Cap. 18 – Despedida de Kampot y vuelta a Phnom Penh

Después de la buena experiencia con la moto el día anterior quisimos repetir. Aún no teníamos muy claro que hacer el último día en Kampot, así que en un principio decidimos ir a la estación de autobuses y compramos un par de billetes para volver a Phnom Penh la mañana siguiente. Fuimos a desayunar a uno de los restaurantes cerca del río y allí miramos en la Lonely planet las opciones que teníamos. Una de ellas era ir a ver los famosos campos de pimienta, pero 37 kilómetros de distancia eran demasiados para la moto que llevábamos. Otra opción era ir a ver la isla que quedaba justo enfrente de Kampot, dentro del río. Sin tener muy claro que era lo que nos íbamos a encontrar y sin más información que el trozo de mapa en el que no se veía toda la isla entera nos fuimos hacia allí. Cruzamos el puente viejo con la moto y cogimos la primera salida a la izquierda, era lo único que teníamos claro y a partir de ahí seguimos un poco a ciegas hacia donde nos decía la intuición.

Nos adentramos en la isla
Nos adentramos en la isla

El impresionante paisaje se aprovechaba de estar rodeado de agua por todos los lados, prueba de ello eran las magníficas vistas que ofrecía y los casi fluorescentes arrozales que siempre nos acompañaban a ambos lados del camino. Íbamos grabando y parando a hacer fotos de vez en cuando y la gente, ajena a nuestra presencia, seguía con lo suyo. Unos trabajaban, otros, los más jóvenes, paseaban con la bici o con la moto y otros simplemente holgazaneaban encima de una hamaca colgada de la manera más insólita. Pero como siempre ocurría cuando nos alejábamos de los sitios mas frecuentados, cuanto más nos adentrábamos en el camino, más gente levantaba la cabeza y nos saludaba:  ¡¡¡¡¡¡¡¡sua s’dei!!!!!!!

Bellos paisajes de arroz
Bellos paisajes de arroz

El estado de la carretera que se iba convirtiendo en camino, empeoraba, y al final terminó siendo un sendero de tierra. Entre las miles de acrobacias que tuvimos que hacer una fue atravesar con la moto un charco que ocupaba todo lo ancho del camino; suerte que no era demasiado profundo y lo pudimos sortear sin problemas. Cuando ya parecía que estábamos dando vueltas a la isla sin llegar a ningún sitio llegamos a la costa, en concreto la que llegaba al mar. El color del agua era marrón ya que justo estábamos en la desembocadura del río, así que ya os podéis imaginar lo poco apetecible que era nadar en ese sitio. Así que una vez concluida la breve exploración de la isla volvimos por el camino hecho para volver a Kampot.

Unión del río con el mar
Unión del río con el mar

Llegada la tarde, nos dedicamos a darnos otra vuelta por el mercado y comprar más regalos para casa, entre ellos, más pimienta de Kampot. Lo demás consistió en vaguear, una cervecita aquí y otra allí y dejar las mochilas hechas para la mañana siguiente que nos íbamos a Phnom Penh. Finalmente terminamos en las hamacas de la guesthouse preparando la jornada del día siguiente.

Menudo gusto las hamacas
Menudo gusto las hamacas

El día siguiente volvíamos a la capital. Llegábamos al punto de partida  donde terminaba nuestro viaje. Así lo habíamos decidido hacía días, pues Toni había conseguido contactar con una ONG franco-española (Por la sonrisa de un niño) y quería hacer un reportaje fotográfico sobre la montaña de humo,  el vertedero de Phnom Penh, uno de los más grandes de Asia  donde la gente (en especial niños) rebusca entre la basura todo lo que pueda ser reciclado para ganar con ello lo mínimo para sobrevivir.

A mediodía nos recogió un tuk-tuk en la puerta de Blissful Guesthouse, cargamos las maletas y fuimos a la estación. El autobús no tardó mucho en salir y en la cola conocimos a un americano, un chaval que viajaba solo por Camboya y llevaba ya unas semanas de viaje. Una vez arrancó, nos sentamos por detrás y vimos que el chico, que se había sentado en la zona delantera, se levantó y señalaba  a alguien que estaba sentado con él. Era Víctor Luengo, un fotógrafo de Zaragoza afincado en Madrid que llevaba algo más de tiempo que nosotros por Camboya. Empezó hablando a gritos desde delante y terminó sentándose al lado de nosotros el resto del trayecto. El tema de la fotografía hizo que Toni y él estuviesen hablando las seis horas que duró el camino. Unas cuantas semanas ya por Camboya daban mucho de que hablar. Víctor, que viajaba solo con su cámara, se había adentrado mucho en la sociedad camboyana. En algunas de las fotos que había hecho en psiquiátricos y  bares con prostitutas, vi reflejados aspectos de los que hablaba Javier Nart en su libro Viaje al Mekong. Nos hizo una foto dentro del autobús en la que solo viéndonos las caras se ve reflejado nuestro estado de ánimo por aquellas tierras.

La foto que nos hizo Victor Luengo
La foto que nos hizo Victor Luengo

El mal tiempo volvía a hacer acto de presencia, las tormentas que parecía que nunca abandonaban Phnom Penh nos avisaban de que el sol ya no nos iba a hacer más compañía y cuanto más nos acercábamos a la ciudad más llovía. Cuando finalmente llegamos a la capital de Camboya nos despedímos de Víctor y nos fuimos a OK Guesthouse, una guesthouse provisional donde alojarnos ya que teníamos pensado cambiar a otra para pasar los últimos días de nuestro viaje. La verdad es que no nos gustó demasiado el ambiente, demasiados turistas-guiris que nos alejaban de la realidad de la ciudad. Nada más entrar se notaba: un extenso comedor lleno de gente joven cenando y mirando una peli en inglés.

En Ok Guesthouse
En Ok Guesthouse

Nos dimos una ducha y fuimos a dar una vuelta por el paseo fluvial. La presencia del restaurante español Pacharan en la primera planta de un edificio colonial en frente del río nos llamó la atención. Subimos a echar un vistazo por ver si se ajustaba a nuestro bolsillo y gustos pero cuando nos vieron los camareros y nos ofrecieron una silla ya fue demasiado tarde para decir que no. Y al leer la carta supimos que íbamos a pasar hambre: tortillas y patatas a precio de caviar… así que pedimos poca comida y a beber cerveza.

La cena en el Restaurante Pacharan de Camboya
La cena en el Restaurante Pacharan de Camboya

Al terminar de cenar nos enteramos de que había una promoción para las cenas: a la hora de pagar te sacaban un dado y dependiendo del número que sacaras te hacían de 10% a 60% de descuento. Sabedora de la suerte de Toni, dejé el dado en sus manos, y con la cámara de testigo sacó un 5, osea, un 50% de descuento, y nosotros rateando…

595 270 Carme

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