Si hay algo que nos ha enseñado el ya pasado y maldito 2020 con su pandemia, es que eso que nos han dicho siempre de que todo se puede ir a la mierda de la noche a la mañana es verdad. La vida da muchas vueltas y pueden ser muy rápidas, tanto que a veces no te da tiempo ni a asimilar sus golpes. Todos nuestros planes se han ido al carajo este año; que levante la mano al que el covid no le haya trastocado al menos uno de los suyos.
Proyectos, visitas, búsqueda de trabajo en el extranjero… Y bueno, a los que teníamos la gran suerte de poder viajar por placer o como modo de vida, también nos lo ha arrebatado el virus. Cualquier escapada que implique cruzar fronteras lejanas se ha anulado.
Es verdad, que es el menor de nuestro males (en tiempos pandémicos la suerte es estar sano), aunque no tanto todo lo que conlleva, pues hay muchísima gente que vive del turismo y cuenta los días para que la nueva normalidad, la verdadera, vuelva ya. Nada de pseudorealidades con las que nos intentan convencer los optimistas pero que no convencen a nadie.
A mí todo esto me ha hecho pensar, como supongo que también a vosotros. Bueno, ¿a quién no? Pienso en mi último viaje y en lo poco que imaginaba lo que estaba a punto de pasar y me doy cuenta de que, de ser el último de mi vida, no lo hubiese aprovechado al máximo. Me faltaron lugares que visitar, experiencias que vivir, momentos por disfrutar, pajas mentales que olvidar…
Si por unos segundos me pudiera teletransportar a la estación de tren de Valencia aquel día de octubre de 2019, desde donde salíamos en dirección a Madrid para volar a Delhi, haría una cosa: le daría un tirón de la mochila a la Carme un año más joven e intentando no ser muy moñas para no terminar siendo ignorada por mí misma, me diría: “Espera un segundo que te quiero pedir una cosa. No te voy a decir porqué porque de todos modos no te lo creerás, pero después de este vas a estar un tiempo sin poder hacer ningún viaje, así que no te olvides de… ”
Por la selva o por la montaña, que son tus lugares favoritos. Allí volverás a conectar contigo mismo poniendo en pausa el resto del mundo.
Escapa del recorrido clásico, sé que lo harás, porque aunque lo marcado sea lo fácil y cómodo, al final los mejores recuerdos son de los momentos en los que te has atrevido a salir de la carretera principal.
Sé que no te perderás ni un atardecer pero ¿qué hay de los amaneceres? Que no te venza la pereza: ¡madruga!
Recuerda que allí has conocido, muchas veces, al verdadero motivo por el que te has desplazado tantos kilómetros, la gente local.
No hace falta ser plurilingüe, basta con aprender unas pocas palabras del idioma local para establecer toda una conversación casi de signos. Por algún motivo, esto es algo que siempre hace ilusión, para muestra un botón: Palabras que provocan sonrisas, aprendiendo un poco del idioma local.
Ponte en contacto con la tierra, piel con suelo, arena, mar. Siente lo que te une a ella para que nunca te olvides de cuidarla, incluso cuando la sientas lejos encerrado en tu casa durante la cuarentena (que vas a pasar muchas semanas así…).
No te olvides de la comida callejera, atrévete con ese plato tan raro que siempre te ha dado cosa probar, descubre sabores nuevos.
Un destino no está completamente visto si no has ido a buscar su fauna salvaje. ¡Cómo te gustan los animales! Sabes de sobra que no hay ninguna necesidad de ir a verlos enjaulados ni participar en turistadas con animales, lo aprendiste hace ya unos cuantos viajes. Que el 2021 sea nuestro año pero también el de todas las demás especies.
Sí, sé que tienes una lista muy larga de cosas que quieres ver y que no sabes si te dará tiempo, pero piensa que has ido a pasarlo bien y eso implica relajarse. Disfrutar de un paseo por el bosque, de un buceo por una zona de coral, de una tarde leyendo tumbado en la hamaca, una vuelta en bicicleta… ¿Están todas esas actividades anotadas ya en tu must list?
No pierdas la esperanza, sigue reduciendo tu huella y tus residuos y sobretodo no te pongas tan de mala leche. Vale la pena el esfuerzo. Sigue explicando las razones por las que lo haces porque cuando vuelvas del viaje habrá un evento muy interesante del que formarás parte y descubrirás que hay mucha más gente que escucha y realmente quiere cuidar del planeta.
Que sí, que tienes que hacer fotos, que tienes un blog, que tienes que contarle a los lectores muchas cosas, pero por favor, desconecta un rato, una tarde, unas horas al día, durante el trekking… Apaga el móvil y recuerda esa sensación mágica de estar aquí y ahora olvidando el resto del mundo y de no tener que estar pendiente del teléfono.
No te pido que duermas debajo de un puente o en una estación de tren, sobra con alojarte en una homestay, un edificio antiguo restaurado, una ¿cueva? Duerme en cabañas siempre que tengas la ocasión.
No sigas al dedillo tus propios planes, ignóralos de vez en cuando, olvídalos a propósito, piérdete y vuélvete a encontrar.
Suerte que tú ya has encontrado buena compañía, porque la única alternativa a ello es viajar solo. Y qué placer.
Cada día, por lo que sea.
Cada minuto del viaje. Por poder estar allí, por tener la suerte de poder viajar y por toda esa gente a la que has conocido, conoces y conocerás.
