Por fin habíamos conseguido dormir del tirón ocho horas después de dos días de ajetreo casi incesante. Nos despertamos con el tiempo justo para vestirnos y salir corriendo al jardín donde esperaba puntual Hussein. La noche anterior habíamos quedado en que él y Raju nos llevarían por la mañana a Karni Mata, el templo de las ratas en el pueblo vecino Deshnok. Subimos al rickshaw, donde ya sonaba la música y en unos minutos estuvimos despiertos y perfectamente ambientados para empezar un largo día de visitas.
Deshnok está a 30 kilómetros de Bikaner, unos tres cuartos de hora en rickshaw que se hicieron eternos y en los que apenas pestañeé. No pude quitar los ojos de la carretera por miedo a una colisión fatal pues los camiones pasaban casi rozando el rickshaw a una velocidad vertiginosa. Esto parecía divertir mucho al conductor que se lo pasaba en grande mirando mi cara de espanto por el retrovisor.
Pero no todo eran vehículos grandes, también circulaban más tranquilos carros tirados por camellos o vacas y muchísima gente, que más que por gusto imagino que por falta de otra cosa, viajaba de un pueblo a otro andando. Grupos formados por niños y mujeres caminaban cargados de paquetes por el arcén.
A mitad camino una barrera bajada delante de la vía del tren nos detuvo. En medio del desierto que era aquello se fueron acumulando los vehículos en la carretera y muchos conductores aprovecharon para salir a estirar las piernas. De repente me sentí como si estuviese en medio de una película de vaqueros. Parecía como si en vez de aparecer el tren desde el horizonte de arena fuese a pasar por allí el séptimo de caballería. El cálido ambiente casi invitaba a tumbarte en el suelo y tomar un rato el sol, y la gente, que cada vez era más, paseaba cerca de sus vehículos o hacía corros. Aprovechando el buen día, salimos del rickshaw y sacamos la cámara para grabar la reunión que en un momento se había formado.
Unos minutos mas tarde seguíamos nuestro camino y en poco llegamos al templo.
Karni Mata, más conocido como el templo de las ratas, es un lugar singular y conocido no por su belleza sino porque los roedores que habitan en él son sagrados. Centenares de éstos campan a sus anchas de un lado a otro sin que nadie ose hacerles daño. Los mantenedores del lugar les dan comida y bebida y todo el mundo las respeta pues existe la creencia de que se trata de la reencarnación de los seguidores de Karni Mata.
Fuimos a entregar las zapatillas a la taquilla de la entrada porque está prohibido acceder con calzado y en unos segundos tuve que resolver el dilema de entrar con calcetines y no tocar las heces de las ratas con la piel o entrar con los pies al aire y no llevarme el olor incrustado en la prenda. Finalmente decidimos entrar con el pie al aire y limpiarnos luego bien, total, lo único que podía pasar era que nos diesen un bocado y nos pegasen que se yo, la rabia? Hice caso omiso a mi mente paranoica contaminada con información de la carrera y crucé los dedos para que no se me acercase demasiado ninguna rata, pues con la suciedad que llevaban encima solo con rozarlas temía que me fuese a caer el pie.
La visita fue cuanto menos curiosa. A la entrada, las ratas más osadas advertían al visitante del contenido del interior y a medida que nos adentrábamos el número se iba multiplicando. La sorpresa llegó cuando entramos y vimos los centenares de ratas que inundaban todo: las más activas correteaban, las perezosas descansaban en el suelo o sobre las barandillas, las hambrientas rodeaban ordenadamente el cuenco de la leche y las atrevidas pasaban a tan solo unos centímetros de mis pies, aunque estoy segura que si me hubiese quedado quieta hubiesen pasado por encima de ellos. Se acercaban tanto a las personas que hasta vi volar un par de ratas unos metros cuando alguien se vio sorprendido y no consiguió evitarlas.
Caminamos un poco más y nos adentramos en pleno templo, totalmente en su territorio. Miré a un lado y otro, pero no tuve suerte, no encontré ninguna blanca y con ella el buen augurio que éstas traen. Me acerqué con la cámara a uno de los recipientes con leche y ajenas a mi presencia siguieron bebiendo con total tranquilidad. El ambiente allí dentro era denso, olía a excrementos de rata ya que el suelo estaba lleno de éstos y un hombre se dedicaba a moverlos de un sitio a otro perfumándolo todo más si cabía. La gente iba entrando y se iba acercando a un altar que había en el centro, al cual no nos dejaron entrar, no se si por las cámaras o porque pretendían que pagásemos más.
Cansados de tanto roedor suelto salimos de allí y fuimos directos a limpiarnos los pies con agua, como dice mi madre, para dar de beber a los bichos, pues no teníamos jabón. Al menos tenía la esperanza de no llevarme toda la mañana el olor detrás. Visto el templo dimos media vuelta otra vez en dirección Bikaner. Mismo paisaje, mismos vehículos y más gente caminando por el arcén de la carretera.
Cuando llegamos a la guesthouse ya era casi hora de comer, así que mientras charlábamos en el jardín con Kabill, el hijo de los propietarios de la casa, su madre nos preparaba la comida. El niño tenía mucha curiosidad y nos preguntaba de todo. Nos hizo todas las típicas preguntas en inglés que se estudian en el colegio y una demostración de cómo se escriben nuestros nombres en alfabeto hindi. Un rato más tarde y con más confianza, vino junto a un amigo y nos empezó a mostrar álbumes de fotos de la familia donde aparecían vestidos con trajes típicos en bodas.
En media hora ya estaba preparada la comida, vinieron todos a saludar y se sentaron alrededor de la mesa que habíamos preparado en el jardín. Comimos con sus miradas clavadas observando cada gesto que hacíamos, y aunque la comida era deliciosa, nos veíamos casi en la obligación de decirlo cada vez que probábamos un plato diferente. Ya iba quedando menos en el plato y el padre fue el primero que se atrevió a decir algo, así que nos empezó a contar cosas de Bikaner mientras reposábamos la comida y esperábamos a los chicos que vendrían a recogernos en un rato.
Mientras aun estábamos terminándonos la cerveza, llegaron Raju y Hussein así que aun estuvimos un rato sentados conversando, y con la digestión ya casi hecha nos fuimos en dirección a la granja de camellos. Llegamos enseguida, acompañados de música claro. Iba tarareando la letra de las canciones que ya casi me sabía de memoria: “Munni badnaam hui, darling tere liye”. Esta vez el guía si entro con nosotros y nos fue mostrando cada zona de la granja. Primero vimos un recinto en el que había camellos de diferentes zonas de Índia y nos dijo que cada uno tenía una característica diferente: unos eran más fuertes, otros más agiles, otros más grandes…
Pero lo mejor estaba por llegar porque detrás de la siguiente valla estaban la zona de “maternidad”, donde las madres cuidaban a sus crías. Había tres o cuatro recién nacidos que no habían aprendido aun a andar y yacían sentados en el suelo con esas patas tan largas. Se me caía la baba de verlos ahí tan pequeños, tan frágiles, tan bonitos…
La siguiente parada, muy a nuestro pesar fue un taller de pintura. Sin nada de ganas entramos en el interior donde uno de los profesores que permanecía sentado en el suelo, dibujaba sobre un papel apergaminado algo que empezaba a tener forma de elefante. Mucho arte pero lo único que querían era vender, así que después de saludar muy educadamente nos hizo la explicación de como usaban solo material natural para sacar los colores con los que iba a pintar, como por ejemplo el índigo para el color azul o el azafrán para el naranja. La gracia de sus pinturas radicaba en que era de tamaño minúsculo y para demostrarlo me cogió la uña del dedo anular y con mucho pulso y también paciencia dibujó un paisaje. El hecho de que no hubiese quedado perfecto era, según él, porque necesitaba más tiempo para terminar de perfilarlo.
Hecha la demostración y con los tontos engatusados pasamos a la parte de atrás donde tenían el escaparate y nos mostró diferentes dibujos de diferentes calidades. Aun quedándonos uno de los menos buenos, pagamos demasiado por un papel que a día de hoy ya se ha encargado alguna de nuestras gatas en dañar.
Con el bolsillo demasiado escocido ya, llegamos al almacén de telas y aunque el dueño hablaba muy bien español y sacó muchísimos saris preciosos de los que tenía en la colección ya no estábamos dispuestos a perder ni una rupia más. Y como el hombre tampoco no llegamos a ningún acuerdo. Ya tendríamos tiempo de comprar saris.
De vuelta a casa, Raju y Hussein nos propusieron quedar esa noche para cenar, la despedida antes de partir hacia Jaisalmer. Una hora mas tarde y para que tuviésemos tiempo de dejar lista la mochila, vinieron a recogernos y después de regalarnos un dvd como no, con las famosas canciones del cd del rickshaw, fuimos hacia el restaurante. Éste se encontraba en la primera planta de un hotel, y allí arriba estaban unos amigos suyos que también estuvieron un rato con nosotros. La cena picaba tanto que casi salía fuego de nuestras bocas, pero la velada fue de lo más animada, aunque muy corta ya que a las 23:00 partía el tren.
Así que con la barriga llena nos despedimos de nuestros nuevos amigos y fuimos a la estación sin tener aun ni idea de lo mal que lo íbamos a pasar esa noche, al menos yo, y eso que Hussein nos había advertido varias veces que allí arriba hacía mucho frío. Nos tocó compartir el hueco de las literas con una familia que llevaba un niño pequeño. Mientras grabábamos y charlábamos pensé, “vaya pues no es para tanto”. Apenas hacía frío y lo único que me había llamado la atención era una rata y un hombre con una metralleta, sobreviviría. Así que monté la cama, que en sleeper class no tiene sábanas, manta, ni almohada y me eché a dormir con la mantita del avión encima.
Dos horas mas tarde, y con las piernas dormidas desde las rodillas hacia abajo por el frío, desperté. Tiritando y alucinando de ver la niebla que se había formado dentro del vagón en un par de horas, no pude hacer otra cosa que darle unos golpecitos en la espalda a Toni que dormía en la cama de abajo y con un hilillo de voz decir “Toni, tengo mucho frío…” y él, pensando que aún conservaba calor gracias a que no se había quitado las botas, tuvo la brillante idea de darme una a mí para que me calentase, la otra se la dejó puesta para no enfriarse. “Bueno, a lo mejor se me calienta por lo menos el pie”. Pero no hubo manera, probé de un lado, del otro, boca arriba, boca abajo, enrollada sobre mi misma, con otra chaqueta encima, frotándome los pies, pero cada vez tenía más frío. Sentía que la temperatura de mi cuerpo bajaba por segundos y antes de empezar a sentir el rigor mortis decidí bajar a la litera de Toni, que por muy pequeña que fuese y por muy apretados que estuviésemos no podía ser peor que morir congelada. Estaba dispuesta a suplicar por un poco de calor, ¡¡¡¡ni nadando en el atlántico me hubiese quedado tan fría!!!! Toni aun guardaba un poco de calor en su cuerpo, que terminó de esfumarse cuando mi gélida piel se lo robó, para perderlo definitivamente. A las 4 de la madrugada llegábamos a Jaisalmer, una noche corta pero sin duda una tortura. Solo recuerdo una noche peor que esa, la siguiente vez que viajamos en sleeper class casi al final del viaje.
Mientras cogíamos las mochilas vimos que alguien se acercaba donde estábamos. Era Mira, un amigo de Hussain que venía a recogernos y que preguntó: “Toni?”, su voz sonó de lo más cálida, nos llevaban a un sitio caliente…
NOTA: En nuestra manera de viajar casi nunca cabe ir acompañados por guías a no ser que sea en trekkings o en lugares no urbanos. Nos gusta demasiado perdernos solos y tener que buscarnos nosotros mismos la vida como para contratar los servicios de nadie. Aun así los dos días que estuvimos en Bikaner decidimos pasarlos acompañados de Hussein, probar la experiencia y sacar conclusiones para próximas veces (si las hubiera). El hecho de que hablase español creemos que fue el detonante. Al final le pagamos lo que consideramos justo para él y para su conductor. A día de hoy seguimos en contacto con él y nos cuenta sus nuevas andanzas organizando tours con coche.
Sarafat Hussain
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Excelente artículo!! Ya me agende el contacto de Hussain. El tren de Bikaner a Jaisalmer tiene las otras clases o solo es sleeper?