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Cap. 05 – Segundo día de trekking por Nam Tha

Segundo día de trekking

El segundo día del trekking fue el plato fuerte pero aun no teníamos ni idea. Debí darme cuenta al ver el desayuno que nos sacaron: un vaso de café, arroz glutinoso, un plato de nuddles con caldo (esos que tan poco me gustaban), unos plátanos y unos bollos que había preparado Camsay con algunos plátanos más. Ese día aun pude comer alguna cosa, porque al día siguiente mi estomago ya no estaba para aguantar esos cambios alimenticios tan fuertes.

La mañana fue el calentamiento, jungla, jungla y más jungla, y aunque Seekham ya nos había comentado un par de veces algo de “para hoy tenemos 7 horas de travesía” yo quería pensar que lo hacía para asustarnos, vamos, para darle más emoción, ignorante de mí…

Continuamos la jornada ...
Continuamos la jornada …

La verdad que las primeras 3 horas hasta que paramos a comer no fueron nada del otro mundo, aunque la pesadilla fueron las sanguijuelas. Íbamos todo el rato cerca de los ríos, por zonas muy húmedas donde había cientos de ellas que con su apariencia de gusanito inocente nos dieron la mañana. Al principio íbamos mirando al suelo y cuando veías una subir por el pantalón la quitabas con algún palo, pero cuando llevabas ya tanto rato subiendo y bajando montaña llegaba un punto que te daban igual. Al final ya ni me miraba las botas, pensaba que con la goma del pantalón bien apretada y las botas atadas hasta arriba seguro que dentro no podían entrar.

Cruzamos un montón de ríos, unos por puentes y otros por encima de piedras, pero antes de parar a comer teníamos que pasar por un río más ancho por el que no había nada para cruzarlo. Los guías se quedaron un rato mirando a ver cual era la mejor opción y después de mucho rumiarlo decidieron que por el medio. Así que dicho y hecho, nos quitamos las botas y los pantalones y lo cruzamos, que con la corriente que llevaba el río no era un paseo en lancha.

Allí mismo, donde el río hacia esquina, Camsay sacó la comida y lo puso todo en el suelo, encima de una hoja de platanera. Lo mismo de siempre, no es que fuese un menú especial, pero eran las 12 de la mañana y nosotros no teníamos demasiada hambre, así que comimos poquito y después de descansar unos minutillos reanudamos la marcha.

Antes de entrar en la selva
Antes de entrar en la selva

En una de tantas veces de quitarnos las botas y después de pasar por un terreno pantanoso fue cuando descubrimos que no hay barreras para las sanguijuelas (habíamos subestimado a las “leeches”). Primero se quito Toni las botas y vimos que tenía un par en cada pie, habían llegado a él incluso por debajo del calcetín. “Dan un poco de repelús, pero tampoco es para tanto” pensé, claro que yo creía que no tenía ninguna.

De todos modos me quité las botas por si acaso y cuando vi el calcetín con manchas de sangre fue cuando me empezaron a dar muchísimo asco. Sabía que las tenía debajo pero no quería ni verlas, me quite el calcetín sin mirar y le dije a Toni ¡quítamelas tu! Ni siquiera te hacen daño, las tienes ahí y van chupando, pero una vez ya las había tenido encima no quería repetir, así que ya no pude dejar de mirar el suelo en toda la tarde.

La marcha de la tarde fue la misma: subir, bajar, subir, un puente, subir, otro puente, subir, subir, subir!! Había tramos en los que dejaba de ser trekking y se convertía en escalada. Y eso que llevábamos el walk stick que nos hizo Seekham cuando pasábamos por un bosque de bambú: cogió dos cañas, su machete, y con 2 cortes y mucha destreza nos hizo uno para cada uno.

Aunque al principio pensé que me iba a cansar a la primera de cambio, lo llevé hasta el último minuto. Me resultó muy útil, además me evitó unos cuantos porrazos en las bajadas (menos uno que me di), eso sí, terminé con llagas en las manos.

(Ver video del walk stick y las sanguijuelas)

El mejor puente que encontramos en medio de la jungla
El mejor puente que encontramos en medio de la jungla

La verdad que no fue hasta el final cuando empecé a encontrarme ya fatal, pero así y todo me porté bastante bien. Me acuerdo que fue la última vez que me quité las botas para cruzar un río cuando pensé, “a la próxima ni me las quito, me meto dentro con ellas”. Además Seekham pretendía que cruzase por encima de un tronco sin barandillas y con mi equilibrio…como que no! Toni si que pasó, y yo pasé, pero olímpicamente…

Ya empezaba a estar fatigada  deseando llegar a la aldea, y cuando llegamos al siguiente río la sorpresa no fue que me tuviese que quitar las botas otra vez, sino lo que nos dijo Seekham: “El poblado donde vamos a dormir está en lo más alto de la montaña y no hay agua porque hay que ir a recogerla a uno 20 minutos de allí, así que si queréis bañaros el río es todo vuestro”. No teníamos opción, así que nos metimos a nadar con el agua fría  y con la pastilla de jabón. Nos refrescó un rato pero aun quedaba toda una hora de camino, así que al poco de ponernos a andar ya estábamos otra vez sudando y agotados.

Ese tramo fue el que me quitó la energía que me quedaba, una subida mortal para la que yo ya no tenía fuerzas. Andaba y me temblaban las piernas y además tuve que sentarme unas cuantas veces en el suelo porque no me aguantaba ni de pie. Seekham me dijo que me animara que solo quedaban unos 10 minutos, y viendo a Toni que también le costaba lo suyo subir porque llevaba mi mochila junto a la suya, se ofreció a cogerle la mía. Toni no dijo que no.  Ahora lo pienso y parece que esté exagerando, pero yo me cansé muchísimo. Nunca había tenido esa sensación de impotencia de no poderme casi ni mover!!! Con que diga que desde entonces estoy haciendo ejercicio para que no me vuelva a pillar el toro así…

Carme en un tramo fácil en el primer día, imaginaros los"jodidos" de este segundo tramo
Carme en un tramo fácil en el primer día, imaginaros los”jodidos” de este segundo tramo

En fin, no hay mal que 100 años dure y pronto vi la luz: el poblado Akha. El alivio que me invadió fue fugaz porque pronto me acordé de que no había agua. Toni no se lo pensó, vio a un niño con un cubo con agua, preguntó donde podía ir a coger más y se fue. Yo subí a la cabaña y me senté en el “balcón” mirando a los niños, no moví un pelo hasta que vi volver a Toni con el cubo y con cara de si-lo-llego-a-saber-no-voy. Había que recoger el agua de un barranco con el suelo de barro.

Me contó que el camino era un poco peligroso, pero que vio a los niños por allí descalzos y pensó “si ellos pueden descalzos, yo con la botas podré”. ¡Como le agradecí esa ducha! Eso sí, nos la dimos en medio del poblado con todos los niños por ahí mirando a ver quiénes éramos, y nosotros con los cazos y la pastilla de jabón. Pero a mi ya me daba igual, me tapé un poco con la toalla aunque ya ni me importaba que me viese quien fuera, yo solo necesitaba el agua.

(Video de Carme en el poblado Ahka)

Cuando terminé me quedé bien relajada, ya no me acordaba de cómo lo estaba pasando hacía apenas una hora, aunque tenía unas llagas en las botas que me lo recordaban. Saqué el botiquín para limpiarme las heridas un poco. No eran muy profundas pero recordé que la doctora nos dijo que nos tapásemos las heridas, así que me lo cubrí todo.

Había unos cuantos niños que habían subido a la cabaña por curiosidad y miraban alucinados cualquier cosa que hiciese: cómo habría los botecitos de betadine, cómo recortaba los apósitos o cómo me limpiaba las heridas con las gasas. Como les vi tan entretenidos le dijimos a Seekham que le preguntase a un chaval que había por allí si quería que le cambiase la tirita que llevaba en el pie. Se quedó supercontento solo porque se lo limpié un poco, le cambié la tirita y le regalé unas cuantas de las nuestras. Les regalamos una bolsita llena de paracetamol que llevábamos y les explicamos cuando debían utilizarlos.

Gente en un poblado Akha
Gente en un poblado Akha

Cuando ya estaba mas descansada cogí la libreta para escribir el diario y salí fuera. No había mucha luz así que tuve que encender la linterna para verme y cuando me di cuenta tenía tres cabezas encima del papel mirando a ver que escribía. Supongo que se preguntaban que eran esos rallajos que  pintaba en el papel que nada tenían que ver con lo que les estaban enseñando en el colegio, porque eso si, colegio tenían.

No tardamos en cenar, y otra vez arroz! Pero hoy teníamos compañía, un señor muy mayor entró a la cabaña y se quedó allí todo el rato mirando lo que hacíamos. Cogió la linterna y estuvo un rato entretenido encendiéndola y apagándola. Cabe decir que la gente allí utiliza linternas muy simples, por lo que cuando ven una “buena” (del Decathlon, no te creas…) se quedan alucinados de ver lo potentes que son.

Dejamos pasar el tiempo mientras anochecía charlando allí dentro y de repente vimos entrar a un montón de gente.  Eran unas chicas ataviadas con la indumentaria típica  Akha y unos niños detrás que supongo que solo vinieron a ver, y fue cuando Seekham nos dijo: “massage”. ¡¡Venían a hacernos un masaje!! Al principio me dio vergüenza, pero cuando empezaron a apretarme todo el cuerpo me quedé frita. Yo no se si estaban poniéndome todo al sitio o me lo estaban descolocando del todo, pero el caso es que me quedé ahí pegada al suelo mientras oía el ruido de las chapitas que llevaban en el pañuelo de la cabeza. Y Toni ni os cuento estaba de agusto, y eso que me decía siempre “a mi no me gustan los masajes”…

Hubiese dormido toda la noche del tirón si no fuese porque los gallos de allí arriba se pasaron la noche cantando. Cada vez que me despertaban me notaba mas las agujetas y pensaba “y mañana la bajada…”.

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