El cementerio de guerra de Kanchanaburi, diseñado por el arquitecto británico Colin St Clair Oakes, es uno de los lugares más conmovedores de la ciudad.
Situado junto a la carretera principal y a pocos pasos de la calle de las guesthouses, este lugar rinde homenaje a los miles de prisioneros de guerra que murieron durante la construcción del ferrocarril de Birmania-Tailandia, conocido también como el Ferrocarril de la Muerte.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el ejército japonés impulsó la construcción de una vía férrea entre Tailandia y Birmania para abastecer a sus tropas en el frente birmano.
Para llevarla a cabo, recurrieron al trabajo forzado de prisioneros de guerra aliados (principalmente británicos, australianos, holandeses y estadounidenses) y de más de 200.000 civiles asiáticos reclutados o esclavizados en regiones como Malasia, las Indias Orientales Neerlandesas, Birmania o el propio Siam.
Las condiciones de trabajo eran inhumanas. Malnutrición, enfermedades como el cólera, el tifus o la malaria, junto con castigos brutales, provocaron una auténtica catástrofe humana. Se estima que 13.000 prisioneros de guerra murieron durante la obra, y que el número de civiles fallecidos supera los 80.000.
En la entrada del cementerio se encuentra el Kanchanaburi Memorial, un pequeño edificio que conserva el registro de los once soldados del ejército indio británico enterrados en cementerios musulmanes del país, donde no fue posible mantener sus tumbas de forma permanente.
Otro espacio especialmente emotivo del recinto recuerda a los 300 hombres fallecidos durante una epidemia de cólera en mayo y junio de 1943, en el campamento de Nieke. Sus cuerpos fueron cremados, y sus cenizas descansan en dos tumbas dentro del cementerio. Sus nombres están inscritos en los paneles del pabellón-refugio.
Actualmente, el cementerio alberga las tumbas de 5.084 soldados de la Commonwealth y 1.896 soldados holandeses, todos fallecidos durante la construcción del ferrocarril.
Las lápidas, ordenadas con precisión entre jardines cuidados, crean un espacio de recogimiento, donde el silencio lo dice todo.