Cap. 16 – Bokor y la fantasmagórica estación de montaña abandonada

Sabíamos que con el buen tiempo volverían las aventuras así que el primer día que nos levantamos en Kampot madrugamos y a primera hora ya estábamos en la puerta de la guesthouse donde nos esperaba el 4×4 con nuestros compañeros de excursión. El hombre que nos convenció el día anterior para hacer la escapada, al que llamaré simplemente guía porque no recuerdo su nombre, nos invitó a entrar al coche para partir, ya que éramos los últimos. Ya “acomodados” en la parte trasera del vehículo vimos que aparte del guía y del conductor había cinco personas con las que no se por qué, no llegamos a hablar mucho en todo el día, tres chicas y dos chicos. Nos dirigíamos al Parque Nacional de Bokor llamado también Parque Nacional de Preah Monivong, a unos cuantos kilómetros de Kampot para visitar los alrededores: primero una antigua estación francesa y más tarde unas cascadas.

La versión camboyana del hotel de "El resplandor"
La versión camboyana del hotel de «El resplandor»

El camino tuvo poco que envidiarle al del comienzo del trekking con la pick-up tan solo un año atrás en Laos. La carretera para subir a Bokor fue construida en los años 20 por camboyanos que fueron forzados a hacerlo y estaba inacabada, aunque en realidad solamente se había llegado a levantar la tierra para marcar el trayecto por donde se supone que algún día habrá una carretera. Siendo ya el último mes de la estación húmeda y después de todas las lluvias caídas, había más socavones que tramos lisos.

Mientras subíamos, las 7 personas que íbamos detrás nos agarrábamos fuerte a los asientos desprovistos de cinturones para no darnos contra el techo. No pude grabar nada porque la cámara dejó de funcionar justo los primeros días de Sihanoukville, pero ni el tener las dos manos libres impidió que me golpease la cabeza en repetidas ocasiones. No fue esto un impedimento para poder disfrutar del paisaje que ofrecía la montaña, poblada de árboles en abundancia y no en menor cantidad de especies de animales, entre las que se encontraba el tigre, que por suerte no nos llegó a dar ningún susto. El viaje no fue largo, más bien tortuoso, pero llegamos de una pieza.

Vistas de los paisajes desde la carretera
Vistas de los paisajes desde la carretera

La primera parada fue al Palacio Negro construido para el rey Sihanouk y cuya única particularidad era las vistas del mirador que posee. Allí dentro el guía nos estuvo contando cosas sobre la construcción de la carretera por gente obligada a trabajarla y un poco de historia de la época de los jemeres rojos.

Interior del Palacio Negro
Vista del interior del Palacio Negro

Subimos otra vez al vehículo y cuando llegamos arriba de la montaña el guía nos repartió unas bolsas  con unos bocatas, unos plátanos y agua y nos dejó vía libre para visitar la estación de montaña. Se trataba de un complejo abandonado, construido sobre Phnom Bokor por los franceses durante la época colonial  como estación donde, imagino, irían de vacaciones. Formada por varios edificios y abandonada desde hacía décadas su aspecto era fantasmagórico.

El primer edificio que visitamos fue el hotel-casino Bokor Palace, que como decía Toni era igual de tenebroso que el de la película de “El resplandor”. Accedimos por las escaleras de la entrada principal y una vez dentro nos dispersamos. Tras tantos años de abandono solo quedaban restos de lo que fue en su día, un enorme hotel para gente adinerada. Y ya no quedaba nada, solamente en las paredes sucias, resquebrajadas y llenas de moho se advertían agujeros de bala debido al paso de tropas vietnamitas y jemeres rojos.

Imponente entrada al hotel Bokor Palace
Imponente entrada al hotel Bokor Palace

El gran salón con su enorme chimenea estaba vacío dando la misma sensación que el de un barco hundido durante décadas. Paseando por éste casi podías imaginarte a los huéspedes cenando o bailando al lado del fuego del hogar. Era escalofriante. En los pisos de arriba se encontraba lo que debían ser habitaciones y baños, pues algunos conservaban aún los azulejos.

La chimenea del gran salón
La chimenea del gran salón

Fuimos subiendo y al final llegamos a una enorme azotea. Desde allí, a escasos metros de un precipicio, podíamos contemplar la montaña y, si no hubiese habido niebla, hasta el mar. Aunque fue una lástima no poder llegar a ver el horizonte el espectáculo fue sustituido por otro igual de bonito. Desde esa altura podíamos ver como subían las nubes en forma de columna por el precipicio como si se tratara  del humo de una hoguera. Con esas vistas decidimos sentarnos a almorzar, así que encima de la barandilla de piedra nos sacamos los bocatas y nos los comimos.

Las nubes subiendo por el precipicio
Las nubes subiendo por el precipicio

Nada más terminar, y antes de que nos llamase el guía para seguir la visita, aprovechamos para bajar a la parte trasera del hotel y asomarnos al precipicio. Allí sentí la primera brisa fresca de todo el viaje.

Menudas vistas...
Menudas vistas…

La siguiente parada fue la iglesia católica. Abandonada al igual que el casino, ésta solamente conservaba la estructura y no había ninguna imagen ni figura, además estaba llena de cristales y la pared se caía a pedazos. Los jemeres rojos estuvieron atrincherados allí dentro durante unos meses mientras los vietnamitas les disparaban desde Bokor Palace. De un sitio a otro nos entretuvimos haciendo fotos en el peculiar paisaje. Era como si estuviésemos entre el decorado de una película de terror, y el hecho de imaginarnos a gente ahí atrincherada aún le daba más emoción.

La solitaria iglesia católica vista desde el hotel
La solitaria iglesia católica

Seguimos visitando el resto de la estación pasando por la oficina de correos a la que se llegaba cruzando un pequeño puente, y cuando al guía le pareció que ya habíamos visto suficiente  nos llevo a otra parte.

En el acceso a la oficina de correos
En el acceso a la oficina de correos

Esta vez fuimos a visitar un templo budista no muy diferente de cualquier otro, pero muy peculiar por su ubicación arriba de la montaña y la tranquilidad en la que vivían sus monjes. Estaba lleno de trozos de tela colgando a modo de banderas que me hicieron pensar en Nepal.

Telas de colores
Telas de colores al viento

En el interior de uno de los recintos había un pequeño altar lleno de figuras de Buda con su siempre aspecto relajado, y seguro que debían estarlo porque en este lugar reinaba el silencio que solamente se rompía en alguna ocasión cuando algún dominguero llegaba a hacerse fotos.

La bonita estampa de los budas en el interior del templo
La bonita estampa de los budas en el interior del templo

Para terminar el viaje, cuando ya pensaba que lo de coger el bikini había sido solo para convencernos de ir a la excursión, paramos en la cataratas de Popokvil. Las vistas desde arriba eran impresionantes, al igual que el vértigo que daba asomarse. Para llegar al nivel mas bajo tuvimos que cruzar por el río con el suelo deslizante y bajar por un sendero de barro entre los árboles, y encima descalzos. La gente iba resbalándose pero al final todos llegamos abajo. El color rojo del agua y su superficie llena de espuma no hacían nada apetecible el baño, y con el airecillo que empezaba a correr por allí me estaba helando, así que preferí quedarme mirando desde las rocas.

Caída del agua entre las rocas
Caída del agua entre las rocas

El guía se acercó al punto donde caía el agua del nivel superior y se metió debajo del chorro con los pantalones puestos. Luego se acercó a un punto del lago donde se podían levantar las piedras y creó un miniescondite debajo del agua en el que terminaron metiéndose todos.

Mira que agusto estaba el guía...
Mira que agusto estaba el guía… ¿lo véis?

El rato de agua no fue muy largo, pues a la hora que era ya se notaba el fresco y salieron todos pronto. Solo quedaba la vuelta, que al igual que la subida fue de lo más entretenida dando saltos todos por allí dentro del 4×4, y no miento si digo que el día siguiente tenía agujetas de hacer tanta fuerza para no darme golpes.

Cuando volvímos a la guesthouse estábamos agotados así que nos hicimos nuestra merecida cerveza fresca en la terraza. Mas tarde salimos en busca de un ciber para conseguir información acerca del problema de la cámara de vídeo que llevaba ya demasiados días sin funcionar. Tuvimos suerte y después de mucho rato conseguimos averiguar que haciéndole un reset la recuperaríamos.

Atiende que ciber!!
Atiende que ciber!!

Cuando salimos de allí ya había oscurecido y fuimos paseando por el río hasta encontrar un restaurante en el que cenar. Cerveza, arroz, rollitos y relax, sobretodo relax… De camino a la guesthose nos percatamos de que había un local de alquiler de motocicletas, así que decidímos que el día siguiente haríamos nuestra propia excursión. Todavía sacamos fuerzas para quedarnos un rato en el salón y escribir un poco de diario de viaje.

El salón de Blissful guesthouse
El salón de Blissful guesthouse

Esa noche me esperaba una sorpresa en la habitación cuando cogí la mochila para sacar el pijama y vi que detrás se escondía una araña enorme y peluda que me puso la carne de gallina y me hizo dar un salto hacia atrás. Cuando vi que Toni se acercaba decidido a matarla le dije que  la echara fuera, ilusa de mi pensando que se iría, sin pensar que iba a convivir con nosotros en la habitación el resto de los días y volvería a encontrármela…

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