A menos de una hora en tren de Tokio, bañada por las aguas de la bahía de Sagami, hay una pequeña isla que parece sacada de un cuento de hadas. Se trata de la encantadora Enoshima, un enclave costero rodeado de belleza en las inmediaciones de la turística ciudad de Kamakura.
La isla, con sus preciosos templos y sus callejuelas típicas, tiene rincones dignos de una película de Hayao Miyazaki. Incluso, en días despejados, puedes disfrutar de espectaculares vistas del monte Fuji emergiendo sobre las olas de la bahía.

La pequeña islita de Enoshima concentra, en unos pocos kilómetros cuadrados, toda la magia inconfundible que solo los paisajes japoneses pueden ofrecer.
Enoshima es una verdadera preciosidad, una pequeña joya dentro del litoral que baña Kamakura y bordea la bahía de Tokio. La cercanía con la capital hace de ella un destino de ocio muy popular entre los japoneses, que inundan sus calles cada fin de semana. Y también sus costas porque, en cierto modo, Enoshima es la playa no oficial de la capital nipona. Al menos, es la que pilla más a mano desde Tokio.
No es de extrañar que, los días de fiesta, Enoshima se llene de gente hasta los topes. Especialmente en verano, cuando el clima invita a darse un baño en el mar. Su ambiente relajado, sus callejuelas con aire retro y, sobre todo, la atmósfera romántica que se respira hacen de Enoshima un lugar muy popular entre la chavalería.
Pero Enoshima es algo más que una simple localidad para domingueros. Muchos la consideran un lugar de poder, una isla sagrada dedicada a los dioses del mar. Este carácter divino queda patente nada más llegar: al cruzar el puentecillo peatonal que conduce a la isla, un gran portal Torii nos da la bienvenida, indicándonos que pisamos terreno sagrado. Toda la isla es un gran santuario, y como tal está llena de hermosos templos.

Enoshima es perfecta para visitarla en una escapada desde Tokio. También puedes incluirla como parte de una excursión a Kamakura, ya que solo las separan 7 kilómetros. Pero, en nuestra opinión, merece la pena dedicarle un día entero, para descubrir sus encantos con tranquilidad. Eso sí, ¡procura que no sea un fin de semana, o las multitudes te pueden arruinar la experiencia!
La isla de Enoshima se halla prácticamente al lado de Kamakura, un destino turístico de primer orden, y ambas están muy cerca de Tokio. Por tanto, la isla se encuentra muy bien comunicada. No tendrás problema en llegar hasta ella desde Tokio en poco más de una hora.
Hay varias combinaciones posibles, pero lo más fácil y rápido es tomar desde Shinjuku el tren de la Línea Odakyu en dirección a Fujisawa; una vez en Fujisawa, solo tienes que hacer trasbordo a la línea local que te llevará hasta la estación de Katase – Enoshima, a escasos 200 metros de la entrada a la isla. El trayecto total tarda alrededor de 70 minutos y cuesta 650 yens (3,7 euros).

Otra opción es ir en tren hasta Kamakura y, desde allí, tomar el tranvía vintage Enoden, que te deja en Enoshima en 25 minutos. El billete cuesta 260 yens (1,5 euros), y el trayecto, que va bordeando el litoral, es realmente bonito.
Si tienes tiempo y te gusta caminar, también se puede ir a pie desde Kamakura hasta Enoshima, en un paseo de unos 7 km que va circundando parte de la costa.
Enoshima es un destino playero, con todo lo que ello significa: temperaturas suaves todo el año; mucho sol en verano, y no demasiado frío en invierno. Las condiciones climatológicas son básicamente las mismas a las de la vecina Kamakura.
El verano es lo ideal para disfrutar del sol y la playa, pero en Enoshima te lo puedes pasar bien en cualquier época del año. Incluso en invierno, cuando los cielos tienden a estar despejados y el monte Fuji se deja ver más a menudo.

Eso sí, al igual que en Kamakura, cuando vayas a Enoshima más que el clima lo importante es elegir bien el día de la semana. Evita los fines de semana y días festivos, ya que Enoshima es un destino muy popular entre los japoneses, y la afluencia de gente llega a ser abrumadora. En un sitio con callejas tan estrechas como Enoshima, las multitudes pueden suponer un verdadero suplicio. Estás avisado.
En Enoshima, como territorio consagrado a los dioses del mar, encontrarás una buena cantidad de templos, todos ellos de lo más coqueto. Además, también verás acantilados con vistas increíbles (con el monte Fuji de fondo), y para rematar la faena tienes montones de restaurantes y chiringuitos interesantes para comer.
Pero tranquilo, Enoshima es una islita de unos pocos kilómetros cuadrados, y sus reducidas dimensiones hacen que se pueda recorrer perfectamente en una tarde. O sea, ideal para visitarla una escapada rápida. Para que no te pierdas entre sus estrechas callejuelas, vamos a repasar brevemente sus mayores atractivos.

La isla entera está consagrada a la diosa Benten, señora de las aguas y deidad asociada también al Rey Dragón del Mar. Los dragones son seres estrechamente vinculados a las aguas en la mitología oriental, y aquí en Enoshima te los vas a encontrar por todas partes. Puede decirse que el dragón es el símbolo por excelencia de la isla.
En la cara Sur de la isla, al pie de los acantilados, se encuentran las cavernas de Iwaya, un complejo de cuevas sagradas. Se trata de una especie de catacumbas que, al bajar la marea, se pueden visitar.
La leyenda dice que las grutas se extienden por todo el fondo marino hasta llegar al pie del monte Fuji, que se divisa a lo lejos. Si te gustan los enclaves místicos y los lugares de poder, este es tu sitio.

Pero la otra advocación de los templos de Enoshima tiene poco que ver con el mar. Aquí la diosa Benten, además de reinar sobre las aguas, está pluriempleada como casamentera. La mitad de los santuarios de Enoshima (y la isla está llena de ellos) están dedicados al amor.
Es lo que en japonés se llama Enmusubi, o sea, «estrechar el lazo»: si quieres mejorar la relación con tu pareja, o encontrar a tu alma gemela, este es el lugar. Al menos, eso creen miles de jóvenes japoneses, que acuden aquí en manada para pedirle a Benten buena fortuna en el terreno sentimental. Otra cosa es que luego dé resultado…

El caso es que, a raíz de esta creencia popular, la isla se ha convertido en uno de los lugares favoritos de los nipones para venir en su primera cita. O, simplemente, para hacer una escapada en plan romántico con la pareja. ¡Nunca está de más saberlo, por lo que pueda pasar!
Pasear por Enoshima es una delicia. Escalinatas interminables, callejuelas estrechas, gatos echando la siesta al sol… Parece que el tiempo se haya detenido en esta isla, que sigue luciendo como el pequeño pueblo de pescadores que ha sido desde antaño.
Este ambiente a lo años 60 que se respira le da al lugar un sabor muy especial. Hasta el Enoden, el tranvía vintage que conecta el centro Kamakura con la isla, tiene sabor retro.
Pero Enoshima no deja de ser un enclave turístico, y como tal tiene su buena colección de tenderetes de recuerdos y trampas para turistas. Solo que, como todo está enfocado al turismo local, a poco que rebusques puedes encontrar cosas más que interesantes.

La oferta culinaria tampoco está nada mal. Callejeando por Enoshima vas a descubrir restaurantes y puestos de comida callejera para todos los gustos y bolsillos, aunque en general todo es bastante asequible.
Mención especial para el pescado y marisco local. No te puedes perder el Shirasu-don, la especialidad de la región.
Se trata de un tipo de donburi, o sea, un tazón de arroz blanco con toppings variados. En este caso, el topping es el shirasu, unos pescaditos minúsculos cuya textura y sabor recuerdan vagamente a las angulas.

La isla de Enoshima se encuentra en lo que los japoneses llaman la costa de Shonan, en la bahía de Sagami. Las playas que la rodean siempre están animadas, y son uno de los rincones favoritos de la chavalería japonesa. Pillan muy a mano desde Tokio, y se nota.

Aunque, siendo sinceros, las playas de Enoshima no son gran cosa. Son playas volcánicas, de arena negra, basta y pedregosa, bañadas por aguas oscuras y frías. Presentan una imagen más parecida a la costa cantábrica española que a las idílicas playas del Pacífico Sur. Y, para colmo de males, tampoco están muy limpias.

Pero, a pesar de todo, tienen su encanto. Los chiringuitos suelen estar animados, el oleaje permite hacer surf, y en general el lugar está más que bien para echarse una tarde de chill con los amigos.
Y, ya de paso, disfrutar del paisanaje dominguero nipón, que es muy divertido. Observar a los japoneses en la playa es toda una experiencia, te lo aseguramos.
Incluso, en días despejados, se puede ver la silueta del monte Fuji en el horizonte. En eso sí que le gana a casi cualquier otra playa de Japón. Las vistas desde Enoshima, desde luego, son insuperables.
