metros cuadrados con ventanas que miran al este, mostrándome unas vistas espectaculares del valle que queda por debajo y de las colinas que lo encierran.

Temperaturas entre los veintidós y los veinticinco grados que, después de permanecer tres meses en lugares tropicales, me parecen frías. ¡Por fin me puedo bañar con agua fresca!

Ausencia de ruidos desagradables durante la noche que me permite dormir plácidamente acunado por el canto de la lluvia repiqueteando sobre el tejado de zinc; aunque suene a poesía de tercera regional, define perfectamente lo que pretendo señalar.

El perfume de datura dulce (la que no es tóxica), flor de la que tengo varias plantas frente a mi puerta. Buena conexión de internet.

El chai con especias (cardamomo y clavo) y la sabrosa comida tradicional, vegetariana, con algunas verduras desconocidas que mi anfitriona Uma me sirve aunque caigan toneladas de agua. Mangos, maracuyás y aguacates del jardín.

La posibilidad de pasear o desplazarme hasta las casas de mis amigos sin apartarme del asfalto ni tener que poner los pies en el bosque, que en esta época está plagado de sanguijuelas; de regreso a mi habitación es imprescindible hacer un repaso general de piernas, pies y dedos para asegurarme que no he traído conmigo ninguno de estos molestos gusanos.

Completando tantas bondades, el precio mensual que pago por adelantado es asequible a mis bolsillos y me permitirá ahorrar un poco tras el despilfarro que hice en el Sudeste Asiático.

Acerca de los lindos gatitos que dan título a esta crónica, me limitaré a detallar algunos de los incidentes que oigo mencionar con cierta frecuencia. “Un leopardo atacó a un motorista que circulaba por la cercana colina de Ghorakhal y le clavó los colmillos en el brazo; por suerte, con la oportuna llegada de otra motocicleta, el leopardo salió por piernas».

Mi viejo amigo Jira Lal, que vive en Suryagaon, aldea que se halla por encima del mayor lago local, me explicó: “Un leopardo ronda mi casa todos los días al amanecer y al anochecer”.

Mis anfitriones también me narran su propia anécdota al respecto: “Anoche, a las cuatro de la madrugada, un leopardo estuvo plantado un buen rato en nuestro jardín; quizás fuese el mismo que la semana anterior trató de entrar en el corral de las vacas de un vecino”.

“En el lago de Naukluchiatal, un leopardo hirió a una mujer que acabó en el hospital”. “En la provincia de Garhwal de este mismo estado de Uttarakhand, un tigre mató a una mujer de setenta y seis años que recolectaba forraje en la jungla (este tipo de noticias siempre incluyen la edad de la víctima)”.

“En una aldea cercana a la Pilibhit Tiger Reserve de Uttar Pradesh, un «gran gato» no identificado acabó con la vida de una chica de once años y un tigre mató a un campesino de cincuenta años”.

“En la Dudhwa Tiger Reserve de Bijnor, también de Uttar Pradesh, unos guardas armados y montados en elefantes están persiguiendo a un leopardo que tras matar a su treceava víctima ha sido declarado «comedor de hombres»; los guardas tienen órdenes de acabar con él, pero, de momento, han apresado en una trampa a un leopardo sospechoso de ser el asesino y lo han condenado a cadena perpetua en un zoo”.

“En la ciudad de Dehradun, tres guardas forestales sufrieron heridas de diferente consideración al ser atacados por una hembra de leopardo a la que acompañaban dos cachorros: amor de madre”.

Cerraré esta sección de sucesos relacionados con panteras añadiendo que el gobierno de Uttarakhand ha aumentado la indemnización que reciben los familiares de las personas muertas por animales salvajes de cuatrocientas mil rupias a seiscientas mil (euro: 90’63 rupias indias).

PASO A PASO – Omkareshwar, Madhya Pradesh, India. Otoño de 1987. Continúa de la crónica anterior. Vivir en un sitio tan auténtico como Omkareshwar me ayudaba a profundizar más en los conocimientos de aquella India que cada día formaba más parte de mí.

En mi relación con sus habitantes estaba comprobando que yo parecía ser el único que se creía a pies juntillas lo que me contaban cuando, en realidad, decían simplemente lo que les apetecía en cada momento sin que esto significara que estuviesen mintiendo conscientemente.

Un joven de Tamil Nadu me aseguró un día: “Terminé la carrera de arquitectura a los veinte años y ahora iré a California a construir un gran templo. De todas maneras, si conoces a algún arquitecto en tu país le podríamos escribir para que me contratara”. Un funcionario bengalí me explicó: “Mi hermana vive en América, Inglaterra”.

Un santón me mostró el cuenco que usaba para comer, una especie de coco de gran tamaño que parecía de plástico: “Es de Chicago, en África”, afirmó. Según el maestro de la escuela: “Omkareshwar se encuentra exactamente en el punto medio de la Tierra, y desde aquí empieza el norte hacia el norte y el sur hacia el sur, igual que el este y el oeste; esto comporta que el tiempo atmosférico sea de lo más loco y que, por ejemplo, dentro de un solo mes habrá cambiado tanto que hará un frío polar”.

Cuando pregunté a otros amigos acerca de tal tema, me respondieron: “En Omkar hace calor en todas las épocas, a veces más y a veces menos, pero siempre hace calor”. Un día, un joven local me contó muy convencido: “Mañana me iré a Dubai, donde he conseguido un empleo como director de una empresa de transportes”, pero ese joven seguía en Omkar al día siguiente, y al otro y al otro. Mi memoria me recordó a mi buen amigo malayálam Balal cuando me propuso: “Tienes que ponerme en contacto con el gobierno de tu país para exportar el granito de unas montañas de las que tengo el permiso de explotación”.

Llegué a la conclusión de que aquellos farsantes eran tan fantasiosos y tan poco realistas como algunos de los africanos que había conocido en Gambia. La parida más grande que pudiese cruzar entre sus cejas no tenía porqué ser imposible, pero no intentaban convertir en realidad tales deseos, simplemente se dedicaban a charlar sobre ellos.

De todas formas estaba claro que yo tenía que aprender a escucharles dejando que, cuanto me contasen, me entrara por un oído y saliese por el otro; porque si no estaría alimentando mi coco con falacias y fantasías, como en el caso de algunos amigos yonquis que me decían más mentiras que verdades. Continuará.

MIRA LO QUE PIENSO – ¿Acierto si digo que el máximo deseo de los famosos (artistas, deportistas, políticos, líderes religiosos) es ser admirados? Aunque pueda admirarlos, pocas veces siento simpatía por ellos; y si lo hago será con el añadido de “a pesar de ser famosos”.
Al recordar compulsivamente los halagos que me hacen, demuestro mi imbecilidad, pero en parte me exculpa que recibo pocos….

Cuando leo obras que han sido traducidas de otro idioma compruebo que muchos traductores son pésimos. Ahora, mientras estoy leyendo Historias extraordinarias de Edgar Allan Poe, y descubro que era un escritor realmente bueno, me felicito porque la traducción del inglés al castellano corrió a cargo de otro autor genial: Roberto Bolaño. En el relato titulado Coloquio de Monos y Una, Poe se lució haciendo unas profundas reflexiones filosóficas acerca de la naturaleza y del comportamiento de la humanidad que, a pesar de haber sido escrita hace casi doscientos años, está totalmente acorde con los tiempos actuales.

Más literatura fina. En la novela Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar, el emperador romano decía: “Me veneraban demasiado para amarme”. Y también: “Tratemos de entrar en la muerte con los ojos abiertos”. Yo añadiría que todo se simplifica cuando aceptas la muerte y estás preparado para morir.

Si sonríes o ríes sin ganas, estás mintiendo.

Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.

La crónica cósmica, de Nando Baba
La crónica cósmica, de Nando Baba
1400 933 Nando Baba

Nando Baba

Escritor y viajero. No te pierdas las crónicas cósmicas de Nando Baba.

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