La crónica cósmica. A veces me pregunto…

ÉL Y YO – Con el amigo occitano, aparte de jugar al backgammon (que casi siempre me gana: maldito alumno aventajado), actualmente charlamos acerca de la vida y la muerte. Él, al contrario que yo, es tan ateo como el segundo de mis hermanos y me escucha con incredulidad cuando le hablo del Más Allá y la reencarnación. A pesar de que él tenga ahora dos signos del zodíaco tras haberse unido el de cáncer al de libra (plagio de nuevo al bueno de Enriquito cuando nos contó que sufría esa enfermedad), y de que mis lagunas mentales parezcan anunciarme la cercana visita del señor Alzheimer, ambos nos felicitamos por no haber tenido miedo a vivir y a morir (no vivían porque temían morir), y por haber vivido realmente, en vez de limitarnos a sobrevivir. O sea que haríamos de nuevo el mismo camino que nos ha traído hasta aquí y nos reafirmamos en el deseo de morir con las botas puestas (que en nuestro caso serían las sandalias: ¡ja!). La única duda está en si caducaré antes yo que el pasaporte que me expidieron en la Embajada de España en Kuala Lumpur en el 2019.

En esas conversaciones con el amigo occitano recordamos docenas de incidentes peligrosos y pequeños accidentes que nos provocaron heridas, que en algunas ocasiones tardaron hasta siete meses en cicatrizar: imaginad lo que es echarle sistemáticamente una mirada todos los días a un diminuto corte en el tobillo, producido quizás al rozar una simple mata, pero que tras creer que se habría curado empieza a supurar otra vez, y otra vez, y otra vez. Como he repetido en muchas crónicas, durante las últimas décadas he evitado ponerme en manos de los médicos y ni tan siquiera tomo aspirinas (costumbre que me ha premiado con una salud de hierro, pues nunca estoy enfermo ni tengo los típicos dolores de la vejez); además no me hago ni un puto chequeo porque lo consideraría una forma de rendición; pero en un lejano pasado sí que me había visto obligado a pedir ayuda médica por culpa de esas persistentes infecciones provocadas por alguna herida. Imaginad lo que es hacer amistad con el enfermero que atiende el dispensario local de una aldea india porque le visitas diariamente: “Hombre, tú por aquí. ¿Cómo vamos?”. Añadid a ese tipo de imágenes a tres encantadoras doctoras musulmanas de un hospital malayo que observaban con interés científico mi hinchado y azulado pie. El hecho de superar cada una de esas “pruebas”, era como aprobar un nuevo curso de la arriesgada carrera del trotamundos, pues mi cuerpo salía reforzado como también lo hacía al beber el agua y comer la comida de cada sitio igual que la gente local.

La crónica cósmica. A veces me pregunto...

A veces me pregunto si la tristeza que sufren algunos ancianos está provocada por la falta de recuerdos emocionantes como los que el amigo occitano y yo tenemos a docenas. “¿Recuerdas lo duro y agotador que era trepar las dunas?”. “¿Recuerdas cuando salimos de Pushkar para hacer una corta excursión y nos perdimos de noche por el puto desierto del Rajastán?”. “¿Recuerdas cuando te pasaste más de diez días sufriendo dolor incluso en las puntas de los pelos?”. “¿Recuerdas aquella mujer vietnamita que se había empeñado en casarse contigo?”. “¿Recuerdas al guarda fronterizo de Gambia que, tras quererte meter entre rejas porque había caducado tu visado, se embolsó encantado las cuatro monedas que le diste y te dejó cruzar la frontera de Senegal?”. “¿Recuerdas la celda abarrotada de cierta población sudanesa en la que también te iban a meter y te las arreglaste para salir por piernas en cuanto se descuidaron?”. “¿Recuerdas cuando, al tener una mala premonición, te negaste a cruzar el Sahara por cuarta vez y unos guerrilleros Tuareg se lo robaron todo a los amigos que sí lo hicieron, dejándoles en bolas en medio del desierto?”. “¿Recuerdas las olas llenas de plancton fosforescente rompiendo de noche sobre la playa de Varkala que parecían lava verde?”. “¿Recuerdas a los amables colombianos que vivían en medio del campo y cuidaron de ti amorosamente una noche en que te pasaste de rosca con el ron?”. “¿Recuerdas al amigo indio que te dio casa y comida durante los meses en que te quedaste con los bolsillos vacíos?”. “¿Recuerdas cierto pueblo colombiano que se hallaba en el fin del mundo y había sido tomado por unos guerrilleros montados a caballo?”. “¿Recuerdas cuando vivías con aquella tribu africana cuyas mujeres, a pesar de ser buenas musulmanas, iban con las tetas al aire y tú no sabías donde poner la mirada?”.

EL SITIO – En el pasado, cuando escribía acerca del pueblo en que vive el amigo occitano, nunca lo nombraba para mantener el anonimato, igual que hago con los nombres de la gente, y me limitaba a decir que se hallaba en la abrupta y poco habitada región del Ardéche. En esta ocasión os diré que se trata de Le Teil, y me salto mi propia regla para explicaros que en el año 2019, en el día 11 de noviembre, hubo un fuerte terremoto (de magnitud 5 en la escala de Richter) que resquebrajó muchas de sus antiguas casas. Aún se está reconstruyendo la iglesia Saint Ètienne de Melás, del Siglo VI. El epicentro se situó en la cercana aldea Quartier la Rouvière, donde había vivido durante muchos años el amigo occitano, de la que no quedó prácticamente nada. La iglesia de Le Teil es irreparable y la van a derruir un día de estos. Como resultado de todo ello, unos tres mil habitantes del pueblo se han trasladado a otras localidades.

Las poblaciones francesas tienen una clasificación de hasta cinco flores (como serían las estrellas de un restaurante) según sus zonas verdes y ajardinadas. Al llegar a ellas encuentras un cartel en el que consta: Ville Fleurie tal y cual. Aunque Le Teil no tiene ninguna flor, y en realidad es un pueblo poco agraciado, se encuentra rodeado de muchos bosques, de los que el Ardéche va sobrado. Por ello, con tan sólo salir de la población, puedo pasear bajo árboles centenarios entre los que de vez en cuando hay el símbolo del Camino de Santiago; éste también está en alguna de las antiguas callejuelas de Melás, como la Rue de la Liberté o la Rue de la Resistance. Pero actualmente han pintado una X sobre ellos porque, tras el terremoto, hay algunas casas en mal estado y consideran peligroso pasar por allí, como lo hago yo todas las mañanas en mi recorrido matinal cruzándome con contadas personas: “Bon jour”.

La novia del amigo occitano, que sigue siendo una rebelde a sus cincuenta y cinco años, hasta el momento se ha negado a ser vacunada contra la covid-19; y debido a que ahora es obligado presentar la oportuna certificación para entrar en los sitios públicos (restaurantes, discos, etcétera), ayer nos llamó desde Normandía para contarnos que así le había sucedido al tratar de visitar cierto museo: “ni, ni, ni, ni”, le dijo el portero.

Pero ella no es la única rebelde en este país en el que sus gentes siguen estando muy orgullosas de la revolución que llevaron a cabo en el año 1789. En la mayoría de comercios, para tocarles las narices a los malditos bancos, no aceptan tarjetas de crédito, y únicamente puedes pagar en efectivo: ¡Bien hecho, a la mierda con Rockefeller y compañía!

MIRA LO QUE PIENSO

  • Aunque, según tengo entendido, actualmente se incinera a la mayoría de difuntos, me pregunto si los que optan por el sistema tradicional y quieren ser enterrados, piden que les pongan el teléfono móvil dentro del ataúd: “Che, querida, te llamo desde el purgatorio”. Mi hermano y corrector le ha dado un toque de humor comentando: “Supongo que será un manos libres”.
  • El fin primordial de la crítica ¿es sentirte menos imbécil? Y el de los críticos de arte ¿es ocultarse a sí mismos que son unos artistas frustrados o fracasados?
  • Aquí en Le Teil he acabado de escribir la novela “Sin Asunto” (460 p.) que empecé el 30 de mayo del 2020 en Sauraha, Nepal, la continué en Xàbia, Alicante, y en Sentmenat, Barcelona.
  • Están los judíos y están los sionistas, que es un caso parecido al del islam como religión y el islamismo como forma política: son dos minorías que amargan a la mayoría.
  • Puedes escoger entre ser un pez de pecera o uno que migra por los mares del mundo, puedes escoger entre la seguridad o la libertad.
  • El cinéfilo que llevo dentro admira mucho a Pedro Almodóvar porque, aparte de pasármelo en grande con sus películas, me curó de mi alergia al cine español con la primera: «Pepi, Luci, Bom y otras Chicas del Montón». Ahora, al fin, Netflix ha puesto la mayoría de ellas en su catálogo y ayer me corrí de gusto viendo “Dolor y Gloria”, en la que, como ya es habitual, se lucen de verdad unos actores como Penélope Cruz y Antonio Banderas, que no me gustaron en absoluto en su versión hollywoodense. También vi por enésima vez (la primera fue en la colombiana Cali), y volví a llorar de tanto reír, “Mujeres al borde de un ataque de nervios”. Las películas de Almodóvar también me gustan porque transmiten tolerancia y amabilidad.
  • Soy más compasivo ideológicamente que sentimentalmente.
  • Yo no me caigo, me tiro.
  • La inmortal memoria musical me permite recordar a un colega que tuve cuando trabajaba en una oficina a los dieciséis años (era mi tercer empleo), quien cantaba los fines de semana en una orquesta, y su canción privada favorita decía así: “Cabrón, hijo puta, maricón, mal hombre, mira que dejarme por una mujer, me cago en tu padre y en tu puta madre, y en tu primo Enrique el que está en Santander, que cabrón, que cabrón, que cabrón…”. ¡Ja!
  • Los franceses, que son listos y precavidos, usan unas fundas especiales para esas tarjetas de crédito “modelnas” que pagan automáticamente las cantidades pequeñas al acercarlas a los aparatitos electrónicos de cobro: así evitan que si las llevas en el bolsillo trasero, por ejemplo, en el Metro, te saquen dinero sin que te enteres.
  • Recuerdos en la memoria de una joven en la novela “El Último Judío” de Noah Gordon: “Como contemplar un vasto paisaje desde la cumbre de una montaña, los objetos más próximos se veían con toda claridad, mientras que los más alejados se perdían en la remota distancia hasta convertirse en invisibles”.

Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.

La crónica cósmica, de Nando Baba
La crónica cósmica, de Nando Baba
1400 933 Toni

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