La comida, la perla escondida de Malasia en mi vuelta al Sudeste Asiático

Hay una regla no escrita, con cero base científica pero sí mucha carga emocional, que recomienda cambiar de continente cada año o cada año y medio, si lo único que se hace en la vida es viajar.

Cambiar de meridiano, de olores, sabores, climas, fisonomías, paisajes, océanos, cielos, músicas, idiomas, abrazos y todo lo que se nos ocurra añadir siempre es refrescante e inspirador, un patadón en el trasero para promover el cambio y acariciar lo desconocido e imprevisible.

Un poco así me siento estos días en mi vuelta al Sudeste asiático, con esa euforia contenida de las primeras citas de la adolescencia o del primer salto en paracaídas.

Torres Petronas
Torres Petronas

Mi antiguo viaje y el actual panorama

Llegué a él en abril de 2018 tras viajar año y medio por América Latina y lo dejé a finales del 2019 para asaltar México en modo pre y post Covid. Tras una parada estratégica en España, recalo ahora de nuevo por estas tierras monzónicas y elijo Malasia para seguir avanzando por Singapur, Brunéi, Indonesia y Filipinas y así cerrar el círculo que arrancó en Myanmar hace unos años.

Mientras disfruto de la sopa típica malaya, Laksa, y de un té helado me pongo a brujulear por la web Asianews para ver qué se cuece por la zona y me pegan la primera golpiza en la frente: el golpe militar de febrero de 2021 ha dejado en Myanmar más de 6.337 víctimas civiles según los datos sobre los primeros 20 meses de dictadura que recoge un informe del Peace Research Institute de Oslo.

Restaurante de Adam Pedas, la comida típica de Melaka
Restaurante de Adam Pedas, la comida típica de Melaka

Según el texto, la Junta (ejército y policía) es «el principal asesino» de la mayoría de esas víctimas que lo fueron «por motivos políticos», además de unos 2.614 heridos contabilizados. La web informa también de la situación extrema que sufren los más de 800.000 rohinyas que se hacinan en Cox´s Bazar, el mayor campo de refugiados del mundo, en Bangladés, y de aquellos que han muerto en naufragios de barcos que los transportaban a Malasia e Indonesia.

Esta minoría musulmana, que llevaba más de un siglo viviendo en Myanmar, fue masacrada y expulsada del país por el ejército birmano y sus líderes budistas radicales en 2017. Se me revuelven las entrañas a los pocos días de aterrizar en Kuala Lumpur al ver cómo a las gentes tocadas por la desgracia infligida por sus gobernantes las cosas siempre les pueden ir a peor.

Yo llegué allí en 2018, disfrazado de productor de vinos (porque si decías que eras periodista no te daban el visado) y me encontré con una pseudodemocracia cogida con pinzas y tutelada por el ejército, y con las historias que me contaron algunos birmanos sobre la masacre a los rohingyas.

El minarete de la Mezquita nacional y detrás, la Torre Merdeka
El minarete de la Mezquita nacional y detrás, la Torre Merdeka

Contaba esos días en mi blog: “La antigua Birmania es un país maravilloso que ha convertido la desgracia pasada y presente en virtud y dicha, su gente rezuma felicidad y atención al extranjero, con una ingenuidad que ya sólo se ve en esos pocos países que no han sido prostituidos por el turismo. Pese a todo ello, o quizá por eso mismo, los casi 53 millones de ciudadanos birmanos se merecen el cielo (de Buda, claro) al hacer de este país un lugar admirable, gracias a su sincera y permanente sonrisa, a su honestidad y dignidad, a su amable inocencia, al tratar en el día a día de complacer al ‘foreigner’ sin pedir ni recibir nada a cambio, de norte a sur y de este a oeste”.

Y ahora, desde Kuala Lumpur (KL) miro de reojo al oeste del Sudeste y a ese mar de Andamán cargado de leyendas e historias de piratas, con el hastío de las desesperanzas eternas y la impotencia individual ante la globalidad de la muerte.

Ni van a volver la democracia y la libertad a Myanmar, ni mucho menos van a terminar las guerras y hambrunas en África, ni por asomo México sanará jamás su esclerosis de balas y sangre, y quién sabe cuántos años más seguiremos desayunándonos con la barbarie de Ucrania.

Reconozco que el excitante cosquilleo bajoabdominal que disfruto en cada arranque de un nuevo viaje en esta ocasión se ha tornado en una cierta astenia, de la que en buena parte culpo a una de mis costillas.

La despedida de mis sobrinos fue tan intensa que en uno de nuestros juegos acabé rompiéndome una costilla. No le di importancia, volé con un dolor razonablemente aceptable y pensé que en una semana se soldaría.

Dos chicas malayas, en Melaka
Dos chicas malayas, en Melaka

Cargar con la mochila y no parar de andar en los primeros días por esta ciudad tan manejable (nada que ver con el resto de capitales asiáticas, no llega ni a dos millones de habitantes) no debieron de contribuir a esa recuperación que no llega y que me obliga ahora a estar en reposo.

Por eso estoy escribiendo, por eso leo tanto y de camino me pongo triste por mis vecinos birmanos, por los rohingyas que están al lado y por esa África que nos dio tanto y que tengo a unas cuantas brazadas a poco que me dé por cruzar el Índico, si se me arregla el costillar, claro está.

Así que desde mi céntrico hostel en Bukit Bintang me he dedicado estos días a dormir mucho, salir poco, dar cortos paseos, ir al Latinofest pero sin bailar y hacer el trabajo de campo que más me gusta, el de comer.

Cocina malaya, china, india, árabe

Y en Malasia la gastronomía es el puro espejo de la diversidad de las gentes que la habitan y que conviven pacíficamente.

Vamos a ponernos en contexto: este país musulmán cuenta con 32 millones de habitantes, de los cuales un 70% es musulmán malayo, un 23% chino malayo, algo más del 6% indio malayo y el resto de tribus indígenas de Borneo, según el censo de 2022.

Pato laqueao y cerdo rostizado con noodles
Pato laqueao y cerdo rostizado con noodles

Dentro del total de población malaya se encuentran los Baba NyoNya, que son la mezcla de chinos con malayos tradicionalmente circunscrita al estado de Melaka. Fueron los comerciantes chinos e indios los que llegaron hace siglos a tierras malayas y se instalaron aquí.

La convivencia entre ellos es modélica, os lo puedo asegurar, aunque los últimos gobiernos han querido dar una vuelta de tuerca a su islamismo moderado para poner bastantes trabas a chinos e indios en el acceso a la vivienda, la puesta en marcha de negocios, la educación o las ayudas estatales.

De hecho, en su ID (DNI) queda reflejada tanto la raza (odio esta palabra, pero así lo pone; yo prefiero etnia) como la religión de cada ciudadano.

Y lo que se come en Kuala Lumpur y en Melaka, los dos únicos sitios que he visitado por ahora, es una buena muestra tanto de la cocina de esas tres etnias por separado como de la mezcla de todas ellas, salpimentado además con esos sugerentes toques árabes que trajeron inmigrantes musulmanes emiratíes y libaneses, entre otros.

Batu Caves
Batu Caves

Según mi limitado trabajo de campo (llevo solo tres semanas y estaré viajando por Malasia unos tres meses), circunscrito por ahora a la capital y al estado de cuyo Sultanato nació el país a principios del siglo XV, la comida predominante es la china, cuya variedad y autenticidad (nada de adaptaciones ‘western’) raya cotas de altura.

Muy a su lado también prolifera su gastronomía hermana, la Baba NyoNya, nacida al calor de las mezclas matrimoniales chino-malayas y de la mixtura con la más pura cocina del país. Esta última la vemos en las ciudades, pero es realmente en el resto de las regiones-estado fuera de las más turísticas Kuala y Melaka donde encontraremos más opciones de cocina puramente malaya, me dicen por aquí. Ya os iré contando.

Y por supuesto la cocina india, elaborada aquí por los ciudadanos hindúes que tienen pasaporte malayo, y en menor medida la cocina árabe, popular por sus shawarma sirios y la mediterránea comida libanesa.

Cocina india
Un masala dosa, muy típico de la cocina india

Para no pasarme de frenada y a la espera de recorrerme el país al completo, os dejo aquí unas modestas recomendaciones:

Hablar de la cocina china me da miedo porque no la conozco del todo bien, pero en Kuala comencé a hacerme un nuevo curso acelerado, más allá de los que me hice viajando por Laos, Camboya y Vietnam, además de cuando me tocaba viajar por trabajo hace años al país que ya no es el más poblado del mundo.

Los claypots de arroz, carne o verduras, los hot pots, los maravillosos wanton mee, el pato laqueado, los noodles fritos de mil tipos, el char siew y los dim sum cocidos, entre los miles de ricos platos de esta inabarcable gastronomía (por favor, tirad de google para estos párrafos).

Los arroces Nasi Lemak y Nasi Kerabu, los brochetas satay, la sopa laksa, el panqueque Murtabak, la foundé malaya Lok Lok y las cabezas de pescado fritas al curry cerrarían la primera selección que os hago de los fogones malayos. En Melaka además presumen de tener su propia comida local, parecido a lo que hace Arequipa con Lima, la llaman Asam Pedas y merece probar unos platos.

Los platos indios ni los menciono porque son los típicos de siempre (ricos y auténticos porque se cocinas para ellos y por extensión para los turistas), se han mezclado poco con los platos nacionales. Encontraréis barrios ‘little india’ en las principales ciudades.

Mezquita casi flotante de Melaka
Mezquita casi flotante de Melaka

Vuelvo a Kuala Lumpur para cerrar este post. Nada tiene que ver ni con Bangkok, ni con Ho Chi Minh City (a mí me gusta llamarla Saigón, es lo que tiene el cine) ni con las otras (y muchas) grandes urbes asiáticas.

Es una ciudad con solo dos millones de habitantes y unos cuantos edificios altos (las Petronas se quedaron pequeñas pero ahora van a inaugurar la Merdeka Tower, la segunda más alta del mundo) y desperdigados, además de los tradicionales condominios, pero es cómodo y fácil patear por sus calles.

El metro y el monorrail funcionan de bandera, los conductores (que van por la izquierda) son muy respetuosos y te dejan pasar, toda la gente habla inglés y trata de ayudarte, sonríen y saludan permanente sin el más mínimo interés turístico (hay un país vecino en el que la sonrisa impostada se popularizó por lo que ya imagináis).

En términos generales todos es baratísimo, excepto el alcohol que es desorbitadamente caro por los abusivos impuestos a la importación. Si se dispone de tres o cuatro semanas de vacaciones, a KL no merece la pena dedicarle más de tres días, porque en este país hay mucho que ver y muchas islas (no vayáis solo a las Perhentian, por favor), entre ellas la inconmensurable Borneo.

El río Melaka asaetea la ciudad
El río Melaka asaetea la ciudad

También hay alta montaña y selvas que son parques nacionales, así como ciudades de tamaño medio que son las que destilan ese aroma local de la autenticidad, esas caras redondas y sonrientes tan malayas y ese vivir tranquilo tan propio de climas tropicales y monzónicos.

La fiesta nocturna no os detendrá en KL, nada que ver con Bangkok, Saigón, Tokio o Hong Kong. Hay un par de calles destinadas a ello en Bukit Bintang, pero muy en formato ‘guiri’, muy para mat salleh que es como aquí llaman a los turistas occidentales (farang en Tailandia).

Comida china
Comida china

De museos anda la cosa floja, bajo mi humilde opinión, pero lo que sí es recomendable, más a allá de lo típico de las Petronas y Chinatown, es recorrer los palacios del sultán, las mezquitas (la nacional, moderna, es impactante per se y por superponer en el mismo plano su minarete con la espigada Merdeka Tower -679 metros de altura-) y los edificios históricos con esa mezcla de arte arábigo (mozárabe en el caso de la vieja estación de tren) y victoriano.

Para los amantes del consumo estándar, hay trillones de centros comerciales por todo Kuala Lumpur, con tiendas, fast food y estilo, cómo no, estándar también. Y varios Decathlon donde hay calzado con tallas grandes, que me lo digan a mí.

Sin billete de vuelta, por Balta
Sin billete de vuelta, por Balta
1400 933 Baltasar Montaño
2 comentarios
  • Hola JMaría, hracias por tu mensaje. Claro que iré a esos dos países y tb a Bangladés, después de terminar el Sudeste. Y con muchas ganas. Saludos

  • José María Pérez Martín

    Hola Balta. Se agradece este post (se hechaba a faltar) lleno de autenticidad y cercanía. Por ello, muchas gracias.
    Solamente una pregunta ¿No viajas a la India y Pakistán, por algún motivo?..
    Saludos cordiales

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