La crónica cósmica

La crónica cósmica. La insolencia del gato

EL PAÍS EN QUE ME HALLO – Isla de Langkawi, Malasia. En los últimos años ha ido creciendo mi atracción por los países del Sudeste Asiático. Ya sea Vietnam, Laos, Tailandia o Malasia, me gusta su exótico ambiente, la comida, su exuberante naturaleza tropical y, por supuesto, el trato amable de sus gentes.

Malasia me parece especial porque en ella conviven con bastante armonía tres culturas, etnias y religiones distintas: la malaya, la china y la india. Pero en mi opinión, lo que le aporta un valor especial a Malasia es la tolerante faceta del islam que, hasta ahora, prima entre los malayos.

Un amigo malayo me contó que en el mundo se daban setenta y dos maneras distintas de entender el islam. Aunque la epidemia del fanatismo se va extendiendo paulatinamente por todos lados, por ahora las mujeres malayas siguen estando al frente de muchos negocios en los que tratan directamente con el público.

Un buen ejemplo de ello es que conducen autobuses y taxis. En realidad, en las carreteras se ven al volante más mujeres que hombres. Oh, sí, visten recatadamente y se cubren la cabeza con el obligado hiyab, pero, al contrario que en otros países musulmanes, los hiyab de las malayas me parecen unas prendas elegantes e incluso coquetas.

Aquí, en la playa de Pantai Cenang, las malayas comparten tranquilamente el espacio con las chinas y las turistas occidentales que toman el sol en bikini, o pasean vistiendo minifalda o pantaloncitos. Hubo un político conservador que quiso prohibir el alcohol y el bikini, pero la mayoría parlamentaria votó que ni, ni, ni, ni. ¡Dame libertad y tolerancia y quédate todo lo demás!

EL BARRIO EN QUE RESIDO – Tal como ya os mencioné al llegar a Langkawi, Pantai Cenang es demasiado turística para mi gusto. Sin embargo, todo cambia en cuanto doy la espalda a la avenida de la playa y me adentro por este solitario, angosto y serpenteante cul-de-sac, que sería una pista antes de ser asfaltado. Después de cruzar frente a la pensión Home Sol, del amigo gallego, el camino marcha entre unos campos y los jardines de una docena de casitas de una sola planta.

Aparte de los colores de las buganvillas y las flores de champa, prima el verdor de las papayas, los mangos, el bambú y los peligrosos cocoteros, que te pueden partir la cabeza con sus frutos. A esta rica naturaleza, la acompaña el constante canto de distintos pájaros, que estaría acorde con un rincón de la jungla.

El limitado tráfico rodado se ve obligado a circular muy lentamente porque, aparte de la poca visibilidad, la calzada se halla habitualmente ocupada por los pollos y las gallinas silvestres seguidas por sus pollitos, y los gatos que, como las vacas sagradas de la India, parecen dar por sentado que son los reyes del cotarro y no se molestan en apartarse. Título de la novela: La insolencia del gato.

Umm. Ya sé que estos párrafos serían propios de la oficina de turismo, pero su finalidad ha sido recomendaros este lugar si algún día os dejáis caer por Langkawi.

MI VIVIENDA – Al estar acostumbrado a hospedarme en cabañas como las de Kumaon, Sauraha o Kanchanaburi, donde lo tenía todo a mano, la casa ajardinada en que vivo ahora me parece demasiado grande, precisamente porque dispone de todo lo necesario: la habitación con buenos ventanales, el salón, la cocina con una lavadora y una nevera, además de todos los electrodomésticos imaginables (parece la exposición de un comercio), ventiladores de techo, aire acondicionado en todos lados, un tendedero para la colada en la parte trasera y el amplio porche en que fumo mis bidis contemplando la fauna que corre por los alrededores: los preciosos pájaros Oriol Dorado (oropéndola amarillo), las peludas ardillas pardas, los lagartos monitor que se deben zampar los pollitos que van desapareciendo día a día, los langures negros y, claro, los desvergonzados gatos que mencionaba antes, como la gatita que hace la siesta sobre el tablero de ajedrez que hay en la mesita del jardín.

Las noches son especialmente silenciosas e incluyen el delicado perfume de las flores.

El propietario, un hindú de cuarenta años y pico llamado Wan, es un tipo suave y campechano que no ha apuntado mis datos en ningún libro de registro. Él descendiente de unos tatarabuelos que emigraron de la India, concretamente de Tamil Nadu. Cuando va a visitar a su familia en Kuala Lumpur, desaparece durante unos cuantos días dejándome “solo en casa” y puedo dedicarme al “dolce canto” sin asustar a nadie.

Una prueba de lo a gusto que me siento aquí es que acabo de descubrir, asombrado, que ya ha transcurrido un mes desde que llegué. Por suerte, aún me quedan sesenta días más de visado.

PASO A PASO – Río Negro, Brasil, 1988. Continúa de la crónica anterior. Por la tarde dejamos de nuevo la corriente principal del río y nos adentramos por diferentes canales cada vez más angostos en los que no se encontraba el mínimo rastro de presencia humana. El señor Baldomiro me explicó: “Estas zonas jamás han sido cortadas o plantadas. Además de ser impenetrables, no producen más que estos arbustos, que pocas veces pasan de los cinco metros de alto, y sus estrechos troncos no sirven para nada”.

Seguimos avanzando por una densa espesura que a veces nos obligaba a sumergirnos hasta la cintura en unas aguas deliciosamente frescas, por la que nos abríamos paso usando el machete. El señor Baldomiro, detuvo el motor de la barca en una laguna y prosiguió con sus lecciones: “Ahora no nos encontramos ni en el Río Negro ni en uno de sus canales, sino en un arroyo cuyas aguas son especialmente limpias, y pasaremos la noche aquí”.

Una de las ceremonias que incluía la oscuridad después de cenar era la de dirigirnos a tierra en la piragua, generalmente a alguna playa, donde nos separábamos para cagar. Cuando el señor Baldomiro remaba silenciosamente, siempre mantenía el machete y el arpón a mano. A veces sufríamos un sobresalto si algún pez “tucunaré”, de hasta medio metro de largo, confundía a la pequeña embarcación por un enemigo y pegaba un salto fuera del agua, llegando incluso a volar por encima de nuestras cabezas. Continuará.

MIRA LO QUE PIENSO

  • ¡Qué alegría siento al descubrir un nuevo autor de mi gusto! Este ha sido el caso de uno que tiene el curioso nombre de Víctor del Árbol, de quien os recomiendo las dos novelas que he leído: “La víspera de casi todo” y “Por encima de la lluvia”.
  • Gracias al mundo “modelno” y a Internet, de vez en cuando me río a gusto resucitando a humoristas geniales como Eugenio, Gila, Pepe Rubianes o Les Lutiers.
  • También gracias a Internet, me he aficionado a viajar por el mundo contemplando las imágenes domésticas que aparecen en las grabaciones de las cámaras de CCTV. Aparte de ampliar mi mundología, me admira el nivel de inteligencia de las personas que inventan formas geniales de solventar, de manera fácil, unos problemas domésticos que la mayoría de gente normal sigue afrontando como en la edad de piedra. Y qué decir de los ingenieros que diseñan aparatos divirtiéndose como unos niños en sus juegos.
  • ¿Sabíais que en el ejército español se imponían penas menores a las faltas cometidas estando borracho? También la ley civil española reduce las penas por faltas llevadas a cabo bajo las fuertes ventoleras del mistral, la tramontana o el levante, pues consideran que pueden desquiciar a algunas personas.
  • El qué y el cómo. No importa tanto la ideología política o filosófica de una persona como el respeto y la dignidad con que trate a los demás.

Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.

La crónica cósmica, de Nando Baba

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  • Nando modelo, si quieres casa ajardinada en Melaka, Villa María está a tu disposición... Bom Bom..
    Nos vemos mundoleando..
    Me encanta lo bien que describes la vida de Malaysia.