La crónica cósmica. A veces, mientras sueño de noche

Y VUELTA A EMPEZAR – Sauraha, Chitwán, Nepal. Ya opiné en diferentes ocasiones que, aparte de los datos que aparecen en nuestro pasaporte diciendo que nacimos en tal sitio y en tal fecha y que somos hijos de tal señora y tal caballero, nosotros somos lo que hacemos.

Pero también me atreveré a añadir que nuestra forma de ser está relacionada con el sitio en que vivimos y que cada parte de la Tierra conforma el carácter de las personas que residen en ella.

Aunque en mi caso, al tener un culo de mal asiento y vivir como un nómada, los ingredientes de mi cóctel personal sean bastante diversos, con una pizca de especias tailandesas, malayas e indostanas, durante la última década me han influido más las nepalesas y, muy especialmente, las de Sauraha y Chitwán.

Rebuscando entre los polvorientos archivos de mi memoria he comprobado que la primera vez que vine a Sauraha fue en diciembre del 2009. Repitiendo lo que mencioné en la última crónica acerca de llevar los papeles mojados e ir más perdido que un mono por la Gran Vía, a pesar de haber venido varias veces a Nepal sólo conocía Katmandú y Pokhara, y creía que este país era totalmente montañoso.

Tuvieron que echarme una mano las circunstancias para que descubriese la existencia de las llanuras del Tarai que, como el Valle del Ganges en el lado contrario de la frontera con la India, se hallan en muchos casos a unos cincuenta metros sobre el nivel del mar.

Lo averigüé cuando vine al Nepal por tierra y, más concretamente por la frontera occidental con Uttarakhand, y me pegué una paliza de veintidós horas en autobús desde Bhimdatta hasta llegar a Katmandú (¡708 kilómetros!).

Como buen observador de paisajes no me pasó por alto que circulábamos continuamente por una carretera recta y llana, encerrada entre densas junglas. Entonces apareció Mariano Medina (el Hombre del Tiempo) en la pantalla de mi ordenador mental y me dijo: “Como ya comprobaste con anterioridad, Katmandú es bastante fría en invierno, mientras que estas llanuras del Terai tienen todas las trazas de ser lo contrario”.

En cuanto llegué a la capital me agencié un mapa del Nepal y comprobé, asombrado e ilusionado, que gran parte del Terai eran parques nacionales.

Os aclararé que yo no visito por lo general los parques nacionales porque, aparte de no gustarme seguir las órdenes de un guía, prefiero dejar a los animales a su aire y no molestarlos con mi presencia (como hacen los grupos de turistas). En cambio, sí que me agrada residir junto a los lindes de tales parques porque tendré la oportunidad de contemplar a los animales que los cruzan frecuentemente.

Al ver en el mapa que el Parque Nacional de Chitwán era el mayor del Nepal, fui leyendo los nombres de las poblaciones que había junto a él, hasta que Sauraha atrajo mi atención porque estaba rodeada de ríos y parecía una isla. Fue así, a ciegas, como descubrí este gran jardín al que, como ahora, he regresado repetidamente, pues además de sentirme como en casa, los inviernos son muy suaves: Sauraha se halla a 160 metros de altitud, y Katmandú a 1.400.

LOCURAS DEL INDOSTÁN – Como ya sabréis, el partido político que gobierna actualmente en la India, con el señor Narendra Modi al frente, es el hinduista BJP (Bharaiya Janata). Pero no habíamos terminado, pues el Primer Ministro del estado de Uttar Pradesh (el mayor del país y donde se halla la ciudad de Varanasi) es un monje de cabeza rapada y ropajes anaranjados quien, lógicamente, estará más preparado para la religión que para la política.

Como cada invierno, la calidad del aire en Delhi ha alcanzado unos niveles completamente insalubres y el simple hecho de respirar es similar a fumar diariamente varios paquetes de cigarrillos.

Actualmente todavía hay en Uttarakhand más de setecientas poblaciones que no disponen de cobertura para los teléfonos móviles.

La otra cara de la moneda: en un barrio de Nueva Delhi retiraron una serie de torres de comunicación telefónica cuando la población se manifestó multitudinariamente debido a los crecientes casos de cáncer que se habían dado entre el vecindario cercano.

En una aldea de Kerala, unos hombres sacrificaron a dos mujeres y esparcieron sus cuerpos por el campo para ganar el beneplácito de un dios sanguinario.

Tradiciones: los hindúes celebran todos los años el cumpleaños de los difuntos cocinando la comida favorita de éstos, aunque no guste al resto de la familia.

En el estado de Maharashtra un hombre se casó con dos hermanas gemelas; sucedió así porque cuando pidió en matrimonio a una de ellas, ésta puso como condición para aceptar que también se casase con su hermana. (En la trama de mi novela Viudas incluí unos hechos parecidos, pero allí las hermanas que habían escogido tener el mismo marido eran tres).

PASO A PASO – Srinagar, Cachemira, verano de 1987. Continúa de la crónica anterior. Después de aterrizar en la capital de Cachemira junto con los otros seis catalanes que había conocido en el avión, observé sorprendido que el aeropuerto se hallaba rodeado de barricadas del ejército a pesar de encontrarnos en una época de relativa tranquilidad.

Un cachemir llamado Gulam nos esperaba junto a sendos taxis. Era un hombre sonriente de veinticinco años, delgado, moreno y con el obligado bigote, que tenía cinco hijos y se encargaba de la dirección de las “Houseboats Export” de su familia.

Como todos sus paisanos, Gulam era un comerciante nato, pues con una sola mirada adivinó inmediatamente con qué clase de turistas se las vería: por un lado con dos excursionistas amantes de la vida sana; por otro, dos parejas consumidoras de fármacos, que tanto necesitaban para dormir como para despertarse, o sea gente que poco gozarían de su tierra, y, para terminar, el típico enamorado de la India, o sea yo, que babearía ante una piedra de costo afgano.

La ciudad que vi tras las ventanillas del taxi me pareció tan fea como deprimente. La mayoría de los edificios eran modernos y de cemento, y por doquier se encontraban patrullas del ejército armadas hasta los dientes. Sin embargo, tal decorado se transformó para bien al llegar ante al lago Dal y la inmensa ciudad formada por barcas-vivienda.

Un lugar único que me dejó boquiabierto mientras escuchaba las detalladas explicaciones de Gulam: “El rajá que reinaba en Srinagar hace varios siglos se negaba a ceder las tierras que sus súbditos le pedían para edificar viviendas. Pero todos sabemos que la necesidad alimenta a la imaginación, y a un astuto comerciante se le ocurrió comprar y juntar varias barcas de pesca, sobre las que construyó su casa sin que el rajá pudiese decir nada porque se hallaban sobre el agua. Rápidamente unos y otros empezaron a copiar la idea del comerciante. Solamente fue cuestión de tiempo para que naciera la ciudad de las barcas que continúa hasta hoy en día”.

Gulam nos apretujó en dos “pokharas”, las imprescindibles barcas taxi, y de camino hacia su pensión flotante pude observar los diferentes tipos de barcas-vivienda. Los cachemires habitaban en las que eran sencillas, de poca altura, y con las siluetas armoniosas de una nave. Las de formas rectangulares, con terrazas superiores, pero ya un poco deterioradas, estaban destinadas a los turistas de poco presupuesto. Para terminar había las de lujo, evidentemente hijas de la última hornada, que eran grandes como castillos y cuya madera se hallaba artísticamente cincelada.

Había barcas vivienda amarradas junto a calles y avenidas, pero la mayoría se encontraban en medio del lago, en batería o alrededor de pequeñas islas. Las “Houseboats Export” de Gulam estaban entre estas últimas, y las había de los tres tipos, incluyendo una muy vieja y carcomida que se hallaba aposentada en tierra y hacía las veces de cocina.

Tal como era de suponer, el hermano de Gulam en Delhi nos había hecho pagar por la más lujosa, que era tan extensa como absurda porque, a pesar de su gran terraza posterior, del comedor, del espacioso salón con sus ventanales que serviría de dormitorio a tres de nosotros, y de que las dos parejas también disponían de sus propias habitaciones, solamente había un baño y para llegar a él se tenía que pasar por una de esas habitaciones.

Para cruzar de una barca a otra o descender a la isla, teníamos que pasar por unas pasarelas, bamboleantes y estrechas, por las que debíamos flexionar las piernas para seguir el ritmo que ellas marcaban, si no deseabas salir disparado y acabar en las turbias aguas del lago. Yo temí lo peor en cuanto puse mis pies en ellas. 

Junto a las viviendas flotantes pasaban frecuentemente las “pokharas” de los comerciantes que ofrecían todo lo necesario para sobrevivir en aquel mundo acuático: agua, cigarrillos, papel de liar, papel higiénico, galletas, etcétera. “¡Cold Drinks! ¡Cold apple juice! ¡Chocolat!”, anunciaban compitiendo con el canto de los pájaros. Continuará.

MIRA LO QUE PIENSO

  • A veces, mientras sueño de noche, alguien me hace alguna pregunta que me obliga a pensar; entonces tomo conciencia de que estoy en un sueño y no las respondo. ¿Se lo podría denominar control de los sueños?
  • “Inteligencia” emocional: lo que a mí me gusta es bueno, y si a ti no te gusta es que tienes mal gusto.
  • Acabo de descubrir que mis dificultades para recordar los nombres, e incluso las caras de algunas personas, tiene nombres científicos: anomia y prosopagnosia.
  • Cuando bailo, mis piernas parecen de cartón, y tengo en un pedestal a quienes saben bailar: Fred Astaire era un dios.
  • Las adicciones mentales tienen muchas facetas; un bueno ejemplo es nuestra adicción a ordenar, aconsejar, criticar, juzgar, malpensar, poseer, acumular o consumir.

Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.

La crónica cósmica, de Nando Baba
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1400 933 Nando Baba

Nando Baba

Escritor y viajero. No te pierdas las crónicas cósmicas de Nando Baba.

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