La crónica cósmica

La crónica cósmica. Cuando montan los tenderetes

LA SONRISA ASIÁTICA – Mae Hong Son, Tailandia. Siempre que vengo a este país me alegra y seduce la sonrisa con que la gente te saluda. Lo hacen así incluso los desconocidos con los que me cruzo por la calle en poblaciones tranquilas como Mae Hong Son.

En las contadas ocasiones en que alguien no cumple con esa costumbre, parece que esté enfadado. En otras culturas, sonríen por educación, y sólo con los labios, sin que participen los ojos. Rizando ya el rizo, el servicio que recibes en lugares públicos, como restaurantes y hoteles, es tan amable y encantador que te llega al corazón. También les encanta reír, y se desternillan cuando les gasto un broma.

Acerca de los lugares en los que resido, difícilmente podría haber más diferencia entre el desagrado que siento en las grandes metrópolis y la satisfacción que me otorga una ciudad como Mae Hong Son.

Aquéllas, con sus rascacielos y sus grandes avenidas abarrotadas de vehículos, parecen estar diseñadas para el beneplácito de las máquinas; mientras que ésta, con sus edificios ajardinados, que pocas veces superan las dos plantas, está hecha para satisfacer a los siete mil humanos y demás seres vivos que residen en ella.

Añadidle a ello el aire limpio, la tranquilidad y el silencio que solamente rompen los pájaros con sus cantos.

Tal como consta en la guía de viajes de este mismo blog, en Mae Hong Son no hay centros comerciales ni representaciones de multinacionales como McDonald’s.

Mi lugar predilecto de esta población son los jardines que circunvalan el plácido lago Nong Chong Kham, que hay frente al templo Wat Chong Kham. También es el sitio ideal para hospedarse en alguna de las pequeñas y baratas pensiones familiares que hay alrededor.

La vez anterior, hará cosa de siete u ocho años, estuve en la Johnnie House, en una habitación que daba directamente al parque, pero cerró sus puertas durante la pandemia de la covid y ahora me hospedo en la Like View (supongo que pretendía denominarse «Lake View»; un error similar al del wifi, que consta como witi).

Aunque está un poco descuidada, pues parece india en vez de tailandesa, la familia que la regenta es encantadora y el precio, asequible a mis bolsillos. Además, tiene un cenador con perfectas vistas del lago y del templo.

Ya que menciono las vistas, al levantar la mirada veo las colinas cubiertas de bosques que bordean la población por el norte. Gracias a la calma que reina durante el día, el entorno del lago parece una ciudad fantasma, y solo se anima al atardecer, cuando montan los tenderetes del mercado nocturno, donde venden la comida que los clientes cenan sentados junto al lago.

Como ya sabéis los lectores habituales de estas crónicas, siempre procuro alojarme en lugares en los que pueda pasear cantando y meditando.

En Mae Hong Son, de mañanita, circunvalo el lago y visito el templo Wat Chong Kham, donde, además del bueno de Buda, también se encuentran unas representaciones de los dioses hindúes Durga y Ganesh: los devotos budistas piden su bendición, susurrándole al oído, a la escultura del ratón que siempre se halla a los pies del dios elefante. La caminata del atardecer la hago bajo los árboles del solitario paseo peatonal que hay junto al arroyo Salween.

UNAS CIFRAS – 1 euro: 35’55 bahts. – Té con leche: 40 bahts. – Arroz frito con pollo y verdura: 50 bahts. – Yogur: 15 bahts. – Tazón de fresas: 25 bahts. – Zumo de maracuyá: 30 bahts. – Temperatura a las 10 de la mañana en Sauraha (Nepal): 14 grados; en Chiang Mai: 26; en Mae Hong Son: 27; en Bangkok: 30. – En una casa de este vecindario viven 18 gatos. – Cada mañana me cruzó con un monje al que acompañan 9 perros callejeros. – 11 es el número de músicos adolescentes que componen la orquesta que alegra el mercado nocturno con buena música occidental: 2 guitarras, 1 bajo, 1 batería, 3 trompetas, 2 trombones de varas, 1 saxofón y 1 chica vocalista. – 52’3 son los kilos que yo peso actualmente.

PASO A PASO – Alter do Châo, Amazonia, Brasil, 1988. Continúa de la crónica anterior. Rasta y yo nos hospedamos en la única pensión del pueblo. Se llamaba Pousada de Mario y era un edifico de una sola planta que se encontraba en el mejor punto sobre la playa de la Laguna Verde del río Tapajós.

Después de instalarnos nos sentamos en la terraza saboreando unas cervezas Cerpa, acompañadas de cigarrillos Arizona, y observamos en silencio el entorno del último lugar que visitaríamos juntos.

Bandadas de cacatúas enanas pasaban alborotando, y una familia de pequeños monos jugaban en los árboles. Gozábamos de absoluta tranquilidad gracias a ser lunes, pues éramos los únicos visitantes del lugar, que en aquellos momentos parecía abandonado.

Como sería de esperar, el bochorno y la paz de Alter do Châo no eran tanto del agrado de Rasta como del mío. Además, él se sentía fatal porque Sandy le había contagiado la gripe y, bromeando, maldecía a las dos chicas bávaras diciendo que sólo nos habían dado molestias sin ni siquiera haber llegado a follar con ellas.

Yo, animado por unas caipirinhas, decidí llegada la hora de las confesiones: “Hace exactamente un año me encontraba en Cachemira, en un paraíso parecido a éste llamado lago Manásbal. A pesar de la paz que reinaba allí, yo estaba bastante majara.

Sin embargo, ahora me siento de maravilla, y creo que te lo debo a ti aunque nos hayamos peleado un montón de veces y lograras ponerme histérico muchas más. Y hoy, en esta noche tan especial, acompañados de la señora intimidad, he decidido otorgarte el título de amigo, gran honor que incluye el derecho a llamarte imbécil cuando lo crea necesario.

Te lo has ganado al aguantarme durante un mes y medio sin llegar a estrangularme cuando te amargaba evitando que me sedujeras con tu juego de la amabilidad, cuando contraponía mi egoísmo a tu generosidad y cuando gozaba congelando tus preparadas sonrisas.

Estas semanas de viaje han incluido buen rollo y risas, ya que no recuerdo haberme reído tanto en toda mi vida”.

El día siguiente, regresamos a Santarem dando saltos por la pista forestal en un “ônibus”. Desde allí, Rasta iría a Belem en un pequeño avión de hélices y después volvería a Lanzarote.

En cuanto pusimos los pies de nuevo sobre el asfalto, mi amigo se dirigió hacia el mercado con la intención de comprar algunos recuerdos, mientras yo hacía las pesquisas necesarias tratando de conseguir el complemento ideal para la estancia en Alter do Châo, o sea un poco de “maconha” (maría).

Tras hacer realidad mis deseos, fui apresuradamente a la estación de autobuses para tomar el último “ônibus” hacia Alter do Châo. Rasta me esperaba junto al vehículo, que ya arrancaba. Así que la despedida fue breve.

“¡Al loro con las pirañas…”, le dije refiriéndome a las mujeres que corrían por las calles de Brasil en busca de incautos, “…porque podrías terminar encontrando una que te chupara la sangre durante el resto de tu vida!”. Rasta me espetó riendo: “¡Y tú procura follar más y pensar menos!”.

Esa noche, sentado en la playa frente a una luna fina como un hilo de plata, fumé un porro de la maría que había conseguido. Cientos de ranas aparecían por doquier armando sarao.

Uno de esos encantadores mamíferos llamados perezosos, se aferraba con fuerza a mi brazo mirándome con dulce inocencia como si me implorase: “cuídame, protégeme”. Competía en busca de cariño con el pequeño mono que vivía en la pousada. Éste era un animalito de pelo dorado y cola más larga que el cuerpo que, cuando se escapaba, no corría hacia los árboles, sino a la cocina, donde tomaba asiento en su lugar predilecto: encima de la bombona de gas.

Otro lugar de su gusto era la cama matrimonial, en la que se metía cubriéndose con la sábana hasta la barbilla como lo haría una persona. Continuará.

MIRA LO QUE PIENSO

  • El mejor invento de la humanidad es la minifalda, como la que llevaba el actor Stephen Boyd en el rol del centurión Mesala, en la película Ben-Hur del año 1959…
  • ¿Inventamos las puertas para poder dar portazos?

Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.

La crónica cósmica, de Nando Baba