La crónica cósmica. ¡Cuánta gente y qué agobio!”

CUESTIONES POLÍTICAS – Varanasi (Benarés), Uttar Pradesh, India. Entre los cientos de templos que hay en este barrio milenario de Kashi, el principal es sin duda alguna Kashi Vishwanath dedicado a Shiva, del que las leyendas aseguran que, originalmente, lo construyó este dios con sus propias manos.

Al hallarse en medio del laberinto de callejuelas enlosadas de esa parte de la ciudad, y con el espectacular aumento de la clase media y de lo que podría denominarse turismo religioso, las últimas veces que estuve en Kashi ya se formaban colas kilométricas de peregrinos que deseaban acceder a él (valga aclarar que a los extranjeros no se nos permite la entrada).

Complicando un poco más las cosas, los apelotonados visitantes tenían que recorrer luego por esos mismos callejones la corta distancia que separa al templo del río Ganges para purificarse en sus aguas.

Pero todo cambió el día en que quien vino fue el Primer Ministro del gobierno indio señor Modi. Éste, que es un hindú muy devoto y un “poco” fanático, tuvo una idea “genial”: “Vamos a derruir unos cuantos edificios de nada y en su lugar construiremos una amplia avenida que conecte directamente el templo de Kashi Vishwanath con el Ganges”.

Nadie se atrevió a contradecirle mencionando el elevado coste de ese plan, que financiaría el gobierno, ni la cantidad de gente que sería expulsada de unos hogares en los que sus familias habían residido durante los últimos siglos.

El resultado ha sido la destrucción de doscientas cincuenta y seis viviendas y una construcción faraónica, que debe de gustar a los indios pueblerinos pero que a mí me parece una aberración arquitectónica porque su estilo no liga en absoluto con el del entorno.

De todos modos, esta no ha sido la única idea alucinante del señor Modi, pues la supera la estatua dedicada Sardar Patel, líder independentista y colega de Nehru, para quien, en 2013, hizo construir en Gujarat la que es hasta el momento la estatua más alta del mundo: ciento ochenta y dos metros.

La popularidad del señor Modi no deja de aumentar, sobre todo entre los hindúes pueblerinos. Sin embargo, mis amigos indios con un poco de cultura le ponen a parir, a él y a su partido hinduista BJP, y votan al partido del Congreso, que actualmente se halla en la oposición.

El Primer Ministro se enorgullece de que la India esté a punto de convertirse en la tercera potencia económica mundial y, asimismo, que vaya a superar el próximo año a la China en cuanto a su población; pero lo que el señor Modi no tiene en cuenta es que también ha aumentado en gran medida el porcentaje de habitantes que viven en la miseria.

Todos sabemos que esa enfermedad social llamada corrupción aqueja a muchos países, ¿verdad celtíberos?; no obstante, y como ya mencioné en alguna ocasión, lo que me asombra de la India es que esta enfermedad forma parte del sistema y se da por hecho que quienes se meten en política pretenden, más que nada, enriquecerse.

Un ejemplo que conozco personalmente de cómo funcionan las cosas en la India: un amigo mío quería lograr un curro en una compañía gubernamental y, para ello, tuvo que pedir un montón de rupias a sus familiares con las que sobornar a quien le conseguiría el cargo. Pero los créditos que iba a necesitar y los pagos bajo la mesa que haría cada vez que quiso ascender en el escalafón continuaron hasta que, llegado ya al nivel adecuado, empezó a cobrar asimismo por hacer movidas fraudulentas.

Y si eso funciona así entre los ciudadanos de a pie, ya os podréis imaginar qué sucede en las alturas. Un buen ejemplo de ello es el caso de un tipo llamado Gautam Adani, que es el mejor amigo de Narendra Modi y, “casualmente”, desde que éste ocupó el cargo de Primer Ministro se ha convertido, según la prensa británica, en el segundo hombre más rico de la Tierra. Entre sus muchos negocios está el de los medios de comunicación, y actualmente trata de convertirse en el mayor accionista del único canal de televisión indio que todavía no le pertenece, la New Delhi Television Ltd.

CUESTIONES PERSONALES – Tal como mencioné en la crónica anterior, al descender del tren en la estación de Varanasi vi más gente en un minuto que en las colinas de Kumaon durante los últimos dos meses. Cuando le dije a una amiga de aquella abrupta región que vendría a esta ciudad, exclamó: “¡Cuánta gente y qué agobio!”.

A pesar de que es realmente así, pues no deja de manar en todo momento un flujo de peregrinos que forman auténticas caravanas y la mayoría de los callejones de Kashi están abarrotados a toda hora, yo, gracias a conocer perfectamente esta zona que he recorrido docenas de veces, me las arreglo para moverme por callejas que son tan solitarias como para atemorizar a los turistas.

A los peregrinos se los distingue de la gente local porque, aparte de ir casi siempre en grupo, generalmente andan descalzos por tan sagrado lugar y, cumpliendo con el ritual, se afeitan la cabeza antes de purificarse en las aguas del Ganges.

Otra parte de ese juego turístico religioso es darse un garbeo en barca por el Ganges hasta la inmensa playa de arena blanca que hay en la orilla contraria, donde tienen la opción de montar a caballo o en camellos.

Pero lo más fuerte de ese espectáculo naviero se da al anochecer: entonces se forman caravanas de barcas que recorren el río lentamente y aparecen en escena un par de barcos de varios pisos y servicio de restaurante comparables a los que en algunas capitales europeas pasean a los turistas por sus ríos. Lógicamente, debido al barullo de tantos motores, los delfines (platanista gangética), denominados shushuk en indostano, se han largado a otros lares más tranquilos.

Por el contrario, ahora hay grandes bandadas de unas pequeñas gaviotas que siguen a las barcas, desde las que los peregrinos las alimentan.

Aunque, como os expliqué en la crónica anterior, desde mi diminuta habitación tengo las mejores vistas del Ganges y del paseo peatonal que corre junto a su cauce; tan privilegiada situación comporta que sean contadas las horas en las que reine el silencio porque, cuando los barqueros se van a la cama entrada ya la noche, todavía quedan paseantes que recorren los ghats (Shitala, Manikamika, Prayag, Dasaswamedh, Panchganga, Lalita, Manmahal, etcétera), y sus sonoras voces están acompañadas de unos grupos de tamborileros que hacen jamm sessions hasta la medianoche: ¡Estos indios están locos! ¡Ja! Pero no habíamos terminado, pues los peregrinos madrugadores ya aparecen bajo mis ventanas de negra madrugada y sus rezos se meten en mis sueños para que no olvide que me hallo en el mayor centro religioso de tan religioso país. 

Tengo que añadir que esas pequeñas molestias no han sido óbice para que esta habitación de la Sun Rise Lodge me haya encandilado y, en mis próximas visitas a Varanasi, trataré de hospedarme en ella. Un detalle ecológico de mi gusto es el filtro de agua que hay en la recepción de la pensión, que me permite rellenar la botella en vez de colaborar a cubrir nuestro mundo con más plástico. 

En cuanto al significado de la palabra ghat, de la que no hay traducción al castellano, le pregunté al respecto a mi culto amigo el señor Lobo de Kumaon (el hombre que soluciona problemas), quien, tras hojear varios diccionarios indostanos e ingleses, me dijo que la traducción más apropiada de gaht sería “pasos que llevan al agua”. En las ciudades como Varanasi, los ghats están formados por escalinatas que descienden hasta el cauce del río. Pero también existen en Kerala los Ghats Occidentales (Western Ghats), que son las formaciones montañosas que se hallan por encima de las Backwaters y de las costas del Mar de Arabia.

PASO A PASO – Gambia, África Occidental, 1987. Continúa de la crónica anterior. Un atardecer, mientras estaba sentado en el jardín frente a mi bungaló del Senegambia Club Hotel, entablé conversación con mi vecino. Era un hombre de cabello blanco y edad indefinida que provenía de la Selva Negra alemana. Se llamaba Rainer y era maestro de escuela retirado. A pesar de la diferencia generacional, no se asustó de mi aspecto ni de los porros de marihuana. Él se demostró como el perfecto confesor para alguien como yo que llevaba demasiadas semanas estando faltado de uno.

Mientras le hablaba de mi estancia en la aldea de Kerr Seringg y le asombraba que mi dinero se había terminado varias semanas antes, pasó frente a nosotros un pájaro del tamaño de una mariposa y de color verde eléctrico, seguramente de la familia de los colibríes, que iba metiendo su largo pico en las flores.

Después de ver partir a aquella maravilla de la naturaleza, le dije a Rainer: “Los occidentales creemos ser muy libres porque vivimos en países donde nos permiten votar y escoger entre media docena de caminos a seguir, pero yo solamente comprendo lo que significa ser realmente libre si me halló entre estos africanos porque, a pesar de tener poca libertad política, interiormente no están domesticados como nosotros, el sexo no es un tema tabú y sus mentes son como la de este pájaro que acaba de pasar. Si en Europa intentase ser realmente yo mismo, seguro que me meterían entre rejas.

¿Sabes?, debido a mis creencias, siempre digo la verdad, pero hay un par de aspectos sobre mi persona en los que, de alguna manera, miento. Uno es cuando me hago el listo y dejo que los demás crean que sé más de lo que en realidad sé, una habilidad que jamás me ha aportado nada, sino es para quedar a veces como un gilipollas. Del otro, que representa la cara contraria de la moneda, sí que he sacado mucho partido; es cuando me hago el tonto, pues tengo la victoria asegurada porque nadie se resiste a los encantos de mi tontera”. 

Después de escuchar tantas historias sobre Gambia, una mañana Rainer me pidió que le llevara a dar una vuelta por Kerr Seringg. Al poco, mientras nos preparábamos para partir, llegó el muchacho que se encargaba de limpiar las habitaciones y el alemán tuvo la primera sorpresa al ver que me entregaba un par de cigarrillos. Después, por la playa, otro joven se acercó para darme un dalasi (moneda local). Culminando el asombro del alemán, cuando llegamos a la aldea y nos cruzaron con el bueno de Mustafá, éste me regaló una preciosa camiseta que había pintado para mí. En cada ocasión sonreí y dije: “Gracias, hermano”. 

Fuimos a visitar a Pa y a Modu y nos invitaron a ir con ellos a un bautizo familiar. La fiesta empezó con el sacrificio de un pobre cabrito, del que se entregó la sangre a la Tierra haciendo un agujero en el suelo. Una mujer tañía una campanilla, el abuelo del recién nacido rezaba y un coro de mujeres cantaba y danzaba alrededor del bebé; me fijé en que la piel del pequeño era blanca, y Pa me explicó: “Como puedes comprobar, nuestra piel se oscurece más adelante”. Yo provoqué una carcajada general añadiendo: “Como vuestra conciencia”. De regreso hacia el Senegambia, Rainer me confesó: “He aprendido más de este país pasando un día contigo que en las otras tres veces que había venido”

Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.

La crónica cósmica, de Nando Baba
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1400 933 Nando Baba

Nando Baba

Escritor y viajero. No te pierdas las crónicas cósmicas de Nando Baba.

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