La crónica cósmica. Un coco, 50 céntimos

¿UNAS CIFRAS? – Konark, Odisha, India. Por lo general, cuando me dedico a juntar palabras, no me gusta mezclar números entre ellas. Al contrario que con los textos, nunca he sentido simpatía por las matemáticas, que me parecen engreídas e intransigentes como un militar: 2 y 2 son 4, y punto.

Pero en esta crónica he decidido hacer una excepción porque, igual que con la imagen que vale más de 1000 palabras, unas cifras pueden multiplicar vuestras imágenes mentales. Sirva de ejemplo la acuarela mental que hemos creado juntos (¡qué buen equipo el que forman el autor y los lectores!).

Aunque durante las últimas semanas os haya estado contando muchas cosas acerca de Konark, el sitio en que me hallo, junto a la Bahía de Bengala, ganará perspectiva si digo que hoy, en pleno invierno, la temperatura oscila entre un mínimo de 19 grados y un máximo de 26.

Puestos a informar del tiempo, añadiré que en Sauraha, mi ciudad predilecta de Nepal, actualmente tienen una temperatura mínima de 9 grados y una máxima de 21, y que en mis queridas Colinas Kumaon al norte de Nueva Delhi están entre 6 y 15 grados. Lo que tienen en común estas tres zonas es la neblina matinal que en invierno retrasa la aparición del sol.

La principal razón de toda la parrafada anterior es orientar un poco acerca de los precios del mercado a quienes tengáis intención de dejaros caer por esta parte del mundo, léase la India y Nepal, pues, aunque en los blogs para viajeros aportarán información de todo tipo, difícilmente os explicarán cuánto cuesta, pongamos por caso, un melón o un refresco.

Con el fin de facilitar vuestros cálculos, os daré de forma aproximada algunos precios en euros. ¿Vamos allá?

El precio de la entrada para ver el Templo del Sol aquí en Konark es de 50 céntimos de euro para los indios y de 4 euros para los extranjeros.

El recorrido de 7 horas en autocar desde Sauraha a Katmandú, 7 euros. El vuelo de 75 minutos con la compañía VISTARA de Katmandú a Nueva Delhi, 92 euros. El de IndiGo desde la capital india a Bhubaneswar, de 95 minutos, 90 euros.

El taxi con el que recorrí los 52 kilómetros desde esa capital de Odisha a Konark, 21 euros. En cuanto al hospedaje, las habitaciones dobles con a/c y agua caliente en la Tharu Lodge de Sauraha cuestan 8 euros. En la Green House de Katmandú, 7. En la Labanya Lodge, donde estoy ahora, 13 euros diarios o 250 mensuales.

Lógicamente los precios varían si en vez de quedarte 2 o 3 días en una pensión les dices que permanecerás allí 3 meses. Con más razón varían si se trata de un antiguo y viejo cliente que casi es como un familiar.

Acerca de la alimentación y los vicios, un plato de maíz hervido, desgranado y salteado de especias, cuesta 12 céntimos de euro. El arroz frito con verduras o pollo, 1 euro y 20 céntimos.

El thali, que es un plato vegetariano combinado que incluye todo lo imaginable, 1 euro y 40 céntimos. Un coco, 50 céntimos. Un chai o un paquete de bidis, 9 céntimos. 25 gramos de maría, 6 euros. El kilo de mandarinas, 70 céntimos. La droga legal llamada paan que consume todo el mundo, 4 céntimos. La petaca de 360 cl de buen ron añejo, 4 euros.

Terminaré este servicio informativo diciendo que mi presupuesto mensual es actualmente de 300 euros.

PASO A PASO – Bahía de Railay, Krabi, Tailandia. Otoño de 1987. Continúa de la crónica anterior. Al desembarcar, y llegar frente a la media docena de cabañas destinadas a los turistas, el encargado nos dijo que se encontraban todas ocupadas, Sin embargo, al observar nuestra facha de trotamundos, añadió: “Si os interesa, puedo alquilaros a muy buen precio una cabaña de pescadores. Se halla a cinco minutos, hacia el interior del bosque. Es muy simple, no tiene camas ni mueble alguno, pero mucho espacio”.

Era una casa de madera, rodeada por la jungla, cuyo único inconveniente estaba en su tejado de zinc, que durante el día se calentaba una barbaridad, pero su tranquilidad nos fascinó.

La vivienda se hallaba levantada sobre una docena de zancos, asentados sobre cuencos, que llenándolos de agua y la aislaban de las hormigas. Mediría unos diez metros de largo por cuatro de ancho. Se entraba a ella trepando por una frágil escalera. Lógicamente, no tenía electricidad, y el servicio de agua era el más corriente en aquel país: los frecuentes chubascos se encargaban de llenar una gran tinaja, que la mantenía milagrosamente fresca.

El interior de la cabaña estaba formado por una amplia estancia que encerraba una habitación pequeña; habitación en la que Hans se instaló. Había tres ventanas con postigos, pero sin cristales. En un extremo se encontraba la parte que, de haberla, hubiese servido de cocina. Desde un fregadero de madera partía un canalón de bambú que desembocaba en la espesura exterior. Tal como comprobaríamos posteriormente, aquél servía de pasarela a una gallina solitaria que entraba diariamente en la vivienda para poner, en una lata abandonada, un huevo que no se molestaría en empollar.

Mientras elegíamos dónde instalar nuestras colchonetas y las mosquiteras, la positiva opinión fue unánime. “Imposible de mejorar”, dijo el maltés Robert. “¡Un encanto!”, exclamó el holandés Ulmo. “¡De puta madre!”, añadí yo. Sólo faltaba el veredicto del guía Hans, quien comentó: “Y además, hemos logrado algo cada vez más difícil en Tailandia, no sentirnos unos putos turistas aburguesados”.

De todas maneras no fue hasta que empezamos a rondar por los alrededores cuando descubrimos todas las virtudes de nuestro nuevo domicilio. Si marchábamos hacia la derecha nos hallábamos a cinco minutos escasos de la playa y de sus servicios de restaurante, tienda y bar.

De tomar la dirección contraria, nos adentrábamos, por un lado, en la jungla, y por el otro llegábamos una de las partes de la costa cubierta por los manglares. Lugares en los que, aparte de grandes mariposas y pájaros exóticos, no encontrábamos a nadie. Continuará.

MIRA LO QUE PIENSO

  • Hacerse selfies es igual de enfermizo que prestar demasiada atención al espejo.
  • Lo mejor se convertiría en lo peor si fuese para siempre.
  • Qué suerte no tener en cuenta la opinión de los demás acerca de mí, pues así no me deprimo. ¡JA!

Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.

La crónica cósmica, de Nando Baba
La crónica cósmica, de Nando Baba
1400 933 Nando Baba

Nando Baba

Escritor y viajero. No te pierdas las crónicas cósmicas de Nando Baba.

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