La crónica cósmica. Si os dejáis caer por Sauraha

LA ESCAPADA – Sauraha, Chitwán, Nepal. La vida de los animales domésticos será mala o peor dependiendo de la insensibilidad y el sadismo de sus amos. Aparte de que la falta de libertad ya ha de parecerles horrorosa, en muchos casos su existencia alcanza el nivel de un auténtico suplicio.

En la cafetería donde tomo el chai del desayuno hay un loro que permanece continuamente encerrado en una jaula de pocas dimensiones desde la que ve pasar a bandadas de loros volando que felizmente recorren la jungla en busca de sus frutos preferidos. Todos los años, cuando regreso de mis viajes, le miro a los ojos y cínicamente le pregunto: “¿Todavía sigues aquí?”.

Los elefantes domésticos reciben muchos palos y pocas caricias. Mas lo peor de su situación es que, en algunos casos, permanecen casi constantemente encadenados e inmovilizados.

En el templo de Guruvayur de Kerala, al sur de la India, tienen cincuenta espectaculares machos de largos colmillos a los que sólo liberan de sus cadenas durante las celebraciones religiosas, el resto del año lo pasan maniatados sin tener siquiera un techo que los proteja del achicharrante sol tropical de aquellas tierras. Puro sadismo, ¿verdad?

El caso más triste del que yo haya tenido noticias fue el de una elefanta de sesenta y dos años, que acaba de fallecer en la ciudad india de Agra, a la que cegaron y obligaron a pasar la vida recorriendo las calles pidiendo limosna a los turistas; sólo fue rescatada poco antes de morir. Descanse en paz.

En el caso contrario se halla el elefante del templo Janardhana Swamy de Varkala, también en el estado de Kerala, al que miman amorosamente y, además de ser alimentado con sus frutos y cereales preferidos, lo llevan todos los días hasta un arroyo (sin cadenas ni palos de por medio) donde se acuesta para que sus dos cuidadores lo refresquen y masajeen con cáscaras de coco.

A los elefantes domésticos de Sauraha, que suman casi un centenar, los tratan fatal unos palurdos; solamente dejan de martirizarlos si hay turistas por los alrededores que puedan grabarlos y colgar tan tristes imágenes en internet. Cuando regreso de noche a mi cabaña por las solitarias calles de esta población, muchas veces me horrorizo al ser testigo de como apalean sin compasión a alguno de ellos; por lo que no diré que me entristezca cuando a uno de esos sufridos paquidermos se le cruzan los cables y mata al sádico de turno.

¡Si os dejáis caer por Sauraha no hagáis la estupidez de dar un paseo por la jungla montados en esos pobres elefantes!

El título inicial de esta crónica, “La escapada”, tiene que ver con el simpático incidente que ocurrió anoche cuando apareció en escena el elefante Ronaldo, macho salvaje que se ha ganado una merecida fama por las trastadas, e incluso las muertes, que ha dejado repetidamente a su paso.

Pero anoche no iba en plan guerrero, sino de Don Juan, pues lo que hizo fue entrar en el patio en que permanecían presas dos elefantas domésticas a las que liberó arrancándoles con su trompa las cadenas que las mantenían esposadas. Supongo que ellas se quedarían desconcertadas y se enamorarían de él: “¡Es mi héroe!”

Luego se las llevó de parranda a la jungla, donde pasaron el resto de la noche a su aire. Pero, claro, al haber nacido y permanecido siempre cautivas, de mañanita regresaron al cubil y aceptaron pasivamente que las encadenasen de nuevo.

MIRA LO QUE MIRO – Una mamá rinoceronte estuvo pastando por la pradera que hay junto a la casa de mi amigo ruso, el Señor Tolstoi, acompañada de su “diminuto” hijo.

Una hormiga grandota huyó apresuradamente al cruzar sus pasos con una pequeñita que le habría rajado la barriga, como hacen a veces los pigmeos del Serengueti con los elefantes que desean cazar.

La que también salió por piernas fue una araña de buen tamaño a la que atacó una especie de avispa, pequeña y negra, que la estuvo persiguiendo un buen rato mientras ella trataba de escabullirse entre las cañas de bambú; al fin la avispa le dio alcance y la mató clavándole su aguijón; después la arrastró hasta su escondrijo entre unas piedras.

Me mostraron una grabación igual de dramática en que la que se veía una serpiente pitón, de un par de metros, que cazaba y se tragaba una de las muchas ranas que corren por aquí. Hay otra rana a que ha escogido residir en la piscina, que está junto a mi cabaña, en la que puede nadar a gusto y hartarse de comer los muchos insectos que caen en ella.

PASO A PASO – Koh Samui, Tailandia. Otoño de 1987. Continúa de la crónica anterior. A pesar de haber planeado dirigirme hacia la isla de Koh Phangan, las circunstancias se encargaron de llevarme a la turística Koh Samui.

Después de pasar la noche dando incómodas cabezadas en el lujoso autocar, que incluía el servicio de una hermosa y sonriente azafata, al llegar de madrugada al puerto de Sura Thanni me enteré de que debería esperar hasta el atardecer para conseguir un transporte hacia Koh Phangan. Después de observar a mi alrededor decidí que no me apetecía pasar el día allí.

Unos minutos más tarde, cuando reflexionaba acerca de este tema con un vaso de té en la mano, apareció junto a mí Mauro, el italiano que había conocido en Bangkok. Cuando le conté lo del transbordador, me aconsejó: “El primer barco hacia Koh Samui sale dentro de diez minutos y el trayecto es mucho más corto que el de Koh Phangan. Si quieres venir conmigo, a media mañana estaremos instalados en unas cabañas muy tranquilas que hay frente a la playa de Bophut, que precisamente mira hacia Koh Phangan”.

Efectivamente, siguiendo a aquel italiano con cara de malo y corazón de buen samaritano, antes de que el bochorno diurno alcanzase su cenit ya estaba alojado en una amplia y confortable cabaña.

Aunque Koh Samui fuese una isla renombrada por sus maravillas naturales, Bophut y sus alrededores no era nada del otro mundo; quizás gracias a esto gozaba de gran tranquilidad y aislamiento. La familia que llevaba el negocio estaba compuesta por un padre muy bromista, una madre que cocinaba divinamente, un hijo de veinte años, que hacía las veces de director, y su preciosa hermana de dieciocho que no se avergonzaba de mostrar lo enamorada que estaba de un huésped australiano.

El trayecto desde el puerto lo habíamos recorrido amontonados en la parte trasera de una de las pickup que servían de transporte público. La carretera, estrecha y bordeada de verde espesura, se dirigía hacia los puntos más turísticos y se hallaba muy transitada, tanto por vehículos parecidos al nuestro como por motocicletas.

La decepción ante aquel lugar, que no resplandecía tanto como había esperado, duró el tiempo justo en que Mauro tardó en liar y encender un porro de maría. En esta ocasión me apunté para probar, por primera vez, los famosos “thai sticks”.

En cuanto hube pegado la primera calada el mundo cambió instantáneamente. El mundo y yo incluido. Si es cierto que realmente sólo vivimos lo que sentimos, yo, por obra y gracia de la fuerte maría local, estaba experimentando de nuevo las agradables y divertidas sensaciones que gozara la primera vez que había probado el cáñamo.

Mauro, sonriendo, me vio partir por la playa, cantando horrorosamente y persiguiendo ahora a una bandada de gaviotas, para después saludar riendo a unos pescadores que me respondieron de la misma manera. Continuará.

Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.

La crónica cósmica, de Nando Baba
La crónica cósmica, de Nando Baba
1400 933 Nando Baba

Nando Baba

Escritor y viajero. No te pierdas las crónicas cósmicas de Nando Baba.

Artículos por : Nando Baba

Dejar una Respuesta

Start Typing

Preferencias de privacidad

Cuando visitas nuestro sitio web, éste puede almacenar información a través de tu navegador de servicios específicos, generalmente en forma de cookies. Aquí puedes cambiar tus preferencias de privacidad. Vale la pena señalar que el bloqueo de algunos tipos de cookies puede afectar tu experiencia en nuestro sitio web y los servicios que podemos ofrecer.

Por razones de rendimiento y seguridad usamos Cloudflare.
required





Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar nuestros servicios y mostrarte publicidad relacionada con tus preferencias mediante el análisis de tus hábitos de navegación. Si continuas navegando, consideramos que aceptas su uso. Puedes cambiar la configuración u obtener más información aquí