La crónica cósmica. Me encanta hacer lo que la gente dice que no haga

Al leer estas crónicas quizás hayáis creído que todos los marcianitos sean unos viajeros compulsivos como yo, cuando, en realidad, es todo lo contrario, pues casi todos (Marco Polo y el Doctor Livingston fueron unas de las pocas excepciones) son unos amantes de la vida sedentaria y residen encantados en las inmensas cuevas que se esconden bajo la superficie de Marte, donde hay un sinfín de lagos y ríos de aguas transparentes, y de las que solamente salen de noche para pasear bajo las estrellas.

Pero me estoy yendo por las ramas, porque de quien os quiero hablar es de mí, que es por cierto lo que más me gusta (también me encanta hacer lo que la gente dice que no haga), para contaros que necesito cambiar de sitio frecuentemente con el fin de recargar mis baterías anímicas, algo que podría comparar a unos relojes que (érase una vez…) aparecieron en el mercado (antes de que los relojes funcionasen con baterías) y se “les daba cuerda” automáticamente con el movimiento, por ejemplo, al andar.

El problema está en la confrontación que se da con la “avanzada edad” de mi cuerpo, al que, tal como ya mencioné anteriormente, cada vez le cuesta más recuperar las fuerzas tras cada correría. Es como el gato que se come la cola. Entre mis piernas y mis pulmones hay una confrontación parecida, pues ellas siguen empeñadas en trotar alocadamente como las de un adolescente, mientras que ellos pierden el resuello y gimotean suplicando: “¡Piedad! ¡Por favor, que traigan una silla de ruedas!”.

Necesito andar diariamente varios kilómetros, igual que algunos de vosotros necesitáis tomar una pastillita para esto y otra para aquello, porque si no cumpliese con esta exigencia de mi cuerpo (enfrentándome muchas veces a la pereza), ya estaría criando malvas. Tras confesaros todo esto acerca de mis viajes, de los que cada vez me gusta más que sean seguidos por una temporadita de vida relajada en alguno de mis sitios predilectos, os aclararé que también es imprescindible que vaya alternando mis domicilios porque, como le sucedía al personaje de “El Fugitivo”, me persiguen continuamente “Las Guerrillas Burocráticas”, dispuestas a eliminarme con unos dardos letales llamados visados. ¡Corre, corre, no pares!

De forma parecida a un amigo mío que era alcohólico y cada mañana se preguntaba: “¿Qué voy a beber hoy?”, yo, al despertar, me planteo nuevos destinos y las rutas que seguiré para llegar hasta ellos. Hacer planes es una de las actividades más baratas y gratificantes que pueda haber, y cambiarlos todavía lo es más.

Esto alimenta mi imaginación, y mientras me rasco la barriga en esta cabaña tailandesa inclinada sobre el Río Kwai, miro hacia oriente recordando los sitios que me gustan de Laos y Vietnam, y parecen llamarme (“¡Ven, ven!”), igual que los de Camboya y Malasia, o los desconocidos, pongamos por caso, de Filipinas e Indonesia (donde sólo estuve en Java, Matura y Bali hace muchísimos años). Ahora que al fin os estáis concienciando acerca de la polución del aire que provocan los aviones, valga mencionar que yo siempre procuro viajar por tierra, a ser posible en tren, y que, de hacerlo por el aire, me encanta ir en aviones de hélices, desde los que casi puedes acariciar las copas de los árboles (“¡Exagerado!”).

ESTO ES TAILANDIA. El señor Prayut Chan-o-cha, que antes fue el líder de la junta militar que derrocó al anterior gobierno y ahora ocupa el cargo de Primer Ministro tras unas discutidas elecciones democráticas, aparte de cambiar el uniforme militar por la ropa de civil también ha empezado a sonreír de vez en cuando, algo que anteriormente parecía tener prohibido.

Él se reunió recientemente con los otros líderes políticos de los países del Sudeste Asiático (ASEAN) y se plantearon por primera vez cómo evitar que esta parte del planeta terminase completamente cubierta de plástico. Se habló de que las botellas de agua fuesen de cristal, que los vasos, platos y envoltorios fuesen de papel o cartón reciclado, etcétera. En cuanto al plástico, sólo se usará el que sea reciclado y se prohibirá el de un solo uso. Vamos a ver si esos planes se convierten en realidad.

Os recomiendo leer en eldiario.es del 2 de julio el reportaje de Laura Villadiego, “Aguas contaminadas y aire irrespirable: cómo afectan nuestros plásticos a comunidades rurales de Asia”, en el que consta que España fue el sexto país que más basura de plástico “exportó” a Tailandia entre los años 2014 y 2018: 25 millones de toneladas de desechos de plástico y productos electrónicos (¿la Marca España?). Laura también menciona que las empresas de reciclado tailandesas han aumentado sus beneficios desde que China empezó a poner restricciones a ese tipo de basura que provoca alergias y problemas de respiración en las poblaciones cercanas.

¿Cuáles fueron los países que en el 2017 más contaminaron el mar con sus plásticos y desechos?: el líder, por supuesto, fue China, con 8’82 millones de toneladas, a la que siguió Indonesia con 3’22, y Filipinas con 1’88.

Ayer leí que los ecologistas californianos se estaban manifestando contra el uso de pesticidas en los cultivos de verdura y fruta, porque terminaban en los estómagos de los consumidores. Aquí en Tailandia se analizaron los alimentos vegetales que se vendían en los mercados y se comprobó que el 41% de ellos llevaba un nivel de productos tóxicos por encima de lo que se considera saludable (¿?); curiosamente (o no) los productos tailandeses alcanzaban el 48%, mientras que el de los de importación descendía al 38%. Acerca de este tema y de la polución que provocan los turistas faltados de conciencia: un equipo gubernamental del Nepal recolectó tres toneladas de basura en el Everest.

En las calles y descampados de Bangkok hay docenas de automóviles abandonados que en algunos casos llevan allí muchos años. Ahora las autoridades locales han decidido deshacerse de ellos arrojándolos al mar para crear arrecifes artificiales. Aunque no estoy muy empollado en el tema, supongo que podría funcionar si antes les quitasen todos los materiales contaminantes que llevan. Se lo preguntaré a la amiga valenciana que tiene más conocimientos que yo en cuestiones ecológicas.

¿Sabíais que Tailandia, antes llamada Siam, también participó en la Primera Guerra Mundial, aunque sólo fuese simbólicamente? Pues sí, resulta que mandó un barco a Europa con un millar de hombres para colaborar con los Aliados. Supongo que se verían obligados a tomar partido al tener como vecinos a los franceses en Indochina y a los británicos en Birmania.

“Marihuana, marihuana, rica marihuana”. Arrestaron a un campesino por cultivar dos mil plantas de maría, a pesar de ser supuestamente legal, de ser con fines médicos y de tener un contrato con el Medicine College of Rojanmangala University of Technology Thanyabur. La senadora Rosana Tositrakul, que está a favor de la liberalización de la maría medicinal, criticó al Ministerio de Salud Pública por atraer a compañías farmacéuticas internacionales para que se encargasen de la producción. Yuen Yong, cantante del emblemático grupo de rock Carabao, llamó estúpido al ministro de sanidad en un multitudinario concierto, por no legalizar debidamente para fines medicinales la “ganja” (nombre indio de la maría, que llegaría aquí hace miles de años junto con el hinduismo).

En esta provincia de Kanchanaburi arrestaron a cinco tipos y decomisaron 14.000 pastillas de “speed” y 337 Kg de metanfetamina: este tipo de noticia aparece cada dos días en los periódicos y siempre junto al nombre de Kanchanaburi.

Desde el próximo día 20 de agosto estará prohibido fumar tabaco en casa. ¿Van a controlar al personal en plan Gran Hermano como quería hacer Reagan en Norteamérica con el sexo “pecaminoso”?

Tailandia fue ascendida del nivel 3 al 2 en el tráfico de personas, pero según los políticos de la oposición no se hace suficiente al respecto.

Al fin se va a incinerar el cadáver de Si Quey, asesino en serie que en 1958 fue fusilado por matar y comerse a siete niños, que ha permanecido sesenta años en el Museo Médico.

El salario mínimo mensual en Tailandia es de 300 euros, y en Myanmar son 90.

A los niños que fueron rescatados hace un año de una cueva inundada los drogaron con ketamina para poder trasladarlos sin que se enterasen de nada.

MIRA LO QUE PIENSO

  • Mi evaluación de una persona disminuye en la medida que aumenta el número de sus necesidades.
  • ¿Cuántas personas agonizan arrepintiéndose de los actos que las llevaron a la muerte?

Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.

La crónica cósmica, de Nando Baba
La crónica cósmica, de Nando Baba
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Nando Baba

Escritor y viajero. No te pierdas las crónicas cósmicas de Nando Baba.

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