Una de las experiencias más auténticas de nuestro segundo viaje a India fue alquilar un par de clásicas motos indias Royal Enfield, y hacer una escapada junto a nuestro amigo Eloi (WeAreThePassengers) hasta la mismísima puntita del sur India, Kanyakumari, en el estado de Tamil Nadu. Estábamos pasando unos días de descanso en la playa de Varkala cuando hablando se nos ocurrió la idea: recorrer la distancia que nos faltaba hasta el final del país en moto ¿Por qué no? Bueno, se nos ocurren algunos motivos por los que podríamos haber dicho que no, como el caótico tráfico de India o el dolor de culo con el que sabíamos que íbamos a terminar…, pero otra vez pensamos ¿why not?
Así es como terminamos alquilando las dos pedazo de motos que, bordeando la costa oeste hasta llegar donde se acaba India, nos llevaron a conocer Kovalam, Kanyakumari y algunas playas y paisajes preciosos.
La primera parte del viaje de ida fue tranquila a pesar de no llevar retrovisores, de que el freno de nuestra moto no funcionase y el freno trasero y el cambio de marchas estuviesen del revés, las carreteras estaban en buen estado, estábamos frescos y a mediodía llegábamos a Kovalam a comer. Mientras buscábamos un restaurante presenciamos un espectáculo que nos hipnotizó durante varios minutos; los pescadores de la zona estaban retirando una red y lo hacían al ritmo de una canción que cantaban al unísono. Cómo si del canto de las sirenas se tratase nos acercamos y permanecimos varios minutos allí mirándoles y sin decir ni una sola palabra, solamente alucinando con aquello.
Por la tarde el camino empezó a complicarse un poco, el uniforme asfalto de la mañana dio paso a a un camino lleno de baches cada vez más transitado. Coches, camiones, tuk tuks y motos salían de todas partes y ralentecía el viaje por momentos formándose verdaderas caravanas . El humo de los vehículos y la tierra del suelo se metían en nuestras narices convirtiendo el paseo en un suplicio.
Kanyakumari
La última hora del viaje la hicimos a contrarreloj, pues pretendíamos llegar a Kanyakumari para ver la puesta de sol y nos quedaba poco tiempo. Cuando llegamos a la ciudad, a escasos minutos de que el sol se pusiera, aparcamos la moto, recorrimos el mercado que había rápidamente y nos dirigimos al extremos más al sur, a la punta. Allí se habían congregado centenares de personas para ver el mismo espectáculo al que acudíamos nosotros. Tan solo unos pocos minutos después desaparecía el sol engullido por el horizonte y celebrado con un enorme aplauso.
Entonces, solo entonces, nos dimos cuenta del extraño ambiente que se respiraba allí, donde una extraña mezcla de indios de distintas partes del país y algunos extranjeros parecían completamente deshubicados. Según Toni aquello era como el poso del chai, donde caen los restos y se mezclan. Para más inri, en el extenso mercado vendían todo tipo de cosas extrañas, no había ni un estante con algo que me pudiera pasar por la cabeza comprar.
La mañana siguiente podríamos habernos levantado a ver el amanecer justo desde el mismo sitio que vimos el atardecer, pero madrugar hubiese sido demasiado impropio de nosotros… Después de desayunar nos volvimos a dirigir a la zona de la playa y visitamos el “Gandhi memorial” antes de despedirnos de Kanyakumari. Desde la parte de arriba del edificio se contemplaba el fin de la India, miraras en la dirección que miraras solo veías agua.
Cuando volvimos a subir a la moto notamos que nuestros culos estaban resentidos del largo viaje del día anterior, así que intentamos ponernos lo más cómodos posibles, y tal como el día anterior Eloi salió delante con el gps y le seguimos. Esta vez nos metimos por caminos mucho más tranquilos y aquella mañana, sin apenas tráfico, disfrutamos mucho más del trayecto parando a ver alguna playa y cruzando pequeños pueblos.
A mediodía llegamos a Kovalam y volvimos a comer allí, pero esta vez en el paseo marìtimo donde se concentraba el turismo. Durante la comida intentamos coger las suficientes fuerzas para superar la peor etapa, la llegada a Varkala.
Por la tarde el tráfico empezó a ser agobiante, los tubos de escape de los camiones nos intoxicaban y nuestros culos cada vez estaban más hechos polvo. El par de horas que tardamos en llegar a la guesthouse se nos hicieron eternas pero casi a la misma hora que el día anterior llegamos a la ciudad, donde nos despedimos de las ruidosas pero originales motos. El viaje había sido corto pero intenso y quisimos poner punto y final cenando en un restaurante de la playa. Ahora ya nadie nos podría decir que no habíamos estado en “el final de India”.
Datos prácticos
- Precio moto Royal Enfield: 750 rupias /día
- En Kanyakumari hay varias guesthouse de distintos precios donde se puede encontrar habitación sin previa reserva
- Hace falta un mínimo de experiencia conduciendo moto para hacer el recorrido pues en ocasiones el tráfico además de estresante puede ser algo peligroso
Quins records!! Gran viaje hasta el fin de la India con las Royals! Un verdadero placer compartir esos días con conmochila.com Afortunadamente el destino te cruza con gente cojonuda de vez en cuando ;) A ver cuando nos encontramos en otro lugar del mundo! PD: tinc el vídeo de la India cuasi be llest jo també :)