Tras casi 20 días de viaje por Vietnam, las dos últimas semanas con la moto y pasando mucho frío, llegamos por fin a uno de los destinos más emblemáticos del país, uno que me apetecía especialmente conocer, la Bahía de Halong. Ocho años atrás Toni, en su primer viaje de mochilero, ya había estado allí y me había contado su experiencia. Los relatos de otros viajeros y las decenas de fotos que ya había visto de la bahía habían alimentado mis ganas de verla y ahora por fin habíamos llegado. Además me hacía especial ilusión porque mi cumpleaños iba a coincidir con mi estancia allí.
La isla de Cat Ba
Elegimos la isla de Cat Ba para alojarnos, la más grande del golfo de Tonkin y uno de los lugares desde los que se puede contratar una excursión en barca; y como teníamos pensado estar varios días también podríamos salir a visitarla. Además de ser punto de partida de las visitas a la bahía, Cat Ba posee otros encantos en los que uno puede entretenerse si va a pasar allí más de una jornada y nosotros así lo hicimos el primer día. Nos alojábamos en el hotel Ali Baba’s, desde donde teníamos una preciosa vista del puerto desde la ventana de nuestra habitación, y tras un almuerzo-comida cogimos la moto y salimos a descubrir la isla.
El buen tiempo nos alegró la mañana, el sol brillaba sin nubes que lo escondiesen, pero a pesar de eso cuando pasábamos entre las sombras de las montañas notábamos todavía el frío, que calaba. Salimos sin rumbo fijo tan solo siguiendo la carretera y, como tantas veces, solo con la fotocopia de un mapa pintado a mano. Y así fuimos descubriendo partes de Cat Ba. Recorrimos parte de la costa viendo algunas de las playitas y en algunas incluso pudimos calentarnos al solecito, cosa que agradecí después de tantos días de frío.
Habíamos leído que se podían hacer también algunas excursiones por el parque nacional, pero siendo sincera ese día no me apetecía hacer nada, solamente pasear sin ninguna obligación. Y menos después del tostón que nos habíamos metido el día anterior para llegar hasta allí. Sin embargo el paseo se vio interrumpido por un contratiempo cuando nos dimos cuenta de que habíamos perdido alguna pieza de la moto y llevábamos el tubo de escape medio colgando, por lo que tuvimos que volver al pueblo en busca de algún mecánico.
Tras casi una hora esperando en el taller, aquella tarde hicimos ya poco más que dar una vuelta por el paseo, bastante soso a pesar de estar lleno de bares.
Teníamos que contratar el barco para el día siguiente, pues habíamos decidido que pasaríamos el día de mi cumpleaños haciendo la popular excursión por la bahía, y para ello hablamos con los propietarios del hostal, que nos estaban tratando muy bien y en los que confiábamos. No queríamos sorpresas desagradables.
El día siguiente empezó temprano, a las siete ya estábamos desayunando en el hostal porque a las ocho vendrían a recogernos, y sorprendentemente puntual llegó una furgoneta con el resto de compañeros con los que compartiríamos la excursión. Tres chicos malayos, una pareja de franceses, un chaval americano y un ruso nos acompañarían en nuestro día de navegación.
Al llegar al puerto la embarcación ya nos estaba esperando, así que sin pensárnoslo nos metimos en la cabina de abajo protegida del fresco de la mañana por cristaleras. Cuando la barca se puso en marcha los más valientes se atrevieron a subir a la parte de arriba, pero yo necesité un rato más para entrar en calor y empecé la travesía contemplando la bahía a través de los cristales.
Nos fuimos alejando de Cat Ba al tiempo que nos metíamos en el laberinto de formaciones kársticas que es la bahía. A ambos lados, delante y detrás, enormes atolones de piedra caliza cubiertos de vegetación nos daban la bienvenida a otro mundo. En ocasiones muchos de ellos estaban rodeados de plataformas con casas y todo el equipo de pesca necesario, los pueblos pesqueros, con sus perros guardianes ladrando a nuestro paso. Los pescadores, ajenos a los barcos de turistas que forman ya parte del paisaje seguían concentrados en su tarea.
Tras casi una hora de paseo el barco paró delante de una de las montañas y el guía dijo “quien quiera puede meterse en el agua y subir para saltar desde allí arriba”. Yo me enrosqué un poco el pañuelo al cuello y lo miré incrédula, hacía apenas diez minutos que me había atrevido a subir a la parte de arriba y desde luego meterme en el agua no estaba entre mis planes, y menos ahora que había empezado a notar que el solecito calaba en mis huesos… ni hablar.
Los chicos malayos y el americano fueron los más valientes y no sin dudar antes un poco se quitaron la ropa y se tiraron al mar. Un escalofrío recorrió mi cuerpo solo de imaginar que mi piel se ponía en contacto el agua fría. Mientras esperábamos a que los atrevidos nadadores llegaran a la roca Toni sacó de su bolsillo parte del regalo de cumpleaños que me había preparado, videos de mi gente felicitándome. Cuando cogí el teléfono y vi en la pantalla a mi mejor amiga cantándome el “happy birthday” a lo Marilyn Monroe no pude evitar una carcajada y una alegría inmensa (las lágrimas ya habían hecho acto de presencia aquella mañana con el vídeo de mi madre). Tras un par de vídeos más vi que uno de los chicos malayos había llegado arriba del todo y se disponía a saltar desde unos 13 metros de altura y sin pensárselo dos veces dio un salto y se tiró.
Unos segundos más tarde nos dimos cuenta de que los otros chavales salían de detrás de la roca exhaustos tras haber intentado escalarla sin éxito y cuando volvieron al barco sus arañazos en las piernas y los brazos nos hicieron darnos cuenta de cuan afilada estaba esta, hasta tal punto de hacerles imposible la llegada hasta arriba.
El viaje siguió otro rato más, teniéndonos muy entretenidos las formas de las montañas, a veces tan curiosas como la “chopstick” una roca tan fina como alta que llamaba enormemente la atención.
La siguiente parada fue para hacer kayak. En medio de unas cuantas montañas, una plataforma llena de piraguas nos invitaba a bajar de la embarcación y subir a las más pequeñas por parejas. El guía nos indicó por donde debíamos ir (y por donde no, pues había algunas cuevas a las que estaba prohibido entrar por ser demasiado oscuras y peligrosas) y poco a poco nos fuimos disipando. La suerte que estábamos teniendo es que no era una temporada alta y pudimos gozar de aquel lugar en relativa tranquilidad (a ver, había gente pero sin parecer aquello Port Aventura en el mes de agosto…).
Empezamos a remar y a entrar en calor y tras pasar un par de cuevas llegamos al centro de uno de los atolones que había quedado sumergido en el agua. Aquello me recordó a la Emerald Cave de Tailandia, pero esta, en vez de tener una playa en medio tan solo tenía agua. Era como estar dentro de un cráter pero flotando, y cuando las 5 o 6 piraguas que estábamos allí dentro se callaban el silencio de aquel lugar era escalofriante. Tan solo algunas aves que canturreaban de vez en cuando lo interrumpían.
La vuelta al barco se hizo un poco más larga pues nuestros desacostumbrados brazos estaban un poco cansados, pero al llegar teníamos recompensa: la comida estaba servida. Un montón de diferentes platos acompañados de varias salsas y el omnipresente arroz, claro, que deleitaron nuestros paladares. Por suerte la nevera venía llena de cervecitas frescas para que pudiese celebrar bien mi cumpleaños. (Eso sí, había que pagarlas a parte, no entraban en el precio de la excursión).
La digestión la hicimos en marcha, esta vez en la parte descubierta del barco y disfrutando del sol de aquellas horas que por suerte no nos abandonó. Y otra vez volvimos a parar para que quien quisiera se tirara a nadar. En una de las rocas se había formado una pequeña playa a la que algunos llegaron nadando. “que sí que sí, que no cold, pero yo me quedo aquí calentita”. Además Toni seguía sorprendiéndome con más y más vídeos de mis amigos…
Cuando volvieron los temerarios nadadores salimos en dirección a la “Monkey island”, la última de las paradas. El nombre de la isla es debido a eso, sí, a que está lleno de monos, de macacos con muy mala leche y dispuestos a TODO por robar la comida de los turistas. Como ya me los conozco le di la mochila a Toni y pasé corriendo por la zona crítica, viendo como una chica salía pitando y soltando todo lo que tenía en las manos para que uno de los monos que le enseñaba todos sus dientes no se le subiera encima. ¡Qué carácter!
Fuimos directos a la montaña que había en la isla pues arriba del todo había un mirador y no queríamos perdernos las vistas. La subida al principio fue sencilla, pero poco a poco se fue complicando hasta el punto de terminar escalando por afiladísimas rocas y sin ningún tipo de seguridad. A un par de metros de la cima yo me tuve que plantar por miedo de despeñarme de allí. Aquello era como intentar atravesar a pelo el mismísimo Grand Tsingy de Madagascar. No obstante, hasta donde habíamos llegado las vistas que teníamos eran impresionantes. Hasta donde llegaba mi vista todo era más y más atolones, centenares de ellos.
Cuando volvímos a subir a la barca ésta se puso en marcha para llevarnos de vuelta al puerto de Cat Ba y tras casi una horita llegamos a la isla. Habían sido un montón de horas de travesía y nos lo habíamos pasado muy bien tanto por la ruta, como por nuestros compañeros y la tripulación, que de verdad se portaron estupendamente con nosotros.
Sin embargo a mí todavía me quedaba energía en el cuerpo para seguir festejando mi cumple y no podía terminarlo sin una buena cena con buena compañía: Toni y un par de botellas de vino. Además para mi sorpresa todavía quedaban algunos vídeos por ver y que fui viendo entre copas.
Datos prácticos:
Tras haber leído algunos posts de gente a la que han estafado en Halong nos damos cuenta de que tuvimos muy buena suerte, pues parece que timar al guiri en la bahía se ha convertido en algo demasiado común. Nosotros pagamos 400.000 dongs por cabeza que no se si es mucho, poco o lo normal, pero nos dieron justo lo que habíamos contratado, ni más ni menos. Y como os he contado lo hicimos a través de la familia que regentaba el hostal, pues nos dieron bastante confianza.
En este precio entraba: recogida a la puerta del hotel, el viaje en barca, el kayak y la comida. Y además tanto el guía como el resto de la tripulación estuvieron todo el día geniales.
Postdata
Aquest post està dedicat a totes aquelles persones que em van treure un somriure amb els seus vídeos felicitant-me pel meu aniversari i que tanta il·lusió em van fer. Gràcies mamà, Sara, Teo, Maria R, Sareta, Inma, Maria G i Genisot, Maialen, Joan, Andrea, Juanlu, Àlex i sobretot a tú Toni. Els millors regals, com sempre, són aquells que no es poden comprar.
Muy buen artículo y lindas historias!! Gracias por compartirlo.
En qué año y temporada contrataron esta excursión? Como para calcular cuánto podría costar el día de hoy, jaja. (Mayo, 2018)