ZEN Y EL ARTE DEL MANTENIMIENTO DE LA… CABAÑA – Colinas Kumaon, Uttarakhand, India. ¿Recordáis la genial novela de Robert M. Pirsig, Zen y el arte del mantenimiento de la motocicleta? Cómo olvidarla, ¿verdad? Ayer pensé en el Zen mientras leía en este mismo blog la Crónica de un retiro Zen en las montañas Chichibu que escribe Rubén, un español afincado en Japón.
En ese artículo habla de los días que estuvo haciendo meditación en un monasterio. Entre todas las actividades que llevaban a cabo según los rituales Zen también se encontraba la de hacer limpieza general.
Yo hago igual todas las mañanas y, después de ducharme tras echar una larguísima meada, prueba del buen estado de mi próstata (gracias, chili), me gusta ordenar y barrer la cabaña en que me alojo; lo llamo el yoga de la escoba. Luego, prendo una varilla de sándalo y realizo una ceremonia espiritual, de mi invención, que incluye recordar uno por uno a mis queridos difuntos; de los que, maldita sea, cada vez hay más.
A continuación llega el gran momento de abrir la puerta y salir al jardín para comprobar si los monzones están dando caña o amenazan con hacerlo. ¿Paraguas, chubasquero…? En estas colinas estamos teniendo unos monzones atípicos, pues llueve poco y lo hace casi siempre de noche.
El servicio metereológico se equivoca asegurando diariamente que habrá lluvias torrenciales y, para beneplácito del hijo y la hija de esta casa, las escuelas permanecen cerradas.
Dos kilómetros de paseo bajo la arboleda me llevan a la cafetería en que todas las mañanas tomo dos chais desde los tiempos en que llevaba el negocio el abuelo y el fuego era de leña. Ahora funciona con gas, pero la cafetearía sigue sin tener agua corriente ni cañerías.
Su hijo, que será pronto abuelo, aparte de servirme el chai, me invita a fumar un porrito de costo liándolo en un bidi. Ayer me preguntó dónde había ido desde que me marché de aquí la última vez, y respondí: “La misma rutina de siempre, fui al Nepal, a Odisha, a Tailandia y a Laos”.
No pensé lo que decía (pero dije lo que pensaba), y solamente después me planteé que, posiblemente, aquel hombre no habría salido nunca de estas montañas y que, al denominar mis correrías de rutinarias, podría creer que me mofaba de él.
El precio del chai sigue invariable, 10 rupias (que serían doce céntimos de euro). Nada sorprendente porque, según creo, el azúcar y el té están subvencionados, y la leche la pone la vaca de la familia a la que alimentan con el forraje que recolectan gratuitamente en el bosque.
De regreso a casa me detengo en el aislado comercio de mi amigo Govinda para recoger los dos litros de leche que consume diariamente la familia brahmán con la que convivo. Ellos me miman mucho y, si me ven un poco pachucho, lo hacen de una forma exagerada. Me pesan todos los años para comprobar si he ganado kilos y se desesperan si es al contrario.
Tanto mi anfitrión Sony como su esposa Uma se precian de sus conocimientos de medicina ayurvédica, y me dan todo tipo de consejos al respecto.
En cuanto a la dietética, tienen unas ideas muy curiosas: si has comido carne o pescado es fatal beber leche. Igual sucede con la cerveza, aunque sólo hayas tomado unos tragos varias horas antes. ¡Ah, y el té provoca dolor en las articulaciones! ¡Ja, son maravillosos!
PASO A PASO – Brasil, verano de 1988 (invierno austral). Continúa de la crónica anterior. Rasta y yo nos despedimos de nuestros nuevos amigos para dirigirnos a Río de Janeiro. El peruano Julio Alejandro nos aconsejó: “En este país reina una absoluta libertad sexual que os permitirá follar como locos. Además encontraréis muchas chicas dispuestas a compartir vuestra cama si las invitáis simplemente a una cerveza. Pero deberéis estar al loro con las mujeres a las que llamamos pirañas porque os acabarán vaciando los bolsillos”.
Siguiendo mi fórmula habitual, había aterrizado en el Brasil sin una guía de viajes ni tener la mínima idea de adónde dirigirme. Pero, siguiendo también mis costumbres, le pedí a Julio Alejandro que me diese el nombre de tres lugares bonitos y tranquilos de Brasil. Después de pensarlo unos momentos nos dijo: “Trancoso está cerca de Porto Seguro. Tomando un barco en Valença llegaréis a Morro de Sao Paulo. Y desde Fortaleza podéis ir a Jericoaquara”. Cuando más tarde miramos el mapa del país comprobamos que el peruano había dado forma a un periplo de varios miles de kilómetros.
Río de Janeiro. Al poco de poner los pies en la capital del estado, Rasta y yo empezamos con nuestras absurdas discusiones: “Vayamos hacia la derecha”. “No, a la izquierda”. “Allá”. “Acá”. Claudiqué en medio de nuestro continuado berrinche: “Tú mandas. Yo te sigo”.
Poco después nos instalábamos en una habitación del fino Hotel Copacabana Diplomata que tenía desde televisor a caja de caudales, así como un frigorífico lleno de cuanto pudiéramos desear: gran contraste con la sencilla vivienda de Julio Alejandro en la que dormíamos en el suelo.
Debido a la constante devaluación del cruzeiro, en los noticiarios brasileños se anunciaba tanto el precio oficial como el del mercado negro de las divisas extranjeras. “Me encanta este país”, dije mientras llamaba por teléfono a la recepción del hotel y mantenía esta conversación: “Deseamos cambiar unos dólares”. “¿Cuántos?”. “Trescientos”.
Un cuarto de hora después se presentaba en nuestra habitación un elegante joven cargado de billetes de cincuenta mil cruzeiros. Una vez terminada la operación comercial, se despidió diciendo: “Si necesitan algo más, sólo tienen que pedirlo. Nuestras oficinas están cerca y permanecen abiertas las veinticuatro horas”. Continuará.
MIRA LO QUE PIENSO – Entre mis limitados dones está el de ser un confesor nato, sobre todo de mujeres. De joven, incluso hubo algunas familiares, y ahora hay varias amigas indias. Cumplo de maravilla con mi cometido permaneciendo en silencio mientras las escucho atentamente, sin expresar opinión alguna, especialmente cuando me cuentan los inevitables líos de pareja. De opinar, estaría tomando partido y me metería en un berenjenal poco apropiado para un buen confesor.
Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.
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