Desayunamos pronto en Ok guesthouse porque a las 8 habíamos quedado con Jack, el joven conductor de tuk-tuk que nos llevaría a las instalaciones de la ONG, aunque antes de dirigirnos allí queríamos llevar las mochilas al Banana guesthouse, otro lugar donde alojarnos en una zona más tranquila de Phnom Penh. Tuvimos mala suerte pues no quedaban habitaciones y al bajar otra vez con todos los macutos, un conductor de tuk-tuk avispado y atento a la escena vino corriendo a decirnos que justo detrás de esa calle había otra, la Blue Dog guesthouse, y se ofreció a guiarnos. Más tarde supimos que tanta amabilidad era debida a que era el hermano del dueño de la guesthouse.
Dejamos allí todo y nos fuimos en busca de la ONG. Para asegurarnos de dónde estaba volvimos a llamar al director, pero esta vez se puso al teléfono Jack y así supo donde tenía que ir exactamente. Creíamos que íbamos a ir directamente al vertedero, pero en lugar de eso donde fuimos fue al centro escolar que dirigen en la capital de Camboya.
Al llegar estábamos un poco desorientados y unas chicas que nos vieron en la entrada y se dieron cuenta, nos preguntaron que buscábamos. Después de comentarles que habíamos quedado con el director nos llevaron a una zona de oficinas donde dimos con él. Nos recibió con los brazos abiertos pero con precaución. El hombre, aunque no puso impedimentos, si que preguntó cual era nuestra finalidad y que queríamos hacer con las fotos o vídeos. La tarea que allí hacen es demasiado importante para que alguna foto o publicación pudiese restarles credibilidad. El hombre nos estuvo explicando el funcionamiento de la organización y al terminar nos presentó a otro señor que sería el que nos acompañaría ese día por las instalaciones.
Tras demasiados años de guerras, la miseria ha sido la principal protagonista en la vida de la gente de Camboya, siendo los más afectados como siempre los niños. El nivel de pobreza de este país ha llegado a niveles inhumanos y las ONGs han estado haciendo esfuerzos por cambiar esta situación. Prueba de ello es la ONG Por la sonrisa de un niño fundada el año 1993 cuyo objetivo es el de sacar adelante a los niños que malviven en los basureros de Phnom Penh y darles educación.
En un país en el que los recursos escasean y en el que hasta los más jóvenes tienen que mendigar, cualquier modo de supervivencia vale. Aunque sea rebuscar en un basurero. A ello se han visto obligadas demasiadas familias que han hecho de éste su hogar, literalmente. Con las cabañas construidas en el interior del vertedero para no perder ni un minuto, todos, hasta los pequeños de las familias, dedican cada segundo del día a buscar en la basura para sobrevivir, a cambio de algún dólar que les pagan las empresas de reciclaje. Expuestos a enfermedades, pinchazos de agujas que son vertidas directamente al basurero junto al resto de restos hospitalarios altamente contagiosos, a hacerse heridas o a romperse huesos. Incluso amputaciones debidas a atropellos por camiones están a la orden del día. Los niños, mano de obra necesaria para las familias con evidentes carencias alimenticias, no tienen otras opciones.
El papel de la ONG empieza evitando que estos niños trabajen en el vertedero, para ello compensan a las familias por la pérdida de la mano de obra, dándoles el equivalente en arroz a lo que hubiesen ganado con el niño trabajando. Esto es imprescindible para que la familia permita que el niño vaya, aunque no evita que los niños continúen trabajando por las noches.
El primer nivel de asistencia de la organización son Las Païllotes, un pequeño centro construido dentro del mismo vertedero. En éste se reparten raciones divididas en dos comidas y dos meriendas. Activo todo el día, Las Paillotes cuentan con un médico y una enfermera que les atienden y revisan su estado de salud y nutrición y una guardería donde empieza la integración de los niños. Las Paillotes iríamos a verlas el día siguiente, pero ese mismo día lo que pudimos ver fue el resultado de tan magnífica organización. Lo que realmente consiguen hacer con las vidas de esos chavales que estaban destinados a vivir toda su vida entre basura.
Donde nos habíamos visto con el director era el centro escolar y ahora íbamos con el otro señor a visitar el resto de instalaciones. Quedamos impresionados paseando por allí. Los chavales, después de salir de las paillotes recibían educación desde Primaria a Bachillerato, teniendo opción posteriormente a formarse profesionalmente (peluquería, jardinería, hostelería) e incluso a estudiar una carrera.
Vimos las aulas y nos dejaron incluso entrar a fotografiar y grabar mientras una profesora daba clase. Paseamos por el comedor y el patio viendo a los niños disfrutar de las horas de recreo. Asistimos incluso a la escena que tanto nos aterroriza a los estudiantes, ¡¡¡el momento en el que salen las notas!!! Eran las calificaciones de inglés y los niños se apelotonaban delante de las listas. Vimos también un salón de costura donde las mujeres hacían los uniformes, el salón de peluquería donde aprendían a cortar el pelo, la residencia universitaria y el restaurante donde hacían prácticas de hostelería.
Existe además asistencia psiquiátrica pues los niños aparte de los problemas físicos acarrean también problemas mentales y mucha carencia afectiva. Recuerdo que una niña me saludó en inglés, me preguntó el nombre y se quedó cogida un rato de mi mano mientras Toni hacía unas fotos, y más tarde cuando me volvió a ver por el patio me mandó un beso al aire que yo le devolví con una enorme sonrisa. Los psicólogos tenían que encargarse también de quitar el sentimiento de culpabilidad de los niños por no estar trabajando en el vertedero y no aportar dinero a casa y también tratar con niñas que habían sido maltratadas y violadas y por ello repudiadas por su familia.
Finalmente llegamos a la entrada, el hombre nos dejó en la recepción donde había también una tienda. Allí había tres chicas que nos recibieron con mucha curiosidad. Nos enseñaron un video sobre la ONG en castellano en el que nos pudimos enterar de lo que no pudimos entender al hombre que nos hacía de guía, que según nos dijo, se defendía mejor en francés. Allí estaba Romani, una chica joven ex alumna y ahora trabajadora de la ONG, quien nos iba a acompañar a ver las Paillots el día siguiente. Mientras concretábamos la hora para vernos la mañana siguiente, las otras chicas se morían de curiosidad y nos hacían preguntas, nos decían palabras en castellano y se reían porque les hacía gracia que fuese más alta que Toni. Faltaban unos 20 minutos para que Jack viniese a recogernos y fuimos a tomar algo al restaurante donde los chicos de prácticas nos trataron como a marqueses y sólo nos habíamos pedido una cocacola y una cerveza.
Jack nos dejó en la guesthouse Blue Dog y fue en ese momento ya sin prisas cuando nos dimos cuenta de porque esta guesthouse no aparecía en la guía. Se trataba de la casa de Mr Tee, que aprovechando que tenía varia habitaciones libres las alquilaba y sacaba algo de dinero para su familia: su mujer, su hermano, sus hijas y su nieta que vivían todos allí. Dimos una vuelta por el barrio y terminamos comiendo en un restaurante de cuyo nombre no quiero acordarme ya que aparte de los precios inasequibles para dos mochileros (Toni ni siquiera se atrevió a pedir cerveza y bebió agua…) la comida estaba excesivamente picante y ni tan siquiera pudimos saborearla. Estábamos en la zona de los edificios oficiales de la ONU, embajadas, etc, y el precio de algunos restaurantes eran mayores que la media.
Terminamos haciéndonos una cerveza en el que se llegó a convertir en nuestro “bar” de Phnohm Penh, el Liquid Bar. Allí nos tomamos las últimas cervezas frescas de Camboya, las célebres Angkor, y nos hinchamos a cacahuetes en la happy hour.
Lo mejor fue la cena en casa de Mr Tee; le pedimos un par de bocatas y nos los comimos en el salón de su casa mientras él veía la tele tumbado en una hamaca. Cuando se fue a dormir nos dio el mando de la tele e hicimos una buena sesión de Nat Geo Wild. Intuíamos que la visita a Les Paillotes del día siguiente iba a ser algo más dura…
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