La crónica cósmica. Para celebrar el éxito del viaje

HASTA PRONTO, INDIA. SAWASDEE, TAILANDIA – Un vuelo directo y barato (92 euros) me trajo desde Bhubaneswar a Bangkok. Al no gustarme las grandes metrópolis, vine directamente a uno de los lugares a los que regreso anualmente, Kanchanaburi, y a mi pensión habitual, la Sugar Cane junto al río Kwai. ¡Que vivificante es cambiar de aires!

Para celebrar el éxito del viaje, por la noche acudí a la delegación local de la Taberna Galáctica. Estaba abarrotada de clientes vociferantes y, al ser yo de sobra conocido, no me faltaron pretendientes que desearan hablar para mi grabadora.

El primero fue un indio de casta alta, concretamente un thakur, cuyo larguísimo bigote desafiaba las leyes de la gravedad cubriéndole horizontalmente gran parte de sus mejillas, quien dijo:

“Si un indio te pide dinero, será mejor que no se lo prestes, y si lo haces, que sea dándolo por perdido porque seguramente no te lo devolverá o, en caso de que te lo reintegre, abrirá el camino a pedirte dinero otras veces.

Así le sucedió a un amigo mío, a quien un conocido, tras reembolsarle el primer préstamo en la fecha acordada, al poco le pidió una cantidad mucho más abultada que jamás le restituyó”.

Ahora se acercaron dos nepaleses. El primero dijo escuetamente: “Estoy en el doceavo lugar de la línea sucesoria de la realeza del Nepal”. Y el segundo filosofó comentando: “En la vida es primordial cuidar de tu espiritualidad reconociendo su existencia en todo momento, sobre todo al mantener relaciones sexuales, pero también al colocarte, al emborracharte y cuando estás descontrolado”.

El siguiente en hablar fue un viajero Australiano: “En Sydney embarqué mi moto todoterreno en un carguero y fui a Timor y a Java, luego a Singapur y Malasia. Ahora recorro Tailandia, y desde aquí, de nuevo en barco, iré a la India, país que planeo atravesar antes de dirigirme al Nepal, a Pakistán, a Irán y a Turquía. A continuación cruzaré Europa y terminaré mi largo periplo en Inglaterra”.

A continuación se acercó a mi grabadora un inglés que me contó: “Nací en Singapur y actualmente resido en Kuala Lumpur. Vivo en un apartamento que está en el piso 30 de un rascacielos y gozo de unas vistas espectaculares, pero, maldita sea, desde allí sigo oyendo el ruido del tráfico”.

Después me atrajo la conversación que mantenían cuatro italianos cuarentones. Se quitaban amigablemente la palabra hablando acerca de las mujeres y hacían comentarios de este estilo: “He decidido permanecer soltero porque soy muy romántico, y cada vez que formo pareja me convierto en un aburrido calzonazos”. “Siempre he deseado ser sexualmente impotente, y aún sigo esperándolo. ¡Ja!”.

“Una vez fui a una población asiática en la que la mayoría de las mujeres se dedicaban a la prostitución. Un día estaba sentado en una cafetería junto a una pareja, y cuando la mujer se fue al lavabo, le pregunté al hombre si le salía muy cara. Me respondió riendo que le salía carísima porque era su esposa. ¡Ja!”.

“Yo adoro a las mujeres”. “Si por la calle te cruzas con una, ¿qué es lo primero que miras de ella?”. “La cara, por supuesto, porque la cara de una mujer guapa es una incomparable obra de arte de la naturaleza y su sonrisa me resulta hipnotizante e incluso dolorosa”. “¿Será por esto que en algunas culturas las obligan a llevar el rostro cubierto?”. “Quizás sea esta la razón, pero es una costumbre carente de psicología, porque todo lo oculto dispara la imaginación y a mí me parecen muy sexis las mujeres que solamente muestran los ojos.

Por cierto, ¿sabíais que la primera mujer que empezó a cubrirse la cara y, al hacerlo, creo moda, fue una reina tan guapa que se había hartado de ser objeto de la atención general?”. “¿Te lo estás inventando?”. “No, que va, es un hecho histórico. Además te diré que, cuando estuve en la India con mi mujer, ella se hastió de los mirones y también se cubrió el rostro”.

PASO A PASO – Koh Sichang, Tailandia, invierno de 1988. Continúa de la crónica anterior. Las prendas más usadas por los tailandeses en los lugares como Koh Sichang, ya fuesen hombres o mujeres, eran seguramente los pantaloncitos cortos, que se complementaban generalmente con una camiseta o una camisa de manga corta.

Era la vestimenta adecuada para soportar el bochorno constante de aquel país donde las temperaturas se mantenían generalmente entre los veinticinco y los treinta y cinco grados. A pesar de mostrar las piernas sin el menor recato, fuese cual fuera su edad o sexo, los tailandeses jamás dejaban al descubierto el pecho ni los sobacos, por considerarlo de mal gusto.

Tras exponer este recuerdo, voy a contaros un hecho que muestra la tolerancia de la gente local en cuanto al criterio sexual. Sucedió un mediodía en que el holandés Ulmo y yo estábamos comiendo la típica y barata sopa tailandesa en un chiringuito. De pronto se acercó a nosotros un hombre mayor que, tras observarnos atentamente un ratito, empezó a palpar los brazos del holandés, mostrándose sorprendido por aquella pelusa que los asiáticos pocas veces tienen.

Terminada la inspección de las extremidades, introdujo su mano bajo la camiseta y le acarició el pecho. Nos mantuvimos inmutables para ver dónde terminaría tal chequeo. Lo que nunca podíamos esperar es que el hombre, con la misma naturalidad, a continuación agarrase con la mano la polla de Ulmo, a través de los pantalones, y la sopesase hasta quedar satisfecho. Entonces se dio la vuelta y siguió su camino. Nosotros evitamos mofarnos de aquel loco y nos limitamos a sonreír mientras continuábamos comiendo la sopa.

Ran, nuestro anfitrión, se encargó más tarde de ampliar nuestros conocimientos acerca de la normas sexuales tailandesas:

“Aunque generalmente no lo mencionamos en público, nosotros compartimos muchas veces a nuestras mujeres. Me aficioné a esta costumbre al convivir con los esquimales y los holandeses. Así que, si os apetece, alguna noche podríais dormir con mi esposa y conmigo. Entre mis paisanos también hay muchos casos en los que un hombre tiene dos o tres esposas; no obstante, antes de tomar a una nueva, el marido pedirá permiso a las anteriores”. Continuará.

MIRA LO QUE LEO – El segundo de mis hermanos se encarga de corregirme estas crónicas y trata inútilmente que yo escriba como Dios manda. Menciono a Dios para mosquearlo, no a Dios, sino a mi hermano, pues es más ateo que Bakunin. Pero él también es mi librero y no deja de conseguirme lectura fina. Aquí van unos ejemplos que os recomiendo leer:

  • Sefarad, de Antonio Muñoz Molina.
  • Todo va a mejorar, lo obra póstuma de Almudena Grandes.
  • El latido de la Tierra, de Luz Gabás.
  • After Dark, del japonés Haruki Murakami.
  • Olor a rosas invisibles, de la colombiana Laura Restrepo.
  • Y una increíble joya literaria titulada Vivir abajo, del autor peruano Gustavo Faverón.

Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.

La crónica cósmica, de Nando Baba
La crónica cósmica, de Nando Baba
1960 1103 Nando Baba

Nando Baba

Escritor y viajero. No te pierdas las crónicas cósmicas de Nando Baba.

Artículos por : Nando Baba

Dejar una Respuesta

Start Typing

Preferencias de privacidad

Cuando visitas nuestro sitio web, éste puede almacenar información a través de tu navegador de servicios específicos, generalmente en forma de cookies. Aquí puedes cambiar tus preferencias de privacidad. Vale la pena señalar que el bloqueo de algunos tipos de cookies puede afectar tu experiencia en nuestro sitio web y los servicios que podemos ofrecer.

Por razones de rendimiento y seguridad usamos Cloudflare.
required





Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar nuestros servicios y mostrarte publicidad relacionada con tus preferencias mediante el análisis de tus hábitos de navegación. Si continuas navegando, consideramos que aceptas su uso. Puedes cambiar la configuración u obtener más información aquí