La crónica cósmica

La crónica cósmica. No tengo que aguantar a la gente

CULOS DE MAL ASIENTO. Estoy haciendo de nuevo el equipaje. Hasta la próxima Teluk Bahan. Aunque sea indirectamente, el responsable de que últimamente viaje tanto es el amigo valenciano, al que imagino exclamando, “¡Xe (che), però què dius?!”, en su domicilio actual de Manila, donde está recabando información de Filipinas para esta web. Aprovecharé para recordaros que todos los viernes se publica una de estas crónicas, y hace poco incluía una foto preciosa de una amiga nepalesa muy guapa. ¡Vaya, hombre, ya me he liado con uno de esos paréntesis infinitos en plan Proust!

Decía que él es el responsable porque, tras enterarme de la frecuencia con que viajaba para “alimentar” su web, me apercibí que durante los cuatro o cinco años anteriores yo me había limitado a permanecer largas temporadas en los sitios que ya conocía (¡Mis paraísos particulares!), y eran raras las ocasiones en que buscase y descubriese otros nuevos (lo de ir el pasado otoño hasta Assam y convivir con la tribu “mising” ya fue una excepción). Añadiré (se sincera sinceridad) que también descubrí un sutil pero creciente temor a lo desconocido, así que me dije, “A tomar por el culo”, porque el único pecado de mi religión particular es el de la cobardía (el acojone del que hablaba en la última crónica).

Pero todavía hay más (uy, uy, uy, que me va a salir una de esas terribles crónicas comecocos), y una de las mejores cosas que tiene lo de ir a sitios nuevos está en que soy un absoluto desconocido y (“tachín, tachín”, señoras y señores, ha llegado el momento de hacer la gran confesión que me podría dejar sin los pocos amigos que me quedan) NO TENGO QUE AGUANTAR A LA GENTE. Uf, ya lo he dicho, y ahora que pase lo que tenga que pasar. Efectivamente, poco a poco me he ido convirtiendo en un tipo insociable que, salvo muy raras y selectas excepciones (¡Qué hipócrita soy, así evito que me deis de palos todos al mismo tiempo!), no soporto al personal.

¿Os doy una prueba de ello? Cuando estoy plenamente dedicado a la sana soledad como he hecho durante este mes, no solamente me lo he montado de abstemio, sino que ni tan siquiera se me ha pasado por la cabeza tomar una cerveza o un cubalibre, hecho que sería inimaginable de haber tenido la mínima vida social. Ey, para el carro, que con ello no estoy negando que me guste ponerme ciego, pero una cosa es la afición, y la otra, la necesidad. No hablo de la maría (que no he probado desde hace varios meses) porque, igual que los indios, ni tan siquiera la considero una droga.

Ya que toco este tema, os comentaré que he estado leyendo un libro titulado “A Million Little Pieces” en el que el autor norteamericano James Frey “habla” de los tiempos en que fuera un joven alcohólico adicto al crack; me he sentido hermanado con él porque, cuando ingresó en el que era supuestamente el mejor centro de rehabilitación de su país (pero en el que de todas maneras sólo lograban “salvar” al 17% de los pacientes), se negó a aceptar que las razones de su descontrol fuesen genéticas, pues hubiese sido como si le estuviese dando la culpa a otro, y tampoco se “puso en manos de Dios” o recitó mecánicamente los doce mandamientos de los “Alcohólicos Anónimos”, sino que se enfrentó personalmente y con un par de cojones al demonio vicioso que llevaba en su interior hasta dominarlo. Lo primero que hizo al salir del centro de rehabilitación fue meterse en un bar y pedir un gran vaso de su licor preferido; luego lo olió e incluso metió la nariz dentro, y a continuación le ordenó al camarero que lo echase por el desagüe. Lo dicho, con un par de cojones.

Yo no me hallo en tal situación porque soy demasiado robótico como para ser esclavo de mis limitadas emociones, pero también soy un papanatas extremadamente razonable, y pocas veces hago algo si no hallo una razón para ello. Añádasele que soy alérgico al “siempre” y al “nunca”, y me gusta decidir mis pasos día a día. Uf, tras empezar esta crónica de tal manera ya puedo escribir lo que quiera con la seguridad de que me he quedado solo y no la está leyendo ni dios.

EL TURISTA VOCACIONAL. Estuve haciendo un recorrido en autobús por Pinang, y comprobé que en los transportes públicos malayos tienes que llevar el importe exacto porque no dan cambio. El chófer de aquel moderno vehículo, que fue puntual y estaba inmaculadamente limpio, era una mujer musulmana; y supuse que un árabe obtuso se tiraría de las barbas sorprendido, y exclamaría: “¡Vaya, pero si saben hacer algo más que cocinar el pulao!”. Durante el recorrido descubrí que toda la isla es montañosa y está cubierta de densas junglas. Atracciones turísticas: “Granja de Mariposas y Escarabajos”, “Plantación de Frutos Tropicales”, y “Aventura Park” en plan jungla. A quien pueda interesar: Los extranjeros pueden conseguir empleos en esos sitios.

Mis paseos por el parque nacional han sido invariablemente cortos debido al bochorno que solamente remite cuando estallan unas espectaculares tormentas al anochecer. Oyes el ruido del agua justo antes de que caigan las primeras gotas, y tienes tiempo de buscar refugio para evitar acabar instantáneamente empapado. Este año parece que yo vaya tras los monzones, y además lo hago sin haber llegado a comprarme un paraguas. Han sido muchas las veces en que el diluvio ha empezado en el momento en que acababa de entrar en mi cabaña. Debido a que el tejado es casi siempre metálico, el estruendo es ensordecedor; pero de noche sigo durmiendo como un angelito, y sólo me entero de lo sucedió al despertar por la mañana y encontrar el jardín inundado.

Unos datos curiosos acerca de Teluk Bahan:

  • Las puertas y las ventanas permanecen casi siempre abiertas, y durante la noche los restaurantes dejan la mayor parte del material a la vista porque, según parece, no se da la mínima criminalidad.
  • El hombre de la compañía eléctrica que lee los contadores lleva unos binoculares para poder hacerlo desde la calle.
  • En el baño de mi cabaña hay un pequeño espejo colocado estratégicamente sobre el tanque de agua que me permite ver mi “atractivo órgano masculino” mientras meo. ¿Lo pondría alguien que había alcanzado un nivel superior de narcisismo?
  • En los jardines de todas las casas tienen varias jaulas llenas de pájaros cantores que compiten con los que viven en libertad.
  • Los billetes de banco malayos están hechos con un material plastificado, y no se rompen ni arrugan.
  • En la entrada del parque hay un cartel en el que aparece dibujada una pareja, y consta: “Prohibido el comportamiento obsceno”.
  • Alguna de las playas tiene peligrosas arenas movedizas.
  • Las únicas señales de “prohibido fumar” incluyen “a los menores de 18 años”.
  • Durante este mes sólo me he cruzado con una persona malaya que con su mirada y posado no me mostrase la amabilidad habitual: ¡Ja, era una mujer y estaba casada con un alemán!
  • La mayoría de los malayos tienen la piel cobriza. Algunos chinos son blancos hasta parecer albinos, ¡Ja, y no amarillos!, pero siguen siendo chinos y, aparte de no saludarte, son raras las veces en que reconozcan tu presencia: “Chino, chino, sigue tu camino…”. Los indios, que por lo general son originarios de Tamil Nadu o Kerala, llegan a ser tan negros como los africanos (al tratar con ellos me siento como si lo hiciese con alguien de mi pueblo).
  • Casi todos los automóviles son de marcas nacionales, pero ayer me crucé con un Rolls Royce y un Maserati que parecían recién salidos de fábrica: ¿nuevos ricos?

FAUNÓPOLIS

  • La marea alta convierte los arroyos que desembocan en la playa en unos bonitos canales, que están cubiertos de árboles y serpentean entre las casas del pueblo, en los cuales residen los grandes lagartos monitor mencionados en otras crónicas. Los lunes la familia con la que vivo tiene un puesto en el mercado nocturno en el que vende pollo con arroz y verduras. Debido a que ese día matan más de veinte pollos y que la casa queda junto a uno de esos arroyos, un lagarto que supera los tres metros de largo espera puntualmente a que el padre le eche los restos de los pollos.
  • Las gallinas (que no han acabado en la cazuela) van libres y a su aire por las calles, y pasan las noches en los árboles como todos los faisanes.
  • Unas imágenes preciosas: La playa de mañanita, el mar inmóvil, unas nubes gordas flotando sobre un cielo transparente, ni un alma por los alrededores, los cuatro perros del templo hindú ladrando junto a la orilla, y, sacando la cabeza del agua a pocos metros, cuatro nutrias (subespecie de Sumatra) con una de ellas llevando un buen pescado en la boca (esas nutrias también residen en los arroyos)

VOCABULARIO MALAYO. Teksi: taxi. Polis: policía. Bas sekola: autobús escolar. Bas kapten: capitan del autobús (o sea el chófer). Kredit: crédito. Diskaun: descuento. Tembakan: tabaco. Kafe: café. Otomobil: automóvil. Infrastuktur: infraestructura. Projek: proyecto. Nama: nombre. Y terima kasih (tarimacasí): muchas gracias.

MIRA LO QUE PIENSO

  • Según afirmaba un sicólogo, nuestro carácter queda marcado de forma tan determinante durante los dos primeros años de vida como para que no lo logren alterar todas las experiencias que tengamos aunque lleguemos a ser centenarios. O sea que nadie va a lograr darnos o arrebatarnos la seguridad, la arrogancia, la amabilidad, la compasión, la empatía, la credulidad, la creatividad, la imaginación, la curiosidad o la obediencia: “¡Señor, sí señor!”. ¡Ja, a la mierda contigo! Pensad en ello los que sois papás y mamás.
  • Picasso dijo: “Todos los niños son artistas, el problema está en cómo continuar siéndolo cuando nos convertimos en adultos”.

Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.

La crónica cósmica, de Nando Baba