De la vida nómada al confinamiento total: reflexiones de cuarentena

Habiendo pasado los últimos doce años viajando mucho y cambiando de residencia cada dos por tres, pensábamos que estar encerrados nos resultaría insufrible. Sin embargo, la realidad es que nos estamos dando cuenta de que llevamos muy bien la cuarentena (más bien aislamiento en nuestro caso), casi diría que demasiado. Y ya son ¿seis semanas? He perdido la cuenta.

Si me paro a pensar, creo que en eso mucho tiene que ver el aprendizaje de todos estos años de movimiento, descubrimientos e incertidumbres. Nuestra forma de vida y las situaciones que hemos tenido que ir afrontando estando fuera de casa nos han aportado cosas que hoy nos hacen manejar de otra forma las situaciones adversas.

Mentiría si dijera que no escribo esto desde una posición que considero muy privilegiada. Doy gracias porque todas las personas de mi alrededor tenemos salud y el coronavirus de momento no nos ha llegado a tocar de forma directa. Y también soy afortunada por estar donde estoy porque es el sitio en el que habíamos decidido pasar los próximos meses (quizás años). Si el estado de alarma se hubiera decretado solo unas semanas antes, no nos hubiese dado tiempo de mudarnos a nuestra nueva casa, esa que nos regala amaneceres de infarto, que casi huele a mar, la que nos permite saludar al Montgó cada mañana y nos cuida con una buena dosis de vitamina D en un jardín que tiene más de 10 horas de sol. Alguno dirá, «así cualquiera», y no le quitaré razón.

Pero, ¿nos está ayudando a llevar mejor la cuarentena el hecho de haber viajado durante largos periodos de tiempo y de la forma que lo hemos hecho? Pues evidentemente los últimos años de nuestras vidas nos han cambiado completamente, nos han ido moldeando y nos han convertido en las personas que somos hoy en día. Estoy completamente convencida que no tendrían nada que ver con un Toni y una Carme que se hubieran quedado en Algemesí toda la vida.

Cultivando la paciencia

Cuando uno ha pasado infinitas horas en medios de transporte yendo de un sitio para otro, el tiempo le pasa de otra forma y nosotros ese master lo hicimos en India, concretamente en sus trenes y en su sleeper class.

Toni en un vagón sleeper class
Toni en un vagón sleeper class

Encerrado en un vagón, en un tren lleno de mierda por el suelo y del que desconoces las horas de duración, porque siempre son una sorpresa, aprendes a tener paciencia, a ocupar el tiempo con lo poco que tienes a mano o a entretenerte simplemente observando. Empiezas a hacer cosas que, en circunstancias digamos más ocupadas, quizás no harías. Leer el último libro que tienes en el ebook y descubrir que te encanta, escribir en el diario de viaje sin ser un poeta, dibujar aunque lo hagas fatal…

Garabatos
Garabatos

Peores todavía fueron algunos de los eternos viajes en autobús, en los que ni siquiera podías levantarte a estirar las piernas y comías y meabas cuando lo decidía el conductor, que por supuesto se saltaba todas las normas de conducción vial. Eso sí que era insufrible. Asientos incómodos y no reclinables o cubículos en los que apenas se podía estirar las piernas. Aun así no diré mentiras, sarna con gusto no picaba, ya lo decía mi madre…

Horas y horas así
Horas y horas así

Así que también aprendes a dejar que los segundos, minutos y horas pasen sin subirte por las paredes. Sin pretenderlo aprendes a meditar. Una buena lección para estos días en los que ni nos podemos mover ni sabemos cuándo podremos hacerlo.

Resiliencia

Cuando uno viaja sin hacer planes e improvisando a veces termina en lugares inesperados, y no siempre son lo que uno desearía. Los viajes largos y con poca organización previa nada tienen que ver con unas vacaciones en un resort, aunque se disfruten tanto o más. Haberte alojado en lugares cutres, incómodos, demasiado fríos o demasiado calientes, con bichos o en hostales que bien podrían haber sido escenario de películas como El resplandor te hacen darte cuenta de lo bien que estás en tu casa, sentado en tu sofá o tumbado en tu cama.

Después de haber dormido en el suelo de una cueva en la que nos cagaban los murciélagos en la cabeza mientras dormíamos, descansar en un colchón en el suelo porque el somier que pedimos antes de la cuarentena no llega ni se sabe cuando llegará, pues nos da bastante igual.

Una habitación poco acogedora
Una habitación poco acogedora

Los trekkings largos también nos enseñaron a apreciar los lugares más humildes, pues cuando uno está cansado, una simple cama de madera le parece un tesoro. Si te has pasado 10 horas caminando y pasando frío no te importa cagar en un agujero y agradeces que tienes una hoguera en la que calentarte. Igual que ahora agradecemos que lo máximo que se nos pida es que respetemos el confinamiento y lo podamos hacer aquí.

Así que comparada con algunos lugares en los que hemos dormido, nuestra casa nos parece un palacio con jardines reales.

Un baño cualquiera
Un baño cualquiera

Apreciar lo que tienes

Viajar por tu cuenta te lleva a conocer lugares que no son turísticos y a veces a visitar pueblos de zonas desfavorecidas o en vías de desarrollo, teniéndote que alojar en casas muy humildes.

Algunos países son todo un golpe de realidad, una bofetada en la cara, y por muy feo e injusto que suene, conocer esa parte desafortunada del mundo te hace reflexionar y darte cuenta de la suerte que tienes de haber nacido en un lugar con tantos privilegios. Cuando sabes que hay niños que viven en estaciones de tren en Calcuta, familias que lo hacen en vertederos en Camboya y comunidades enteras en slums en Delhi, no te quejas de tener que estar encerrado en casa, porque te cae la cara de vergüenza.

Barriada en un vertedero en Camboya
Barriada en un vertedero en Camboya
El río del vertedero
El río del vertedero
Casa en las afueras de Delhi
Casa en las afueras de Delhi

Temer menos a la incertidumbre

La incertidumbre ha sido una constante en nuestra vida nómada. Cuando nos movíamos mucho no sabíamos cuál sería el siguiente movimiento hasta horas antes de pillar un autobús. Y cuando empezamos a vivir temporadas más largas en lugares como Manila, Kanchanaburi, Chiang Mai o Peterborough, nunca supimos cuánto tiempo estaríamos ni el que nos permitirían estar. Nuestros planes han sido siempre muy a corto o medio plazo, por eso ahora no le queremos dar más vueltas a algo que no depende de nosotros (aunque alguna sí le estamos dando). Nadie sabe cuánto durará la cuarentena o qué pasará cuando esto acabe, así que controlamos la ansiedad, aunque seamos conscientes de que, ya de entrada y como a todos, nos va a afectar económicamente.

Sin rumbo fijo
Sin rumbo fijo

Querer en la distancia

Es verdad que no ser dos personas especialmente apegadas es uno de los motivos por los que quizás no vimos inconveniente en llevar la vida que llevábamos, pero todos tenemos amigos y familia. Desde la distancia hemos aprendido a querer, a echar de menos o a extrañar el contacto con esa gente que no creíamos tan necesaria a nuestro lado. Y esas relaciones las hemos conservado, e incluso a veces mejorado, con muchos kilómetros de por medio. Skypes con nuestros mejores amigos, felicitaciones cantando el cumpleaños feliz por un audio de whatsapp, muchas postales enviadas… Así que nosotros ya sabíamos de antemano lo que es estar separados de la gente a la que quieres. Despedirte constantemente de gente que se ha convertido en íntima en pocos días y tener amigos por todo el mundo también te hace fuerte y terminas soportando la lejanía. Hemos estado muchos meses sin ver a nuestros padres, así que podemos soportar esta cuarentena mientras sepamos que están todos bien.

Reencuentro con mi madre en Manila
Reencuentro con mi madre en Filipinas

24 horas al día juntos

Hay quien ya está hablando de divorcios y de gente que no se soporta más tras tantos días encerrados juntos. Y la verdad es que la convivencia tan extrema y sin posibilidad de ver a nadie más se hace difícil. Sobretodo cuando uno se enfada con el compañero de piso, pareja o familiar que vive con él y no puede salir de casa para despejarse, cosa que en la mayoría de las ocasiones es suficiente para que a uno le pase el cabreo cuando se trata de una nimiedad.

Carme y Toni en la reserva de Anja
Carme y Toni en la reserva de Anja

A esto también nos han acostumbrado los viaje largos. ¿No es verdad que se dice que una de las mayores pruebas de compatibilidad son los viajes? Hemos estado meses dando tumbos sin rumbo fijo con la única certeza de que donde fuera el siguiente destino iríamos juntos.

Nos llevamos bien porque hemos superado largos viajes o hemos superado largos viajes porque nos llevamos bien.

Morriña acumulada

Yo empecé el primer viaje sin billete de vuelta empujada por sentimientos bastante desagradables y enfadada con mi mundo. Un pueblo, una familia, un lugar en el que parecía que nunca terminaría de encajar. Tiempos de crispación y malas relaciones. No sentía el hogar ni su calor y la incomprensión era recíproca; solo quería huir. Como pasó con las amistades, la distancia hizo su trabajo y perduda als carrers del món empecé a echar de menos cosas que antes echaba de más.

Estar en la terreta siempre ha sido algo en lo que Toni ha insistido más, así que creo que para él estos días son de reencuentro. Por mi parte, si hace unos años pensaba que nunca volvería a estar por aquí ni lo desearía, ahora he dejado de juzgar tanto y me intento reconciliar. La primera #misióreconciliació fue todo un fracaso, pero esta vez parece que la herida deja de supurar. Estoy encerrada en una casa en medio del campo y tengo tiempo para reconciliarme con mis raíces de la forma más literal (azada en mano). Creo que es lo bueno que estoy sacando de esta cuarentena, aparte de los tomates de mi primer huerto, y sin esos viajes puede que nunca lo hubiese llegado a apreciar.

Y bromas aparte, un año y medio en Inglaterra me hizo darme cuenta de lo azul que es el cielo en Valencia, pese a que el sol parece que también se ha aislado estos días…

Songkran

¿Qué decir del culpable de que cambiáramos completamente la forma de viajar? Songkran nos ha hecho compañía cada día desde aquel momento en que lo recogimos en Langkawi. Nos ha acompañado por destinos como Laos, Tailandia e Inglaterra y cómo no, también lo está haciendo en esta cuarentena. A los que tenéis animales no hace falta que os contemos lo que nos están acompañando estos días de aislamiento y la vida que nos dan (no solamente porque nos saquen a pasear con la excusa de sus necesidades fisiológicas).

¿Que qué tiene que ver esto  con viajar y la cuarentena? Oye pues no lo tengo muy claro, pero cualquier excusa es buena para volverlo a repetir: si adoptas, salvas una vida :)

Songkran
Songkran bebé en Gerogetown

Escribir en el blog

Aunque no sepamos cuando ni por dónde se va a empezar a viajar, escribir en el blog es una forma de terapia y nos mantiene ocupados, aunque sea con estas reflexiones chorras. Buscar recuerdos en los discos duros, revivir los mejores viajes escribiendo acerca de estos, teletransportarte a los mejores destinos con solo recordarlos, pensar en lo que está por llegar… Los que sea con tal de no estar dándole vueltas al tarro.

Escribiendo en el diario de viaje, durante el Pickey Peak trek
Escribiendo en el diario de viaje, durante el Pickey Peak trek

Leer las crónicas de Nando también hace que nuestra mente abra las ventanas y salga volando abandonando su cárcel, así que si tú también quieres entretenerte puedes leer sus crónicas cósmicas y relatos divergentes.

Songkran y Nando en Kanchanaburi
Songkran y Nando en Kanchanaburi

Soñando ya con lo que vendrá

Desde nuestro jardín tenemos unas vistas excepcionales del Montgó. La belleza es tal, que es comparable a los parajes más bonitos que hemos visitado en nuestros años de andanzas viajeras. No estoy exagerando. Nadie sabe cómo se saldrá de está crisis, ni que consecuencias sociales tendrá, pero hay que mantener la ilusión para no volverse loco, y la mía ahora mismo es explorar esos alrededores que me sugiere el Montgó cada mañana.

Nuestro vecino el señor Montgó
Nuestro vecino el señor Montgó

No puedo esperar (aunque tengo que hacerlo) para explorar Jávea ni otros pueblos de La marina alta. Sueño cada día con el momento en el que podamos salir y pueda nadar en una de esas playas de azules aguas con las que alucino a través del navegador del ordenador.

¿Que si echamos de menos la libertad? Lo que más, pero resist… ¡¡es broma!! ¡¡Qué os sea leve y que tengáis mucha salud!! Ya queda menos…

1200 800 Carme
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