Si eres de los que lees conmochila de vez en cuando, sabrás que en febrero del 2013 decidí poner tierra de por medio, vender todo lo que tenía, y lanzarme a la aventura de vivir viajando junto a Carme, dejando atrás los viajes de un mes por año que era lo máximo a lo que podíamos aspirar en nuestra vida pasada, donde el trabajo esclavo de uno y los estudios del otro ejercían su tiránico poder sobre nosotros.
Todo aquello quedó relegado al ostracismo el día que cogimos las riendas de nuestras vidas e impusimos nuestro criterio dando un firme paso al frente rumbo a nuestro gran objetivo: ser dueños de nuestro tiempo*. Un largo paseo desde entonces que hemos dedicado a recorrer muy pocos países donde quizá otros darían unas cuantas vueltas al mundo, y es precisamente éste el tema que me ha hecho reflexionar sobre mi estilo de viaje, el cual creo que comparto casi al 100% con Carme.
Nunca he sido de viajar rápido, y con ello me refiero a visitar un montón de países en un espacio breve de tiempo (supongo que si eres habitual de conmochila ya lo habrás notado), pero es que tampoco he tenido la necesidad ansiosa de ello.
Me motiva como al que más conocer muchos países, cuantos más mejor, pero con ánimo de empaparme de su cultura, de su gente, de su gastronomía, o para aprender cuatro frases sueltas en su idioma que me acerquen más y mejor a ellos. O, pensando en la gente que lee y organiza su viaje desde conmochila, tratar de escribir más y mejor información con fundamento. Y sin tiempo, créeme que todo lo anterior lo vería difícil, muy difícil.
Con el paso de estos años mi forma de viajar ha ido reduciendo su velocidad (todavía más) y aumentando el alcance, lo que se traduce principalmente en varias visitas a un mismo país recorriendo mucha más geografía.
Recuerdo cuando pensaba que repetir un país sería perder la posibilidad de conocer uno nuevo. Mi experiencia personal en estos años me dice que cuanto más tiempo paso en uno de ellos más me doy cuenta de lo poco que los conocía (solo sé que no sé nada).
Y no concibo visitar un país con prisas sin sentir que he estado en él, pues tendría la misma sensación de “haber estado en Italia” solo porque mi avión hizo escala en Milán.
Esta forma de entender los viajes y volver a cierto país también me ha servido para descubrir muchos más lugares, visitar antiguos amigos, tomarme unas “vacaciones” en alguna zona conocida, empezar algún proyecto fotográfico y otras simplemente para hacer un parón viajero y escribir en la web.
Podría decir también que el tiempo ha cambiado mi estilo de viaje porque, lo que antes era calzarme la mochila y empezar a moverme del punto A al punto B, ahora se ha transformado en ir quemando etapas en una dirección u otra, sin un rumbo fijo y sin fechas de por medio, según te va pidiendo el cuerpo día a día. Y si éste de repente te pide un poco de movimiento le complazco con una ruta en moto por Laos o la ruta en moto por Vietnam, donde hay que moverse más deprisa de lo habitual, o hago un viaje “pensat i fet” como el de Japón en plan ida y vuelta (con fechas cerradas).
Y si el tiempo durante estos años ha cambiado mi estilo de viaje, no era raro que afectase también a mi visión de las redes sociales, de una intensidad tal que se podría equiparar, a mi entender, a los viajes de 3 países en 15 días. Y con ello no digo que no me gusten, al contrario, pues desde conmochila seguiremos publicando en ellas pero como hasta ahora, a nuestro ritmo, el mismo que le imprimimos a nuestro estilo de viaje.
El tiempo que no le dediquemos a ellas lo utilizaremos, como hasta ahora, en viajar, vivir y en publicar mucho más y mejor contenido en la web para que te ayude a organizar tu próximo viaje, nuestro otro gran objetivo después de domar nuestro tiempo.
*Tiempo: m. Oportunidad, ocasión o coyuntura de hacer algo.
Es sencillo, creo.
Vengo por aquí tras leer a Julvé, viejo amigo de hace muchos años en Bangkok que me supo guiar perfectamente según mis intereses cuando allí estuve viviendo, gracias a su conocimiento profundo de la ciudad. Y claro, la conocía por vivir en ella. Y no era nada sobre lo que haya tratado jamás en ningún artículo suyo, aunque por su conocimiento podría dar para unos cuantos artículos. Seguro.
En cuanto a este texto, quizá lo que pase es que se eche de menos tras la “trashumancia” echar raíces y conocer más a fondo el paisaje y lo que en él hay. Que sí, que con una mochila en la espalda y un poco de talento te llevas unas resultonas instantáneas, pero te quedas sin conocer humanamente al paisanaje de la foto. Y ahí está el quiz de la cuestión… ser “viajero pasante”, o habitante de este mundo… y en el mundo hay personas con mucho fondo, con perspectiva, con contraluces, con su escala de grises y espacios de color… y es ahí cuando dejas de tirar ráfagas con gran angular y en vez de tener una visión amplia pero desenfocada, consigues un bonito retrato familiar. Y cuando ves cada cara… resulta que tiene tras de si un montón de historias, anécdotas y recuerdos. Quizás ese sea el paisaje con más profundidad de campo…