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Hiroshima, nuestro primer objetivo cumplido en Japón a dedo

Y bien, una vez puestos en situación de como empezamos la aventura de viajar haciendo dedo y nuestra primeras experiencias por tierras tailandesas, han sido muchos los países que vinieron a continuación siendo tan excitante y divertido como la primera vez. Países de Sudamérica, Sudeste Asiático y Asia Oriental, ahí haremos nuestra primera parada, os contaremos etapa por etapa, las historias y anécdotas marcianas que nos pasaron en Japón.

Despegamos del aeropuerto de Bangkok rumbo a Japón. Estábamos ansiosos por comenzar la aventura porque todo lo que nos habían dicho o habíamos leído sobre este país eran cosas totalmente diferentes al resto de países en los que habíamos estado.

ETAPA 1: Fukuoka – Hofu – Hiroshima

La experiencia del couchsurfing

Llegamos a Fukuoka, el extremo norte de la isla Kyushu, allí nos hospedaríamos con gente local en su casa los primeros días, utilizando la plataforma couchsurfing. Casi siempre que llegamos a un país en el que nunca hemos estado, la utilizamos y gracias a eso podemos hacer nuestra primera toma contacto e intercambio cultural.

Myonce amante de los viajes y su compañera de piso son las que nos reciben en su casa, esta vez. Paseamos por el centro de la ciudad, nos enseñaron nuestras primeras palabras en japonés (que al día siguiente tuvimos que preguntar de nuevo), salimos a cenar un delicioso ramen hakata, plato típico de allí que consistía en un bol con fideos largos, carne y bañados con un caldo de huesos de cerdo.

Hay muchas variantes pero la que nosotros probamos es el orgullo de Fukuoka (creo que se nos cayó hasta una lagrimilla de lo bueno que estaba).

Nuestro primer ramen en Fukuoka
Nuestro primer ramen en Fukuoka

Después de esa magnífica cena, callejeamos comiendo un rico helado de té matcha para hacer la digestión y, llegando a la casa, estuvimos charlando unas horas más, incluso aprendimos caligrafía japonesa que nuestra host había estudiado durante muchos años atrás. Pues entre nuestras preguntas y las de ellas nos dieron las 2 de la mañana y, antes de caer a plomo en el futón, nos propusieron un divertido plan en familia para el día siguiente.

Nos despertamos temprano y después de un buen desayuno, nuestra couch junto con sus dos hermanas y su pequeño sobrino nos hicieron un tour en coche por las afueras de Fukuoka, haciendo una parada para comer en un restaurante especializado en tempura. Pasamos un gran día y terminamos haciendo en su casa una cena española-japonesa con mucho sushi, tortilla de patata y salmorejo.

La experiencia de couchsurfing, una vez más, espectacular. Algo que nunca podremos describir con palabras.

A la mañana siguiente, con su supercaligrafía japonesa y unos cartones que habíamos conseguido en el supermercado, nos escribieron posibles sitios hasta llegar al primer destino, Hiroshima.

Myonce y su hermana
Myonce y su hermana preparando los cartones con su supercaligrafia japonesa…
Foto de despedida
Foto de despedida

Tuvimos muchísima suerte, porque la verdad, salir de una gran ciudad a dedo es por lo general muy complicado, pero nuestras anfitrionas en Fukuoka nos quisieron llevar 30 kilómetros a las afueras desde donde conectaba la carretera dirección a nuestro destino. Después de una gran despedida, cartones en mano y mochilas en la espalda, estábamos listos.

Misión: cruzar el puente

Esa mañana hacía mucho calor, tomamos un café frío en el 7 eleven y nos pusimos al lío, así que tímidamente y con una sonrisa en nuestra cara, sacamos nuestro dedo pulgar (que ya conocéis) y un pequeño gesto de inclinación con nuestra cabeza cada vez que pasaba un vehículo (al más puro estilo japonés).

Tan solo llevábamos quince minutos esperando, cuando apareció de la nada una chica caminando y nos preguntó si estábamos haciendo hitchiking, le dijimos que sí y con gestos nos dijo que la acompañásemos a su coche, que nos haría parte del trayecto. No hablaba mucho inglés, pero gracias al google translate pudimos entender que nos llevaría unos 70 kilómetros. Eso era genial para empezar. Nos preguntó de dónde éramos, dónde queríamos llegar y cuánto tiempo estaríamos en su país.

Era nuestro primer coche y la percepción de ese primer tramo fue amabilidad, educación y empatía. A pesar de la prisa que llevaba porque iba a trabajar, no le importó desviarse para dejarnos en la estación de tren donde según ella, era buen lugar para continuar haciendo dedo.

Nuestra primera conductora
Nuestra primera conductora

Es verdad que las estaciones de tren en Japón tienen mucho tránsito de coches, gente y demás, pero para hacer dedo es mejor que te suelten en cualquier «service area» o tiendas de conveniencia (7-eleven, family mart…)que te encuentras a lo largo de la ruta dirección a tu destino, pero de todo esto nos daríamos cuenta según iban pasando los días, así que ese día parar en la estación de tren no fue la mejor idea.

La chica se despidió de nosotros con una gran sonrisa y nosotros no pudimos más que decir «ARIGATO, ARIGATO, ARIGATO» devoviéndole otra sonrisa a ella.

Caminamos alejándonos de la estación de tren y cuando dejamos de ver semáforos y empezamos a ver enormes señales que ponían diferentes direcciones supimos que ya estábamos en la ruta de nuevo, eso sí, con una sudada importante y la espalda algo dolorida, pero bien, teníamos agua y muchas ganas, así que eso no nos desmoralizó.

Nos situamos justo enfrente de un supermercado del que salían bastantes coches y ya no estaba muy lejos del gran puente que une las islas y teníamos que cruzar.

Para que lo entendáis un poco mejor, Japón tiene cuatro islas principales Hokkaido, Shikoku, Kyushu (donde nos encontramos) y Honshu (donde queríamos ir). Estas dos últimas están conectadas por un gran puente que era el que teníamos que cruzar, así que imaginaros que probabilidades teníamos de que alguien que saliese de ese supermercado, nos quisiese llevar al otro lado… pues entre nosotros, muy pocas.

Sabíamos que era cuestión de suerte, el tramo tenía su dificultad y si pudieseis ver la distancia que quedaba, el puente enorme y el calor aplastante que hacía, estamos seguros que nos diríais: ¡QUE NECESIDAD CHICOS! Pero… como nos dijo una vez Luis (uno de nuestros primeros couchs en Argentina), «ustedes nunca tendrán problema en la ruta porque tienen un angelito siempre a su lado».

Y que razón tenía, mientras se nos caían las gotas de sudor por la cara y a escasos segundos de tirar la toalla, vimos a un chico que por su apariencia si nos dicen que es un presentador de televisión o un actor, nos lo hubiésemos creído. Alto, perfectamente conjuntado y su pelo con un corte new style, nos sonrió y nos hizo un gesto de «ok» con su mano indicando que él nos acercaba.

El coche estaba impoluto, con olor a limpio y fresco, que a diferencia de nosotros, ya no desprendíamos el mismo aroma a esa hora del día. No solo quiso llevarnos al otro lado del puente sino que también decidió darnos un mini tour express por los lugares de interés por los que íbamos pasando, invitarnos a un té frío y explicarnos algo de la historia del lugar.

Al otro lado del puente con el "actor"
El chico que nos pasó el puente para llegar a la isla principal de Honshu

Siguiente parada: Hofu

Agradecidos una vez más con la gente de Japón, ya nos encontrábamos al otro lado del puente Kanmon Bridge en la isla central Honshu, en la prefactura de Yamaguchi.

Caminamos unos metros para tener una mejor situación en la ruta y buscar la sombra de algún arbolito, porque en la época en la que estábamos el sol estaba presente constantemente. Aún así y a pesar del calufón, estábamos felices de estar en ese punto de la ruta antes de lo que habíamos pensado.

Esta vez en nuestro cartel decía «HOFU», el lugar donde queríamos hacer noche de camping y teníamos localizado en el mapa de google. Una pareja no dudó en parar y recogernos, con casi o nada de inglés, tendríamos una conversación a través de nuestro querido google translate, que no es muy preciso pero si perfecto para poder comunicarte de una forma básica y de paso echarse unas risas.

En esta historia, el golazo es que ellos eran de Hofu, así que iríamos directos hasta allí. La distancia que había desde donde nos levantaron hasta donde llegaríamos eran de unos 80 kilómetros, os podéis imaginar nuestra cara de felicidad, no dábamos crédito de la suerte que nos acompañaba y eso no fue todo, les dijimos que queríamos ir a un camping que quedaba cerca de la ciudad, les dimos el nombre del lugar y rápidamente lo localizaron en su teléfono, pero al verlo, les pareció mejor idea acercarnos a otro camping que ellos conocían y que además era gratuito.

La sorpresa para nosotros, después de algo más de una hora de recorrido por autopista, fue que vimos como el paisaje había cambiado por completo, casitas de madera con sus campos de cultivo salpicaban toda esa costa y según íbamos avanzando, más espectacular era el lugar.

Un camino estrecho a la derecha, otro a la izquierda y allí, frente a una bahía, el coche se detuvo. Los chicos se bajaron y entendimos que habíamos llegado. No nos lo podíamos creer, un sitio a orillas del mar preparado para acampar, con agua caliente en las duchas, baños que brillaban (en esto último no éramos muy objetivos ya que veníamos de pasar 5 meses por India y Nepal) pero es verdad, que los baños públicos en Japón están a un nivel superior.

Habíamos llegado a nuestro destino en tiempo récord, con una pareja encantadora a la que nos faltaban las palabras para decirles lo agradecidos que estábamos, y de la única manera que podíamos hacerlo era de nuevo utilizando nuestro ya familiar saludo: ARIGATO, ARIGATO, ARIGATO, una foto para el recuerdo y una gran sonrisa.

La parejita que finalmente nos dejaría en el camping de Hofu
La parejita que finalmente nos dejaría en el camping de Hofu

Era hora de organizar nuestra casa, nos pusimos a montar nuestra pequeña tienda de campaña, tomamos un café mientras veíamos el atardecer sin parar de pensar lo increíble que es la gente.

Rumbo a Hiroshima, la meta final

A la mañana siguiente nuestro plan era continuar la ruta hacia Hiroshima, pero al despertarnos y salir de la tienda de campaña, vimos que estábamos completamente solos. Las únicas personas que estaban la noche anterior habían madrugado y se habían ido.

Nuestras posibilidades de que ese día nos acercasen a la carretera principal se habían esfumado y sin decir ni buenos días, pero no nos importó mucho. Con nuestro kit de cocina nos preparamos un buen desayuno y en menos de dos minutos nuestro plan cambió y decidimos quedarnos una noche más para disfrutar un poco de aquel rincón que sin quererlo, habíamos llegado hasta allí el día anterior.

El único inconveniente es que no teníamos víveres para pasar el día y tendríamos, sí o sí, que ir al 7-eleven que quedaba a unos 4 km de distancia, pero para nosotros era un mal menor, intentaríamos hacer dedo. Si nos paraba alguien, genial y si no nos paraba nadie, nos lo tomaríamos como ejercicio mañanero 4km de ida y 4km de vuelta.

La suerte seguía con nosotros, cinco minutos caminando y un abuelillo paró. Le explicamos como pudimos que queríamos llegar al 7-eleven y él pareció entender a la primera. Eso sí, se pensó que hablábamos japonés, porque durante el pequeño trayecto de 4 km no paró de hablar en su idioma.

Fue uno de los momentos más gracioso que recordamos. El hombrecillo no paraba de decir: «7eleven, iē. Lawson un», lo que venía a decir el hombre básicamente era que, para él, 7-eleven era un truño y que nos llevaría al Lawson. Ja ja ja, a esa edad y con todo nuestro respeto, ¿como le íbamos a llevar la contraria? Pues al Lawson ¡sin problema!

No solamente nos acercó a que hiciésemos nuestra compra, sino que cuando nos preguntó que cómo volveríamos y le dijimos: «ARUKU» (una de nuestras joyas de nuestro escueto vocabulario en japonés) que significa caminar, el hombrecillo sin dudarlo nos dijo que comprásemos y que nos esperaba para llevarnos de vuelta al camping. Así que con la compra hecha nos acercó de vuelta al camping y nos despedimos de esa bellísima persona.

El señor que nos llevó al Lawson desde el camping ida y vuelta para hacer la compra
El señor que nos llevó al Lawson desde el camping ida y vuelta para hacer la compra

Nuestro día lo pasamos de relax, viendo a gente practicando padel, pescando y haciendo alguna barbacoa que otra. Al llegar la noche, cenamos unos noodles y hasta brindamos con una copa de vino y todo (en el supermercado con la emoción, nos vinimos arriba y nos compramos una botella de vino para celebrar nuestra suerte).

«La felicidad está hecha para compartirla»

Marcaban las 7 de la mañana cuando comenzamos a desmontar la que fue nuestra casa durante las dos últimas noches. Hubiésemos pasado más días allí pero teníamos que continuar y el objetivo del día era llegar a Hiroshima.

En menos de 40 minutos ya teníamos todo empaquetado y listo.Tomamos la misma dirección que el día anterior cuando fuimos a comprar, pero esta vez tocó caminar. Nos situaríamos en la carretera principal junto al 7-eleven, un café acompañado con algo dulce sería nuestra gasolina para empezar el día y en pleno desayuno, fue cuando un chico salió y buscando en su teléfono se acercó.

Miraba su móvil y nos volvía a mirar, así un par de veces, hasta que empezó a sonreír y nos enseñó una foto donde aparecíamos nosotros. Era la foto que hacía dos días nos habíamos hecho con la pareja encantadora que nos acercó al camping. ¡No podíamos creerlo!, estaba claro que la zona de Hofu donde nos encontrábamos, no era muy grande, pero la coincidencia y casualidad de que ese chico, amigo o conocido justamente estuviese en ese momento ahí, a nosotros nos pareció de coña.

El caso es que se quiso hacer una foto con nosotros y enviársela a la parejita. Señalando nuestro cartel nos preguntó hacía dónde nos dirigíamos, le ensañamos el cartón que decía «Hiroshima», nos sonrió y medio que se disculpaba porque no iba hacia allí, nos despedimos, nos deseó suerte y se marchó.

Nosotros comenzamos a caminar un poco para estar más en la dirección correcta, pero pasó un buen rato, cuando nos dimos cuenta que era mejor volver al 7-eleven y empezar a hacer dedo desde allí. Nuestra sorpresa fue, que al llegar nos encontramos de nuevo al chico que media hora antes nos había reconocido en la foto, pero esta vez, acompañado de tres personas más y un cochazo de 8 plazas. Nos vieron y ahí empezó la magia, nos dijeron que subiéramos, que ellos iban a una carrera de lanchas a motor y en la misma dirección en la que íbamos.

Todos ya dentro del coche, comenzamos el viaje y mediante signos, poquito inglés y Mr. Google translate, tuvímos una divertida conversación en la que nos explicaron que todos eran pescadores profesionales de alta mar, que eran sus días libres y lo pasarían todos juntos en las famosas carreras de lanchas motoras. Para nosotros era totalmente desconocido que tuviesen tanta afición, pero por lo visto, en Japón es como para España el fútbol.

Todos ya dentro del coche, comenzamos el viaje mediante signos poquito inglés y Mr. Google
Todos ya dentro del coche, comenzamos el viaje mediante signos poquito inglés y Mr. Google

Nos preguntaron que cuál sería nuestro recorrido por su país y cuando les respondimos, más o menos, la idea que teníamos en la cabeza de nuestra ruta íntegra a dedo, no paraban de reír y de decir «crazy people»… Las risas iban y venían, había muy buen rollo e imaginamos que siendo sus días libres y que iban a ver su deporte favorito, se generó una energía brutal.

Llegando al punto donde ellos tenían que desviarse, quisieron antes invitarnos a desayunar, nos regalaron un par de botellas de té frío y hasta un mapa de las carreteras de Japón, que después nos daríamos cuenta que no serviría de mucho porque estaba escrito íntegramente en japonés.

Llegó la hora de despedirse, aunque nos hubiese encantado continuar con ellos y poder ver el espectáculo de las carreras. Pero debíamos seguir nuestra ruta, pues todavía nos quedaba mucho hasta llegar a Hiroshima.

Con las pilas cargadas de buen rollo y buenas vibras comenzamos a caminar e hicimos una parada en una especie de polígono industrial con un gran parking a la entrada de la autopista. El tiempo que tardamos en abrir las botellas de té frío para hidratarnos fue el tiempo que esperamos cuando una madre y su hija vieron nuestro cartón y decidieron llevarnos.

Una vez en el coche y las mochilas colocadas como pudimos, porque no había mucho espacio, nos acercarían 50 kilómetros. Ya de camino nos enteramos que ellas no iban a ese destino sino que su casa estaba a 3 kilómetros desde donde nos recogieron y que para ellas sería un placer llevarnos…

¿50 kilómetros de ida y 50 kilómetros de vuelta, solamente para llevarnos? ¡Increíble, pero cierto! No dejaron durante todo el trayecto de mostrar un gran interés por nuestro viaje y por nuestra historia. Al día de hoy, seguimos en contacto y siguen teniendo el mismo interés por nuestra aventura, como la que demostraron aquel día.

Madre e hija incondicionales
Madre e hija incondicionales

Nuestras nuevas amigas nos habían dejado a tan solo 40 kilómetros de Hiroshima, así que, ya casi estaba hecho. Pudimos ver que había un cruce con semáforos a lo lejos y pensamos que allí, aunque no fuese el mejor sitio para enseñar nuestro cartel, lo apostaríamos todo al «rojo».

Coches y más coches, eso sí, siempre con una sonrisa pero nadie paraba y si lo juntamos con el calor que hacía en ese momento hubiése sido perfecto para abandonar.

Como lo habíamos jugado todo al «rojo» y éramos principiantes en el arte de hacer dedo en Japón, la suerte se puso de nuestro lado. Una mujer se acercó por detrás y miró el cartel para asegurarse que lo que había leído cuando estaba esperando a que el semáforo se pusiese en verde, era el mismo destino al que iría ella.

Algo tímida y hablando en inglés nos dijo: «Yo voy hacia allí; os puedo dejar en la estación de tren porque voy a recoger a mi hija». Por un instante pensamos que aquella mujer era un holograma y lo que nos estaba contando producto de la inteligencia artificial, pero no, ella era real y que nos llevaba hasta Hiroshima también.

¡No sabemos cuántas veces le dijimos «ARIGATO» hasta que nos montamos en el coche! Durante el camino ella nos iba señalando y contando los sitios más interesantes por los que íbamos pasando. Ese trayecto nos calmó y con una pequeña sonrisa nos miramos y sin decirnos nada, los dos estábamos pensando lo mismo «qué suerte tenemos».

Ya estábamos entrando a la ciudad y tal y, como nos había dicho, nos dejaría en la estación de tren donde la esperaba su hija. Nos preguntó que dónde nos alojaríamos los días que estuviésemos visitando Hiroshima, y con el mapa en la mano le enseñamos el nombre y la dirección a dónde queríamos ir.

Vió que quedaba un poco lejos de la estación, así que con las mismas, paró el coche, llamó a su hija y sin entender lo que habían hablado por teléfono, nos dijo que nos llevaría a la puerta del hostel porque hacía mucho calor y que su hija podía esperar. ¿Cómo os quedáis? Porque nosotros no articulábamos palabra. Y allí nos dejó, frente a la puerta de nuestro hostel después de un largo día y lleno de intensas emociones.

Habíamos llegado a Hiroshima, nuestro primer objetivo cumplido en Japón a dedo y con las expectativas mucho más altas de las que pensábamos. Nos dimos una ducha y lo celebramos al mejor estilo que se puede celebrar allí, al frente de una plancha caliente con un delicioso okonomiyaki tradicional y una cerveza helada.

Disfrutando de un merecido Okonomiyaki
Disfrutando de un merecido Okonomiyaki

¿Nos vemos en la segunda etapa?

Recuerda

Dejarse llevar, por Lydia y Raúl
Dejarse llevar, por Lydia y Raúl
1400 933 Lydia y Raul
1 comentario
  • El pulgar bien arriba y añadiendo nuevas versiones, esta vez con inclinación de cabeza a lo japonés. Obviamente seguiré el asunto a ver qué nuevas evoluciones nos traéis.

    Por lo demás, espero que la suerte que os acompaña se pueda compartir porque menuda aventura. Yo de momento voy cogiendo tips por si acaso, a ver si algo se pega =)

    ¡Arigato por el post! y esperando ya la siguiente etapa.

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