El ‘hundimiento’ de Bangkok, ¿qué futuro le depara a la capital siamesa?

Bangkok es una ciudad que puede presumir de despertar romances como si en lugar de ser acero y hormigón tuviese cuerpo de amante de carne y hueso. Algunos la repugnan, claro. Pero muchísimos tienen un flechazo con la ciudad que los enamora locamente, y desde entonces solo pueden pensar en residir en ella. Se les ilumina la mirada cuando hablan de sus bondades y lo dejan todo por vivir entre sus brazos de rascacielos.

Al cabo del tiempo, como ocurre con tantos otros romances, muchos de estos apasionados por la capital tailandesa les ven las costuras a la ciudad y dejan de perdonarle sus imperfecciones. Otros se cabrean y la critican o incluso la maltratan, pero nunca con el necesario valor para dejarla.

Así le reciben a uno en una ferretería del centro de Bangkok. El tipo de estampa que hace única a la ciudad.

Y sin embargo, Bangkok se hunde y cada día que pasa es menos la ciudad que era. Literalmente. Porque el progreso desmesurado al calor del inmisericorde capitalismo asiático está sumergiendo cada año una ciudad que históricamente se construyó sobre canales.

Las mastodónticas infraestructuras que se han levantado en la última década y el auge de un sector inmobiliario en plena borrachera inversora por la intervención china para crear una burbuja que enriquezca -nuevamente- a los más pudientes han contaminado los cielos de la capital siamesa y están sumergiéndola en los canales que antes la arropaban. Además de hacer la vida más dura para los siameses.

Los canales es la única zona de la capital donde no se permite la construcción de rascacielos.

El titular que encabeza estas líneas puede parecer tremendista, pero hay que decir que ciertamente Bangkok no es una ciudad sentenciada. Lo que sí es cierto es que se hunde: cada año un par de centímetros o tres, lo que no parece mucho, pero que podría hacer que buena parte de la ciudad estuviera bajo el mar en una década o dos, según varias organizaciones, como la consultora Verisk Maplecroft. Y mi barrio, al lado del río, es uno de los más afectados. Para más inri, dicho distrito es también el más humilde de la capital.

Khlong Toei, junto al río, es una barriada donde con poca lluvia se inundan plazas y calles.

El posible hundimiento es doble, ya que lo mismo que sumerge a la ciudad hacia el subsuelo hace que las vidas de los más desprotegidos se vuelvan más difíciles. Y será complicado revertir esta situación, ya que el enamoramiento que produce Bangkok -ese que comentábamos al principio- ahora encandila a las nuevas generaciones de asiáticos pudientes que desean transformar la capital en su patio de recreo.

Pero que no cunda el pánico. La embarazosa situación de Bangkok es algo por lo que muchas ciudades han pasado y suele significar más una transformación que un desastre.

De la Venecia de Asia a la megalópolis del sureste

Asia es caótica. Y esa es parte de la gracia, sobre todo para los que odiamos el orden y la rectitud. Las ciudades se desarrollan al tuntún sin que haya planes urbanísticos ni demasiados miramientos. Un tipo puede montar una barraca y vender chatarra al lado de un centro comercial de lujo, por ejemplo. Lo de mantener una imagen que no desentone con tu entorno no se plantea.

El fenómeno del caos es muy visible en las capitales del sureste asiático, al menos donde no hubo interferencia occidental. Y por eso en Filipinas se plantea el Gobierno abandonar Manila a su suerte, con su enjambre de suburbios sin orden, y llevarse la capital a otro lado. En Yakarta está ocurriendo algo similar.

Jeepney Manila
Una calle en el barrio de Tejeros en Manila.

Bangkok es precisamente una capital joven, ya que fue fundada por el primer rey de la dinastía Rama a finales del siglo XIX. Atrás quedó la derruida Ayutthaya, tan hecha añicos tras una guerra que era más fácil levantar una nueva ciudad central que reconstruir la antigua.

Ante la intentona de fundar una nueva capital, la monarquía consideró una buena idea moverse al este del Chao Phraya -que luego bautizarían como el río de los reyes- y construir la Venecia de Asia. La zona escogida para convertirse en la ciudad de los ángeles -nombre original de Bangkok- era un entresijo de canales que solventaba fácilmente la comunicación y el transporte: las vías y avenidas por donde moverse ya estaban hechas y eran canales llenos de agua.

Un canal en la zona de Phra Khanong, por donde los barqueros navegan diariamente.

En aquel momento tenía su lógica, ya que se evitaba el problema de moverse a través de la vegetación y podía levantarse una ciudad en un tiempo récord. Incluso construyeron los mercados flotantes -hoy en día convertidos en turistadas- para que la gente fuera allí en sus barcas como hoy en día van a los centros comerciales en coches.

Sin embargo, no se tuvo en cuenta el drama de la malaria ni la llegada del progreso. Debido al mosquito, que campaba a sus anchas entre los canales, se optó por crear carreteras y abandonar los canales a mediados del siglo pasado. El problema es que se hizo sin planificación, así que se llenó todo de hormigón y se cerraron los pasos de agua que servían para drenar el agua de los monzones hacia el río.

La zona de canales de Phra Khanong es un enjambre de edificios rodeando a los canales.

No hubo plan urbanístico en Bangkok y la ciudad se expandió de forma caótica. Se crearon avenidas principales, pero las calles que debían comunicarse internamente nunca lo hicieron, dando origen a una urbe muy característica de calles enormes. El problema es, según el historiador Roi Gavanagh, que fue como instalar estructuras pesadas en un suelo de espuma. Hace más de diez años ya se calculó que la ciudad se había hundido 15 centímetros.

Bangkok está entre medio metro y dos por encima del nivel del mar, y cada año se hunde más o menos un par de centímetros. Si todo sigue igual, en un plazo de entre diez y 50 años buena parte de la ciudad puede estar sumergida. Este proceso, además, se acelera con el desatado mercado inmobiliario que construye más y más rascacielos para vendérselos a inversores chinos, sin importar que no haya tanta gente en la ciudad para ocuparlos. Es como cargar más peso encima de esa base de espuma.

Media hora de lluvia en la época de monzones colapsa cualquier avenida, ya que el alcantarillado es insuficiente.

Este año, además, se han notado en los canales los devastadores efectos del progreso acelerado de Bangkok. El cambio climático que en el sur de Europa -tan necesitado de agua- crea una sequía tremenda aquí en el Sureste ha provocado unas lluvias monzónicas inesperadas. Bangkok ha estado parcialmente inundada en muchísimos puntos de la ciudad durante demasiados días.

El nuevo gobernador de la ciudad, Chadchart Sittipunt, que es el primer reformista alejado de los conservadores que siempre estuvieron al poder, puso gran énfasis en ver qué ocurría con el alcantarillado de la ciudad. Y descubrió que solo un 1% de los canales que llevan el agua al mar se encontraban en buen estado. ¿El motivo? El mismo que en la mayoría de males en este país, la corrupción.

Una calle en pleno centro de Bangkok, tras una tromba de agua que colapsó la ciudad un día entero.

Al otro lado de quienes avisan de este posible desastre ecológico y urbanístico están quienes creen que es una exageración y que la tecnología podrá combatir este suceso. Por supuesto, en este lado está el Gobierno y las grandes constructoras, todos los entes que se llenan los bolsillos con el imparable progreso económico de esta nación de canales sumergidos. Quizás tengan razón. O no.

Lo que es innegable es que cada año la situación es peor cuando llega la temporada de lluvias. Y precisamente en 2011 se vivieron las grandes inundaciones en Tailandia, en las que Bangkok logró salvar el tipo porque las autoridades redirigieron el agua que llegaba a la capital hacia las provincias cercanas. Ayutthaya, por ejemplo, estuvo semanas con un metro y medio de agua en las calles, lo que destrozó hogares y paralizó toda actividad.

¿Se ha hundido el buen coste de la vida en Bangkok?

La frase más habitual de quienes regresan a Bangkok tras un tiempo fuera de la ciudad es la de que todo está muy caro. Es cierto, Bangkok ya no es aquella ciudad barata de hace diez años, y los últimos cinco años los precios se han disparado. Este es el otro hundimiento de la ciudad.

¿La causa? Se dice que es el progreso. Pero los autobuses que recorren los famosos atascos de la capital siguen siendo los mismos trastos contaminantes de siempre, las ratas campan a sus anchas como antaño y en materia social el país ha involucionado desde el golpe de Estado de 2014. Encima la polución es más alta que nunca y sobre las inundaciones, bueno, pues ya hemos hablado bastante.

Un popular restaurante cerca del río ha de improvisar así cuando se inunda la ciudad. Foto cedida por Feng Zhu.

El progreso al que algunos se refieren no es otro que el fuerte aumento del PIB del país, si bien eso no se ha traducido en beneficios palpables para la gente corriente. Para las mayorías sin recursos, Bangkok es una ciudad que les hunde en su drama económico. Pero es cierto que Tailandia, gracias a la fuerte inversión china y al crecimiento desmesurado de su sector turístico -fomentado también por el país más grande del mundo-, ha llenado sus arcas de divisas extranjeras.

Dicho dinero se ha usado para comprar submarinos y tanques, cosa de países dirigidos por dictadores militares. Aunque también está la habitual creación de infraestructuras públicas, que se disparó en la última década, aunque muchos ciudadanos se quejan de que las nuevas líneas de tren son poco prácticas. Por ejemplo, movieron la estación central a un mastodonte de acero y hormigón que está ubicado a más de una hora de trayecto fuera de la ciudad. La anterior estaba en el centro. Y los trenes de media y larga distancia siguen siendo tan ineficientes como siempre.

El asunto de la marihuana legal sí que es un cambio inesperado en la ciudad.

Los precios de la comida se han disparado, como en todo el mundo. El problema es que los ciudadanos se acostumbraron antes de la actual crisis a que un restaurante de moda para las clases populares ofrezca sus platos por 12 euros. Y ahora suben precios otra vez con la excusa de la inflación. Montar en tren aéreo para hacerse media docena de paradas me cuesta más en Bangkok con mi tarjeta prepago que lo que pago en Barcelona por hacerme tres cuartos de hora en metro con mi combinado de diez viajes.

Ayer fui al que fue uno de mis bares favoritos y pedí una jarra de medio litro de cerveza local. Mientras la bebía, comentaba con los lugareños que en el Mundial de Qatar les clavan a los aficionados la locura de 14 euros por una birra. Entonces me trajeron la cuenta: diez euros por mi rubia de barril. Y eso que dicho garito es un lugar donde no van turistas. Antes de la pandemia una caña costaba la mitad.

La comida callejera en la calle mochilera de Khaosan sigue siendo asequible. La calidad ya es otro asunto.

Lo que sí es barato es alquilar un apartamento, que sigue siendo tan asequible como casi siempre. La oferta de pisos es tan amplia que eso sigue siendo un lujo muy barato en comparación con otros lugares de Asia. Lo de comprar una propiedad es ya otra historia, porque los precios están por las nubes debido a la burbuja que han creado los inversores chinos. Hay condominios de lujo en el centro de Bangkok que cuestan más que un ático en Madrid.

En parte es normal que esto ocurra en Asia, sobre todo cuando China interfiere directamente en la economía de países menos pudientes. Y sin embargo, ¿es tan negro el panorama en Bangkok? Para nada. La capital tailandesa sigue siendo una de las ciudades más fascinantes del mundo. Yo sigo viviendo en ella por decisión propia, aunque el bolsillo se resienta. El hundimiento es dramático, pero aun así Bangkok sigue siendo fascinante.

Un puesto de comida para llevar en un callejón cerca de uno de los principales canales.

Porque, como dijimos al principio, la ciudad de los ángeles es una urbe que enamora como si estuviera viva, y es que en realidad lo está. Hay lugares más limpios, otros más divertidos, también más ordenados y con un aire más limpio. Pero Bangkok tiene ese algo especial que está en el ambiente. Será el olor, esa mezcla de picantes y humos en el húmedo calor tropical de la Venecia de Asia.

A contrapelo, por Luis Garrido-Julve
A contrapelo, por Luis Garrido-Julve
1400 933 Luis Garrido-Julve
3 comentarios
  • Hacía mucho que no te leía… y es que estabas refugiado en esta página.
    Bueno, pues por aquí te seguiré. Tenemos una de esas de 10€ pendientes o de lo que quieran cobrar, que le vamos hacer. Sabía de la especulación rampante, no conocía ni el motivo ni que aún continuase pandemia mediante. Me sorprende bastante, pero hace falta personal para llenar todas esas viviendas, una cosa es la inversión y otra la ocupación. Habría que contrastar una y otra.

    Lo dicho, tenemos una cerveza (o +) pendiente y gracias por seguir estando ahí.

  • Grande Luis, muy buen artículo.

  • Excelente artículo como siempre.
    Un saludo desde Barcelona.

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