Estuve leyendo un reportaje acerca de los oráculos de la antigüedad en el que se señalaba que muchos de ellos habían residido en el interior de cuevas en las que se podrían haber dado emanaciones de ciertos gases que provocasen alucinaciones, y quiero aclararos otra de las mentiras que nos han endilgado al definir esas visiones como unas alucinaciones a las que ponen al nivel del borracho que ve doble (las creencias de los demás son supersticiones, ¿no?).
Para que no queden dudas al respeto apuntaré que al dar una mirada a los sinónimos de alucinaciones consta engaño, ofuscación, confusión, ceguera, ilusión, desvarío y espejismo.
Y esto no es así, o por lo menos no nos lo parece a quienes hemos vivido la experiencia de “alucinar” en grupo gozando exactamente de las mismas “alucinaciones”, y llegamos a la conclusión, como aseguraba cierto chamán, de que simplemente habíamos estado viendo lo que normalmente nos estaba vedado.
Supongo que lo comprenderéis mejor si lo comparo con operarse de cataratas o ponerse gafas, momento en que uno puede exclamar muy acertadamente: “¡Rediós, no veía dos en un burro! ¡No me enteraba de la misa la mitad!”. Dejadme añadir al tema del “colocón” que la compañía del alcohol me ha aportado un montón de ideas, humor y buen rollo, “es solamente ron, pero me gusta”; y que de no haberme relacionado con él no sería cómo soy y quién soy, “soy solamente yo, pero me gusto”.
Supongo que tal confesión (era un secreto a voces…) os ayudará a comprender porqué soy “shivaíta”, pues Shiva, junto con Baco, es el único dios que anda siempre colocado.
A principios de invierno, y mientras estaba en Chitwán, os comenté que me guiaba por los horarios que marcaba la naturaleza, y si en invierno saltaba de la cama a las siete, ahora lo hago a las cinco.
Mis actividades también están relacionadas con los cortes del servicio eléctrico y las necesidades energéticas de mi ordenador, pues debo acomodarme a ambos para no quedarme colgado a media mañana o a media tarde. Evidentemente no sigo un horario fijo, sino que es la luz diurna, adelantándose cada día un poco, la que hace las veces de despertador.
Bueno, en realidad, los encargados de despertarme son los cantos de los pájaros.
Después de pasar por el baño me meto bajo la jungla para dedicarme a cantar un rato. El paseo me lleva luego al chiringuito de Govinda, donde tomo el primer chai además de comprar una bolsa de leche.
Ayer me encontré a tan temprana hora con el señor Lobo, y se encargó de romper mis rutinas invitándome a descender hasta el lago Esmeralda. La excursión tenía como razón de ser la de mostrarle un pollito de “búho pescador” a un fotógrafo del Servicio Forestal que cargaba con una “Canon” de metro y medio.
A pesar de saber exactamente en qué árbol estaba el nido y de pasarnos el día observando pájaros, tardamos un buen rato en localizar primero a un pollito, luego a otro, más tarde a su protectora y espectacular madre, y, al fin, en el momento en que el fotógrafo y el señor Lobo estaban pendientes del trío familiar, yo terminé descubriendo al padre, que se había instalado en un cuarto árbol y tenía una talla aguileña.
Valga señalar que el precio de estos búhos en mercado negro alcanza cifras astronómicas debido a ciertas propiedades curativas que, evidentemente, no remedian la imbecilidad.
Aparte de los cantos de los pájaros y los ladridos de los ciervos, los ruidos que se escuchan en la jungla tienen tres formas que no engañan: los que arman más barullo son los humanos, a éstos les siguen las vacas, y para terminar tienes a los faisanes corredores.
De vez en cuando también se oye algún “crac”, solitario y seco, que atrae compulsivamente tu atención, salteándola de excitación, porque, por lo general, los animales se mueven tan silenciosamente como los fantasmas.
De forma parecida a lo que sucede con la observación de la naturaleza, actividad en la que mejoras a ojos vista (nunca mejor dicho) al practicarla diariamente, la relación con los animales que se cruzan en tu camino, sobretodo las tribus de macacos, pasa de la desconfianza inicial a la buena relación vecinal en cuanto se habitúan a tu presencia.
Una información más acerca de los malditos macacos: los que conviven con los humanos se han acostumbrado a asaltar, sobretodo en lugares estrechos como las callejuelas o los puentes, a quienes regresan del mercado cargados de bolsas en las que, ellos lo saben, se hallan frutas, verduras y demás delicias.
La denominación “Tigre de Bengala” se la inventaron los ingleses al poner por primera vez los pies en Calcuta y ver una “Pantera Tigris” (Tigris: flecha o recto como lo es el río Tigris, apelativo que le dieron debido a los trazos negros y alargados de su pelaje); pero en realidad el tigre proviene originalmente de Siberia, donde alcanza un tamaño que supera de largo al de sus parientes indostanos; de ahí que sea la única pantera que, cuando aprieta el calor, se pasa el día en remojo y no se asusta de nadar grandes distancias.
Ya que he hablado de tales gatitos, os comentaré un hecho único, que se ha dado en un parque nacional cercano, en el que dos tigres jovenzuelos, tras quedar huérfanos y, así, indefensos, pues ni tan siquiera estaban capacitados para cazar, han sido adoptados por un tigre adulto que cuida primorosamente de ellos como lo haría una madre. El caso resulta todavía más insólito porque, por lo general, los tigres matan a los jóvenes machos que en el futuro les puedan discutir su soberanía.
Peculiaridades de estas junglas:
Mientras observaba el destellante color anaranjado que lucía en el pelo el abuelo de la casa después de cubrir el blanco con “henna”, junto a mis pies se armó un barullo de hojas bajo el que salieron disparados dos lagartos de medio metro cuya cabeza y espalda eran de un color parecido; al creer que no los había visto con anterioridad, y al preguntárselo a la persona adecuada, ésta, que era por supuesto el señor Lobo, me informó que cambiaban continuamente de color dependiendo del entorno; malabarismo que harían frente a ti, e instantáneamente, si, por ejemplo, se desplazaban de un suelo arenoso a otro de hierba.
Hace poco os hablaba de una familia que residía en un garaje; y ahora añadiré que han ascendido de estatus social al cerrar el local con una puerta de madera para convertirlo en tienda-vivienda.
Continuando con el mismo tema, os diré que en este país es rarísimo encontrar una puerta que disponga de cerradura, porque ellos siguen usando exclusivamente cerrojos y candados que no tienen cierre automático. Así, cada una de las doce puertas de mi domicilio actual (baños, cocinas y habitaciones) dispone de su propio candado y llave, y será cerrada meticulosamente al anochecer.
Le pregunté al señor Rana si, debido a su cercano parentesco, él podría aportarme alguna información que no hubiese publicado la prensa acerca de la masacre de la familia real nepalesa. Me explicó que el hijo asesino había estudiado en Inglaterra, y estaba un poco “colgado” porque se aficionó a las drogas químicas; y que cuando sus padres insistieron en casarle con una princesa a la que él no deseaba, se le cruzaron los cables, y “¡Bang, Bang, Bang!”.
Sucesos
Leyendo la biografía de Keith Richards estoy comprobando de nuevo que estos “monstruos” alimentan su ingenio a toda hora y por todos lados; lo suyo es la inspiración, la imaginación y, en fin, la creación perenne que solamente está esperando una frase oída en la calle, un sonido repetido como el de una cucharilla dentro de una taza de té “proustiana”, o una tonadilla que sale a través de una ventana, para ponerse a mil.
Una pequeña anécdota relacionada con el maestro del “riff”: Cuando le preguntaron a Marianne Faithfull cuál creía que había sido el gran amor de Mick Jagger, ella respondió, “Ése ha sido siempre Keith”.
Por mi parte, ahora, al conocerle mejor, pues en el libro no se corta de bajarse bastante los pantalones, creo que, de haber cruzado nuestros pasos, podríamos haber sido amigos.
Numerología
Me pidieron que les enseñase alguna canción en inglés, y se sorprendieron al confesarles que yo no conocía ninguna ni en ésta ni en ninguna otra lengua; pero se quedaron patitiesos cuando, sobre la marcha, les compuse una dedicada a ellos, otra para los niños, y una tercera describiendo el lugar.
Traduciendo: que siempre me ha resultado más fácil descubrir el camino por mi cuenta que no recordar las indicaciones que me daría un guardia urbano.
Mira lo que pienso
Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.