La crónica cósmica. Sauraha se va desvaneciendo…

SOLO EN CASA 2 – Sauraha, Nepal. Cuando alguien se dispone a emprender por primera vez un viaje a uno de mis lugares favoritos, como por ejemplo la India, Nepal o Malasia, comparto empáticamente su ilusión imaginando qué sentirá al poner los pies en esa parte del mundo.

Aunque en sentido contrario, o sea viajando de Oriente a Occidente, es el caso de Ranjana, la joven nepalesa que ha estado cuidando de mi estómago cada vez que me he dejado caer por Sauraha durante los últimos catorce años, quien ahora, en estos mismos instantes, y tras solventar una auténtica carrera de obstáculos burocráticos, por primera vez estará volando en un reactor, con su marido catalán, hacia Barcelona, donde planean pasar las Navidades y hacer un poco de turismo.

¡Cuánto alucinará desde que el avión despegue y cómo la asombrarán todas las cosas, para ella insólitas, que verá en mi tierra, desde las prendas que viste la gente a los edificios, las tiendas y las calles en las que, al contrario que aquí en Nepal, los conductores, obedeciendo perfectamente las normas de tránsito, circulan por la derecha. Y acerca de la comida, ¡qué sinfín de platos desconocidos probará!

En este aspecto, al ser ella adicta a la manduca picante como todos sus compatriotas, no me extrañaría que hubiese incluido un paquete de chilis en su equipaje.

Sí, seguro que al principio se sentirá un poco perdida, pero desciende de una familia de mujeres guerreras, como su madre, que a pesar de ser una vieja campesina, cuando viajó a Bélgica para visitar al mayor de sus hijos, logró sobrevivir a la locura de los grandes aeropuertos, a los funcionarios de inmigración y a las puertas de embarque. ¡Qué lo goces mucho, buena amiga Ranjana!

Al partir mis anfitriones di por sentado que, igual que el verano anterior en la malaya Park Lodge, me quedaría solo en casa como amo y señor de este resort llamado Tharu Lodge. Pero enseguida comprobé que mi prevista soledad había sido solamente un sueño; en cuanto partieron Ranjana y su marido, apareció una docena de sobrinos de ella que, a pesar de cuidarme respetuosamente, han arrasado con la calma habitual de este lugar.

Tampoco es que me preocupe porque mi visado nepalés está a punto de expirar y también yo estoy preparando el equipaje.

Al hablar de tranquilidad, tengo que decir que la de Sauraha se va desvaneciendo paulatinamente debido al constante aumento del tráfico rodado, con el barullo de sus motores y sus bocinas, entre el que me debo mover cuando, al atardecer, voy a la casa del Señor Tolstoi con el tablero de backgammon bajo el brazo.

Lo que me preocupa del tránsito es que los rápidos vehículos compartan la calle con los niños y los animales que todavía continúan paseando y jugando en ella. Mientras tomo el chai del desayuno en un chiringuito del centro, todas las mañanas veo pasar a cuatro gansos jovencitos que hacen un completo recorrido de los alrededores como si marcasen territorio igual que los perros.

En los últimos años, varias veces he pensado cambiar Sauraha por alguno de los lugares a los que la gente local compara con la Sauraha de hace un par de décadas, pero al fin siempre regreso porque, además de desear ver a mis amigos y pasar buenos ratos con ellos, la Tharu Lodge con su precioso jardín, y la Cabaña del Oso Perezoso en la que habitualmente me hospedo, quizás sea la mejor de mis distintas residencias.

NEPALIDADES – Los occidentales que en sus países de origen dejarán siempre la propina obligada, ya sea en los bares, en el restaurantes o en los hoteles, incumplen esta norma cuando viajan a la India o el Nepal, a pesar de que los camareros y demás sirvientes cobran unos sueldos miserables y unas rupias extra representarían una buena ayuda. Añadidle a esto que, para la gente de esta tierras, dispensar una propina equivale a desearles buena suerte.

En la crónica de hace un par de semanas se me quedó en el tintero contaros cuatro detalles de la fiesta familiar de Diwali a la que me invitaron Narmada y Shankar: mientras yo estaba sentado en el suelo sobre una esterilla de paja junto a Shankar y a su cuñado Arún, Narmada, salmodiando un mantra, nos pintó un delicado tilak en la frente y nos colocó una guirnalda de flores en el cuello.

Luego nos arrojó unos puñados de pétalos por encima, nos roció con agua bendita y nos sirvió anacardos y cerveza. Después sus hijas y sobrinas danzaron una especie de conga a nuestro alrededor cantando salmos sagrados.

PASO A PASO – Koh Phangan, Tailandia. Otoño de 1987. Continúa de la crónica anterior. Mis solitarias rutinas en aquella preciosa isla sin carreteras ni tráfico se alteraron varias semanas después cuando, en una tarde lluviosa, la barca del pescador que venía de Koh Samui depositó cerca de la arena a dos holandeses de muy distinto aspecto y edad.

Uno de ellos se llamaba Hans, tenía treinta y cuatro años, el pelo rubio y ralo, la mirada cínica, y su única ocupación desde que abandonara los estudios y empezara a cobrar la generosa ayuda social de su país había sido viajar.

Su compañero, diez años más joven, se llamaba Ulmo, era alto y bien parecido, y llevaba el pelo castaño perfectamente cortado y peinado, algo que, junto con su inequívoco rostro de los Países Bajos, le ayudaba a tener un aspecto tan europeo como para que yo, en cuanto llegó a mi lado, le comentara acertadamente: “Apuesto a que esta es la primera vez que abandonas Europa”.

Ulmo, Hans y yo nos convertimos en inseparables. Un trío que se transformó en cuarteto al juntársenos un joven británico, amable, rubio, de rasgos aristocráticos y de nombre Robert, que aun siendo alto no lo parecía a causa de su timidez.

Robert se presentó explicando un curriculum personal muy curioso: “Mi padre es inglés y mi madre finlandesa, pero gracias a que pertenecen al servicio diplomático yo nací en Egipto, crecí en Malta y he cursado estudios en La Sorbona”. Continuará.

MIRA LO QUE PIENSO

  • Dostoyevski escribió: “No persigo honores ni los acepto, y no deseo treparme a las estrellas para orientarme.
  • Dicen los psicólogos que es sano hablar solo, algo que los nepaleses hacen continuamente.
  • Al ser atropellado y noqueado en Malasia por un automóvil, comprendí lo fácil que era morir, y me gustó.

Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.

La crónica cósmica, de Nando Baba
La crónica cósmica, de Nando Baba
1400 933 Nando Baba

Nando Baba

Escritor y viajero. No te pierdas las crónicas cósmicas de Nando Baba.

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