La crónica cósmica. Me gustaría tener ocho ojos

FAUNÓPOLIS. Al residir en este entorno natural junto a Taman Negara, y hacerlo además a solas desde que los propietarios de la “Park Lodge” me dejaron como amo y señor de la casa para ir a la ciudad en que vive una de sus hijas que está a punto de parir, durante el día sólo veo “buena gente”, como una preciosa y fina serpiente de unos dos metros de largo y color plateado que, por supuesto, serpentea por la hierba, o el lagarto monitor (pequeñajo si lo comparo con el que nadaba bajo mi cabaña de la Isla de Duyung) que cruza el jardín mirando desconfiadamente a uno y otro lado.

En las alturas hay más actividad, con docenas de ardillas que galopan por las ramas y los cables, o los grandes pájaros hornbill que tienen un pico parecido al del tucán. También hay una familia de macacos de cola larga que se atiborra de rambután (literalmente: fruta peluda, que es parecida al lichi, pero, para mi gusto, mucho más sabrosa), de la que hay varios árboles y está en plena temporada. Para terminar, tengo de vecina a una manada de jabalíes, pelones y de color gris, que se mueven a la velocidad del rayo.

Dentro de mi cabaña no me falta asimismo la distracción, y, como si mirase la tele, contemplo las correrías y persecuciones que se montan los lagartitos gueckos por las paredes.

Cuando cruzo el Río Tembeling al atardecer y paseo un rato por la jungla del parque, me gustaría tener ocho ojos como ciertas arañas que me permitiesen mirar al mismo tiempo en diferentes direcciones; hacia el suelo que piso, para no poner los pies sobre alguna masa de hormigas (y no me refiero a una columna de ellas, sino a una auténtica marabunta que puede cubrir un metro cuadrado), o para controlar a las malditas sanguijuelas, que te persiguen a una velocidad terrorífica, y hacia las alturas para estar seguro de que no haya una serpiente pitón camuflada entre las lianas.

También necesitaría los ocho ojos para ver a los pequeños y sigilosos animales que desaparecen a toda velocidad en la densa vegetación, haciéndome dudar de si se trataba solamente de una sombra. Umm, no debo olvidar a los insectos del gremio de los mosquitos, que ya me están picando en cuanto me detengo unos instantes para admirar a alguno de los gigantescos árboles que decoran estos bosques.

Hago esos paseos llevando un paraguas bajo el brazo porque este inmenso jardín dispone de un buen servicio de regado y es raro el atardecer en que no estalle una espectacular tormenta, que agradezco al dios de la lluvia porque dentro de la jungla no corre la mínima brisa y el bochorno es agobiante. ¿Puede haber algo más bonito que una nube de insectos revoloteando alrededor de una farola mientras caen toneladas de agua desde el cielo?

MACACOS. En la India y el Nepal, esos inteligentes monos se han acostumbrado al tráfico rodado y comprenden las reglas del juego. Cuando fui a Kuala Lumpur me sorprendió ver por primera vez a algunos que habían muerto atropellados en la carretera. El caso más triste fue el cadáver de una madre que se hallaba en el arcén y el de su hijito, que correría detrás de ella, en medio de la calzada. Pero, como mencioné antes, son unos animales muy inteligentes, tanto que pude ver a algunos cruzando las carreteras por los cables de electricidad y teléfonos.

Ayer, aquí en Kuala Tahan, estuve mirando cómo tres de ellos atravesaban lentamente el amplio Río Tembeling por uno de esos cables usando su larga cola para mantener el equilibrio. Para evitar accidentes de tráfico tendrían que construirles puentes de cuerda como hacen en Kenia.

TIGRES. De los ciento cuarenta y siete tigres que fueron rescatados en el año 2016 de “Pa Luang Ta Bowa Yannsampanno” o “Templo de los Tigres” de Kanchanaburi cuando el gobierno tailandés clausuró ese infame centro turístico, ochenta y seis de ellos han muerto en los santuarios “Khao Prathap Chang” y “Khao Song”, adonde habían sido trasladados. La causa han sido unos problemas respiratorios debidos a la consanguinidad, pues todos nacieron a partir de sólo seis ejemplares. El primer cachorro huérfano había sido traído a ese templo en el año 1994 por unos amables campesinos que lo hallaron perdido en sus arrozales.

El “Department National Parks and Wildlife” de Tailandia creará un corredor para tigres entre el “Sal Yok National Park” de Kanchanaburi y el “Kaeng Krachan National Park” de Phetchaburi, que comunicará con las junglas de Myanmar. Este tema saltó a la palestra gracias a los comentarios que hizo Leonardo DiCaprio en Instagram, el pasado 28 de julio, día en que se celebra el “Tiger Global Day”, mencionando que, desde el año 2011, el número de tigres en el “Parque Nacional de Huai Kha Khaeng” había aumentado de cuarenta y uno a sesenta y seis. La fundación que lidera este actor, chico que ahora me cae más simpático, ha donado tres millones de dólares para el “Proyecto Tigre” del Nepal.

En el “Parsa National Park” del Nepal también ha aumentado el número de tigres; sin embargo, se han multiplicado asimismo las muertes de animales debido a los accidentes de tráfico en las carreteras de los alrededores.

Lo de que las chicas son guerreras nunca fue tan cierto como en el caso que os voy a contar. Érase una vez una joven india de veintitrés años que todavía vivía con sus padres (supongo que no tendrían dinero para pagarle la dote) en una casita de adobe y techo de paja, que se hallaba a las afueras de una aldea del estado de Madhya Pradesh. Un día, a media mañana, cuando ella se atareaba en la cocina, oyó balar desesperadamente a una de sus cabras, y salió rápidamente para comprobar qué sucedía. Entonces vio un impresionante tigre de trescientos kilos al que le había apetecido comerse una tapita de cabra. Sin pararse a pensar en lo que hacía o en las posibilidades que tendría de terminar mal, la joven cogió un bastón y empezó a darle de palos al lindo gatito hasta que se juntó con ella su madre, otra guerrera. Ambas recibieron algunos arañazos (sus fotos aparecieron en el periódico) y tuvieron que pasar por el hospital. De todos modos, no consiguieron evitar que el tigre se llevase a la pobre cabra: “¡Beeee!”. ¿Os imagináis cómo reaccionaríais de encontraros en la misma situación? “¡Ah, una araña!”, o “¡ah un ratón!”.

Tras esas noticias positivas, aquí van unas negativas. La policía de Hanoi halló los cadáveres de siete cachorros de tigre congelados en el interior de un coche. Casi no quedan tigres en Vietnam y los trafican desde Laos para usar los huesos en medicinas contra la artritis y la impotencia. En el aeropuerto de Hanoi también se decomisaron ciento veinticinco kilos de cuernos de rinoceronte, y la misma semana confiscaron nueve toneladas de marfil en Singapur. ¡Cabrones!

ELEFANTES. Los representantes de más de ciento sesenta países firmaron en Ginebra un acuerdo histórico por el que se prohibía la venta de elefantes salvajes a los zoológicos. Pero no sé si se referían solamente a los elefantes africanos.

En Sauraha, en el Nepal, hay un elefante ciego que sobrevive de maravilla con la ayuda de la trompa y las indicaciones que le da su cornaca presionando sobre sus orejas. La última vez que estuve en esa población junto al Parque Nacional de Chitwán, hubo un elefante salvaje que, una noche, permaneció plantado un buen rato frente al edificio de la telefónica como si tratase de decidir si lo tumbaba. Lo que sí se llevó por delante poco después fueron unos cables del servicio telefónico, y mi amigo Shankar, que trabaja para esa empresa, se vio obligado a madrugar para reparar el desaguisado. Quizás fuese el mismo elefante el que aquella noche destruyó un par de casas a un kilómetro de distancia, incidente del que afortunadamente no salió nadie herido porque el animal comenzó su tarea destrozando el corral y la gente tuvo tiempo de huir.

MIRA LO QUE PIENSO. Ante los sufrimientos y el horror de los genocidios (Camboya, la Unión Soviética de Stalin, Ruanda, Armenia, y por supuesto el holocausto de los judíos en manos de los nazis), la supuestamente civilizada humanidad no se plantea las barbaridades que hacemos diariamente con millones de animales. No me refiero simplemente a la muerte, porque todos moriremos y mejor si es rápido e indoloro, sino al tormento sistemático y continuado que les infligimos.

Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.

La crónica cósmica, de Nando Baba
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Nando Baba

Escritor y viajero. No te pierdas las crónicas cósmicas de Nando Baba.

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