Nuestra estancia en Camboya había llegado a su fin y el último día en Phnom Penh nos levantamos ya pensando en lo que nos depararía Bangkok. Poco había que recoger pues las mochilas siempre las llevábamos casi hechas, así que no tuvimos que madrugar demasiado para ir al aeropuerto. Bajamos a la planta baja de Blue Dog guesthouse y mientras nos despedíamos de la familia de Tee vimos que el conductor de tuk-tuk con el que habíamos quedado nos esperaba ya en la puerta. Metimos las mochilas y partimos rumbo al aeropuerto recorriendo por última vez las ajetreadas calles de Phnom Penh, esas por las que cualquier cosa con ruedas puede transitar, en las que el humo de los automóviles casi te obliga a ir con mascarilla y en las que las normas principales son echarle cara, no dejarte amedrentar y poner el morro hacia donde quieras girar.
Cuando llegamos al aeropuerto recordé el día, cuatro semanas antes, en el que desde la ventana del avión que aterrizaba leí por primera vez aquel cartel que decora la fachada del edificio: “Welcome to the Kingdom of Cambodia”. Ahora ese cartel de bienvenida a mi me sugería todo lo contrario, una despedida, agridulce, como la del año anterior. Lo primero que me vino a la mente fueron las decenas de sitios que habíamos visitado de aquel país que ya nadie me borraría de la memoria. Los pueblos, las ciudades, la montaña, la playa, los garitos, los templos de Angkor… También recordé todo lo que me había impactado como la calidad de la gente, su modo de vida, la extrema pobreza en algunos rincones como las afueras de Phnom Penh o de Kratie, su tremenda historia reciente… Me iba con una sonrisa pero con la tristeza del que sabe que se va de un sitio al que probablemente ya no vaya a regresar. De repente bajé de mi nube cuando el conductor dio un grito y nos dijo: “¡¡ok!! ¡¡¡¡four dolars!!!!” y volví al presente que consistía en coger todos los trastos e ir a facturar. Llegamos con tanto tiempo que aún tuvimos que esperar casi una hora antes de embarcar, que se hizo eterna.
Por fin llegó nuestro turno, subimos al avión y dijimos el adiós definitivo a Camboya. Aún no se me había pasado el sofoco de las turbulencias y ya estábamos aterrizando. Buff,¡¡¡ menos mal!!! Y después otra vez a pelear con un taxista del aeropuerto, cosa ya chupada para Toni que consiguió que nos llevasen a Rambuttri por tan solo 350 bats. Esta vez decidimos pasar del Rambuttri Village al que habíamos ido ya un par de veces y después de un mes por Camboya su precio nos parecía excesivo. Así que nos metimos por la misma calle pero en busca de otra guesthouse y tras salir de un par de ellas sin habitaciones libres llegamos a la My House Guesthouse. La diferencia entre ésta y la anterior era bastante evidente, pero el hecho de ahorrarnos 450 bats durmiendo en una cama más dura que una piedra para pasárnoslo mejor esa noche bien merecía la pena. Después de darnos una ducha en un baño cuyo espacio se limitaba a que cupiesen un wáter y un lavabo y sin poder evitar inundarlo todo, salimos a la calle.
Hora punta. Toda la calle llena de puestecitos de ropa, souvenirs, complementos, helados… nos llamó la atención una tienda de camisetas por sus estampados. El tendero las tenía todas colgadas en una pared. Nos dimos cuenta que eran todas de la marca Sure y tenían algo en común, eran de tela arrugada. Pero los colores y los estampados, muchos de ellos con dibujos de buda y elefantes, eran todos diferentes. Estuvimos mucho rato mirándolas y eligiendo las más originales, al final Toni se quedó un par y yo una, cosa que no me traumatizó pues con el dinero de la otra camiseta me compré un par de pendientes pintados a mano en el puesto de al lado. Seguimos paseando y llegamos a otro puesto en el que vendían banderitas de esas que se pueden pegar en la mochila y compramos las de Laos, Camboya y Tailandia, aunque al final Toni se quedó también las de Myanmar y Vietnam.
Sedientos como estábamos paramos en un restaurante a hacernos una cerveza, y con el ambiente que había y el hambre que nos empezaba a llamar nos quedamos allí a cenar. Todo el dinero que habíamos conseguido ahorrar durante la última semana nos lo gastamos esa noche. Pedimos unos cuantos platos para picar y cenamos.
Después cogimos la cámara y fuimos directos a Khaosan Street dispuestos a mostrar el gran ambiente que allí se disfruta por las noches, así que enchufe la cámara al principio de la calle y no la volví a apagar hasta el final.
Tal y como muestra el video, por allí paseaba gente de todos los países, cada uno a la suya. Unos vendían y otros compraban en las tiendas, algunos se hacían cervezas, otros miraban el futbol, otros, como Toni probaban los grillos y otros “manjares” que vendían en los puestos, pero nadie estaba quieto.
Toda la calle era un ir y venir de gente, reinaba el movimiento. Solamente había un hombre parado, un indigente que se había quedado dormido en el suelo con un vaso delante para que alguien le echase una limosna.
Volvimos a ver a Jack Sparrow, nos intentaron convencer para ir a visitar una tienda de ropa cuyo comercial se jactaba de ser el diseñador y nos ofrecieron camisetas, chanclas y lagartijas disecadas, pero al final terminamos donde siempre, en el Susy Pub. O eso creíamos, ya que más tarde nos dimos cuenta de que había cambiado de nombre y ahora se llamaba West 999. Cuando entramos nos sorprendió gratamente ver que había un grupo tocando en directo y estaba mucho mas lleno de gente que de normal (entendiendo “de normal” por “las dos veces anteriores”). Y allí, en una mesita pequeña en una esquina del local disfrutábamos de la música de aquel grupo tailandés occidentalizado cuyas canciones eran todas en inglés. Y entre mojitos y extranjeros nos deleitábamos del espectáculo que incluía temas de James Mraz, Coldplay, Queen o Red Hot Chili Peppers.
Un punto y final que nada tuvo que ver con el viaje a Camboya pero que lo remató y nos dejó el mejor sabor de boca que nos podía dar la noche de Bangkok. El día ya nos encargaríamos de verlo la mañana siguiente.
Gracias, me habéis animado al viaje que haré a mediados de diciembre a
Tailandia y que durará 45 días, tengue salir antes de 30 y volver a Visar…no se donde ir si a Camboya, Vietnam , Malasia, Indonesia, ec…. el caso es bucear con botella y hacer snorkel todo el que pueda… Chao ya os contaré