Campings, artesanos y viejitos elegantes rumbo a Tokio

Si Japón es uno de los países más llamativos del mundo a nivel turístico por su gastronomía, alto nivel de vida y mundialmente conocido por sus series manga y anime, para nosotros fue todo eso y mucho más.

Tras montarnos en el coche rosa de Reiko, nos fuimos a su casa donde no pensábamos que aquellos dos días iban a ser tan divertidos.

Coche rosa de Reiko, meses después con las nieves del invierno
Coche rosa de Reiko, meses después con las nieves del invierno

Enseguida nos pareció una persona muy cercana, amable y buena anfitriona… otra viajera del mundo que tiene mil historias que contar y que por cierto, habla muy bien español, lo cual nos facilitó mucho las conversaciones durante esos dos días.

ETAPA 5: Matsumoto – Tokio

La casa de Reiko

Una vez en su casa, nos dejó instalarnos tranquilamente, cosa que nos hizo sentir como en nuestro hogar.

El edificio, visto desde fuera parecía convencional pero al entrar te sumergías completamente en un ambiente nipón.

La sala de estar y la habitación estaban separadas por paneles corredizos, los suelos eran de tatami y la decoración daba una gran personalidad ya que se trataba de un montón de recuerdos de países en los que había estado.

También había detalles de viajeros que habían pasado por esa casa, pero lo que más nos llamó la atención de todo eso, fue la cantidad de palitos de madera con una bola encima que invadían todas las esquinas de casi toda la casa.

Nos daba tanta curiosidad, que le quisimos preguntar de que se trataba pero antes de que nos diésemos cuenta, ya nos lo estaba explicando ella.

La Kendama

Se trataba de un juguete de origen japonés, fabricado en madera con forma de martillo y que va unido con una cuerda a una bola. “KEN” significa mango y “DAMA” significa bola. Nos contó que ella trabajaba en una empresa , la cual se encargaba de organizar las competiciones a nivel mundial siendo pionera en ese sector.

Como no sabíamos mucho de que iba el rollo, nos enseñó varios vídeos donde aparecían competidores de todo el mundo e incluso en uno de los vídeos salía ella (toda una profesional de ese juego), ahora sí lo teníamos un poquito más claro como funcionaba ese juguetito.

¿Y cómo se jugaba a la kendama? Consistía en sujetar el palo con una mano dejando la bola colgando y a base de combinar varios movimientos, conseguir insertar la bola en el eje central.

Jugando a la Kendama
Jugando a la Kendama

Nos hizo una demostración y viendo con la facilidad que Reiko lo hacía, nos vinimos arriba y quisimos intentarlo. Una, dos y hasta cincuenta veces intentamos encajar esa bolita dentro del palo y nada, hasta que por fin, después de sudar la gota gorda, lo conseguimos!!!

No sabéis la emoción que da cuando lo consigues y además justo nos grabó con su teléfono, así que si alguien tiene duda que no lo conseguimos, nos escribís en comentarios y os enviamos el video, incluso nos regaló una kendama en miniatura que va en nuestra mochila a todos los lados.

Matsumoto y masterclass de cocina

Al día siguiente, después de una noche lluviosa, tuvimos la suerte de que el tiempo nos diese tregua y poder pasear por la ciudad. Visitamos el Castillo de Matsumoto, también conocido como “Castillo de los Cuervos” por su exterior de color negro, construido en 1504, una belleza en toda regla.

Castillo de los Cuervos en Matsumoto
Castillo de los Cuervos en Matsumoto

Para nuestra sorpresa y ya de vuelta a casa de Reiko, nos encontramos con una exposición de la gran artista Yayoi Kusama, famosa en el mundo por su arte abstracto, contemporáneo, feminista y pop, todo un regalazo que no esperábamos.

Exposición exterior de Yayoi Kusama
Exposición exterior de Yayoi Kusama
Detalle de la exposición
Detalle de la exposición

El plan para esa noche era hacer una cena japonesa-española, fuimos al supermercado a comprar algunos ingredientes para poder cocinar, llegamos a casa de Reiko que nos esperaba con su amiga -ellas nos enseñarían todos los pasos para elaborar una pasta fresca udon y nosotros por otro lado, haríamos nuestra famosa tortilla de patatas-.

Así que aquella última noche fue algo más que una masterclass de cocina, una experiencia única con dos japonesas que hablaban perfecto español y que nos contaron muchas anécdotas de viajes, muchas curiosidades acerca de su cultura, además de darnos muy buenos consejos para continuar nuestra ruta por su país, todo esto acompañado de muchas risas.

Después de la masterclass, cenando pasta udon
Después de la masterclass, cenando pasta udon

Rumbo a Fujikawaguichiko

Al día siguiente, con otra receta nueva en nuestro cuaderno y una mini kendama en la mochila de regalo, Reiko nos quiso acercar casi 30 kilómetros a las afueras de Matsumoto para que pudiésemos ponernos en la ruta. La intención era poder llegar al lago Kawaguichiko, situado en la ciudad de Fujikawaguichiko en el sur de la prefectura de Yamanashi cerca del monte Fuji.

Tras una despedida muy emotiva y con dos nuevas amigas en nuestra mochila, levantamos nuestro súper pulgar y como manda la tradición nuestro cartón con el nombre de nuestro próximo destino.

La verdad que el área de servicio donde estábamos era algo pequeño y no paraban muchos coches. Por suerte para nosotros y después de una espera de casi una hora, paró un chico joven que se iba a pasar el día de barbacoa con sus amigos y nos acercaría hasta otro área de servicio más grande y con más afluencia de vehículos.

No fue mucho el trayecto pero sí efectivo, ya que, aparentemente, tendríamos más oportunidades en ese nuevo lugar. Nos despedimos de este chico y aunque a nosotros por sus rasgos nos parecía chino, era japonés. ‘Arigato y foto de recuerdo”.

Primer amigo en la ruta, saliendo de Matsumoto
Primer amigo en la ruta, saliendo de Matsumoto

El viejito elegante

Sin pensarlo mucho, nos posicionamos a la salida del área de servicio aumentando al 100% nuestra visibilidad con los conductores que continuarían su viaje hacia quién sabe que lugar…

Estuvimos bastante tiempo, pero durante ese corto o largo rato (no recordamos muy bien), vimos a un señor no muy lejos que estaba acomodando su coche. Veíamos como sacaba papeles, los tiraba a la basura y abría el maletero colocando no sabemos qué, porque nuestra vista era frontal y solo veíamos las puertas abiertas del coche.

Alguno de los dos, soltó la frasecita “¿has visto?, está limpiando y acomodando el maletero para que entren nuestras mochilas” jajaja. Pues bien, seguían pasando coches por delante de nosotros y ninguno paraba, así que seguíamos observando a ese señor que por su estilo de camisa y sombrero tenía una apariencia muy elegante.

De repente y para nuestra sorpresa, vimos como el “viejito elegante” se montaba en su coche, arrancaba y se dirigía hacia nosotros parándose a la altura de nuestras mochilas. Sí amigos, y es que el señor cuando fue a tirar los papeles a la papelera que se encontraba a nuestro lado, pudo leer nuestro cartón.

Durante todo el rato que estuvo acomodando el coche fue para que nosotros y nuestras mochilas fuésemos lo más confortables posible… ¡no nos lo podíamos creer!,

Abrió el maletero para que subiésemos nuestras mochilas dentro y estaba lleno de cajas de fruta perfectamente colocadas como si se tratase de las piezas del tetris. Una vez acomodadas nos montamos los tres en el coche.

Como hablaba perfectamente inglés, nuestra conversación fue fluida. Venía de una finca de un amigo que cultivaba frutas y verduras y que cada poco hacía ese viaje para comprarle algo.

Nos preguntó que de qué país éramos y qué países habíamos visitado además de preguntarnos dónde nos quedaríamos a dormir esa noche. Nosotros le enseñamos la localización del lugar, y en ese caso, era un camping frente al lago Kawaguichiko.

Tras un largo camino y una buena conversación, frente a nosotros vimos el majestuoso Monte Fuji; era una imagen que hacía unos años que teníamos muchísimas ganas de poder ver y ese fue el momento mágico, deseo cumplido.

Como no podía ser de otra manera y al igual que en otras ocasiones, el “viejito elegante” insistió en desviarse para dejarnos en la misma puerta del camping, nos hicimos una foto con él y antes de despedirnos nos regaló una caja de ciruelas (todo un lujazo debido al precio de la fruta en Japón) de esas que llevaba en el maletero y que, cuando las probamos, nos dimos cuenta que el largo recorrido que hacía para comprarlas merecía la pena, ¡porque estaban realmente deliciosas!

"Viejito elegante"
“Viejito elegante”

Camping junto al lago

Después de un día grande, divertido y mágico, nos pusimos a montar el que sería nuestro campamento base por tres días para poder disfrutar tranquilamente y poder conocer los alrededores como se merecía el lugar.

El camping era bastante básico y los propietarios algo rancios, cosa que nos extraño después de haber visitado ya unos cuantos, pero sus vistas al lago y al Monte Fuji, lo compensaban. El clima nos respetó durante esos días pudiendo hacer diferentes caminatas por los alrededores y disfrutar del “Sr. Fuji”, un lugar tranquilo a pesar de ser un sitio turístico.

Disfrutando las vistas desde lago
Disfrutando las vistas desde lago

Pasaron tres noches y nos teníamos que ir despidiendo de los placeres de la naturaleza, del aire limpio y del silencio porque era momento de partir hacia Tokio.

Preferimos casi siempre la montaña y la naturaleza, pero reconocemos que hay ciertas ciudades del mundo que hay que visitarlas porque simplemente son espectaculares y para nosotros Tokio, es una de ellas, así que directos a la ruta porque llegar a la capital de Japón no sería tarea fácil. Obviamente hablamos siempre de llegar a dedo.

Rumbo a Tokio

Escribimos en un cartón el nombre de Tokio y comenzamos nuestro camino. Aquel primer escenario era un espectáculo, ir caminando en línea recta con el Monte Fuji de frente (al menos a nosotros nos pareció de cine), mientras buscábamos un punto estratégico para poder sacar el pulgar.

Camino a Tokio
Camino a Tokio

Esta vez no tuvimos tanta suerte ya que cambiamos de sitio tres veces y eso conllevaba caminar más y más, pero al final y después de tanto intento fallido recurrimos a nuestro sitio favorito y que casi nunca nos había fallado, el parking de Lawson (no es por nada, pero si alguna vez os animáis a hacer una aventura a dedo por Japón, directamente situaros en estos sitios, no fallan).

Fue terminar el café y una señora que estaba allí mismo nos dijo que nos acercaría a un lugar más cercano. Nos subimos a su pequeño coche y enseguida, como no hablaba muy bien inglés, no dudó en hacer una videollamada a su hija que vivía en Estados Unidos para que pudiésemos decirle exactamente dónde nos venía mejor que nos dejase. Y en cuestión de quince minutos ya habíamos llegado a un área de servicio que estaba en la ruta hacia Tokio.

Llamada a Estados Unidos para encontrar ubicación
Llamada a Estados Unidos para encontrar ubicación

Nuestras energías y esperanzas habían aumentado y lo que no sabíamos es que la siguiente persona que formaría parte de este viaje fuese el representante de la zona de la empresa Coleman, especializada en camping.

Fue en Japón donde supimos de esa marca, ya que habíamos comprado varias botellas de gas para nuestra cocina y algún que otro accesorio y utensilio para camping que resultó ser de bastante calidad (aceptamos patrocinadores para nuestra próxima aventura jajaja), el caso es que el chico con un look super cool nos llevaría hasta un área de servicio donde había también un centro comercial gigante y que tan solo estaba a una hora y media más o menos del objetivo: Tokio!!!

El paraíso de los campistas

Montados ya los tres en el coche, comenzamos el camino. Aquel coche era el paraíso de los campistas, montañeros y todo aquel amante del mundo camping: estaba a reventar de muestras de todo tipo, desde un vasito térmico a unas mesitas plegables donde podías casi jugar al ping-pong,¡¡¡lo queríamos todo!!!

Evidentemente en la ciudad de Tokio no le íbamos a sacar mucho partido… y mientras flipábamos con todos los accesorios que nos rodeaban, el chico nos preguntó los campings y zonas donde habíamos acampado y que si conocíamos Coleman jajjaj. Nos aconsejó un par de sitios más pero de momento no podríamos visitarlos puesto que quedaba fuera de nuestra ruta; quizás en otra ocasión.

Llegamos a esa gran área de servicio y como no, ¡fotón con Don Coleman!

Mr. Coleman
Mr. Coleman

Por cierto, esta vez no nos regalaron té para hidratarnos, nos regaló una bombona de gas para nuestra humilde cocinilla de camping, un super detallazo que poco lo usaríamos en la ciudad, pero bueno, la historia de todo esto, es que no dejaba de aparecernos gente generosa por el camino una y otra vez, nosotros no teníamos mucho que ofrecerle aparte de darle las gracias y unas banderitas de Nepal que llevábamos en la mochila y que fue nuestra muestra de agradecimiento en ese momento.

Felices de nuevo y con una gran sonrisa en la cara nos despedíamos de él y en ese momento en el lado izquierdo del parking con dirección a la salida, había parado un monovolumen gris con un señor peculiar que nos llamaba para llevarnos. Nos acercamos y le enseñamos el cartel, él asintió y en un inglés muy claro nos dijo que sin problema, ¡vamos!

Cuando se bajó del monovolumen para ayudarnos con las mochilas nos fijamos en que llevaba un traje con estilo japonés y no nos referimos a algo moderno con toque oriental, no, ¡era típico japonés! y es que ahí va la historia con este señor.

El artesano

Después de subir al monovolumen, nos dijo que iba directamente a Tokio!!! , ¡en serio!, ¡en tan solo una hora y media estaríamos en la ciudad!, no dejábamos de sonreír, le contamos el camino que habíamos recorrido a dedo hasta ese momento y el hombrecillo alucinaba.

Comenzamos a conversar e intercambiar preguntas y respuestas y en una de esas idas y venidas, le preguntamos el origen de su traje. Nos decía que era el traje típico que vestían antiguamente los artesanos que fabricaban el papel japonés o papel de arroz…

¿Y por qué él iba vestido así? Porque él era artesano y fabricaba papel con la misma técnica que se fabricaba hace siglos; es por eso que lo usaba a modo de uniforme. Nos enseñó su página web y algún vídeo de cómo lo elaboraba. ¡Qué maravilla! Hubiésemos pagado lo que fuese por poder visitar y ver de primera mano su taller pero no nos quedaba de paso, una pena.

El viaje iba llegando a su fin e íbamos entrando en la ciudad. Donde hacía tan solo unas horas habíamos visto lagos y montañas ahora comenzábamos a ver semáforos y edificios.

El artista nos preguntó dónde teníamos nuestro hostel para acercarnos lo máximo posible y, esta vez, si nos dejaba en cualquier parada de tren nos venía bien, ya que desde ahí podríamos llegar a la estación central y de ahí -en metro- hasta la zona donde nos hospedaríamos.

Con todo el amor del mundo, este hombre amable y encantador nos dejó en la misma puerta de la gran estación de Tokio. Inmortalizamos nuestro último recuerdo con aquel artista y… ¡Habíamos llegado!

El gran artista posando a la llegada de Tokio
El gran artista posando a la llegada de Tokio

La ciudad nos esperaba, la emoción era indomable y, a pesar del cansancio después de tantas horas de camino, tuvimos la energía de salir a dar una vuelta y celebrarlo con una gran bandeja de sushi y unas cervezas Asahi.

Esta ciudad prometía. Nos quedaríamos casi una semana para empaparnos bien de todo lo que nos tenía que ofrecer Tokio hasta volver a sacar nuestro pulgar de nuevo, e incluso tocaba celebrar un cumpleaños, el 7 de Julio!, ¡Tantas cosas que contar!

Así que, en el próximo y último artículo os contaremos cómo fue y cómo llegamos finalmente al último punto de esta gran aventura, OSAKA!!! , preparad el pañuelo porque será la despedida en el país nipón.

Recuerda

Dejarse llevar, por Lydia y Raúl
Dejarse llevar, por Lydia y Raúl
1400 933 Lydia y Raul

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