Si haces un trekking por Sapa de al menos dos noches, una de ellas suele hacerse en una cabaña en el mismo valle, junto con el guía que te ha acompañado y la persona encargada de preparar el lugar para que se hospeden los turistas (en mi caso una señora mayor y su nieta). El refugio habilitado está fabricado con madera y un tejado, con una parte baja donde está la cocina y el comedor y una parte alta con las habitaciones.
Las habitaciones suelen tener lo básico: unos colchones, con tela mosquitera por encima para los “reactores”, y alguna que otra manta por si refresca por la noche.
Por otro lado el salón que hace las veces de comedor, con una mesa, unas cuantas sillas, una estantería y una bombilla para iluminarlo todo. Es curioso pero la luz provenía de una especie de dinamo que sacaba la energía aprovechando la caída de agua de la cascada.
Luego estaba la pequeña cocina con los mínimos utensilios para poder cocinar; eso sí, con leña de bambú como hornillo. De esta cocina y de las sabias manos de la señora mayor salieron los estupendos platos para la cena, a base de arroz, bambú, cerdo, tofu con tomate, etc…
Aunque también hay que decir que el guía que teníamos supo sorprendernos con un desayuno bien completo al día siguiente con una especie de crepes.
Y después de tanta cena y tanto desayuno…
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