La crónica cósmica. Me gusta hablar con amnésicos

BIENVENIDO A SIAM – Kanchanaburi, Tailandia. Cuando llego a un sitio, normalmente me gusta explorarlo por mi cuenta hasta dar con una pensión que me atraiga instintivamente y en la que, por supuesto, no habré reservado una habitación o ni tan siquiera le habré echado un vistazo por Internet. Es la satisfacción que da la elección.

No obstante, en las contadas ocasiones que no es así, resulta muy confortable que alguien me lleve de la mano sin tener que preocuparme de nada, como me sucedió al ir desde Katmandú a Bangkok, donde el amigo Luis Garrido-Julve me recomendó el Hotel Atlanta asegurándome que sería de mi gusto: “Fue construido en el año 1952 y, aparte de estar bien conservado, desde entonces no han hecho cambio alguno en el mobiliario o la decoración”.

El amigo Luís Garrido-Julve, reportero y guionista del Prat de Llobregat, es hijo adoptivo de Tailandia y escribe en conmochila la sección A contrapelo: no os perdáis su interesante blog Bangkok Bizarro).

Cuando la moto-taxi se desvió de la bulliciosa avenida de Sukhumvit (después de haber circulado por las aceras y también en contra dirección en plan Moto GP sin que yo llevara casco) y se adentró por un tranquilo cul de sac, empecé a creer que Luís había acertado.

El Hotel Atlanta se halla al final de ese callejón y no había ningún neón que anunciase su presencia. En un pequeño cartel constaba: “Sex tourists are not welcome”. La puerta de entrada era de madera y, al abrirla, creí haber viajado a los tiempos de mi niñez.

Umm, iba a contaros que en el amplio vestíbulo primaban las formas curvas, pues así era el mostrador de recepción, el sofá circular que había en medio, encerrando un parterre, los asientos cilíndricos que éste tenía alrededor y las amplias escalinatas curvadas que ascendían a los pisos superiores.

También quería explicaros que al fondo del vestíbulo, y tras una puerta de cristal, se veían unos tupidos jardines, la piscina, la charca que sirve de residencia a unas tortugas de buen tamaño y el gimnasio. Pero creo que lo comprenderéis mejor si echáis un vistazo a estas fotos del Hotel Atlanta

Únicamente añadiré un par de datos que parecen probar la avanzada edad del Hotel Atlanta: no se aceptan tarjetas de crédito y no tiene ascensor ni aire acondicionado (sólo los grandes ventiladores del techo, que tanto me gustan).

También valoré que el restaurante dispusiese de una buena biblioteca y que la habitación tuviera un balconcito en el que tender la colada durante el día y tomar el aire por la noche.

Caray, al daros todos esos detalles acerca del Hotel Atlanta me acabo de saltar una de las normas que priman en estas crónica, pues, por lo general, no menciono los nombres de los lugares en que me alojo; pero creo que, en el caso de un sitio tan peculiar como el Atlanta, valía la pena hacer una excepción.  

Acostado en la cama mientras contemplaba el ventilador girar y girar, recordé la alegría que mostró el recepcionista del hotel de Katmandú cuando le regalé de propina la piedra de costo que me quedaba y no deseaba llevar conmigo de camino a Tailandia.

También pensé en los gorriones que viven en el aeropuerto de Katmandú y que anidan en los conductos de a/c, y en el guarda de seguridad que se encargaba de registrar los bolsillos de los pasajeros para evitar que llevasen un encendedor, pero no advirtió que yo, acostumbrado ya a tal jilipollada, escondía el mío en una mano.

En las balanzas del equipaje comprobé que mi peso actual era de cincuenta y nueve kilos, o sea cinco menos que cuando partí de Francia seis meses antes. Dos cosas acerca de Tailandia que no varían: el chocante bochorno contra el que lucho tomando diariamente una docena de duchas y el incomprensible inglés que hablan los tailandeses.

Aunque en Bangkok me lo pasé de maravilla, sobre todo manteniendo interesantes conversaciones con el buen amigo Luís, ya sabéis que en esas grandes metrópolis me siento más perdido que mi tía Adelaida en el Amazonas, y dos días después partí hacia mi lugar predilecto de Tailandia, Kanchanaburi, donde me hospedé en una cabaña de bambú de la plácida pensión junto al río Kwai, a la que he regresado repetidamente durante los últimos siete años. Es un lugar de gran belleza que se halla en el extremo opuesto de los bloques de pisos de Bangkok frente a los que pasan las autopistas elevadas con tráfico constante las veinticuatro horas del día.

UNAS CIFRAS – Se calcula que anualmente 50.000 chicas de Bangladesh son vendidas a los burdeles de la India, a veces engañadas por sus propios parientes ofreciéndoles un supuesto empleo.

Según el National Crime Records Bureau de la India, entre 2014 y 2021 se hicieron en este país 103 sacrificios humanos. Una chica nepalesa fue rescatada recientemente en Delhi: había sido embaucada y vendida por seis mujeres de su país (que han sido arrestadas) a un gurú que exigía de ella que tuviese unas medidas precisas, y fue examinada tres veces de los pies a la cabeza para comprobar que fuese adecuada para ser sacrificada.

En Estados Unidos de América, desde 1973, 8.700 personas fueron condenadas a muerte, de las que 1.500 terminaron ejecutadas. Posteriormente se comprobó que 182 de ellas eran inocentes. Pero no creáis que Estados Unidos de América se halla al frente de los países en que hubo más ejecuciones, pues China, Irán, Arabia Saudí, Irak y Egipto le superaron de largo.

TIROS EN LA FRONTERA – Aunque generalmente no se mencione en los noticiarios occidentales, entre el ejército de Pakistán y los talibanes de Afganistán se arman frecuentes tiroteos, como también sucede en Cachemira entre los ejércitos de la India y Pakistán, o entre los de Tailandia y Camboya. Ya que he mencionado a Pakistán, ¿sabíais que en el mercado negro de Islamabad se venden jeringuillas de segunda mano que habrán sido usadas en los hospitales?

PASO A PASO – Ladakh, norte de la India, verano de 1987. Continúa de la crónica anterior. Habían transcurrido varias semanas desde que llegué a Leh y comenzaba a echar en falta la India. Me desplazaba cada vez con más frecuencia hasta los sucios chiringuitos del bazar donde servían comida indostana, como dhal (lentejas) y chapatis. Además, se acercaba setiembre y todos los días parecía refrescar un poco.

Añádasele que ya empezaba a estar harto de visitar monasterios y palacios, que muchas veces se hallaban en ruinas y por los que, invariablemente, tenía que pagar demasiadas rupias. Me había pateado los monasterios de Thikshey, Chanrazing, Chamba y Shey, y mi conclusión después de cada agotadora escalada había sido: “A estos tibetanos les gusta construir sus monasterios en la cumbre de las colinas más escarpadas”.

Donde pasaba más ratos era en una callejuela peatonal del bazar antiguo que descendía paralela a una acequia. En un punto de ésta reinaba un gran árbol bajo el que cruzaban muchos transeúntes del lugar. Justo allí había una pequeña cafetería que, en la misma callejuela, tenía dos mesitas y cuatro sillas. Sentado allí gozaba del más auténtico espectáculo ladakhi, pues parecían juntarse en aquel lugar los caminos por donde descendían los campesinos que, cubriéndose con sus increíbles sombreros y vistiendo coloridas prendas, cargaban sus productos en la espalda.

Un sastre con quien me saludaba diariamente fue el encargado de confeccionarme un chaleco y unos pantalones que, por la limitada oferta, fueron de color azul marino y de tela más gruesa de lo habitual. 

Lo que nunca olvidaba era mi ceremonia nocturna: antes de acostarme y después de apagar la lámpara, me acercaba a los ventanales para dejar que mi vista se perdiese hacía los millones de estrellas que cubrían el cielo sobre Leh, pues, gracias a la altitud y al aire limpio, jamás había visto una cúpula estelar tan espectacular. Continuará.

MIRA LO QUE MIRO

  • No os perdáis en Netflix, y en la sección Love, Death & Robots, el cortometraje animado Jíbaro, obra del genial Alberto Mielgo que fuera nominado a los premios Emmy y a los Óscar por su anterior trabajo El limpiaparabrisas.
  • Viendo Fellini 8 ½ pensé que Kusturica se había inspirado en esa película para sus alocadas e imaginativas creaciones.
  • Cuando miro una película de Hitchcock ya estoy esperando que aparezca momentáneamente él, como en Atrapa a un ladrón que volví a ver recientemente. 

MIRA LO QUE LEO

  • Aquí van unas recomendaciones literarias de las que, al repelerme las sinopsis, me limitaré a comentar que me corrí de gusto leyéndolas (como podéis comprobar, soy un gran crítico literario: ¡JA!).
  • Saber perder, de David Trueba. 
  • Las partículas elementales y Serotonina, de Michel Houellebecq.
  • Hijos de los hombres, de P. D. James. 
  • El jilguero, de Donna Tartt. 
  • La bastarda de Estambul, de Elif Shafak. 
  • Himalaya a human history, de Ed Douglas. 
  • Sinsonte, de Walter Tevis. 
  • Cocaína y Las dos muertes de Ray Loriga, del fenomenal Daniel Jiménez. En la segunda de estas novelas, Ray Loriga afirma: “Creo en las generaciones tan poco como en los países y las razas”, y “Si uno es escritor lo será siempre las veinticuatro horas del día durante toda su vida”.

MIRA LO QUE PIENSO

  • ¿Os habéis fijado que en las películas antiguas, de hace por ejemplo cuarenta años, la gente vivía más tranquila porque se reunía y charlaba sin ser interrumpida continuamente por las llamadas del puto móvil? 
  • Según un estudio de British Journal of Urology publicado por eldiario.es: masturbarse a lo largo de toda la vida sexual de un hombre es un factor que protege contra el cáncer de próstata. ¿Batirá mi próstata un récord de longevidad…?
  • Si yo hubiese sido una mujer, no me habría perdido la experiencia de parir, pero habría sido lesbiana.
  • Me gusta hablar con amnésicos como yo porque no notan si me repito.
  • Las banderas unen a unos pocos y separan a muchos.
  • Las armas las carga el diablo… que las compró.
  • No creáis que fracasé, pues nunca pretendí daros satisfacción ni quise tener vuestra aprobación.

Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.

La crónica cósmica, de Nando Baba
La crónica cósmica, de Nando Baba
1400 933 Nando Baba

Nando Baba

Escritor y viajero. No te pierdas las crónicas cósmicas de Nando Baba.

Artículos por : Nando Baba

Dejar una Respuesta

Start Typing

Preferencias de privacidad

Cuando visitas nuestro sitio web, éste puede almacenar información a través de tu navegador de servicios específicos, generalmente en forma de cookies. Aquí puedes cambiar tus preferencias de privacidad. Vale la pena señalar que el bloqueo de algunos tipos de cookies puede afectar tu experiencia en nuestro sitio web y los servicios que podemos ofrecer.

Por razones de rendimiento y seguridad usamos Cloudflare.
required





Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar nuestros servicios y mostrarte publicidad relacionada con tus preferencias mediante el análisis de tus hábitos de navegación. Si continuas navegando, consideramos que aceptas su uso. Puedes cambiar la configuración u obtener más información aquí