VER LLOVER – Kumaon, Uttarakhand, India. Me gusta la época de los monzones. Me gusta sentarme en el porche de mi cabaña contemplando la lluvia con un buen libro entre las manos. Resulta tan relajante como mirar la puesta de sol. Viva el ocio. En la Selva Negra alemana practicaba tan agradable “actividad” con la mirada puesta en las silenciosas tormentas de nieve.
Ya que menciono a Alemania, los alemanes dirían que aquí, en Kumaon, solamente ha llovido una vez durante los últimos tres días, pues ha llovido sin parar. Afortunadamente no han sido unas lluvias catastróficas como las del vecino estado montañoso de Himachal Pradesh, donde ayer había ciento veinte carreteras cortadas por avalanchas de tierra.
Supongo que os enterasteis de que en el aeropuerto de Nueva Delhi se vino abajo un alero matando a varios taxistas que aguardaban bajo él. Aquí va un dato que es al mismo tiempo cómico y dramático: los líderes del partido BJP, que ahora se halla en el poder, se apresuraron a recordar que el aeropuerto fue construido cuando era el partido del Congreso quien gobernaba el país. Pero el portavoz de éste replicó que el alero se ha desplomado debido a la mala conservación del actual gobierno.
Anteayer la lluvia vino acompañada de vientos huracanados. Yo estaba paseando por el bosque y regresé corriendo a casa temiendo que me cayese encima alguna rama.
Esto es exactamente lo que sucedió en la finca de mi amigo el señor Chacal, donde un árbol de buen tamaño se partió en dos y se desplomó sobre el tejado de zinc de su garaje, dejándolo convertido en un acordeón. Él todavía no lo sabe porque está pasando una temporada en Canadá con su hijo y el nieto que acaba de nacer.
A otro amigo le cayó una gran rama encima de su coche dejando el techo al nivel de los asientos; por suerte no había nadie en su interior. Lo que le sucedió a un tercer amigo fue más espeluznante: conducía su automóvil cuando se le vino encima del parabrisas una gran roca.
Este incidente me recordó a uno que ocurrió Rishikesh: yo trepaba por un sendero de montaña dirigiéndome a la sagrada Nilkanth cuando una roca, también de buen tamaño, se despeñó por la empinada ladera pasando a pocos metros de mí.
Para gozar de los monzones, claro, es imprescindible estar debidamente alojado en una cabaña que no tenga goteras y, si mantienes las ventanas cerradas, que deje fuera la humedad. En esta época altero mis rutinas y aprovecho que la lluvia amaine un poco para salir a pasear. Llevo siempre conmigo el paraguas como un londinense cualquiera, pero si diluvia me protejo con el chubasquero que compré hace un año en Goa.
El mayor problema en esta zona montañosa son los continuos cortes del servicio eléctrico; nada sorprendente ya que los cables cruzan entre las ramas de los árboles. Ahora mismo, después de estar interrumpido más de veinticuatro horas, acaban de reanudarlo. Otro inconveniente de los monzones tiene que ver con la colada, que debido a la humedad reinante puede permanecer tendida varios días y seguir igual de mojada.
PASO A PASO – Carpintería de Río Seco, Brasil. Verano de 1988 (invierno en el hemisferio sur). Continúa de la crónica anterior. Mi amigo Rasta y yo fuimos hasta la carretera siguiendo a Neusa y tomamos un autobús hacia el siguiente pueblo.
La simpática mulata, deseando acabar de introducirnos en la cultura local, nos llevó a una tienda en la que se vendían objetos de cerámica, flores, ídolos, inciensos, perfumes, extraños líquidos y demás mejunjes destinados a las ceremonias religiosas, al vudú y también para cuestiones de “juju”. Las estanterías se hallaban abarrotas hasta el techo de tan folclóricos ingredientes y artefactos. Nosotros mirábamos boquiabiertos a nuestro alrededor sin creer que a finales del Siglo XX existiese un mercado de tal tipo.
Como lo haría el guía de un museo, Neusa nos explicó un poco de qué iba la historia: “Esto sirve para descargar si llevas mal rollo, con esto se llama al dinero, quemando estas raíces se logra alejar a la gente que no te gusta…”.
Pero la parte más atractiva para nosotros fue la destinada a los ídolos milagrosos, de los que había una gran variedad: “Esta hermosa mujer de piel pálida y pelo negro, que va vestida de azul, es Yemanja, la Señora de las Aguas; en Salvador hay una gran iglesia dedicada a ella y, en el día de su festividad, multitudes de devotos llevan flores, incienso y regalos que echan al mar. Ha hecho muchos milagros, y también se ha aparecido a diferentes creyentes.
Este negrito simpático con sombrero y traje blanco es José Liltra, un diablo que protege a los vagabundos, los ladrones y los traficantes. Esta negra del morrión era una esclava más buena que el pan a la que su ama, acusándola de haberse entendido con el marido, la obligó a ir una larga temporada con el morrión puesto; después la mató. En Río de Janeiro hay una iglesia dedicada a ella, y los creyentes hacen cola para pedirle unos milagros que muchas veces realiza”.
En un lugar destacado de la tienda se hallaba la estatua de un tipo de aspecto muy raro. Neusa nos explicó: “Este es el Dante, un espíritu egipcio que cura los males, y en esta casa tiene un lugar preferente por haber salvado al amo de una grave enfermedad…”.
“¿Y qué dice sobre estas creencias la Iglesia Católica?”, quise saber yo. “Bueno, la Santa Iglesia Católica y Apostólica, por lo menos en Brasil, ha actuado con sabiduría adaptándose y evitando enfrentarse a las creencias que, en muchos casos, mis antepasados trajeron de África”.
“La cuestión es que las iglesias se llenen y el negocio funcione”, opinó Rasta. “Sí, supongo que así es”, dijo Neusa. “Y podéis estar seguros de que en nuestro país los templos se llenan mañana y tarde”. “Al contrario que en el nuestro, donde cada vez hay más escasez de feligreses”, añadí yo. Continuará.
Extracto de la novela Antonina o la caída de Roma, de Wilkie Collins: “Cualquier mentira triunfará sobre la multitud, siempre que el instrumento empleado para ponerla en práctica sea una religión”. Amén. ¡Ja!
MIRA LO QUE LEO – Aquí van cuatro novelas que fueron de mi gusto:
MIRA LO QUE PIENSO – Una recomendación cinéfila: Simone, la mujer del siglo, dirigida por Olivier Dohan y basada en la vida de Simone Veil (1917-2017), una gran mujer francesa, superviviente de Auschwitz, que fue la otra cara de la moneda de Marie Le Pen y de Giorgia Meloni.
Mientras veía la película pensé en la vergüenza del filósofo frente al orgullo del patriota, y recordé a mi difunto amigo occitano diciendo que se avergonzaba de ser francés. Caso parecido al de mi otro amigo difunto Fredy, caballero indio que, tras haber sido testigo de las barbaridades que hicieron sus compatriotas tras el asesinato de Indira Gandhi, se avergonzaba de ser indio.
Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.