De la batalla de las ‘trans’ al nacionalismo tailandés

Asia sigue siendo la gran desconocida para la gran mayoría. Al menos para quienes nacieron en Occidente y se pensaron que desayunar cruasanes es lo normal y que en los hospitales no se paga porque, claro, la sanidad es gratuita, ¿verdad? Al fin y al cabo nadie nace enseñado y todos los que hemos nacido en la cara amable del mundo hemos pecado de ingenuos en muchos momentos de nuestras vidas.

A mí no obstante me sorprende cuando tipos supuestamente informados que llevan años paseando por estas tierras son los que tiran de topicazos para soltar su verborrea sobre lo que ocurre en esta parte del mundo como si fueran cuñados vacilando de coche nuevo en una sobremesa. Y eso se ha visto estos días con una supuesta erupción nacionalista en Tailandia. Algunos cafres hasta han dicho la animada de que nada volverá a ser igual.

nacionalismo tailandés
Una bandera en el centro de Bangkok.

A mí personalmente los nacionalismos casi que me provocan urticaria. Cierto es que los que nos hemos criado viendo lo mismo en la tele y hablando la misma lengua tenemos una afinidad innata entre nosotros, al fin y al cabo nos han programado en el mismo lenguaje. Pero de ahí a pensar que eres mejor que aquel que nació al otro lado solo por lo que pone en tu pasaporte ya me parece ir falto de miras. Hemos de pelear por mejorar nuestros derechos sociales y porque quienes manden no coarten nuestras libertades, el color de la bandera es irrelevante.

A muchos se les llena la boca hablando de la grandeza de «los suyos» refiriéndose a esos tipos brillantes que logran gestas deportivas y con quienes no comparten nada más allá de haber nacido en el mismo terruño. Para mí «los nuestros» son aquellos con quienes nos abrazamos o compartimos, esas personas con las que hablamos, reímos y lloramos. Y de eso va esta historia, de lo que algunos piensan que es nacionalismo y en realidad es cariño, comprensión y camaradería.

Disculpen la divagación previa y espero que no haya parecido que haya venido aquí con el típico discurso avinagrado de periodista quejica, porque nada que ver. Precisamente el motivo por el que hoy escribo estas líneas es uno de esos hitos que, pese a todo, a uno le hacen sonreír. Una de esas situaciones esperpénticas que solo pueden ocurrir en una ciudad como Bangkok. Una historia de la que hace una semana todo el mundo hablaba en Tailandia.

Un atardecer en Bangkok.

Podríamos llamarlo como «el alzamiento de las ladyboys«, tal y como muchos medios de comunicación tailandeses bautizaron a una brutal batalla campal que centenares de transexuales protagonizaron en el centro de Bangkok. Con imágenes tan desternillantes como la de muchachas saltando entre la multitud usando como punto de apoyo los cascos en las cabezas de los policías que, sin éxito alguno, allí trataban de aplacar a la multitud trans. O la estampa de una joven que sostenía en su mano mechones de su cabellera que le habían arrancado en la riña y pese a ello reía, embriagada por la adrenalina del momento.

La rebelión de las trans ha sido un suceso que muchos medios occidentales dijeron que se debía a una exaltación del nacionalismo, un comentario en mi humilde opinión de manera algo desafortunado. Sin embargo, para ello he de dejar de enredarme en el discurso y contar al detalle mi versión de esta historia. La de las transexuales que asediaron el centro lúdico de Bangkok.

El alzamiento de las ‘ladyboys’ tailandesas

Tailandia es uno de esos países donde suceden historias que son mejores que cualquier guion de la gran pantalla. Pero también es uno de los países que mejor ha asumido la normalización de la transexualidad. Mientras en Occidente podemos enorgullecernos de que las leyes han otorgado justicia y representatividad, en el país más popular del sureste asiático hace décadas que el asunto del tercer sexo está más que integrado en la sociedad, pese a que sus políticos no reconozcan ni siquiera el matrimonio homosexual en sus leyes.

Cocinera Sukhumvit soi 11
Cocinando en la calle, en Sukhumvit soi 11.

Insisto en lo de tercer sexo porque, al contrario que en otros lugares, muchas de las personas en esta parte del mundo que deciden expresar su sexualidad de manera distinta a los cánones que les otorgaron lo que quieren es reivindicar su diferencia. Y por eso muchas mujeres transexuales que nacieron hombres en Tailandia ven con buenos ojos ser llamadas ladyboys, aunque algunos alcen las cejas en Europa ante una definición así. Hasta en los medios de comunicación siameses serios es habitual dicho término o el habitual katoey, común en su lengua, aunque su significado es algo más confuso.

Sin embargo, hay otro país de Asia donde la transexualidad es ampliamente común, sobre todo de mujeres que nacieron hombres. Ese lugar es Filipinas, y por mucho que algunos traten de ver enemistades entre ambas nacionalidades, la realidad es que son buenos vecinos. Solo que a veces las chispas pueden saltar hasta entre los mejores amigos.

La historia que nos ocupa empezó en la noche del primer lunes de marzo en el barrio de Nana de Bangkok, uno de esos distritos que nunca duermen y donde la mayoría de los negocios se dedican a lo lúdico. Desde restaurantes impresionantes en lo alto de rascacielos hasta discotecas enormes que dejan a la altura del betún a los más exclusivos clubes de Europa. Y por supuesto también hay muchísima prostitución diseminada por muchas calles de la zona.

Noche Bangkok mujer niño tailandés
Una noche cualquiera en la esquina de Sukhumvit soi 11.

La chispa se encendió en uno de los más míticos restaurantes callejeros y baratos pero sin duda deliciosos que hay en el centro de Bangkok, un enorme recinto al aire libre con barbacoas, mariscos y cervezas. Un grupo de mujeres transexuales tailandesas estaba allí cenando cuando se enzarzaron en una discusión con una veintena de ladyboys filipinas que supuestamente estaban de visita.

A partir de aquí, las especulaciones. Se dijo que tanto unas como otras se dedican a la prostitución, aunque esto es una presunción muy cogida por los pelos. Cierto es que el barrio es uno de esos donde muchachas en ropas ajustadas tratan de ganarse los favores de los turistas -despistados o no- que por allí pasean. Pero quien conoce lo que ocurre en esta parte de la sociedad tailandesa sabe que no todo es blanco o negro y que los grises son casi eternos.

El barrio de Nana a la noche.

La cuestión es que ambos grupos discutieron, y todo eso lo vieron los propios tailandeses porque algunas de las tailandesas lo grabaron y luego lo subieron a las redes sociales. Y tras calentarse ambos grupos, finalmente las filipinas -superiores en número- asaltaron a algunas de las tailandesas y las dejaron hechas un cromo. Según fuentes policiales, fueron 20 contra seis.

Al día siguiente, las tailandesas quisieron vengarse. Y viralizaron sus intenciones. En el mundo de la noche tailandesa lo normal es estar organizado, algo que sorprende mucho a los extranjeros. Hay grupos enormes de Facebook donde mujeres que buscan romances con occidentales comentan los hombres que les contactan, por si acaso esos chicos atractivos que han conocido por Tinder son unos gualtrapas que van por ahí ofreciendo noviazgos para simplemente meterse en cuantas más camas ajenas mejor. Algo así como un foro donde calificar a los muchachotes como si aquello fueran los comentarios de Amazon.

Igualmente, hay grupos que fácilmente suman mil usuarios donde se reúnen las mujeres trans y las ladyboys, una distinción que suelen hacer ellas mismas para diferenciar a aquellas que culminaron la operación definitiva de las que prefirieron mantener el centro de su placer tal y como se les otorgó por parte de la naturaleza. Allí comentan desde las hormonas que funcionan mejor hasta los lugares donde conocer gente, entre asuntos más dispares. Y a dicho rincón digital acudieron las chicas damnificadas por las filipinas a contar su trifulca.

Trans woman assault
La publicación pública en Facebook de una de las tailandesas asaltadas.

Las amigas de las apaleadas entraron en cólera y decidieron tomarse la justicia por su mano. Como las trans siamesas sabían que las filipinas se alojaban en un hotel de la popular calle de diversión Sukhumvit soi 11, decidieron reunirse frente a su puerta y clamar venganza. Pero aquello se hizo viral entre la comunidad transexual y fue de grupo a grupo corriendo como la pólvora, y el suceso unió a las mozas para luchar por lo que consideraban una justa causa.

Al caer el sol decenas de mujeres transexuales se aglutinaron delante del hotel de las filipinas y pronto se convirtieron en centenares. Pronto se convirtió en un alzamiento en el que no tardó en comenzar la violencia. La policía fue en masa a dispersar a las chicas, pero fue imposible. Allí se pegaron, se insultaron y ante todo algunas se la gozaron hasta bien entrada la madrugada.

Algunas de las imágenes del suceso.

Porque al día siguiente muchas arrestadas reconocieron que no sabían cuál era el motivo del alzamiento, simplemente se vieron embriagadas por la adrenalina. Así lo explicó una de las tailandesas detenidas a la que la policía, con no poca mala leche, identificó como «señor Chump», ya que si bien este país acepta bien el cambio de sexo a pie de calle, a nivel legal no se contempla y los derechos del colectivo transexual son nulos, por lo que nuestras chicas están obligadas a mantener su nombre y título masculino.

Esta moza a la que los agentes calificaron de mozo dijo desconocer los motivos de la batalla, simplemente vio en redes sociales que se había montado una buena y quiso ofrecer su espada. Además de repartir como si aquello fuera una de romanos, dejó la cara de una filipina como si le hubiera pasado un camión por encima. Ahora mismo se enfrenta a pasar por la cárcel, aunque de momento ha salido bajo fianza tras pagar 500 euros.

¿Venganza nacionalista o camaradería entre amigas?

Algunos medios de comunicación internacionales quisieron vender la historia de siempre del nacionalismo. El «somos todos hermanos» tan manido de los patriotas. Y en parte es comprensible, ya que Tailandia siempre ha tenido fama de ser un lugar donde al extranjero se le agrede solo por el hecho de ser extranjero. Si bien yo no firmaría semejante declaración.

Recuerdo en mis primeros tiempos en este país que se solía decir que si en la calle tenías un problema con un tailandés lo ibas a tener con todos los siameses que por allí pasaran. Vamos, que si te peleabas con un tipo le irían a ayudar todos los que por allí pasaran sin importar que la culpa no fuera tuya. El taxista, el motorista, el vendedor callejero y hasta el cartero abandonaría lo que estuvieran haciendo para lincharte a palos y ayudar a su hermano tailandés.

Una calle de un suburbio de Bangkok.

Dicho tópico tenía algo de realidad. Hay que reconocer que existen muchas historias de extranjeros que en la noche han tenido un problema con un local y los han molido a palos entre varios, y de ahí viene dicha afirmación. Desgraciadamente cada dos por tres aparecen noticias de cómo un grupo de mototaxistas en una zona de fiesta han apaleado a un occidental. O de matones de discoteca que entre varios han asaltado a un europeo borracho.

Lo que no suelen comentar es que estos sucesos suelen estar protagonizados por individuos de dudosa reputación y en lugares muy concretos. Los que operan muchos de los negocios turbios en algunas calles donde abunda la prostitución suelen actuar como mafias, desde los taxistas hasta las discotecas. No es una cuestión nacional o de raza, sino de la maldad de unos tipos que actúan fuera de la ley. También linchan a tipos de su mismo país, solo que eso no es noticia.

Los barrios rojos turísticos de Phuket o Pattaya viven altercados regularmente.

En el caso de la rebelión trans en Bangkok el odio hacia las filipinas no se basaba en el patriotismo. Y tampoco creo que fuera lo que algunos policías comentaron al intuir que las extranjeras estuvieran ejerciendo la prostitución y las siamesas las consideraran competencia. Quizás el conflicto inicial pudo nacer ahí, quien sabe. Pero lo que llevó a centenares de transexuales a tomar las calles fue la hermandad de estas chicas.

Cierto es que Tailandia asume mucho mejor que otros países el fenómeno de la transexualidad. Pero no deja de ser un colectivo desfavorecido. Así que las damas trans se ayudan las unas a las otras porque nadie mejor que ellas entiende lo que viven sus compañeras. En este «nos tocan a una, nos tocan a todas» el motivo del odio no era por una distinta nacionalidad o supremacía racial, sino la venganza.

El supuesto hartazgo frente al turismo masivo

Tailandia es un destino turístico masivo y cada día hay casos de extranjeros que se pasan de la raya. En estos mismos días, por ejemplo, un ciudadano suizo de más de cien kilos pateó a una doctora veinteañera por sentarse en unas escaleras en la playa que él había levantado ilegalmente gracias a favores de policías corruptos para apropiarse de un terreno público. Dijo que era su propiedad.

Dicho personajucho no solo tuvo la maldad de agredir a una joven a la que casi triplicaba en peso, sino que además tenía un negocio con elefantes para forrarse a costa de los turistas, uno de esos supuestos santuarios donde se dice que rescatan a los paquidermos. Para más inri contaba con armas de fuego en casa.

El suizo dijo que dichas escaleras eran de su propiedad y que eso le daba derecho a patear a la doctora.

Igualmente otro Suizo -menudo annus horribilis para la reputación de los helvéticos- apalizó a una señora mayor en un supermercado solo porque estaba furioso y ahora se enfrenta a pasar una buena temporada en la cárcel. Y también quizás pase un tiempo en la sombra un estadounidense de 19 años a quien podría apodarse como «el hombre que abusaba de los caballos». Porque fue cazado en numerosas ocasiones empotrándose a potros y cabalgando las partes menos nobles de los corceles con el artilugio que tiene entre las piernas. Qué sociedad hemos montado.

La lista de extranjeros que son cazados in fraganti haciendo de las suyas es enorme, ya sea por simplemente copular en playas públicas queriendo exhibirse como por delitos más serios e incluso otros más rocambolescos, como el ruso que en Phuket se cabreó con el corte de pelo que le habían hecho y arrebató una máquina de rasurar con la que propinó un infame trasquilón al peluquero a modo de vendetta.

Siempre he pensado que mucho aguanta la sociedad tailandesa frente a tanto energúmeno, aunque igualmente me haga reír que ahora la policía de Phuket haya iniciado ahora una persecución contra los criminales extranjeros al darse tantos casos notorios y estén saliendo delincuentes a borbotones, a saber por qué antes se habían dormido en los laureles.

Igualmente, no creo que el nacionalismo esté en auge en Tailandia como han querido vender algunos medios de comunicación. Más bien al contrario, jamás vi a este país más alejado de los patriotismos que siempre lo definieron. Quizás sea porque el mundo avanza. Los tailandeses ya no se paran en los parques o en las estaciones cuando suena el himno a la mañana o a la tarde, y son más críticos que nunca con sus instituciones. Lo que sí hay un hartazgo frente a los extranjeros que no se comportan. Pero no por un asunto nacional o de odio. Como cualquier sociedad, desean que quienes aquí no vengan indeseables.

A contrapelo, por Luis Garrido-Julve
A contrapelo, por Luis Garrido-Julve.
1400 933 Luis Garrido-Julve
1 comentario
  • Que bien que comentes , eso de los grupos de Facebook , están común que tantos extranjeros viven en Tailandia y les suena a chino a muchos de ellos . No saben que las tailandesas marcan a los extranjeros que no les pagan los honorarios puntualmente en sus citas y otros casos.

    Los tailandeses aguantan como un barril lleno de polvora . El calor , el trabajo excesivo , muchos con horarios de trabajo esclavos con sueldos de vergüenza y encima no pueden quejarse . El extranjero muchas veces endemoniado por algunos políticos si puede ser la gota que colma su vaso.

    Pero también es verdad que al mismo tiempo que de su rey no pueden ni comentar una noticia . Que cuide el extranjero que le ponga una foto una thai en Facebook , que al día siguiente le han montado el lio. Y los thai de ahora ya no son tan respetuosos como los de antes y menos los que tienen que aguantar a diario a los falang de los sitios de fiesta.

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